25 diciembre 2023

TERTIA PUGNA - 2


  

TERTIA PUGNA

(Tercer Asalto) 

FanFiction de Good Omens

Por Mª Nieves Gálvez

Capítulos:     1      2      3      4       5       6       7

CAPÍTULO 2.- EL MUNDO A TUS PIES


¿Qué puedes vender?
Cualquier oferta es buena
si quieres el poder
(Héroes del Silencio, "Entre dos tierras”)

    Todo allí era luz y pureza. Sólo los susurros de Miguel rompían el silencio del lugar:

   - Hay otros que merecerían el cargo de Arcángel Supremo más que él.

   - ¿Querías el puesto para ti? -contestó una voz suave, pero autoritaria. 

   - Ejem... no es eso, Metatrón -tartamudeó Miguel, pero pronto recobró su habitual arrogancia-: Azirafel nos traicionó por culpa del demonio Crowley. ¿Por qué le has ofrecido la readmisión a ambos?

   Su superior sonrió sin alegría. 

   - ¿Se te ocurre otra manera de tenerlos controlados a los dos? 

   Miguel sopesó la idea, pero guardó silencio: alguien más se acercaba.

   - La vista es inigualable, ¿verdad? -comentó Metatrón en un tono súbitamente cordial.

   - Sí -sonrió Azirafel, maravillado -. Es… celestial.



    Los tres ángeles contemplaron el mundo desde su atalaya. Parecía un ventanal, pero mostraba todo el planeta al mismo tiempo. Metatrón sonrió tentadoramente:

    - El mundo a tus pies. Azirafel, celebro que hayas vuelto al redil. Si todavía te gusta hacer el bien, éste es tu sitio.

   Éste asintió, ocultando su tristeza: 

   - El Bien es todo lo que deseo. Y desde aquí se puede hacer a lo grande. 

   - Te dejamos con ello, entonces. Ah, y recuerda que tienes una visita por el tema de la vacante -Metatrón emprendió la marcha e hizo una señal a Miguel, susurrándole-: a no ser que también te interese ese puesto, claro.

   - ¿Ahí abajo? ¿Yo? -Miguel disimuló una mirada escandalizada y apretó el paso-. Ni en broma.

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   El Arcángel Supremo miró alrededor: su despacho era amplio, diáfano, profesional. Incluso la enorme mesa de cristal -no era vidrio, sino luz cristalizada- parecía minúscula comparada con la inmensidad de la estancia. Para andar por allí no había que reservar hora, sino días (en plural).

"Y ahora, ¿qué?"


Por primera vez desde su ascenso, Azirafel estaba solo. No como en el Soho, con un buen libro y los sonidos de la ajetreada calle. Sino solo de verdad, con un silencio sepulcral. 

   Cuánto añoraba las estrafalarias visitas de...

   - Ejem… ¿es aquí la entrevista de trabajo? -inquirió una voz tímida. 

   Azirafel sonrió: por una vez, le alegraba tener una interrupción. Señaló una silla recién invocada a su visitante: un extraño ángel con uniforme de policía "bobby", pero blanco.

   - Adelante, Muriel. ¿Estás bien en mi… en la librería?

   - Sí, señor ¡es el cielo! -fue la sonriente respuesta-. Maggie y Nina me están enseñando a cuidar del negocio. Y de las personas de papel que hay dentro… las llaman libros. ¡Por fin tengo compañía!

   Muriel sostenía un tomo con tanta ilusión como si fuera un tesoro. "Al menos, sabe apreciar mi colección", se consoló Azirafel. 

   - ¿Es eso un Nuevo Testamento de Tyndale-Coverlade*? -inquirió, dejándose llevar por su viejo instinto de librero-.¿La primera edición firmada que salvé de la quema?

   Su visitante asintió, radiante de emoción:

   - Siempre quise hablar con el Hijo de Dios en persona, pero no pude… ¡Esto es casi como escucharlo! ¿Tuvo usted ocasión…?

   - No, aunque me habría gustado -admitió el arcángel-. Conocí a alguien que sí, pero no era de los nuestros.

   Muriel se acercó más para susurrar, con aire confidencial: 

   - ¡No me diga que el demonio de sus tentaciones fue…!

   - Crowley -asintió Azirafel, descubriendo que, repentinamente, le dolía pronunciar su nombre-. Era su trabajo: plantear dudas existenciales. Y saltarse semáforos, desde que existen. Pero se volvió inofensivo y lo expulsaron del Infierno -intentó fingir desinterés al añadir-: ¿Sigue salvando gente cuando se emborracha?

