Es el capítulo 40 de El Ministerio del Tiempo, el sexto de la cuarta temporada, y Salvador Martí está celebrando el 40º aniversario del día que conoció a su mujer, de su entrada en el Ministerio, del comienzo de una larga relación vital con un genio español: Emilio Herrera. No al principio: el arranque melancólico del episodio, donde repasamos en un minuto la vida de Salvador junto a su esposa Sofía, sus primeros besos, su compromiso, su matrimonio, la enfermedad que se la llevó, todo en un parque por el que pasan los niños que a ellos les fueron negados, culmina en el cementerio donde ella está enterrada, al que le lleva flores. No es una celebración, es una conmemoración, en la que persiste el fantasma de Sofía, que aún acompaña a Salvador porque, como él mismo dice, ella nunca se ha ido. Es un inicio que tiene como referente el de Up, el film de Pixar, y no es una referencia casual: como aquel, en este episodio se va a hablar de un pionero de la aeronáutica incomprendido y de una conexión inesperada que va más allá de la edad.
"El tiempo vuela", escrito por Pablo Lara (autor de los episodios interactivos y los audiodramas del Ministerio), Daniel Corpas (Malaka) y Javier Olivares, y dirigido por Chiqui Carabante, cumple con muchas de las señas de identidad de la serie: recupera una figura histórica importante pero poco conocida, la del ingeniero Emilio Herrera (interpretado impecablemente por Vicente Romero), pasa cuentas con los "muy buenos soldados pero muy malos jefes" que ha tenido siempre España (en esta ocasión, los del gobierno republicano y franquista: aquí reciben todos) y defiende la dignidad de los grandes que se han visto una y otra vez humillados por los corruptos y los poderosos. Plantea sin aspavientos la genialidad y la relevancia de Herrera, y nos hace preguntarnos cómo es posible que no conozcamos más a un tipo que no solo era amigo de Einstein y entendía su discurso científico sino que se avanzó a sus temores sobre el uso militar de la ciencia e inventó avances revolucionarios. Con gran sensibilidad, el episodio dedica su presupuesto a los objetos físicos importantes (la escafandra, los periódicos) y a los entornos vitales para los personajes, antes que a la representación digital de grandes espectáculos aeronáuticos. A su manera es una secuela del tebeo Mi tiempo se acaba (Aleta/Evolution Cómics, 2018), con el que establece un juego de espejos que queda rematado en el dibujo que hace Velázquez en el pastel de la escena final, que es parte de la portada del cómic.
Pero esta vez el capítulo no utiliza como vehículo las aventuras de la Patrulla (ni Pacino ni Julián aparecen, y Alonso solo como alivio cómico junto a Velázquez), sino las de Jaime Blanch y su Salvador Martí: este es su capítulo, esta es su vida. Es como una de aquellas historias de complemento de Superman en los 70, "La vida privada de Clark Kent": ¿a qué dedica su tiempo el subsecretario del Ministerio, un hombre que ha confesado que no tiene aficiones, cuando no está ejerciendo de subsecretario? A ser el ángel de la guarda de Emilio Herrera, por razones que iremos descubriendo poco a poco, y que tienen que ver no solo con la relevancia histórica del personaje, sino con su propia trayectoria vital. Vemos a Salvador Martí protegiendo a Herrera en 1932 y 1936, visitándole en su exilio en 1947, y de manera muy importante al joven Salvador que entró en el Ministerio en 1980 (interpretado por Rodrigo Saénz de Heredia), donde conoce a la que acabará siendo su mujer (Sofía de joven es Beatriz Arjona), y sus primeros encuentros con la corrupción y con la "puta mariposa" del caos que ya le perseguirá toda su vida. Elementos fundamentales para el desarrollo de su personalidad, piedras de toque que hasta ahora desconocíamos: su esposa, su admiración por Herrera, el tiempo que se empeña una y otra vez en ponerle la zancadilla y Salvador, cada una de las veces, interponiéndose entre el tiempo y Herrera, si no puede protegerle de los hombres, al menos le protegerá del tiempo... como al hijo que él y Sofía (el conocimiento) nunca tuvieron.
"El tiempo vuela" habla, cómo no, del paso del tiempo y de que no siempre pone las cosas en su lugar, si no hay alguien que lo reivindique. Es tanto el capítulo de Herrera como el de Salvador, y de aquello que les une: el honor, la defensa inagotable del trabajo bien hecho hasta las últimas consecuencia, y el amor. Es un capítulo donde las miradas dicen tanto como las palabras: el embeleso de Einstein en el tablao flamenco, el sufrimiento traicionado de Herrera y de quien le tiene que ejecutar, el amor eterno y el dolor de Salvador con el fantasma de Sofía, a medio camino entre el Espíritu Burlón de Noël Coward y la Carmela de Sanchis Sinisterra.
El otro misterio que abre este episodio surge de la trama secundaria del delegado del gobierno que visita el Ministerio para hablar de la subida de presupuesto, concretamente la identidad del personaje que se ha hecho pasar por ese delegado y ha estado visitando el Ministerio y entrevistando a sus "estrellas" mientras Salvador estaba de misión. ¿Es un fan del futuro? ¿Un espía? El falso "Nacho" (Daniel Pérez Prada) promete ser una pieza importante de los dos últimos capítulos de la temporada, y habrá que estar al tanto de sus intenciones.
Reseñas de El Ministerio del Tiempo
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