19 septiembre 2017

Pathfinder's The Flash

Baronicus "Barry" Allenus, The Flash (Golarion) (CR 9)
XP 6.400
human investigator (sleuth) 9, Champion tier 2
LG Medium mythic humanoid (human)
Init: +11/+13 sleuth's initiative; Senses: Perception +10/+14 traps

DEFENSE
AC: 20/23 traps, touch 16/19 traps, flat-footed 14 (+4 armor, +1 dodge, +3 dodge traps, +5 Dex)
HP: 49 (9d8+9)
Fort: +4; Ref: +11; Will: +7, +6 vs poison, +3 vs traps

OFFENSE
Speed: 60 ft, Climb 60 ft

Melee: +1 rapier +12/+7 (1d6, 18-20/x2) or sap +11/+6 (1d6-1 nonlethal)
Ranged: hand crossbow +11 (1d4, 19-20/x2)

Special attacks: champion's strike (fleet charge), studied combat (+4, swift), studied strike +3d6
Inspiration pool: 6
Luck pool: 2
Mythic power pool: 7

STATISTICS
Str: 9, Dex: 20, Con: 12, Int: 14, Wis: 12, Cha: 14
Base Atk: +6/+1; CMB: +11; CMD: 20

Feats: Agile Maneuvers, Combat Reflexes, Dodge, Improved Initiative, Mobility, Weapon Finesse


Skills: Acrobatics +13, Appraise +6, Bluff +6, Climb +17, Craft (Alchemy) +7, Craft (Traps) +6 (+11 w/ gloves), Diplomacy^ +8, Disable Device +19 (+24 w/ goggles)*, Disguise +6, Escape Artist +9, Heal^ +6, Intimidate +6, Knowledge (engineering, nature)^ +9 (+14 mechanical w/ gloves), Knowledge (local)^ +6, Linguistics^ +6, Perception^ +10/+14 traps, Sense Motive^ +7, Sleight of Hand +16, Spellcraft^ +8, Stealth +13, Use Magic Device +10
(*Includes trapfinding bonus    ^Free inspiration skills)

Languages: Common (Taldane), Dwarven, Varisian

Special Qualities: inspiration, investigator talent (Combat Inspiration, Expanded Inspiration, Quick Study, Rogue Talent: Fast Stealth), keen recollection, poison lore, poison resistance +6, sleuth's luck, trap sense +3, trapfinding

Deeds: Daring, Make it Count, Opportunistic Evasion, Run like Hell, Second Chance, Sleuth's Initiative
Mythic special qualities: amazing initiative, climbing master, hard to kill, impossible speed, mythic power, surge +1d6

Combat Gear: +1 studded leather, +1 rapier, javelin of lightning, sap, hand crossbow, 5 bolts
Other Gear: Boots of speed, Goggles of minute seeing, Engineer's workgloves

Historia
Una noche, cuando Baronicus Allenus era pequeño, su madre Norbana fue asesinada por una veloz forma oculta en un torbellino de electricidad. La guardia imperial acusó de ello a Henric Allenus, el padre de "Barry", y lo encerró de por vida en el penal de Nigraporta, a las afueras de la capital imperial de Molthune, Canorate.

Adoptado por el capitán Josephus Westros, Baronicus se convirtió en investigador de la guardia de Canorate, resolviendo crímenes por toda la ciudad sin dejar de investigar cualquier cosa que pudiera demostrar la inocencia de su padre. Un experimento del Profesor Harrierson Wellius al tratar de penetrar los secretos de extraños aparatos robados de la distante Numeria provocó una tormenta mística sobre Canorate: a consecuencia de esto, un rayo muy particular cayó sobre Baronicus en su laboratorio. El relámpago le dejó inconsciente durante varias semanas, pero al despertar había encendido su chispa mítica: Baronicus tenía ahora la capacidad de moverse a una velocidad imposible para un ser humano. Dispuesto a utilizar sus nuevas habilidades para limpiar por fin el nombre de su padre y acabar con las otras amenazas arcanas que Wellius había desatado en la capital imperial, pero decidido a que el Imperio no lo reclutara a la fuerza como un arma en su guerra contra Nirmathas, Barry Allenus creó la identidad secreta de Flash, el relámpago humano.

Hace poco, Allenus ha descubierto que Wellius no es como parece un halfling, sino un malvado tecnomante quickling obsesionado con convertirse en el ser más rápido de Golarion.


15 septiembre 2017

Pathfinder's Iron Fist

Dannian Rand, the Iron Fist (Golarion) (CR 9)
XP 6.400
human monk (of the Sacred Mountain) 5/kineticist (Elemental Ascetic) 5
NG Medium humanoid (human)
Init: +2; Senses: Perception +6, Detect Magic (Necromancy) 60'

DEFENSE
AC: 19 (21/23 iron limb, 25 iron limb/ki AC), touch 17, flat-footed 16 (+1 dodge, +2 natural, +2 Dex, +2 Wis, +2)
HP: 53 (10d8+10)
Fort: +8; Ref: +10; Will: +7, +2 vs Enchantment, paralysis, sleep and stun, +1 vs Necromancy
Inmune to all diseases (including supernatural and magical)

OFFENSE
Speed: 40 ft.

Melee: unarmed strike +9/+4 (1d8+4/+3, crit. x2 plus shaken 1d4+2 rd) or earth blast fist +9/+4 (1d8+1d6+4/+3) or unarmed strike flurry of blows +11/+11/+6/+6 (1d8+4/+3/+3/+3) or earth fist flurry +11/+11/+6/+6 (1d8+1d6+4/+3/+3/+3)
Melee (pow.att): unarmed strike +7/+2 (1d8+8/+7, crit. x2 plus shaken 1d4+2 rd) or earth blast fist +7/+2 (1d8+1d6+8/+7) or unarmed strike flurry of blows +9/+9/+4/+4 (1d8+8/+7/+7/+7) or earth fist flurry +9/+9/+4/+4 (1d8+1d6+8/+7/+7/+7)
Ranged: MW shuriken +9/+4 (1d2+2) or MW shuriken flurry of blows +9/+9/+4 (1d2+2)

Special Attacks: bowling infusion, elemental fist (6/d, +2d6 fire), flurry of blows, powerful fist (+2 burn = kinetic fist d8s), pushing infusion, stunning fist (6/d: For DC 17, stun 1 rd or fatigued, plus shaken 1d4+2 rd)
Ki pool: 4 (ki strike: magic)


STATISTICS
Str: 15, Dex: 14, Con: 11, Int: 10, Wis: 15, Cha: 13
Base Atk: +6; CMB: +10 (+12 sunder); CMD: 24 (+26 vs sunder)

Feats: Combat Reflexes, Dodge, Dragon Ferocity, Dragon Style, Elemental Fist (fire), Improved Sunder, Improved Unarmed Strike, Power Attack (-2/+4), Stunning Fist, Toughness, Weapon Focus (Unarmed Strike)


Skills: Acrobatics +11, Climb +10*, Craft (Paper, Wood) +4, Escape Artist +6, Handle Animals +2, Heal +10, Intimidate +7, Knowledge (arcana, geography) +3, Knowledge (history, planes*, religion) +5, Knowledge (dungeoneering and Earth elementals)* +7, Linguistics +4, Perception +6, Profession (herbalist) +6, Ride +6, Sense Motive +2, Stealth +7, Survival +4, Swim +6, Use Magic Device +10
* (including Skilled Kineticist bonus)

Languages: Common (Taldane), Common (Tian), Hon-La, Minkan, Samsaran

Special Qualities: AC Bonus (+2), bastion stance, iron limb defense (+2 shield AC, +2 CMD if starts and ends his turn in the same space, or +4 for 1 ki), iron monk, fast movement (10'), maneuver training, purity of body, still mind; burn (1/rd, max.5; 1 burn = 9 non lethal damage), elemental flurry, elemental focus (earth), elemental wisdom, gather power, infusion (kinetic fist, 0 burn; bowling infusion, pushing infusion), infusion specialization 1, kinetic blast (earth, 3d6+5), metakinesis (empower, 1 burn), utility wild talents (basic geokinesis (25 lbs), skilled kineticist, greater skilled kineticist)

Combat Gear: Amulet of Natural Armor +1, Buffering Cap, Origami Swarm (2), Greater Slaying Shuriken (human), 20 MW shuriken
Other Gear: Bandages of Rapid Recovery (x2), monk clothes, Potion of Cure Light Wounds, Runeward Tattoo (Necromancy), Seer's Tea, 1000 gp

Historia
Hace 15 años la familia Rand viajó de Taldor hasta Amanandar, en el corazón de los Imperios Dracónicos, donde el cabeza de familia tenía importantes negocios. Tras cruzar La Corona del Mundo, la caravana fue atacada por tengus bastante antes de llegar a la capital de la colonia, Nueva Oppara, mientras cruzaban el reino montañoso de Zi Ha, un ataque del que el pequeño Dannian Rand fue el único superviviente. Unos monjes samsaran lo encontraron y lo llevaron a lo que parecía un templo de meditación de la cordillera; en realidad, Dannian fue llevado al reino extraplanar de Kun-Lun, donde recibió un largo y estricto entrenamiento como monje guerrero. Tras enfrentarse a la prueba de Shou-Lao el Inmortal (un dragón del tiempo de mil años), fue considerado digno de defender K'un-Lun y se convirtió en el Puño de Hierro, enemigo acérrimo de los ninjas de La Mano del Segador.

Sin embargo, parte de él añoraba la vida que tuvo de niño en Taldor, y sobre todo quería hacer justicia con las truncadas vidas de sus padres. Siguiendo lo que tomó por señales del Más Allá, aprovechó una conjunción planar para abandonar su deber como defensor de K'un-Lun y emprender el viaje de regreso a la dorada Oppara: allí pudo saber que el Consorcio Aspis fue quien organizó los asesinatos de su familia para hacerse con el control de los talleres y el imperio comercial de su padre, y que fueron ellos quienes contrataron a los tengu que les atacaron... Más aún: Dannian descubrió que los tengu pertenecían nada menos que a La Mano, y que esta es en realidad una escisión del Camino Susurrante, la peligrosa filosofía que adora a los no muertos. Ahora, por alguna razón que aún desconoce, sus miembros están muy interesados en Oppara, y el Puño de Hierro ha vuelto a ponerse en acción... 

22 junio 2017

El Ministerio del Tiempo 24 - "Tiempo de Hechizos"

Ilustración de Conrado "Entiman" Martín

   Entre las muchas virtudes que tiene el capítulo "Tiempo de hechizos" de El Ministerio del Tiempo, el tercero de la tercera temporada (toma doble número mágico) se encuentra la sorpresa; el cogerte a trasmano, con el paso cambiado. Algo que se le debe de pedir siempre a un relato de terror, más allá de la atmósfera (e incluso más que la atmósfera).

