27 junio 2012

Sitges 2012: 10+1 seriales de Doctor Who

Leo que en la edición de 2012 del Festival de Cine de Sitges, el canal 3XL se encargará de que Doctor Who (junto a otras series) tenga cierta presencia, y les felicito a ambos por la sinergia.

 El año pasado ya hicimos una lista de aventuras del Doctor que hubieran encajado con el tema de la inteligencia artificial que  marcaba el Festival. Hoy haremos lo propio con la temática que presentará este año Sitges: el Fin. Y en vez de 10, este año son 11 los seriales/capítulos propuestos. Citando a un clásico: el Apocalipsis va a llegar...

1. The Edge of Destruction (1964)

La tercera historia de la serie y una de las poquísimas que transcurre por completo en el interior de la TARDIS. Una narrativa claustrofóbica condensada en dos episodios, que nos habla de la paranoia y de los límites de nuestra sociedad. Salvando las distancias, tiene puntos de contacto con El Ángel Exterminador de Buñuel.

2. The Ark (1966)

Era 1966 y el equipo narrativo de Doctor Who no sólo se animó a explicarnos qué pasaba con la Humanidad después de la destrucción de la Tierra... Incluso nos enseñaron la destrucción de nuestro planeta. Una historia con un ritmo insólito, dividida en dos actos muy diferentes, y que no está exenta de polémica por las referencias racistas que podían conllevar los Monoides...

3. Inferno (1970)

Un clásico bajo todos los puntos de vista. Una realidad alternativa, distópica para más señas. El Doctor sin TARDIS, los buenos son los malos, peligro por todas partes. El mundo al revés... tal vez literalmente.

4. Logopolis (1981)

¿Y si al universo le hubiera llegado su hora ya hace tiempo? ¿Y si una sociedad sabia y generosa hubiera conseguido hacer que el cosmos siguiera adelante, ganándole la partida a la entropía? ¿Y si el Amo trata  inconscientemente de hacerse con ese poder, ajeno a las consecuencias? El adios de Tom Baker, hipnótico desde las intranquilizadoras imágenes del primer capítulo.


5. Terminus (1983)

Terminus es el serial intermedio en lo que hoy se conoce como "trilogía del Guardián Negro", precedido por Mawdryn Undead y culminado en Enlightenment. Tiene lugar en una estación en el centro del universo, un lugar absolutamente desolador, una mezcla entre lazareto y campo de concentración. Su primera parte sea quizás uno de los episodios más oscuros de todo el Doctor Who clásico.


6. The End of the World (2005)

Tras un arranque un tanto decepcionante (sobre todo en lo que atañe a FX), el segundo episodio de la etapa moderna de la serie puso toda la carne en el asador: acción, alienígenas, la destrucción del mundo (otra vez, y no coincidente con la de The Ark). En la palestra la aceptación de la pérdida, el inefable sentido de supervivencia de la especie humana y nuestro pequeño lugar en el cosmos, temas que volverían a tratarse en esa temporada en otra historia muy adecuada también para nuestra selección: Father's Day (2005).

7. Utopia (2007)

Una obra maestra, completada con los dos capítulos siguientes (The Sound of Drums y Last of the Time Lords) con los que forma una trilogía. En el distante futuro, el universo se muere. Se le ha acabado el tiempo. Pero los descendientes de la Humanidad aún albergan la esperanza: hay un lugar, llamado Utopía, en el que se rumorea que pueden salvarse a la destrucción absoluta. Y está en manos de su mejor científico, el Profesor Yana, llegar a alcanzarlo. Tic-tac, tic-tac...

8. The Stolen Earth/Journey's End (2008)

Davros, el creador de los Daleks, regresó con un plan maestro a la serie después de su última aparición en 1989. Y si sus criaturas abogan por el exterminio de otras especies, aquí su padre lanza el órdago definitivo: la destrucción de la mismísima realidad.

9. The End of Time (2009-2010)

Comparado con el de Davros, el plan de Rassilon de adelantar el fin del tiempo al año 2012 podría parecer pecata minuta. Cómbinese con el retorno de Gallifrey y del Amo interpretado por John Simms, el adios del Décimo Doctor, interpretado por David Tennant, y la fantástica imaginería que rodea el doble episodio, y veremos que el equipo liderado por el productor Russell T Davies supo irse por la puerta grande.

10. The Big Bang (2010)

"¿El año pasado acabamos con la amenaza del fin del tiempo? ¡Pues este lo acabaremos con el inicio!". La primera temporada de Steven Moffat al frente del loco de la cabina azul y su equipo tuvo altos y bajos, pero acabó con un episodio doble de quitarse el sombrero: The Pandorica Opens y The Big Bang no sólo ligaban todo el micro-cosmos que se había ido generando durante la temporada, sino que además regeneraba las reglas del viaje en el tiempo, las paradojas y la muerte del Doctor. Mentiroso compulsivo...