   - No lo sé, señor. No he vuelto a ver a Crowley por el Soho. No por la parte que Maggie llama “decente”, al menos. ¿Quiere que lo busque?

   Él sopesó la idea un momento, pero negó con la cabeza:

   - No; pedirte favores personales sería egoísta. Te he llamado porque hay una vacante en la Embajada del Cielo en la Tierra. Con sede en esa librería, pero desempeñando más funciones. ¿Te interesa?

   - Yo… sólo soy contable del nivel más bajo -dudó Muriel, tímidamente.

   - Y sabes trabajar en equipo: ayudaste a Crowley a salvar a Gabriel. No dudes de tu talento, sólo dime: ¿qué quieres?

   El ángel/contable reflexionó unos instantes y rompió a reír, con un sonido que Azirafel no oía desde hacía siglos: el de la felicidad en estado puro.

   - Deseo estar con gente. La de papel, la de verdad, ¡toda! Dejar de trabajar a solas… ¡Acepto!

   Unos cuantos papeleos más tarde, Muriel abandonó el Cielo a toda prisa, deseando darle la noticia a Maggie y Nina: a las dos humanas que le estaban enseñando a adaptarse a la Tierra.

   Él sonrió con sana envidia. Porque así es como empieza la amistad: ayudándose. "Así te empecé a querer, Crowley" admitió con añoranza. El beso de despedida le ardía aún en los labios,  y no sólo metafóricamente. "Te ganaste el Cielo... ¿por qué lo rechazaste?"

   Regresó al ventanal para animarse un poco. Tenía un mundo entero a sus pies, se recordó, y por fin podía cuidarlo como siempre había deseado. Aunque el precio había sido alto: perder a un ser amado.

   No reparó en que Muriel, entre las prisas y el júbilo, había olvidado su libro al marcharse. Abierto por una página que comenzaba así: 

   “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?”


* Tyndale, Coverlade y su socio Rogers fueron los primeros en traducir la Biblia del griego al inglés... pero con notas críticas y sin autorización oficial, por lo que acabaron mal. Lo curioso es que Gran Bretaña afirma no haber tenido Inquisición, como si se hubieran metido ellos solitos en la hoguera o algo así.


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VIEJAS DEUDAS


No stop signs, no speed limit
Nobody's gonna slow me down (…)
Hey, Satan, I paid my dues!
(AC/DC, “Highway to Hell”) *


   - Hastur, Shax, ¿qué significa esto? ¡Ya no trabajo para el Infierno!

   - ¿Estás seguro, Crowley? -replicó Hastur con terrorífica calma. 

    Aquella parte de la calle era lóbrega, mal iluminada, excepto por el parpadeo de los
decadentes letreros de neón. El Duque y la Virreina del Infierno se apoyaron en el Bentley de Crowley con descaro, pero éste se mordió la lengua bífida para no caer en la provocación. Los envolvió un silencio hostil y sucio, salpicado de risotadas lejanas, gorgoteos de alcantarillado y forcejeos del traficante de drogas que aún intentaba soltarse. 




   - Oh, no pongas esa cara: en realidad venimos a felicitarte -lo aduló Shax, alisando con coquetería la falda de su impecable traje rojo-. Ahora siembras más caos que cuando trabajabas para nosotros. 

   - Esos humanos de ahí dentro, por ejemplo... -señaló Hastur.

   - No los toques -avisó Crowley, alarmado.

   - ¿Estamos protectores con los pobres mortales, querido? -se burló Shax-. ¿Has olvidado qué le hacemos a los demonios que osan cometer buenas obras?

   - Ejem... essssto... -Crowley contuvo un siseo nervioso e improvisó-: Es por las normas. No podemos intervenir directamente en asuntos humanos...

   - ... ni hacernos notar, sólo tentarlos, blablabla -recitó ella con hastío-. Y el Cielo tampoco.

   - No hasta el día del Armagedón -reprochó Hastur a su antiguo subordinado-. Que debería haber llegado ya, si tú no hubieras metido la pata. O la cola. ¿Cómo se dice en tu caso, serpiente?

   - Ya fui castigado por ello -se defendió Crowley-. Y expulsado del Infierno -se acercó a él para espetarle en su cara-: Ahora soy libre. ¿Te lo deletreo? ¡L, I, B, R, E!

   - Hablando de eso... ¿les importa si me marcho para que hablen de sus cosas? -rogó el delincuente humano, todavía intentando liberarse.

   Crowley asintió con indiferencia, pero Shax intervino, autoritaria: 

   - Todavía no. Primero queremos ver tus trapos sucios. Hastur, ¿te importaría, por favor?