   Porque como espectadores tardamos bastante rato en descubrir qué tipo de capítulo es "Tiempo de hechizos", un mérito primero de sus guionistas, Ángel Aranda y Anaïs Schaaff, y luego de su director, Koldo Serra. Nuestras sospechas sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos pueden ir más o menos desencaminadas, pero a la gran mayoría se nos quedó la boca abierta cuando vimos el aquelarre y quiénes participaban en él. Es en ese momento cuando descubres (y te das cuenta de que las pistas estaban ahí todo el rato) que este no es un capítulo sobre Bécquer sino a la manera de Becquer; que es un capítulo de Pacino; que además de ser una proclama furiosa sobre la intolerancia a lo largo de los siglos es un alegato romántico (strictu sensu) de la libertad. "Tiempo de hechizos" es el Hombre de Mimbre español, un relato fantástico anclado a partes iguales en la magia ancestral, esos viejos cultos paganos ajenos al cristianismo, y las peores partes de nuestra realidad más física. La Mencía que interpreta Miryam Gallego reune el misterio, la vulnerabilidad de las víctimas y, al final, la fuerza desesperada de quien se niega a renunciar a su último atisbo de libertad.

   Incluso con las explicaciones finales sobre lo que ha motivado el cambio temporal de alianzas dentro de la Patrulla, "Tiempo de hechizos" marca un antes y un después para ellos, porque nos muestra lo que, bajo las circunstancias adecuadas, son capaces de llegar a hacer cada uno. Incluso si más adelante superan lo que han hecho y lo achacan a la debilidad frente a la droga, es un episodio doloroso (Hugo Silva no da puntada sin hilo, particularmente en el tercio final del episodio, pero es que la progresión sometida de Aura Garrido y Nacho Fresneda es la otra mitad de la ecuación de la inquietud), un capítulo en el que la historia tal vez se haya salvado, pero todos han perdido. Todos acaban llevando consigo una parte de la maldición de Trasmoz.

   Es interesante descubrir que el capítulo, originalmente, tenía que haber servido para despedir a Julián Martínez si Rodolfo Sancho hubiera continuado una temporada más. Concretamente, dentro de una trilogía de despedida y en relación a los sueños premonitorios que compartía con Lorca. Aunque el resultado final del capítulo sea, por sí mismo, plenamente satisfactorio, no deja de llamar la atención que podríamos haber tenido a Lorca y Bécquer en un mismo episodio.

   La otra trama de "Tiempo de Hechizos", las pruebas a las que es sometida la joven Lola Mendieta, culminan con una intrigante revelación: si Lola ha leído acerca de su futura traición, ¿estará cumpliendo con la Historia, pero no traicionando realmente al Ministerio, si decide cumplir con lo que su expediente dice que hizo/hará? ¿Es Lola Mendieta, en el fondo, la agente más fiel al Ministerio? Una serie de preguntas que despiertan el juego mental de la paradoja y del único personaje que, probablemente, acabará habiendo venido del futuro del Último y Principal Ministerio (recordemos que la Lola adulta ya recordaba los historiales de Julián, Alonso y Amelia).

   Por último, el avance del siguiente capítulo nos desvela una intrigante sorpresa: sí, el próximo será "el capítulo de Goya"... pero también el del regreso de Marta, la ex compañera de Pacino en el Ministerio de los años 80.

Puntos de contacto: Blancanieves y los Siete Enanitos (la muerte de la bruja/secuencia animada), El hombre de mimbre (The Wicker Man), Las brujas de Zugarramurdi, Estudio 1: Las brujas de Salem, el cine de la Hammer.

Reseñas de El Ministerio del Tiempo
T1: 1 Empecinado | 2 Lope | 3 Hitler | 4 Rabino | 5 Guernica | 6 Lazarillo | 7 Leiva | 8 Lorca
T2: 9 Cid | 10 Pacino | 11 Cervantes | 12 Napoleón | 13 Gripe | 14 Houdini | 15 Filipinas | 16 Filipinas | 17 Alcázar | 18 Vampira | 19 Lombardi | 20 | 21
T3: 22 Hitchcock | 23 Mincemeat | 24 Bécquer | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 | 31 | 32 | 33 | 34

T4: 35 Eulogio | 36 Almodóvar | 37 Bloody Mary | 38 Picasso | 39 Anacronópete | 40 Herrera | 41 Fernando VII | 42 Salcedo 

21 junio 2017

El Ministerio del Tiempo 23 - "Tiempo de espías"

   Decíamos ayer...

   Ya, ya lo sé: llevo un retraso con las reseñas ministéricas que ni la proverbial lentitud de los procesos funcionariales españoles justifica. La última, del 5 de abril del año pasado, correspondía a la segunda parte de "Tiempo de valientes". Desopilante, mi informalidad. En mi defensa debo decir que ha sido un año muuuuy interesante, a la manera china de entenderlo, y que pienso ponerme al día. En lo que a reseñas toca, que en lo que es la serie no me pierdo ni un capítulo en directo.

   Iremos, por tanto, rellenando los huecos que faltan con el final de la segunda temporada, pero de momento vamos a saltar hasta el presente. En la revista SFX pude escribir la reseña del (pre)estreno de la primera temporada, "Con el tiempo en los talones" (y en el número 3 habrá más sobre eso, incluida la columna Editorial), así que vamos allá con el segundo, el 23º hasta ahora.

Póster de David Serrano

   "Tiempo de espías" tiene, de antemano, un par de curiosidades a tener en cuenta: es el primer capítulo de El Ministerio del Tiempo que adapta una historia ya publicada, en concreto en la tercera sección de la novela El tiempo es el que es. Allí, Javier Olivares ya avisaba que partía de una idea de un guion que tal vez algún día se llevara a cabo. Y así ha sido, siguiendo las líneas generales de la novela pero con cambios de los que hablaremos más adelante.

   "Tiempo de espías" es también la primera ocasión que hemos tenido de ver el mar (el de verdad, no el recreado digitalmente) en la serie. Poder rodar en la playa de Peñíscola (Cala Pebret), recreando la de Punta Umbría, ha abierto por sí solo los horizontes narrativos de la serie: su mundo, por así decirlo, se ha ampliado, y las posibilidades que este aporta a los directores de cada capítulo se multiplican.

   El detonante de "Tiempo de espías" es Lola Mendieta: la adulta (interpretada por Natalia Millán) se muere, enferma de cáncer desde la temporada anterior, a causa de sus viajes utilizando el túnel del tiempo radioactivo de la empresa americana Darrow. Pero es su versión joven (Macarena García) la que hace arrancar la trama: ayudando a escapar a un compañero de la Resistencia, es capturada por los nazis, algo que no estaba previsto; tratando de enderezar la historia, Ernesto encabeza un intento de rescate que sale tremendamente mal, y tanto él como la joven Lola son encerrados en un campo de concentración. La Patrulla de Amelia, Alonso y Pacino vuelve al presente para descubrir que el rescate es altamente complicado, y que además la historia vuelve a correr peligro en otro sentido: William Martin (José Manuel Poga), el hombre al que Lola salvó, debería encabezar una operación de contra-inteligencia para hacer creer a los nazis que son auténticos los documentos que lleva el cadáver de un piloto encontrado en Huelva. Los papeles indican una serie de movimientos en el Mediterráneo ficticios: la "Operación Mincemeat" debe engañar a Hitler, para poder proceder a la liberación de Sicilia mientras él cree que los Aliados se dirigen a los Balcanes. Pero los ingleses están cancelando "Mincemeat", así que Martin y la Patrulla deberán hacerse con los falsos documentos, las falsas fotografías personales y, lo más difícil, el falso cadáver, para llevar adelante su propia versión: lo que Pacino califica como "Operación Albondiguilla".

   El episodio, escrito por Javier Pascual Corujo, Javier Olivares y Abigail Schaaf, comparte con su versión novelística una especie de "río fatalista", en el que los protagonistas se van viendo arrastrados por los acontecimientos sin que puedan hacer gran cosa para remediar los problemas. Algo similar a lo que ocurría en "Cualquier tiempo pasado", el capítulo del recibo del Guernica, en el que también quedaba la duda de si el Ministerio había corregido o creado la historia oficial. Pero de manera aún más dramática, teniendo en cuenta el final del episodio. Sin embargo, la versión televisiva del relato consigue mejorar mucho el ritmo de la historia, y la sensación de que nadie controla exactamente el curso de los acontecimientos disminuye: Martin adquiere un talante heroico en su decisión de que sea el suyo el cuerpo que encuentren ahogado, y aunque no tenemos la escena del libro en la que Alonso le ayudaba a ahogarse, no hay menos dolor en las escenas que comparten antes de esa muerte. La razón está, quizás, en que el episodio aprovecha su metraje no solo para contarnos la historia y esquematizar a los personajes, sino que nos los enseña en momentos personales de su vida: Martin cantando fandangos, el partido de fútbol en la playa... Todo capturado por el director Jorge Dorado con un gusto excelente, aprovechando la luz natural del pleno sol, del alba y del ocaso para amplificar las emociones, haciendo que el extraordinario trabajo de los actores quede realzado: no se trata solo de la peripecia de la semana, se trata de fotografiar unos instantes para conmovernos por el heroísmo de unas decisiones. Además de Poga, en ese sentido, Nacho Fresneda está magnífico y transmite perfectamente la conexión que establece con ese otro digno guerrero de otro tiempo. Es un capítulo donde se pierde para ganar, donde la Historia le pasa por encima a la gente como si fuera un leviatán insensible.

   La otra trama, la del campo de concentración, queda ligeramente más diluida que en la novela, pero sigue permitiéndonos ver cómo Ernesto establece ese lazo de unión con la que aún no es su traidora, y ante todo nos permite ver el fragor interno que sufre Salvador Martí. Su voluntad de hacer lo correcto, de mantener la historia como es pero salvar a la persona a la que falló dos veces, nos sugiere el infierno personal que está atravesando. ¿Será posible alterar la historia de Lola Mendieta? ¿O esa mujer ya conocía a Alonso, Julián y Amelia porque ya había estado en el Ministerio de 2017? ¿Se enfrenta Salvador a sí mismo? ¿Puede cambiar la historia de una persona sin perder el control de todo lo demás?

   "Tiempo de espías" es un capítulo sutil pero tremendamente hermoso, lleno de detalles (como las flores sobre la tumba) y homenajes (no solo a Mincemeat, sino al origen del fútbol), y profundamente entroncado con la relación que tiene la serie y sus creadores con el pasado. La gente, más allá de los nombres y los hechos famosos (fantásticos secundarios, de lujo, Antonio Dechent, Cuca Escribano y Luisa Gavasa). Los recuerdos, el heroísmo, lo que perdemos y lo que sacrificamos. El pasado que nos duele.