11. The Doctor, The Widow and the Wardrobe (2011)

Hay otros mundos más allá de este, y el especial de Navidad de 2011 nos mostraba un planeta al borde de la destrucción irreversible por la extracción masiva de recursos y cómo reaccionaba ante la amenaza.

Bonus tracks: Meglos (1980), Doomsday (2006), Gridlock (2007), Silence in the Library/Forest of the Dead (2008) y los episodios Random Shoes (2006) y End of Days (2007) de Torchwood. El final tiene muchas caras, e incluso puede ser un nuevo principio...

25 junio 2012

Dentro del laberinto

No sé cuál es el Mejor Doctor de la Historia™. No tengo un preferido, no puedo evitar pensar que cada uno de ellos fue el más indicado para su momento histórico, para las aventuras que le tocaron en suerte.

Pero voy a sincerarme con vosotros: sí tengo un episodio favorito. Durante mucho tiempo fue Blink (Parpadeo) (2007), un capítulo poco habitual, con una mínima aparición del Doctor y unos terroríficos enemigos creados por Steven Moffat, los Ángeles Que Lloran. Probablemente no sorprenda a nadie: es una historia apreciada, aplaudida e incluso premiada.

Desde hace varios meses, en mi opinión, hay un nuevo top of the pops, hoy lo emitía Boing: The God Complex (El Complejo de Dios) (2011). Desde el primer momento me pareció la joya de la corona de la temporada 6 de la etapa moderna de la serie, pero a cada visionado descubro un texto, unas interpretaciones y un conjunto absolutamente intachables, incluso teniendo en cuenta la serie clásica con los baremos de su tiempo.

El Complejo de Dios es posiblemente lo más parecido a "Doctor Who by David Lynch" que veremos nunca. La intensidad que maneja, el argumento que despliega (hay un toque de The Mind Robber (1968) -donde salía un minotauro- en esas habitaciones, como lo hay de Los Cazafantasmas y por supuesto del It (Eso) de Stephen King), la profundidad de las ideas que refleja (que me evoca a Kinda (1982) y a The Waters of Mars (Las Aguas de Marte) (2008)), el sentido de pérdida que arrastra (la compañera que no pudo ser, el adios de los Pond, la confianza de Amy) y por supuesto el misterio de la habitación nº 11 (es la "campana del claustro" eso que suena de fondo, la alarma de la TARDIS ante desastres cósmicos inminentes) son elementos todos que, conjugados, dan lugar sin duda a un capítulo redondo, con entidad propia.

Hay remates que lo empujan aún más allá en el camino de la excelencia: la forma en que Rory finaliza el "aprendizaje" que el personaje ha ido realizando, y que lo ha construído desde su aparición en The Eleventh Hour (En el último momento) (2010), la magnífica banda sonora de Murray Gold, que auna el sentimiento de Doomsday (El Fin del Mundo) (2006) y el minimalismo simpático de The Lodger (El Inquilino) (2010); y por supuesto el excelente trabajo de dirección de Nick Hurran, que saca todo el partido al guión de Toby Whithouse (autor también del guión de Greeks Bearing Gifts (Regalo Envenenado) para Torchwood, un episodio que guarda similitudes con éste respecto a lo que nos llena, lo que nos mueve y lo que nos mata). Hurran tuvo a su lado a hasta cinco ayudantes de dirección en esta historia: William Hartley, James DeHaviland, Heddy-Joy Taylor-Welch, Michael Curtis y Janine H. Jones, así como el buen ojo de Joe Russell como operador de cámara, un hombre que acumula a sus espaldas ya más de 20 episodios de la serie.

Se hace difícil encontrar un momento de la historia, una actuación, una combinación de actores (TODOS son protagonistas), una frase o una imagen que no valga la pena. No hay ni un instante desaprovechado, ni una referencia, ni una pista (los cuernos de toro tras el Doctor en su primera aparición del capítulo; el origen Nimoniano del minotauro) que no estén ahí para aumentar el valor del conjunto y no por el lucimiento personal de nadie. Es un capítulo brillante por sí mismo pero que realza el conjunto de la temporada y de la serie en su totalidad.

Alabadlo.

18 junio 2012

"La Bendición" en "Generació Digital"

Muy buenas vibraciones ayer en Catalunya Ràdio, donde nos invitaron para charlar con ellos los compañeros de "Generació Digital". Primero, entrevista al grupo "Fred i Son", y a partir del minuto 20', nosotros. Los 998 monos restantes llenaban el plató número 1, lástima que se comieran la cámara.