   La mano de Hastur se retorció junto al oído del individuo, dibujando en el aire un signo
arcano. El delincuente notó algo arrastrándose por su oreja hasta el interior de su canal auditivo. Sintió una punzada de dolor cuando aquello alcanzó el tímpano y profundizó aún más: si no hubiera sabido que era imposible, habría jurado que le estaba hurgando hasta el cerebro. Cuando al fin lo notó salir, el alivio del tipejo se trocó en repugnancia al ver lo que era: un gusano, que pasó a la mano de Hastur y se fusionó con su piel.

   - ¿Qué dice tu amiguito, Hastur? -se interesó Shax, regodeándose de antemano en la respuesta.

  - Que el verdadero gusano es este humano. Y que en primer lugar, él debería liberar a alguien.

   Los ojos de los tres demonios se clavaron en el traficante, que intensificó sus forcejeos mientras se deshacía en excusas:

   - ¡Yo no he hecho nada! Les juro que... 

   - ¡Silencio! -ordenó Crowley. Comenzaba a darse cuenta de algo que sus exjefes seguramente ya habían notado mucho antes.

   Para empezar, los ruidos de forcejeo no provenían sólo de aquel humano. Había más, y sonaban cerca.

   Se quitó las gafas oscuras, que en realidad usaba para filtrar la luz hasta el espectro visible
para humanos. Sin ellas, su visión de serpiente se extendía hasta el infrarrojo. El delincuente gritó con aversión al ver las pupilas verticales de Crowley, que recorrieron los vehículos aparcados en busca de radiación térmica. No tardó en hallarla: el calor de un ser vivo se filtraba a través del metal de un maletero.

   - ¿Qué has hecho? -se alarmó el exdemonio, abriendo el vehículo con un gesto. Había una chica atada en el interior, de catorce años como mucho. Crowley se apresuró a liberarla. Ella se sobresaltó al verle las pupilas, pero no se atrevió a reaccionar.

   - Parece que las drogas sólo eran la tapadera para otro negocio -observó Shax. Desató el pañuelo que amordazaba a la niña, descubriendo que llevaba un aro en la nariz-: ¿Qué pensaban hacer contigo, pequeña?

   - Dijo que... venderme a... ¡no sé! -balbuceó la niña, rompiendo a llorar en brazos de la diablesa.

   - No te habría pasado nada -intentó calmarla Crowley-. Sastra no es como él...

   - Ya, pero aquí hay más burdeles. Podría vendérsela a otro -dedujo Shax.

   El secuestrador siguió negando en un tono repulsivamente lastimero, pero su forcejeo sólo sirvió para que Hastur lo sujetara con más fuerza.

   - ¿Es éste el tipo de humanos que proteges? -se burló Hastur, con una mueca especialmente desagradable.

   Su interlocutor negó con la cabeza, asqueado: 

   - A éste no.

   - ¿Y sus cómplices? -se interesó Shax, despojando al secuestrador de su teléfono móvil.

   Crowley entendió la oferta y siseó con odio:

   - Pero sólo ellos. No toques a sus víctimas.

   Ella ojeó la agenda del teléfono y movió la cabeza: 

   - Eres incorregiblemente sentimental, querido. Pero como muestra de buena voluntad, por esta vez invita la casa. Para el siguiente favor tendrás que firmar un trato. ¿Entendido?

   - ¿Desde cuándo tienes buena voluntad, Shax?

   - Desde que me gusta tu nuevo estilo sembrando el caos, Crowley. Y desde que necesito controlarte: estás demasiado activo. No queremos llamar la atención del nuevo Arcángel Supremo.

   - Sobre todo ahora que nos ha declarado La Guerra -sentenció Hastur ominosamente, desapareciendo por una estrecha calle lateral con su aterrorizado prisionero.

   La niña se tapó los oídos para no escuchar los espeluznantes sonidos que salieron del callejón instantes más tarde. Pero Crowley sólo tuvo palabras para Shax: 

   - ¿La… la qué? ¿Azirafel ha declarado QUÉ?


* Ni señales de stop, ni límites de velocidad,
Nadie me frenará... 
¡Pagué mis deudas, Satán!
(AC/DC, "Autopista al Infierno")

(CONTINUARÁ...)


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18 diciembre 2023

TERTIA PUGNA (Tercer Asalto) - 1

  

TERTIA PUGNA

(Tercer Asalto) 

FanFiction de Good Omens

Por Mª Nieves Gálvez

CAPÍTULO 1


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Azirafel: “Hice lo del halo. Me parece que quizá haya iniciado una guerra”.
Crowley: “Al Infierno no le va a gustar”.
(Good Omens, Temporada 2, capítulo final)


PRÓLOGO (N. d. T. *)

    Los seres humanos están empezando a descubrir los retos de la creación de Inteligencia Artificial; creen que los habrán pulido en unas cuantas décadas.