Reseñas de El Ministerio del Tiempo
T1: 1 Empecinado | 2 Lope | 3 Hitler | 4 Rabino | 5 Guernica | 6 Lazarillo | 7 Leiva | 8 Lorca
T2: 9 Cid | 10 Pacino | 11 Cervantes | 12 Napoleón | 13 Gripe | 14 Houdini | 15 Filipinas | 16 Filipinas | 17 Alcázar | 18 Vampira | 19 Lombardi | 20 | 21
T3: 22 Hitchcock | 23 Mincemeat | 24 Bécquer | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 | 31 | 32 | 33 | 34

T4: 35 Eulogio | 36 Almodóvar | 37 Bloody Mary | 38 Picasso | 39 Anacronópete | 40 Herrera  | 41 Fernando VII | 42 Salcedo 

15 mayo 2017

MdT: Los Archivos (de FanFic) del Ministerio (Gil Pérez, Amor y Venganza)

Los Archivos (de FanFic) del Ministerio: 
"El Extraño caso de Gil Pérez", "Un Acto de Amor" y "Un Acto de Venganza".



   Este minirrelato fue un proyecto de escritura conjunta. Comenzó espontáneamente, al comentar en un foro un documento histórico real, que relataba una antigua leyenda urbana: un soldado “teletransportado” entre dos países (¿tal vez, simplemente, un delincuente en Mexico se ocultaba bajo la misma identidad que un soldado de Filipinas?). Varios lectores hicimos en broma comentarios dramatizados sobre el texto, como si el propio Gil narrase su vida, y me gustaron tanto que propuse a los demás autores (Luis Podadera y Lobogris) incluirlos en una historia mía, de extensión algo mayor. La colaboración fue tan divertida que decidí repetirla para un proyecto más largo: “Un Acto de Venganza”.




·         Este fanfic fue publicado casi íntegramente a finales del 2015/inicio del 2016, antes de la 2ª temporada de la serie: las referencias a médiums, Cuba o María Pita son simple coincidencia. Pero he decidido mover casi toda la acción a un ficticio 2016, para enlazar este relato con el siguiente (“Un Acto de Amor”, que sí fue escrito durante la segunda temporada).

·         La primera semilla de "Un Acto de Venganza" fue una idea conjunta con otro amigo, Víctor González (Falco X): incorporar a uno de mis relatos personajes (reales o ficticios) y hechos históricos poco conocidos, como el hijo de Alonso y la Contraarmada Inglesa. La colaboración fue creciendo: él ha escrito una escena completa (la primera entrada de Drake en el galeón, cuando Gil Pérez le engaña para desactivar la puerta), y casi la mitad de los diálogos en los que participa el hijo de Entrerríos. Concretamente, él interpretaba al hijo y yo al padre, en sesiones de escritura improvisada conjunta, como en una verdadera conversación. Después retoqué el texto, pero fue divertido tener un interlocutor para los primeros borradores: daba cierto realismo al diálogo, además de refrescar la creatividad de manera amena.

·         El título del relato fue elegido por dos razones: en primer lugar, porque "Revenge" (Venganza) era el nombre de la nave capitana que utilizó Sir Francis Drake para liderar la Contraarmada "Invencible Inglesa". En segundo lugar, porque dicha contraarmada era una expedición de castigo, para evitar que la "Armada Invencible" española pudiera recuperarse y volver a atacar.
A su vez, la “Invencible” española también era una revancha, todo hay que decirlo: una respuesta a los ataques de Drake contra Cádiz y otros intereses españoles... en definitiva, la venganza es una larga cadena. Eso no impide que a veces sea comprensible: suele tener una parte de autodefensa. Pero sigue sin ser nada recomendable, porque su solución es complicada: una vez comienza la cadena de violencia, es muy difícil ponerle fin…

·         Damnatio memoriae: Este misterioso castigo romano se menciona dos veces en el relato, y consistía en condenar al olvido. Se utilizaba en la antigua Roma para delitos especialmente llamativos. Además de la condena legal (cárcel, ejecución, etc), el nombre del reo era eliminado de crónicas, monedas, monumentos etc., para evitar glorificar al criminal. Era borrado de la memoria histórica.
Aunque no por el mismo motivo, sufrieron un olvido extrañamente similar algunos héroes de Cuba y Filipinas, como Carlos Climent Garcés, mencionado al inicio del relato (el infortunio de Garcés posiblemente fue sólo por un error administrativo). Sin embargo, en el caso de la Contraarmada Inglesa, el olvido parece intencionado. Aquellos marinos ingleses, aunque fracasaron, hicieron sacrificios que casi nadie recuerda. Como en España, a veces "así trata Inglaterra a sus héroes".
Es sorprendente cómo ha sido olvidada la Contraarmada “Invencible Inglesa” de 1589. Es un episodio histórico menos conocido que su homóloga española de 1588, a pesar de ser un desastre igual o mayor. ¿Por qué? Quizá precisamente por su fracaso: por lo que hoy llamaríamos marketing.
La Reina Isabel I Tudor necesitaba reforzar su posición a base de propaganda. Por dos razones: su condición de mujer y de ilegítima (sus padres habrían preferido que reinase un hijo varón. Isabel era hija de Ana Bolena, cuya boda con un rey divorciado nunca reconocieron los católicos). La victoria contra la católica España en 1588, precisamente a causa de tormentas “del cielo”, le daría una imagen fuerte y además la “legitimaría” a ojos de Dios. Lo cual podría haberse ido al traste si se hubiera conocido el destino de la “contraarmada inglesa”, al año siguiente. La segunda parte de esta historia ("Un Acto de Amor") profundiza sobre el tema.





   Es frecuente relacionar el concepto "fan fiction“ con el amor, o directamente con fantasías eróticas. Pero no es ése mi estilo (lo siento por quien esperase leerlas aquí): puedo introducir alguna escena aislada de este tipo, pero mis historias favoritas se centran más bien en la acción y la aventura. De todos modos, esta vez sí me he permitido algunas referencias al amor, debido a la profundidad psicológica de algunos personajes de este relato. No sólo ficticios, sino también reales: María Pita, Inés de Ben, Grace O’Malley, Don Sebastián y alguien ausente pero muy recordado por éste último: el excelente poeta y militar Francisco Aldana.

·         Amor filial: En la ficción televisiva, Alonso estuvo dispuesto a sacrificarse por un hijo al que ni siquiera conocía. Ernesto sufre por la relación destruida con su primer hijo, Tomás de Torquemada, y está intentando reconstruirla con el último: Nexus 6.
En el mundo real, la noble irlandesa Grace O’Malley llegó a rendirse temporalmente para salvar a dos hijos que su enemiga Isabel I había apresado en Londres (uno leal y otro traidor). El rey portugués Don Sebastián no conoció a sus progenitores: su padre murió poco antes de que él naciera, y con su madre sólo tuvo relación por carta, aunque muy frecuente y estrecha. Lo cual es trágico pero sorprendentemente actual, en estos tiempos de redes sociales y relaciones a distancia..

·         Compañerismo: El Ministerio ofrece un sinfín de ejemplos de este tema, no sólo dentro de la patrulla, como el apoyo de Gil Pérez a Alonso al final de "Tiempo de Gloria" (2015), o el soldado de Viriato que va "malviviendo" por varias guerras pero afirma que "los compañeros son sagrados" (2016). Julián siempre ha tenido cierta disposición a escuchar incluso a personas difíciles, como Lola Mendieta, y se arrepintió de haberla encarcelado injustamente; su relación con ella no es profunda, pero ambos parecen dispuestos a apoyarse mutuamente.

·         Amistad y amor fraterno: el amor entre hermanos no aparece directamente en esta ficción, pero sí una amistad lo bastante cercana para considerarse equivalente: Julián, Alonso y Amelia van más allá del simple compañerismo. Se consideran familia.

·         Amor sensual: Cuando la atracción física va unida a la amistad o al cariño, se habla de amor sensual (existan o no relaciones sexuales). El ejemplo más obvio es el de Amelia y Lope, así como Alonso y Elena, pero también existe cierta atracción entre Amelia e Irene.

·         Amor pleno: Algunos filósofos llaman así a las relaciones en las que confluyen casi todos los tipos de amor a la vez. Estas relaciones pueden llevar a la mayor felicidad, pero también a los mayores sacrificios para salvarlas. Desafortunadamente, en este relato no hay salvación posible: los matrimonios de Julián, María Pita e Inés de Ben tienen un final trágico. El heroísmo de las dos últimas puede tener relación con dicha tragedia, ya que pocas cosas motivan a la defensa con tanta fuerza como una amenaza a los seres queridos (y al hogar).
Muchos poetas y filósofos han escrito sobre la dualidad amor-odio, vida-muerte, Eros-Thanatos: pero no sólo por ser opuestos, sino también porque, en circunstancias extremas, pueden estar relacionados. Es curioso cómo la fuerza del amor puede asociarse, en caso de amenaza al ser amado, a lo contrario: la furia y la venganza. Por eso he unido estos relatos en una historia mayor.

    
   Personajes históricos:
·         La idea inicial de estos relatos incluía a Gil Pérez y algunos personajes reales como Isabel I de Inglaterra, María Pita, Francis Drake y Lope de Vega; pero al documentarnos sobre la época, aparecen más personajes históricos tan apasionantes que es imposible dejar de mencionarlos. Por ejemplo:

·         John Dee: Científico y astrólogo de Isabel I de Inglaterra. Se sospecha que fue él quien “robó” a España tecnologías avanzadas de navegación (sextantes, mapas de Mercator), que tanto ayudaron depués a  Isabel y a Drake.  Dee amaba la investigación más que a las personas: llegó a ofrecer su propia esposa a su colega Kelley-Talbott a cambio de su colaboración. Se dice que estudió el “Manuscrito Voynich”, una obra misteriosa cuyas ilustraciones son similares a las del “Libro de las Puertas” del Ministerio del Tiempo, aunque ese rumor no está confirmado.

·         William Shakespeare: En 1589 se desconocía su paradero (fue uno de sus misteriosos “años perdidos”), pero se cree que en esa época viajó para vivir aventuras o para dar sus primeros pasos en el teatro. Su última obra, “La Tempestad”, habla sobre un sabio-mago similar a John Dee.

·         Francis Drake: Hijo de granjeros, se hizo a la mar y ascendió a pirata y almirante, a base de talento y falta de escrúpulos. Pero fracasó al organizar una Armada demasiado grande (la “invencible inglesa”). Después de aquel fiasco tardó 6 años en conseguir que Elizabeth I le confiara otra expedición contra España, pero sólo para ser derrotado nuevamente y morir de fiebres.