16 junio 2012

BSO: Banda Sardanista Original

La sardana, esa auténtica modernidad. Esa pieza integral para la Banda Sonora que, disfrazada por las potencias extranjeras, nunca se nos ha permitido escuchar en su calidad nativa. Porque, si Hamlet mejora en el klingon original, qué decir de...











Gracias a gente como Cobla Contemporània hemos podido recuperar estos grandes. Y es que la versión Sardanista Original nos ha sido escamoteada durante mucho tiempo, y no sólo desde el mundo del cine...



Y yo me pregunto, si ya tiene el ritmo ¿para cuando la auténtica versión sardana original de "Doctor Who"? Delia Derbyshire y Ron Grainer, esos adelantados...

07 junio 2012

El trono del rey de amarillo (I)


     Era un día soleado en la tumultuosa Zakarion, la ciudad de los sabios, la más grande urbe de todo el continente; aunque los que sabían leer los signos se preparaban para la intensa tormenta eléctrica que había de producirse al día siguiente. Un joven de cabello oscuro y mirada profunda, con un alfanje al cinto y un escudo en el antebrazo, tan azul como la casaca que vestía, avanzaba con decisión por las avenidas principales, preguntando de vez en cuando a las buenas gentes por la ruta que seguía.
     Zakarion era grande, muy grande, y además de por la complejidad de su entramado cabía quedarse encantado con la variedad de sus gentes, sus maravillosas espiras y la hermosura de sus mercados. El joven era sensible a la belleza, pero aunque intentaba mantenerse fiel a la labor que le había llevado hasta allí, seguía maravillándose por la variedad de razas: humanos, enanos, gnomos, seres nacidos de las cuatro fuerzas elementales, duendes, náyades, centauros y minotauros, y aún otras criaturas fantásticas que no sabrías determinar. Por los aires cruzaba alguna alfombra voladora y el ocasional genio, diablillo alado o grifo majestuoso.

     Finalmente alcanzó la plaza. El edificio en sí era de aspecto neoclásico, elevado sobre una pequeña plataforma, como un zigurat, y en el ágora que se abría ante él llamaba la atención una estatua de mármol sobre un plinto de un metro de altura: una cabra tan grande como una persona cuya mitad trasera se convierte en una cola de pez.
     - Amaltea -dijo el joven para sí. La ninfa que amamantó a Zeus y que le protegió cuando su padre Cronos le perseguía para devorarlo-. Hmm, qué oportuno.
     Había llegado a su destino, el Templo de Capricornio.
     Subió los escalones de acceso y en la entrada se encontró con un grupo de enanos. Claramente el líder de todos ellos era un noble de algún tipo. Vestía una armadura impresionante y ricos ropajes. Su barba estaba trenzada con hilo de oro y a su espalda llevaba un arco enjoyado y un carcaj de ébano. Del cinto le pendía una espada larga con una rica vaina. A su alrededor, vigilantes en todo momento, había 3 mujeres y un hombre de su misma raza, armados con lanzas, hachas e incluso una red de gladiador.
     Con seguridad, e ignorando al grupo, el joven apartó la cortina y entró en el templo.

     Parpadeó por el súbito cambio de luz; el interior estaba alumbrado con velas. Un tropel de voces llegaban de todas partes; y no sólo voces: en aquel lugar reinaba una especie de caos controlado. Asistentes, magos y videntes corrían de un lado para otro tratando de ultimar detalles, mientras tropezaban unos con otros y con ocasionales clientes, y se excusaban por ello.
     - ¿Que qué sucede? -dijo uno de los asistentes del templo-. Que el príncipe Talik ha vuelto a presentarse de improviso, eso sucede, y no había nada preparado para él. Ese enano y sus paranoias persecutorias...
     - En mal momento he llegado -maldijo el joven por lo bajo. Intentó alcanzar al vuelo a otro de los asistentes y le pidió audiencia inmediata con los Adivinos-. Lo que ofrezco a cambio de conocimiento -anunció solemnemente- es el poder de alcanzar las estrellas.
     El ayudante, sacado de los planes que cuidadosamente llevaba trazados, miró de arriba abajo al recién llegado, como si estuvieras loco. Entonces, acabó de comprender lo que le habían dicho, notó que el ademán del joven era sincero y urgente y que, aunque extraño, no parecía ni un embaucador ni un orate.
     - El Maestro no se encuentra aquí, y como veis los Administradores y los Oráculos andan todos locos. Talik suele pedir tres y hasta cuatro confirmaciones a sus preguntas y eso crea un desbarajuste en nuestra organización. Pero intentaré que os atienda Jethis. Tiene un cierto interés por las estrellas y la última vez a Talik no le gustaron sus maneras, así que esta vez no lo querrá ver. Por aquí, por favor.
     El joven siguió obediente a su guía del hall principal: atravesaron una puerta lateral y se encaminaron hacia una rampa ascendente que pareció llevarles dos pisos por encima de la entrada... Dos pisos que desde fuera nadie hubiera dicho que existían. Aquí el templo estaba más tranquilo; en realidad estaba casi muerto, puesto que casi todo el mundo se encontraba más abajo, preparándose para el príncipe enano y su comitiva. De vez en cuando, por alguna puerta entreabierta, al joven le llegaba un olor a incienso y otras sustancias similares que le recordaban algunas tendencias de su ciudad natal.
     Igual que con el cambio de luz de la entrada, de golpe le asaltó un aroma chocante e inesperado, por completo distinto: chocolate caliente. El asistente se había detenido ante una puerta batiente de madera similar a las del lejano Oeste. Pero lo que se veía al otro lado no tenía nada que ver ni con la puerta ni con aquel lugar: moqueta gris, una silla de oficina de cuero, una mesa moderna que combinaba roble, plástico y acero, y un par de sofás de cuero negro. En las paredes (forradas de papel pintado crema) colgaban títulos y diplomas y, extrañamente, la rueda del timón de un barco.
     - Aquí es -y antes de marcharse, con una mirada de incomprensión hacia el interior, añadió-. Suerte.
     No bien se hubo marchado el asistente, llegó una voz desde el interior:
     - ¡Pase y túmbese, señor Moreau!
     El joven se alisó las ropas, respiró hondo y entró con decisión.