·         Grace O’Malley: Noble que reinaba en Irlanda y cobraba impuestos en sus tierras: por esto último Isabel I de Inglaterra la acusó de “piratería”. Grace se resistió: luchó por tierra y mar, nunca se inclinó ante Isabel ni se dirigió a ella en inglés, prefiriendo el latín (como era costumbre entre reyes). Pactó con su enemiga pocas veces, cuando ésta secuestró a los hijos de Grace; el resto del tiempo fue indomable.

·         Lope de Vega: En 1589 estaba recién casado con su primera esposa, y desterrado en Valencia por satirizar a una importante familia castellana. Por eso en este relato Amelia tiene que recurrir a extrañas argucias para trasladarlo a Lisboa. Lope escribió una epopeya sobre la lucha entre España y Drake: “La Dragontea”, que no fue publicada por razones misteriosas (se rumorea que Felipe II censuró la obra para no dar más publicidad a Drake). Lope tuvo numerosos hijos con varias mujeres y, fueran legítimos o no, pagó la manutención de todos: por eso necesitaba trabajar tanto.

·         María Pita: En realidad no se llamaba María, sino Mayor Fernández de Cámara y Pita. Una mujer de carácter, que superó la muerte de su segundo marido y pasó a la Historia con una heroica acción bélica que salvó La Coruña. Sobrevivió y volvió a casarse dos veces más. La Corona le concedió paga de alférez, pero ella no quiso cobrarla hasta su vejez.

·         Inés de Ben: Un caso valeroso como el de María Pita, pero de final trágico. Donó sus bienes y arriesgó su vida para defender la ciudad, pero nunca recibió compensación: acabó lisiada y pidiendo limosna para mantener a sus hijos. Un final injusto, compartido por muchos heridos de guerra como ella. España ya no podía saldar sus deudas: el Siglo de Oro duraría unas décadas más, pero comenzaba a decaer.

·         Don Sebastián de Portugal: Un rey que creció sin padres, entre profecías mesiánicas y una educación quijotesca, de la mano de un pariente cardenal que quería quitarle el trono, en una época de mentalidad bélica… ¿qué podía salir mal?
A los ocho años fue apartado de excelentes administradores y maestros, como Alejo de Menezes, para recibir una educación de monje-guerrero por orden de su anciano y ambicioso tío, el Cardenal Enrique. El joven rey trabajó duro en ese sentido: se consagró a adquirir entrenamiento como soldado y fervor religioso, pero sin conocimientos de administración ni de estrategia.
“Tiene muy buena e santa intención, pero le falta madurez”, dijo de él su pariente Felipe II. Éste le envió al militar más sabio de su tiempo, Francisco Aldana, para intentar disuadirle de invadir Marruecos, pero algo extraño sucedió entre ellos. Aldana y Don Sebastián trabaron una amistad tan súbita como un “flechazo” y la victoria de Lepanto terminó de animarles a organizar la batalla de Alcazarquivir. Pero fue una tragedia que acarreó la muerte de ambos (y la de los principales nobles y soldados de Portugal), porque el joven rey desoyó los consejos de estrategia del militar.
Dicen que Don Sebastián recapacitó en sus últimos instantes de vida, ofreciendo su caballo para que se salvara Aldana, a lo que éste se negó. Esa lucidez final, junto a las profecías que rodearon el nacimiento de Don Sebastián y algunos problemas para identificar su cadáver, dieron pie a hermosas leyendas sobre su supervivencia y futuro retorno, como un ángel o un segundo Rey Arturo: la expedición de Wellington todavía halló sebastianistas en 1808. Por eso mi relato fantasea sobre un Don Sebastián superviviente que ha aprendido de sus errores, aunque sólo sea ficción. En todo caso, algo hay cierto: Portugal le añoró largamente, más allá de la muerte. Eso también es verdadero amor.

   Mª Nieves Gálvez Martínez
   Barcelona, 15 de Mayo de 2017



1) El Extraño Caso de Gil Pérez
2) Un Acto de Venganza: Cap.I | Cap.II | Cap.III | Cap.IV | Cap.V | Cap.VI    
3) Un Acto de Amor: Cap.I  | Cap.II  |  Cap.III  | Cap.IV  | Cap.V  | Cap.VI  Cap.VII | Cap.VIII | Cap.IX | Cap.X 

08 mayo 2017

MdT: Un Acto de Amor (X)

(Viene de "Un Acto de Venganza")


Un Acto de Amor (X)
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Por Mª Nieves Gálvez



 
   (Oficinas del Ministerio, 2017)

   - Hemos acabado, pero no os veo muy convencidos -observó Amelia, subiendo la escalera helicoidal.

   - No sé -gruñó Julián, algo rezagado. Subía cada escalón casi en contra de su voluntad -. No estoy seguro de volver a mi época.

   Ella se giró hacia el enfermero con extrañeza:

   - Qué raro; tú siempre tienes ganas de acabar la misión y volver a casa. A lo que sea que hagas allí.

   - ¿"Lo que sea"? No tengo tanto misterio. Sabes todo de mí, excepto mis horarios de ir al baño. Que por si te interesan, son bastante regul...

   - ¡Arg, calla! -se ruborizó ella-. ¡Demasiada información!.

   - ¿Y si no hemos terminado la misión? -les interrumpió Alonso.

   Amelia recuperó la seriedad y se encogió de hombros:

   - Gil Pérez va a sedar a Lope y llevarlo a casa; le hará creer que todo fue un sueño. Y la Contraarmada "Invencible Inglesa" no ha podido acabar con La Coruña ni con María Pita.

   - Pero teníais más planes en Portugal... y la última llamada de Ernesto los interrumpió - recordó el soldado, dubitativo.

   Se hizo un silencio incómodo, sobre todo para la jefa de la patrulla:

   - Estoy al mando. Soy yo quien debería decidir el final de las misiones.

   - Os pido perdón. Quizá me estrujo demasiado la sesera desde que os atrapó ese cambio en la Historia -admitió Alonso-. Cuando nosotros estábamos de viaje y vos no.

   Amelia frunció el ceño: en el fondo, a ella también le inquietaba la posibilidad de que aún quedaran cabos sueltos...

   - Vamos a la cafetería -indicó a sus subordinados.

   En cuanto el camarero anotó el pedido y les dejó a solas, Amelia retomó el tema:

   - Quiero que analicemos todas las dudas antes de la reunión con Salvador. Empezad.

   Alonso le dio las gracias con un gesto. Pocos superiores sabían escuchar, ni siquiera en el Ministerio. Por eso la apreciaba tanto.

   - Yo nunca voy a cuestionar vuestra autoridad. Esta misión me ha hecho admirar aún más el mérito de vuestro trabajo. Siempre habéis sabido guiarnos a través de la Historia. Es sólo que ahora...

   - Ahora vengo de un mundo incorrecto -admitió ella-. En el que Portugal era inglés y María Pita murió antes de tiempo. Pero eso tiene remedio -añadió, para alivio de Alonso-: puedo estudiar Historia otra vez.

   - ...y en ese mundo, Maite vive -estalló al fin Julián.

   Así que de eso se trataba. Amelia desvió la vista nerviosamente:

   - ¿Quién te lo ha dicho? ¿Alonso?

   - Tú, ahora mismo -mintió el enfermero-. No lo has negado.

   El camarero apareció con el pedido; la patrulla, incómoda por el difícil tema, casi agradeció la interrupción.

   - Lo siento por ella y por ti, Julián -murmuró Amelia al fin, cuando los tres volvieron a estar solos-. Pero ese mundo estaba mal: a cambio, Drake habría matado a mucha más gente.

   - A sangre y fuego -asintió Alonso con convicción-. Lamento vuestras cuitas, pero es mejor así.

   - Lo sé, ¡no me quejo de eso! Es que... no sabemos si hemos arreglado del todo los cambios. Así que tampoco sé lo que me encontraré al llegar a casa.

   - Entiendo. Puede estar tan viva como muerta. A la vez -se estremeció Amelia, mientras Alonso se santiguaba.

   - Como el gato de Schrödinger -bufó Julián, malhumorado-. Pero lo peor es que no sé si queda libre alguien de Leiva, para rematarla a ella y al resto de mi familia.

   - Pues estamos bien -resopló la mujer, cada vez más exasperada-. ¿A dónde quieres ir a parar con todo esto?

   - Al siguiente objetivo de los ingleses. Si queda alguien de Leiva con ellos, necesito saberlo.

   Amelia hizo memoria, pero acabó por negar con un gesto:

   - Sé cuál fue su siguiente objetivo en mi mundo, pero no estoy segura de que sea igual en éste.

   - Hay alguien en 1589 que sabe casi tanto como tú; tendrá que servir -improvisó Julián-. ¿Me dejas tu teléfono?
  
   * * * * * * * * * *
  
   (Vigo, finales de Mayo de 1589)
  
   A sangre y fuego: así se estaba cebando la Contraarmada Inglesa contra Vigo y El Ferrol. Dos pequeñas ciudades en las que Drake no debería intervenir, excepto para destruir algunos barcos españoles de sus astilleros. Pero atacar así a la población civil estaba muy lejos de sus órdenes.

  Un ex-presidiario inglés, ahora convertido en pirata, prendió fuego a un establo para obligar al ganado a salir. A su lado, varios secuaces acorralaron a los animales hacia una de las numerosas chalupas de Drake.

   - ¡Por favor! -rogó el granjero, por enésima vez-. ¡Eso es todo lo que tengo! ¡Mi familia lo necesita, o moriremos de hambre!

   - ¡Nosotros también! -ladró el pirata; derribó al desgraciado de un puñetazo e hizo presa en la muchacha que se ocultaba tras él-. Necesitamos provisiones. ¡Y mujeres!

   El anciano granjero y su hija intentaron resistirse, a pesar de estar recibiendo un aluvión de golpes. El rufián se hartó de discutir: sujetando aún a la mujer con una mano, alzó con la otra un sable para acabar con el desgraciado. Pero para sorpresa de su víctima, se quedó rígido de pronto:

   - ¡Atrás, perros piratas! -ordenó una voz con acento portugués, a espaldas del malhechor.

   El recién llegado extrajo su sable del cuerpo del expresidiario, que se derrumbó con el pecho atravesado de parte a parte. Otros dos bribones le salieron al paso, sólo para caer derribados por el justiciero, que esgrimía un arma en cada mano.

   - ¡Detened el saqueo! -ordenó el portugués: tras él apareció un grupo de soldados. Al fondo se veía un velero luso, del que estaba desembarcando otro pelotón de rescate similar.

   La inesperada ayuda reanimó a los aldeanos, que aún se defendían blandiendo armas y aperos de labranza. Los defensores redoblaron sus ataques, hasta conseguir que el enemigo tuviera que huir con las manos vacías.

   - ¿Su objetivo era la comida? -se escandalizó el líder portugués, al ver el botín que los lugareños habían conseguido salvar del pillaje-. Drake ha vuelto a sus orígenes de simple pirata... 

   - Y vos a vuestros orígenes de guerrero, Don Sebastián -contestó Lola-. ¿Cómo es posible que manejéis así la espada?

   - Porque no me dediqué a aprender cosas mejores; sólo a luchar -contestó el rey destronado, dejando caer las armas con repugnancia-. Mi tío Enrique era cardenal: siempre me dijo que eso y la fe me bastarían, como en los libros de caballerías. ¡Pero me engañó!

   - No penséis en eso -le consoló Lola Mendieta, arrepintiéndose de haber sacado el tema-. Hoy habéis salvado a esta gente...

   - Me educó para meterme en batallas a ciegas, sin estrategia -reflexionó él con desánimo al sentarse, o más bien derrumbarse, sobre un montón de escombros. Había rabia en su voz-. Para hacerme morir en combate y quitarme el trono. Fui tan necio que nunca escuché a nadie más: ni a mi sabio maestro Alejo, ni a mi tío Felipe ni al capitán Aldana. ¡Y así lo perdí todo! Mi país, mis amigos...

   Lola esperó pacientemente; no era prudente acercarse a un guerrero en aquel estado. Pero sabía cómo manejarlo.

   - No podíais saberlo -dijo ella al fin-. Sólo teníais ocho años cuando os apartaron de vuestro maestro, y murió poco después. Pero ahora sois más sabio y el cardenal Enrique ya no manda en Portugal. Ahora podéis salvar a mucha gente.

   Él tardó un tiempo en escucharla. Pero al fin alzó la vista hacia ella, abatido:

   - ¿Cómo estáis tan segura de mi valía? Yo tuve parte de culpa, por creerle. Y ahora... ya no sé qué creer.

   Ella le mostró un teléfono móvil:

   - Estoy segura porque he visto el futuro. Y me acaba de llamar desde allí alguien que nos ayudará a cumplirlo: Julián Martínez, del Ministerio del Tiempo. Sin usar armas, si eso es lo que os preocupa.

   * * * * * * * * * *

   (Costa de Peniche, 50 km al norte de Lisboa. Junio de 1589)

     El velero portugués era veloz; mucho más que los pesados galeones ingleses. Lola Mendieta, en cubierta, contempló la ciudad costera mientras aspiraba la brisa marina. Un olor muy diferente del de los calabozos de Loarre; el aroma del mar era el de la libertad.

   Julián y Don Sebastián se acercaron a ella como si esperaran órdenes.

   - ¿Es aquí?

   Ella entrecerró los ojos y respiró hondo una vez más, antes de volver a la realidad y contestarles:

   - Sí: pronto desembarcarán aquí los enviados de Drake. Julián, ¿dices que puede haber entre ellos alguien de Leiva? Aquí saldrás de dudas.

   - ¿Qué estarán tramando? -se preguntó Don Sebastián.

   La espía sonrió taimadamente:

   - La Contraarmada Inglesa está en las últimas; ya deben padecer enfermedades, porque no les quedan provisiones en buen estado. Aquí intentarán conseguirlas. Y algo más importante.

   - ¿Más importante que la salud? -resopló Julián, meneando la cabeza. Nunca entendería las prioridades de ciertas épocas...

   - Drake y su general Norreys buscan aquí refuerzos para atacar Lisboa por tierra. Saben que no pueden conquistarla sólo por mar.

   - ¿Y cree que los rebeldes portugueses se los darán? -se inquietó Don Sebastián.

   - Sí, a cambio de "liberar" Portugal del yugo español. La reunión con los rebeldes será en esta ciudad.

   Don Sebastián la miró con astucia:

   - ¿Y si los rebeldes supieran que el yugo inglés es peor? Existen documentos que lo prueban...

   Lola le devolvió la mirada conspiratoria. Se entendían a la perfección:

   - Drake nunca dejaría que los rebeldes de Portugal vieran esos documentos -la mujer señaló a Julián-. Pero este enfermero entrometido ya los cambió de sitio una vez; y puede volver a hacerlo, ¿verdad?

   - ¿Eso corregirá la Historia? -inquirió el agente del Ministerio.

   - Sí -sentenció ella-. Hay que impedir que Portugal sea inglés. Es lo correcto.

   - Así volverá a existir el Siglo de Oro -Julián entornó los ojos suspicazmente y añadió con retintín-: y todas las obras de arte con las que haces negocios, ¿no?

   Lola lo miró con sarcasmo:

   - De algo hay que vivir.

   Julián, acodado en cubierta junto a ella, miró el mar largamente. Estaba casi igual que la primera vez que contempló aquellas aguas con Maite, en la cercana Lisboa, durante su luna de miel. Pero esta vez, las olas le parecieron lúgubres: corregir la Historia probablemente condenaría a Maite a muerte. A cambio de atrapar al resto de la gente de Leiva, si la había. De salvar de una muerte aún más segura a los padres de Julián, a sus compañeros, a sus amigos... tenía que centrarse en eso.

   - Lo haré -dijo al fin.

   * * * * * * * * * *
 
   Cuando Drake desembarcó en Portugal a su títere/candidato al trono luso (un tal Prior Antonio de Crato) se llevó una desagradable sorpresa. Nunca comprendió cómo pudo suceder un error tan catastrófico. Cómo cometió Crato la torpeza de llevar hasta el palacio del señor de la ciudad un baúl que debería contener un regalo para la rebelión: abundantes armas de la mejor calidad, aunque no del futuro. Pero que en realidad, al abrirlo, resultó su perdición.

   - ¿Documentos? -exclamó el líder de los rebeldes portugueses, intrigado por el extraño obsequio-. Veamos: una lista de tributos, puertos, fortalezas, las islas Azores... ¿qué significa esto?

   - ¿Son las condiciones que deberíamos pagar a Inglaterra, si aceptamos? -se interesó su lugarteniente y consejero.

   - ¡No! -intervino el general inglés Norreys, intentando retrasar lo inevitable-. Esto es... ¡es falso!

   - ¿Falso? El sello coincide con el anillo que lleva puesto Crato -observó el consejero, ajustándose unas lentes de pinza sobre la nariz-. Leed, señor: quieren nuestras colonias americanas, saquear media Lisboa...

   - ¡Es aún peor que lo que pagamos a España! -sentenció el líder rebelde-. Ese comediante, Lope de Vega, tenía razón: ¡Inglaterra no es de fiar!

   Los rebeldes portugueses apresaron a Crato y expulsaron a los ingleses con cajas destempladas; no habría trato. Palomas mensajeras partieron a los cuatro vientos, para asegurarse de que las tropas terrestres de Drake no engatusaran a nadie en Portugal.

   Nadie reparó en dos espías que, disfrazados de sirvientes, habían hurtado discretamente las armas para sustituirlas por los documentos. Uno era Julián Martínez, agente del Ministerio del Tiempo español. El otro era Don Sebastián, el añorado rey de Portugal, oficialmente muerto años atrás.

   - ¿Puedo quedarme las armas que hemos robado hoy? -propuso el enfermero-. Para una buena obra.

   - Como deseéis -asintió Don Sebastián-. Lo que importa es que la Contraarmada "Invencible Inglesa" ya no saqueará Portugal. No podrá atacar por tierra, después de esto. Y en cuanto al mar, mis almirantes en Lisboa son excelentes y harán el resto. Drake caerá en desgracia y nunca más levantará cabeza.

   - ¿En Lisboa saben que estáis vivo?

   - Sólo ciertas personas. Pero sí; Portugal siempre sabrá que Don Sebastián vela por su país, más allá de la muerte. Como un ángel guardían.

   - ¿Igual que mi amigo Alonso?

   - Así es -el monarca soltó una risita-. Me disteis la idea cuando me contasteis lo del Tenorio. ¿Cuándo volveréis al Ministerio del Tiempo?

   - Sólo cuando encuentre a este hombre -explicó el enfermero, sacando unas fotografías de su bolsa-. Es el último de una banda de criminales. Hoy he visto que ha desembarcado aquí con Drake, pero no ha regresado al barco. Y no puedo volver a casa hasta atraparle: ha amenazado a mi familia.

   - Bien: ahora sabemos que está en mis tierras. Ordenaré que lo busquen. Y que le hagan un retrato a mano para publicarlo en todas partes, como un criminal común -ofreció Don Sebastián-. Es lo mínimo que puedo hacer.

   - Gracias. Y vos, ¿volveréis a reinar en Portugal?

   Don Sebastián negó con la cabeza:

   - No puedo tener hijos. Además, como espía ayudo mejor a mi país. El trono sólo sirve para que el orgullo se suba a la cabeza, y eso ya me costó muy caro una vez. Perdí a tanta gente... incluso al hombre que más me importaba en el mundo: Francisco Aldana...

   - ¿Erais más que amigos?

   Don Sebastián le fulminó con la mirada:

   - No sois quién para juzgarme.

   - Al contrario; en mi tiempo es muy normal. ¿No preferiríais vivir en mi época? -sugirió el enfermero-. Seríais más feliz.

   - Sólo sería feliz si evitara su muerte. Pero tardaré veinte años en tener una Puerta del Tiempo para eso. Mientras tanto, seré un espía al servicio de mi país. O un ángel guardián.

   - Así que Portugal tiene Puertas del Tiempo, ¿eh? -sonrió el enfermero.

   - Resultó que un par de antepasados míos las habían ocultado en sus tumbas: ¡tuve que escarbar bastante! -Don Sebastián le dirigió una mirada significativa-: Imaginad el escándalo cuando empecé a buscarlas.

   - ¡Os llamarían de todo menos guapo! - Julián le miró con fingida severidad; pero ninguno de los dos fue capaz de aguantar la risa demasiado rato.

   - En fin; ya hemos evitado la primera invasión de Portugal -resumió el monarca, cuando por fin ambos consiguieron recuperar la seriedad-. Hay que vigilar otro punto fijo de la Historia para evitar la segunda, según Lola. ¿Me acompañaréis?

   - Sí. ¿Cuál es ese punto?

   La respuesta hizo que Julián se arrepintiera de haber abierto la boca:

   - No... ¡Otra vez ese siglo, no!

   * * * * * * * * * *
 
   EPÍLOGO

   (Lisboa, 1808)

   La playa era idílica; pero no estaban allí para pasear. Julián y Don Sebastián caminaron por la arena, de regreso al mar.

   - Si supiérais cómo destesto las guerras napoleónicas...

   - En esta zona no atacarán -afirmó Don Sebastián, acercándose a la pequeña chalupa que les esperaba en la orilla-. Gracias a nosotros.

   - Ese baúl de oro pesaba como un muerto -gruñó el enfermero; tomó asiento en la embarcación y se limpió con la manga el sudor de la frente, mientras los remeros se ponían en marcha.