     - Buenos días Maestro -se sentó en uno de los sofás conteniendo el impulso de tumbarse, como en el psicoanalista. Había visitado unos cuantos; posiblemente ahora le hacían más falta que nunca-. Mi nombre es Vincent y soy un pintor parisino del siglo XX.
     El otro hombre del despacho estaba de espaldas a él. Vestía unos pantalones cortos de surfista con palmeras verdes, camisa blanca con chorreras del siglo XVIII y llevaba una especie de casco de soldado hoplita. Estaba de espaldas a Vincent, mirando algún detalle en los cuadros que tenía en la parte más lejana del despacho, y en algunos casos colgándolos del revés. Parecían dibujos infantiles.
      - Hola, hola -dijo sin mirar al cliente-. París en el siglo XX. Bonito. Menos arriesgado que el XVIII -se llevó una mano a la gorguera, y al cuello-. Excepto en los banlieus, supongo -y entonces añadió como si fuera una sola frase-. Querrás que te disculpe por cualquier ofensa que puedas cometer por desconocimiento, bla, bla, bla, típica educación francesa; necesitas mi ayuda, si no la necesitaras no estarías aquí, ahora mismo no tengo nada que hacer así que puedo ofrecértela de manera inmediata, y aunque ya tienes algo con lo que pagar, no pondrás pegas al precio que te pida, por lo que dejaré de leerte el pensamiento, o si no todo será muy aburrido.
     Se volvió, con una sonrisa. Llevaba barba de tres días: es lo primero que notó Vincent. Lo segundo, que era más joven de lo que había esperado, de unos 30 años. Jethis se quitó el casco de hoplita, se sentó en el sofá que había junto al francés, y le hizo un gesto para que se explicara. Sin amilanarse, Vincent Moureau planteó concisamente sus problemas:
     - Vengo en busca de una cura para un chamán indio que ha quedado atrapado en forma de oso, su avatar totémico. Se transformó para defender a su tribu del ataque de un ser hecho de caos y horror, pero la desaparición de los Antiguos Dioses impide que deshaga la transformación. Sé que han desaparecido por culpa de seres de otra dimensión...
     - Sí -le interrumpió Jethis-, la desaparición de los Antiguos Dioses nos está dando quebraderos de cabeza. Hemos perdido al 80% de los Adivinos sacerdotales, imagínate. Y nadie ha conseguido saber aún donde han ido los Dioses o si han muerto, probablemente el asunto llegue al Logarca dentro de poco. Eso se supone que no debo contártelo, pero por eso precisamente te lo cuento: no hagas nunca todo lo que se espera de ti. He ahí un poco de caos positivo. En fin -recapituló-: devolver al chamán su forma humana. No es difícil. Puedo decirte cómo hacerlo, qué necesitas y dónde conseguirlo. ¿Qué tienes a cambio?
     Vincent rebuscó entre los profundos bolsillos de su casaca hasta sacar un estuche de hueso y se lo entregó a Jethis, que extrajo con cuidado un pergamino en muy buen estado de conservación. Lo desplegó: estaba escrito en una suerte de chino arcaico mezclado con pequeñas nociones de tibetano. Pronunció una única sílaba de poder y una parte concreta del texto se hizo comprensible para él. Era un conjuro.
     Al comprender lo que estaba leyendo, Jethis silbó, admirado.
     - Esto cubre de sobras el coste. Amigo mío: dé a su chamán por transformado.

(CONTINUARÁ)