   - Sin embargo, salvará muchas vidas -Don Sebastián estaba también cansado por el esfuerzo, pero satisfecho-. Hemos financiado a la gente correcta, así que los espías de Bonaparte ya no podrán atentar contra Wellington en esta playa. Ese inglés ayudará a España y Portugal contra la invasión francesa.

   - Tiene gracia: en este siglo Inglaterra es un aliado. Me pregunto qué habría pasado si Francia o Inglaterra hubieran gobernado en Portugal. ¿Os habría ido peor?

   - Quién sabe, Julián; ¿habéis cambiado la Historia alguna vez? ¿Salió bien?

   El enfermero hizo un repaso mental y negó con la cabeza.

   - Hasta ahora, no muy bien. Pero quién sabe...

   * * * * * * * * * *


   El general Wellington nunca consiguió aceptar del todo la explicación que le dieron sobre el propósito de un extraño grupo, en la playa. Parecían vigilar, pero no se sabía qué, o a quién:

   - ¿Por qué no se acercan? ¿No forman parte de la delegación oficial que ha venido a recibirme?

   - No. Son sebastianistas -le explicó el diplomático portugués que hacía las veces de intérprete y traductor-. Han venido aquí a esperar el retorno del Rey Don Sebastián.

  - ¿No murió hace dos siglos?

   - Sí, pero ellos creen que regresará en tiempos de necesidad. Es una leyenda, como las artúricas... no importa, son inofensivos. Sigamos nuestro camino.

   El ilustre militar se dirigió hacia su destino, con una última mirada hacia aquella gente. No sabía que en realidad eran centinelas costeros, y que tenían órdenes de protegerle a él. Pero en el fondo, sí sentía por orden de quién: del ángel guardián de Portugal. Don Sebastián.

   Y eso era lo que le inquietaba. Que la explicación lógica no le convencía; porque, en el fondo, la otra tenía cierta parte de poética verdad.

   Don Sebastián sólo era una leyenda; un recuerdo. Pero ¿no es lo que acabaremos siendo todos, al final?

   * * * * * * * * * *

   (La Coruña, Diciembre de 1589)

   Inés de Ben había caído en desgracia. Su defensa de La Coruña la había dejado viuda, desfigurada y con dos niños que mantener. Y ni siquiera podía volver a poner en marcha su negocio: el valor de la pólvora y armas que suministró a la ciudad (800 ducados, una fortuna) nunca le fue devuelto, a pesar de que varios respetables testigos declararon en su favor. Eran tiempos de guerra: mucha gente había perdido tanto como ella, y España ya no tenía dinero suficiente para compensar a todos.

   Eso fue lo que Julián averiguó, después de consultar con Lola. Y el enfermero no podía conciliar el sueño desde entonces.

   - Una limosna, noble señor... -mendigó Inés, sentada a la puerta de la iglesia. Sus ojos dañados habían creído notar la presencia de un transeúnte.

   - Traigo algo más que eso, Inés -respondió una voz compasiva.

   - ¿Me conocéis, señor? ¿Cómo es posible?

   - Eso no importa: vos y yo estuvimos en la misma guerra. Y este país tiene una deuda con vos.

  Inés se mordió los labios amargamente, para no estallar en lágrimas. Aunque, debido a las heridas del rostro, ya casi no podía verterlas. Tenía los conductos lagrimales muy dañados.

   - No me lo recordéis, señor...

   - He venido a saldarla. Tomad esto. Y prometedme sólo una cosa: usadlo bien. No lo vendáis a nadie injusto.

   Inés palpó lo que le ofrecían y estalló en exclamaciones de gratitud, pero su misterioso benefactor había desaparecido. Se trataba de un cofre entero de armas y municiones, y eran de finísima factura. Suficiente para reabrir de nuevo su negocio, aunque fuese más pequeño que antes. Y para mantener a sus hijos.

   Julián vigiló, oculto tras una esquina, hasta asegurarse de que la mujer hubiera guardado el baúl de armas en un lugar seguro. Después realizó su siguiente visita.

   - ¿Me recordáis, Mayor? -saludó a la joven que le abrió la puerta.

   - Sí... ¿va todo bien? -cuando él asintió, María Mayor Pita sonrió complacida-: Yo volví a casarme, por el bien de mis hijos. El Rey me ofreció paga de alférez, por lo de la bandera; pero no necesito el dinero. Tengo suficiente con mi familia y mi trabajo para el Ministerio.

   - Me alegro. Aunque si me permitís el consejo, deberíais reclamar la paga algún día. Podéis usarla para ayudar a las viudas y huérfanos de aquel ataque.

   María le miró pensativamente y asintió:

   - Quizá dentro de un tiempo. ¿Puedo hacer algo por vos?

   - Sólo un favor: os lo agradecería mucho. ¿Podéis entregar esta carta en el Ministerio del 2017? Es para Amelia Folch... 

   * * * * * * * * * *

   "Querida Amelia, 

   Siento desaparecer así, pero tengo que hacerlo. No debería escribirte, por seguridad. Pensándolo bien, destruye esta carta cuando termines de leerla, como en las películas de James Bond. O cuando Alonso y tú terminéis de leerla, que en parte también es para él.

   Hemos corregido lo de Portugal: Drake no lo invadirá. Espero que ese cambio te haya pillado en casa y hayas recuperado los recuerdos correctos. Pero si no ha sido así, si recuerdas que hace poco hemos tenido diferencias, por favor, quiero que estés tranquila. No me voy por eso. Podemos estar en desacuerdo, pero no por ello podría dejar de quererte. Nunca.

   Te quiero, Amelia. Eres mi mejor amiga. Eres una de las dos mujeres más maravillosas que he conocido. Pero precisamente por eso no puedo volver a verte. A nadie que me importe. Os pondría en peligro.

   Queda libre un criminal de Leiva: esa gente ha amenazado con averiguar a qué personas quiero y matarlas. No regresaré hasta atraparlo; porque si vuelvo a mi tiempo, puede seguirme y ver con quién me reúno. No quiero arriesgarme a eso. Cuando esa gente insinuó que podría estar detrás de lo de Maite, me volví loco... a mí me da igual que me maten, pero no puedo dejar que os pase a vosotros. Ni a ti, ni a mis padres, ni a Alonso, que es como un hermano. Él y su hijo.

   Sé que este problema no durará eternamente, pero puede llevar un tiempo. Mientras tanto, dejad que todos crean que he desaparecido en combate, en La Coruña o donde sea. Así podré ir a mi aire hasta resolver esto. Además, ya de paso vigilaré a Don Sebastián. Parece buen tipo, pero sabe viajar en el tiempo y su tío es Felipe II: sumar eso me da más miedo que Espinete vendiendo globos. Espinete es un erizo... bueno, qué más da. Ya te lo explicará Pacino.

   Ah, dale recuerdos a ese poli quinqui. Debe ser buen tío, si te gusta. Además, es de mi época favorita. Pero déjale claro quién manda, que su tiempo no es tan feminista como el mío, aunque él diga que sí.

   Y suerte con Lope, si lo ves: pero si no quieres barriga, usa gomita. Que ese cabrón, donde pone el ojo, pone la bala. Y apuesto a que encima presume de ello. ¡Es inaguantable cuando se le sube el ego!

   Hasta siempre, jefa. Sabia. Valiente. Amiga. Amor.

   Julián".

"...juzgaría
...nunca ver sabrosa primavera
antes que ausente verte el alma mía...
Esto dijo Damón cuando, abrazados,
los pechos se bañaron juntamente,
diciendo: adiós, amigo. Adiós, hermano"
(Francisco Aldana, S. XVI)
  

  
  (FIN)


   Barcelona, 8 de Mayo de 2017
   Dedicado a los compañeros funcionarios del "Ministério do Tempo", de Portugal.

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02 mayo 2017

MdT: Un Acto de Amor (IX)

(Viene de "Un Acto de Venganza")


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Por Mª Nieves Gálvez

  

     (Oficinas del Ministerio, 2017)

   - Es la hora. ¿Vamos a tomar un café?

   - No puedo, Angustias -contestó Ernesto, con su eterno gesto adusto-. Pero gracias.

   - Qué pena. Para una vez que baja Salvador... -la secretaria abandonó el despacho, pero no sin reprenderle maternalmente-: Hay que descansar de vez en cuando.

   Apenas se vio a solas, Ernesto suavizó su seriedad de forma casi traviesa, abriendo una ventana del navegador. La cara de Nexus 6 ocupó al instante la pantalla.

   - Hola; hoy estoy nostálgico -saludó el joven con picardía solemne, no muy alejada de la expresión de su padre-. Veréis: hoy me he levantado, he meado (bastante) y me encuentro un privado... ¡del pijo que me troleaba en el insti! El que antes repetía: "Mi papi va de traje, me compra cosas caras, ¿y el tuyo? Ah, que no tienes" -el joven sonrió tranquilamente-. Y yo siempre pensaba: "Vale, tu viejo se lo ha currado. ¿Y tú?"

   "Igual que su madre" sonrió Ernesto para sus adentros: "Sabe que el mérito es lo que consigue uno mismo".

   - ... y hoy me viene de colega contando que se ha peleado con "papi". Si me oyes, gracias, pero ¿quieres que me haga amigo suyo? ¿O tuyo? Porque sólo hablas de su vida. Céntrate más en la tuya y aprovéchala, que son dos días, ¿no?

   "Eso debería hacer yo también" asintió Ernesto. "Y pensar menos en... en mi otro hijo. En fin, lo intento".

   - Ahora tengo un viejo y no presumo tanto. Bueno, igual un poco sí -Nexus 6 sonrió jocosamente-: Va de traje, pero mola, sólo le falta la pistola de neutrones y Will Smith al lado. Eh, papá, si me oyes: no vayas a decirme un día "mire aquí" para borrarme la memoria, ¿vale?

   Ernesto no pudo contener una risita, pero le interrumpió el timbre del teléfono. Estaba claro que no habría tenido tiempo para ir a la cafetería, de todos modos.

   - ¿Diga? -lo que escuchó a través del auricular le borró la sonrisa por completo. Miró el número de quien le llamaba y contestó-: Aguanta. Envío refuerzos.

   El funcionario colgó y abandonó el despacho a toda prisa, marcando otro número. El de alguien que siempre estaba al pie del cañón, igual que él.

   - Voy a darles el número de una Puerta del Tiempo. Les necesito allí inmediatamente. No, no pasen por el Ministerio: vayan directamente allí, a 1589. Está a punto de cambiar la Historia y podrían alterarse nuestros recuerdos. Sí, otra vez. Los de todos.

   * * * * * * * * * *

   (La Coruña, 6 de Mayo de 1589, al alba.
   2 horas antes de la llamada).

   - Llevamos toda la noche intentando asaltar esas murallas - gruñó una voz en inglés-. ¿A qué espera el barco de Drake para acercarse?

   - A que terminemos de hacerle todo el trabajo -respondió otro soldado británico-. Entonces vendrá para llevarse el mérito.

   - ¿Y el general Norreys se lo permite?

   - Él, no sé; pero yo ya he hecho bastante por hoy -decidió un tercero, abriendo un barril del botín-. Ya hemos tomado las casas que hay fuera de la ciudad. ¡Nos hemos ganado un trago!

   - Es verdad -estallaron otros-. Los españoles nos han cosido a arcabuzazos toda la noche desde esa muralla.

   - Yo no me muevo hasta que Drake la agriete a cañonazos.

   Los indisciplinados comentarios no se oían desde la ciudad; pero el resultado era evidente.

   - ¡Están dejando de atacar! -observó Gregorio, el marido de María Pita. Tenía los ojos irritados por la noche en vela, y los dedos ennegrecidos por la pólvora de su arcabuz.

   - Gracias a Dios -se santiguó el oficial gallego que luchaba a su lado-. Estamos peor de lo que creen. La muralla ya casi tiene grietas...

   - Eso puede remediarse -sentenció la voz de Inés de Ben, dejando caer un cesto pesado junto a los hombres.

   - ¿Escombros?

   - Cualquier cosa que sirva para tapar los huecos.

   Gregorio asintió y se dispuso a ayudarla. No era el único: numerosos vecinos estaban haciendo lo mismo. Había poco tiempo, pero si los ingleses se emborrachaban lo suficiente...

   - Pagarán caro ese vino -observó Inés con una sonrisa retorcida, señalando la playa-. Esa casa destrozada era mía.

   - Lo siento...

   - Más lo sentirán ellos -fue la respuesta-. Cuando prueben el vino que les he dejado. Lleva semillas de apio: es un purgante terrible.

   * * * * * * * * * *

   (La Coruña, unos minutos antes de la llamada)

   María Pita era valiente y decidida, aunque su sentido de la orientación dejara mucho que desear. Sabía que se había colado un espía inglés en su ciudad y pensaba adelantarse a sus planes. Atravesó una calle tras otra con paso firme, ignorando el ajetreo general; cruzó una esquina y...

   - ¿A dónde vais, rapaza? -le saludó una voz cascada, en gallego. Era la abuela Alexania, sacando cestos de provisiones a la puerta de su casa. Sabía que los defensores de la ciudad iban a necesitarlas.

   - A la iglesia de Santiago -respondió María, cayendo en la cuenta de que se había vuelto a desorientar-. ¿Vos no vivís en...?

   - En dirección contraria, sí -sonrió la octogenaria, señalando el camino correcto con el bastón-. Es por allí.

   La azorada agente le dio las gracias y corrió hacia su objetivo, esta vez en la dirección correcta; sólo esperaba no haber llegado tarde. En la iglesia, tras un oscuro altar lateral, había un panel en cuyos ornamentos nunca reparaba nadie, semiocultos por las faldas de una Virgen. Uno de ellos tenía forma de cerradura; y al examinarla...

   - No puede ser -musitó, con un escalofrío.

   Los arañazos no estaban allí el día anterior: alguien acababa de forzar la cerradura. O al menos, lo había intentado. Pero, ¿lo habría conseguido?

   María miró a ambos lados, pero no vio a nadie: ni feligreses, ni rastro del espía. Desenfundó una pistola semiautomática del futuro y sacó su propia llave. Pronto saldría de dudas.

   * * * * * * * * * *

   La plaza era cuadrada y bastante grande; había dos viviendas en cada uno de sus lados. De las esquinas partían cuatro callejones. Pero ¿cómo saber cuál era el correcto?

   - Ahí está el espía -exclamó el hijo de Alonso, señalando el callejón más alejado.

   Julián tuvo que aguzar la vista: la noche en vela le estaba pasando factura. Además, las calles estaban atestadas de gente que portaba suministros para la defensa, dificultando la búsqueda. Pero al fin consiguió distinguir al sospechoso entre la multitud.

   - ¡Vamos! -urgió al joven; pero éste ya le había tomado la delantera-. Creí que lo habíamos perdido.

   - Eso quiere.

   No era fácil moverse entre tanta gente: una patrulla de soldados camino de la muralla, un par de frailes ociosos, varias jóvenes cargadas con pesados cestos... cuando los dos agentes consiguieron llegar a la callejuela ya no vieron ni rastro del espía. Avanzaron con rapidez, vigilando los portales que flanqueaban el oscuro callejón, por si se había ocultado en alguno de ellos. Pero, lejos de esconderse, alguien salió a su encuentro: dos desconocidos, ataviados igual que los frailes de la plaza, que les cortaron el paso.

   -¿Pueden ust... vuesas mercedes dejarnos pasar, por favor? -se armó de paciencia Julián-. Soy médico, y me esperan con urgencia en...

   - No -respondió una voz terroríficamente familiar-. Usted no es médico, y quien le espera soy yo. Desde hace mucho tiempo.

   "Usted", notó el enfermero. Una palabra de otra época. Sabía perfectamente lo que significaba.

   - Dejad marchar a éste -fue lo único que rogó, señalando al hijo de Entrerríos-. Es de aquí. No tiene nada que ver con vosotros.

   - No seáis necio, Julián -protestó el joven, tanteando las armas ocultas bajo su capa-. ¿Quiénes son?

   - Tenemos una cuenta pendiente, Julián Martínez -continuó el desconocido; tenía un rostro triste y digno, barba espesa, locura en la mirada. De las amplias mangas de su hábito asomaba el cañón de una pistola-. Desde el día de la rebelión de Leiva contra la pequeña Isabel II. Me atacaste por la espalda y me enviaste a los calabozos de Loarre.

   Julián miró atrás: otros dos "frailes" de la plaza les cortaban la retirada, y también empuñaban sendas armas. Todo era una trampa de los últimos seguidores del difunto Leiva, y a saber cuánto tiempo llevaban preparándola...

   * * * * * * * * * *

   El altar lateral era pequeño; María Pita tuvo que agacharse para entrar en él. El panorama del interior parecía cosa de brujería: un pasillo antinaturalmente alto, repleto de Puertas del Tiempo numeradas y lámparas eléctricas. De hecho, había magia judía en aquellas Puertas, aunque Pita había aprendido a pasar por alto semejante detalle.

   "¿Dónde está el intruso?" se preguntó.

   María guardó la llave y tomó el teléfono móvil, atenta a todas las sombras. En aquel suelo pavimentado no podía buscar huellas, pero al menos esperaba ver algún objeto caído, un jirón de ropa enganchado en algún gozne...

   No encontró nada.

   "Puede ser una falsa alarma" pensó con alivio, tecleando un número en el móvil mientras regresaba. "Pero avisaré para que investiguen los arañazos de la cerradura".

   Terminó de marcar y se detuvo: por un momento, le había parecido notar que el eco de sus propios pasos cambiaba de ritmo. Como si no fuera eco.

   -¿Quién vive?

   El teléfono inició la llamada, pero María no tuvo ocasión de utilizarlo: alguien la abordó por la espalda y le tapó la boca. Ella luchó por liberarse, dejando caer el aparato.

   - ¡Arg! -gritó el intruso cuando la mujer asestó un culatazo hacia atrás, acertándole en plena sien.

   Ella se alejó unos pasos y consiguió apuntar a su agresor; pero él, a pesar del dolor, también estaba haciendo lo mismo.

   - ¿Diga? -sonó una voz apagada a través del móvil caído, pero María ya no pudo contestar. La voz dijo algo más, pero las siguientes palabras de María y de su adversario impidieron que se oyera-: Aguanta. Envío refuerzos.

   - Rendíos, en nombre del Ministerio -conminó María al extraño.

   - Dispararé antes que vos. Soy más listo: sólo he tenido que esperar y me habéis abierto la puerta -se jactó el intruso: su oreja estaba partida en dos por una antigua cicatriz.

   - Pero no seréis más rápido disparando -contestó ella-. Tirad el arma.

   - Tiradla vos.

   El silencio que siguió fue tan denso que se podría cortar con un cuchillo. Los dos se miraron mutuamente a los ojos, esperando un cambio en la expresión del adversario: la chispa en la mirada que suele indicar la intención de disparar. Ninguno de ellos se atrevió a atacar todavía, para evitar que un ademán les delatara. Ambos esperaron un largo minuto, sin parpadear siquiera. Y luego otro.

   "¿Conseguiré disparar antes de que él lo adivine?" dudó ella. "¿Estará preguntándose él lo mismo?"

   - Mire aquí -interrumpió una voz.

   El intruso se giró involuntariamente... y cayó sin sentido, derribado por un tremendo gancho de boxeo en la mandíbula.

   María se relajó al fin, con una carcajada de alivio:

   - ¡Ernesto! ¡Ya era hora!

   El funcionario pareció un poco menos serio de lo habitual al señalar a sus acompañantes: Amelia Folch y el veterano "Diego Alatriste". Este último se sacudía la mano, dolorido por el puñetazo que acababa de asestar.

   -¿Quién necesita pistola de neutrones, pudiendo venir con Alonso de Entrerríos?

   * * * * * * * * * *

   Cuatro atacantes: dos al frente y dos a su espalda. Y conociendo la torpeza de Julián, el hijo de Alonso decidió que tendría que lidiar con ellos solo. De haberlos tenido delante, habría sido bastante factible. Pero repartidos así, habría que ser prudente y estudiarlos bien.

   - ¿Quiénes son estos hombres? -preguntó.

   - Los últimos de la banda de Leiva -contestó el enfermero-. Fueron agentes del mismo sitio que yo. Pero ahora son traidores.

   - ¿Éste es Leiva?

   - No: él murió por culpa del Ministerio -replicó el cabecilla del grupo-. ¡Fue el Ministerio el que nos traicionó a todos! Y también lo hará con vosotros. Tiempo al tiempo.

   - Por lo menos nosotros no matamos niñas, como ibas a hacer tú -le reprochó el enfermero.

   - Ah, ¿no? ¿Y qué hicieron tus jefes con el hijo de Leiva? Por cierto -el rebelde pareció recordar algo y sonrió retorcidamente-, ¿cuántas veces has visto morir a tu mujer?

   Alonso aflojó discretamente la espada en su vaina, alarmado por la extraña pregunta. Y por la reacción del enfermero:

   - ¿¿LO HICISTE TÚ?? -bramó Julián, enrojeciendo de furia.

   - No, pero me estás dando una idea: se lo haré a cualquiera que te importe -fue la siniestra respuesta de su enemigo-. Sufrirás por ellos, como yo sufrí en Loarre. Pasarás el resto de tu vida vigilando tu espalda, preguntándote si te espío para saber quiénes son tu familia y tus amigos. Y cuando los encuentre, voy a...

   No consiguió terminar la frase: Julián perdió los estribos y le borró la sucia sonrisa de un cabezazo, saltándole algún diente. Sólo una rápida estocada de Alonso evitó que el matón más próximo disparara sobre el enfermero. Pero había otros dos rufianes a su espalda...

   "Necio" fue lo último que pensó el joven, volviéndose hacia ellos sin muchas esperanzas. "¡No lo conseguiré a tiempo!"

   Las detonaciones no le sorprendieron; pero la ausencia de dolor, sí. Fueron los dos matones quienes se desplomaron con un quejido. Uno estaba muerto; el otro, herido e inconsciente.

   Y cuando cayeron al suelo, el hijo de Alonso pudo ver quién había disparado realmente: dos recién llegados, cuyas siluetas se recortaban al extremo del callejón.

   Eran Amelia Folch y "Diego Alatriste".

   * * * * * * * * * *

   - No debiste investigarlo, Amelia -repitió Julián por enésima vez, mientras colocaba vendajes. Estaban en una improvisada enfermería al aire libre, apenas dentro de la ciudad, al pie de las murallas.

   - Soy tu superior, Julián -le cortó ella, entregándole más vendas según iban haciendo falta-. No puedes decirme lo que debo hacer.

   - En el trabajo, tú mandas. Pero en nuestra vida privada, no. ¿Cómo se te ocurre hacer que el Ministerio investigue al hijo de Alonso?

   - No es el Ministerio; sólo Irene. Y Angustias.

   - ¡La secretaria del gran jefe! -protestó el enfermero.

   El objeto de la discordia se encontraba en la cima de la muralla, en manos del veterano Alonso de Entrerríos. Era un teléfono móvil. Julián había montado en cólera al ver lo que había en la pantalla, justo antes de separarse de él: un historial militar. Del futuro.

   "Fallecido en Ostende, en 1603" concluía el informe de Angustias-. "Con honores. A las órdenes del condottiero Ambrosio Spínola".

   El "soldado viejo" intentó dominarse al releer el nombre y las dos fechas. La de nacimiento y la de defunción: "Alonso de Entrerríos, 1570-1603".

   El veterano dejó caer con rabia el móvil, tomó el arcabuz y se desahogó disparando contra cualquier inglés que osara acercársele.

   "¿Mi hijo no llegará a cumplir 33 años...?"

   No sabía si debía intervenir en la Historia, ni en 1589 ni en 1603; ya no le importaba. Sólo pensaba en descargar su furia disparando. Y lo hizo. Para no pensar; para que el pulso desbocado dejara de latirle dolorosamente en las sienes. Para darle a otros la muerte que en realidad quería para sí mismo. Como si con eso pudiera quitársela a su hijo.
   Y cuando ya creía que el corazón no se le podía acelerar más, sintió una voz a su espalda:

   - De manera que así es cómo moriré...

   A pesar del golpe, el móvil aún seguía funcionando. Y había caído en manos de la persona menos indicada: ¡el hijo de Entrerríos!

   El joven había palidecido al leer el informe, pero consiguió conservar la entereza al encararse con el veterano:

   - ¿Por qué me vigiláis, Alatriste? -recriminó el muchacho-. ¿Hago algo malo?

   - ¡No! Sólo... -el agente del Ministerio desvió la mirada nerviosamente y confesó-: me preocupo...

   - ¿Por qué? No soy asunto vuestro.

   El veterano le miró a los ojos, dubitativo... y tomó una decisión. Sabía cuáles eran sus órdenes, pero ya no podía más.

   - Serví con vuestro padre. Hasta el final -confesó-. Él fue el único superviviente, a su pesar.

   El joven enmudeció, digiriendo todo lo que significaban aquellas palabras.

   - ¿El... el único? -tartamudeó al fin-. Pero si vivís... ¡vos sois...!

   "Alatriste" asintió lentamente.

   - Tengo vedado contactar con mi familia. Pero siempre he velado por vosotros, a escondidas. Eso no me lo prohibieron.

   El corazón del muchacho dio un vuelco. Intentó hablar, pero sólo consiguió abrazarle y decir:

   - ¡Padre...!

   El veterano respiró a gusto y le estrechó. ¡Por fin! Era como si le quitaran un gran peso, después de tanto tiempo...

   - Al menos, sabemos que no vais a morir hoy, ¿verdad? -se separó de su hijo y le miró con complicidad-: Eso me da una idea.

   El joven le devolvió la feroz sonrisa:

   - A mí también.

   Ambos desenvainaron las armas y se lanzaron con entusiasmo hacia lo más reñido del combate, gritando al unísono:

   -¡¡POR SANTIAGO Y POR ESPAÑA!!

   * * * * * * * * * *

   María Pita estaba inquieta: el asunto del espía inglés y de la Puerta del Tiempo la había retrasado. Su marido estaba en las murallas, y no sabía nada de él.

   La buena noticia era que los ingleses habían desperdiciado la jornada: pasaron el día emborrachándose fuera de las murallas, en lugar de atacarlas. Por si fuera poco, muchos de ellos habían enfermado y huido, gracias a las ponzoñas que los vecinos de extramuros (Inés de Ben, entre ellos) echaron en las provisiones al dejarlas atrás.

   María suspiró con alivio cuando vio que aquella pausa había permitido a sus paisanos reforzar la muralla. Quizá llegaba a tiempo para ayudar. Portaba armas y municiones para la defensa, gracias a Ernesto; eran su coartada para excusar su retraso.

   - ¡Gregorio! -saludó, al ver a su marido arriba, junto a varias personas: diez hombres y dos o tres mujeres-. ¡He conseguido armas! ¡Ya subo!

   El hombre respondió al saludo, feliz de verla. Ella emprendió la subida con su carga. No era la única: varias jóvenes la imitaban. No se les permitía luchar, pero sí transportar suministros.

   Entonces sucedió la tragedia.

   El ejército inglés estaba algo mermado; pero sus superiores al fin consiguieron hacer obedecer al resto. Y eso incluía la artillería de los barcos.

   - Fire! -ordenaron los capitanes británicos.

   Todos los cañones dispararon a la vez, haciendo saltar trozos de la muralla; la infantería inglesa se lanzó hacia aquellas grietas. Gregorio y los oficiales dispararon a los atacantes, mientras Inés de Ben y otras valientes se exponían para tapar las aberturas con escombros.

   María Pita ya había subido la mitad del recorrido. Levantó la vista un segundo y vio las siluetas de ambos recortándose sobre las murallas, justo antes de que sonara otra explosión. El suelo tembló; llovieron cascotes y María se protegió los ojos un instante.

   Volvió a mirar. Y las siluetas ya no estaban.

   - ¡¡GREGORIO!!

   María aceleró la subida, espoleada por la descarga de adrenalina. Pero aun así, era tarde. Sólo llegó a tiempo de abrazar el cadáver de su marido. Junto a él Inés de Ben, malherida, agonizaba. Si es que era realmente ella; tenía la cara demasiado destrozada para saberlo con seguridad.

   - ¡YO DEBERÍA HABER ESTADO AQUÍ, NO ELLA!

   Un soldado invasor apartó a María de una patada; ni siquiera le permitían llorar a su marido en paz.

   - ¡Yo debería haber muerto con él!

   La situación se volvió terrible: los ingleses, hasta entonces dispersos, se concentraron repentinamente allí, atraídos por algo.

   María Pita los miró con odio y descubrió la causa: una bandera. Un alférez invasor estaba colocando en lo alto de la muralla el pabellón con la Cruz de San Jorge. Era la señal para los demás atacantes; les indicaba que la brecha principal estaba allí.

   - ¡Por encima de mi cadáver, hideputa! -exclamó María.

   La mujer descargó su Glock sobre varios escoltas que rodeaban al alférez, haciéndoles caer fulminados. Llegaron más, pero María traía en el cesto varias armas del futuro cargadas; tomó otras dos y avanzó implacable, disparando con una pistola semiautomática en cada mano.

   Los últimos escoltas cayeron y el alférez se tambaleó, herido en una pierna; pero no cedió. Cuando llegó hasta él, Pita descubrió, aterrada, que no le quedaban municiones.

   A su alrededor llovían los ataques. Lo sensato habría sido retroceder, si hubiera habido algún defensor más. Pero en aquella zona habían caído casi todos. Hacía falta ayuda, desesperadamente...

   - QUEN TEÑA HONRA, QUE ME SIGA!!! -clamó a los cuatro vientos.

   La iracunda coruñesa tomó una pica y cargó contra el alférez; éste perdió el equilibrio y cayó muralla abajo, junto con su enorme pabellón.

   María, despreciando el fuego enemigo, puso otra vez la cruz de Borgoña en su sitio, mientras rezaba para que la señal fuera lo bastante visible para atraer la ansiada ayuda.

   Varias muchachas porteadoras miraron a su alrededor, buscando algún hombre que tomara las armas; y al no ver cerca ninguno con vida, echaron mano al cesto, imitando a Pita.

   Los demás defensores coruñeses, dispersos hasta entonces, acudieron a la señal. Los ingleses, acumulados en torno a la grieta, se vieron de pronto rodeados; ni el mejor estratega los habría acorralado con más efectividad.

   Aquel día selló el destino de la ciudad. Y del Imperio.

   * * * * * * * * * *

   Desde la enfermería, Amelia contempló la hazaña de María Pita con una mezcla de horror y alivio.

   - Ella ha hecho que se cumpla la Historia. La Coruña hoy derrotará a la Contraarmada "Invencible Inglesa". Y dentro de unos días, Lisboa hará lo mismo.

   - Y sin presumir tanto como los ingleses cuando cayó la "Invencible Española" -observó Julián con media sonrisa amarga.

   - Lo cual es paradójico, porque el desastre inglés fue peor. De las dos Armadas, será la española la que domine el mar medio siglo más. Eso completará el famoso Siglo de Oro del que tanto hablabais Alonso y tú, ¿no?

   - Sí, eso fue lo que estudié en EGB. Pero en clase nunca me hablaron de la "Invencible Inglesa". ¿Por qué?

   - Supongo que los ingleses son mejores que nosotros haciendo propaganda. En cuanto a los dos Alonsos...

   - Ahora me dirás "te lo dije" -gruñó Julián.

   Ella sonrió con retintín:

   - ¿No te dije que podíamos fiarnos de Angustias?

"María Pita da muerte a un alférez inglés
en el ataque de éstos a La Coruña en 1589".
Grabado de Ferrer y Ros



(CONTINUARÁ... Y FINALIZARÁ) 


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   * La acción de este capítulo ha sido condensada para simplificar la narración: en realidad, el asedio de la Contraarmada Inglesa a La Coruña duró dos semanas. (Y los agentes del Ministerio/Leiva son ficticios, excepto la heroína María Pita).