    Sin embargo... no es por desanimarlos, pero me temo que el tema puede tardar bastante más, al menos según Mi experiencia: 

  • Creo unas cuantas inteligencias, les doy normas para orientarse y las malinterpretan. 
  • Les doy libre albedrío y me montan una rebelión en mi propia casa. 
  • Creo una nueva versión que no esté en la nube, sino abajo entre dos cortafuegos (Tigris y Éufrates) y... en cuanto les llega el primer malware, usan el Árbol de la Ciencia antes de tiempo.

    En resumen, llevo miles de años en ello y, salvo excepciones, ni siquiera Yo puedo hablar de éxito total. ¡Buena suerte puliendo el ChatGPT!

    Aunque... curiosamente, sí se puede crear inteligencia por accidente. Hay malwares capaces de sobrevivir con más astucia que la mejor IA. Tal vez eso explique el caso del malware ahora conocido como Crowley. 

      Crowley siempre fue muy creativo: no es que se le puedan encargar galaxias y nebulosas a alguien carente de imaginación. Pero como muchos artistas, a cambio era... temperamental. Tenía arrebatos geniales, pero también terribles: el día que cayó del cielo fue uno de ellos. Y los días que siguieron a su ruptura también fueron... "interesantes".


    * N. d. T: Nota De la Todopoderosa, el Todopoderoso o Su Todopoderosidad. Son títulos intercambiables: según teólogos de todos los tiempos, el género no es relevante fuera del mundo terrenal (y dentro de él tampoco es para tanto como dicen).


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1.- EL DIABLO SOBRE RUEDAS 


I'm a racing car passing by like Lady Godiva
I'm gonna go, go, go, there's no stopping me
(Queen, “Don’t stop me now”) *

 

    Cuatro vehículos de gran cilindrada sembraban el caos en la M25. Dos de ellos eran clásicos: un Jaguar-D de 1955 y un Bentley 3.5 de 1933 (aunque su dueño discrepaba con esa fecha). Los otros eran modernos: un McLaren Spider y un flamante Aston Martin Valhalla. Parecía el equivalente automovilístico de un partido de maestros contra alumnos, o de solteros contra casados, sólo que disputado por bestias mecánicas asesinas.

     “Última hora: eviten la M25 a toda costa” avisaron al unísono las principales emisoras radiofónicas de Londres. “Hay cuatro vehículos comportándose peligrosamente. Se sospecha de una red de carreras ilegales…”

    - Bah, ¡como si la M25 fuera recomendable a alguna hora! – se burló el piloto del Jaguar, un yuppie tan cargado de años como de energía.

    Los jovenzuelos del Spider alcanzaron al Bentley, bajaron las ventanillas y gritaron con descaro:

    - ¡Eh, rarito, nos anuncian por la radio!

    - ¡Claro! Prometí un espectáculo, ¿no? -rió Crowley con malicia, antes de acelerar su Bentley a fondo y dejarlos atrás a una velocidad endiablada.

    - Parece un milagro: tenemos muchos huecos para pasar, a pesar de todo este tráfico -se alegró el dueño del Valhalla, un barbudo muy tatuado que parecía hecho para pilotar máquinas de dos ruedas, no de cuatro-. ¡Y lo mejor es que a los policías les está pasando milagrosamente lo contrario!

    - Porque los polis van en tortuga, y nosotros en bólidos -presumió la voz de Crowley a través de las radios de sus contrincantes-. ¡Última vuelta!

    - ¡Y encima nos piratea la radio! -rieron los universitarios-. ¡Qué raro es ese tipo!


    Poco después los pilotos aparcaron en la parte menos recomendable del Soho, destaparon las placas de matrícula y entraron en un local de alterne para saldar cuentas. En el escenario, un espectacular strip-tease merecía llevarse todas las miradas, pero el yuppie y el tatuado clavaron los ojos en Crowley acusadoramente:

    - ¡Ese Bentley no debería poder pasar de 80 millas por hora!

    - ¿De qué año es, 1933? ¿Qué le has hecho?

    - 1926: fue un prototipo anterior a la serie oficial -se enorgulleció Crowley-. Pero ya avisé de que estaba trucado, así que no quiero excusas. ¡Es hora de pagar la apuesta!

    - Tú ganas -se encogió de hombros uno de los universitarios, un niño rico acostumbrado a malgastar el dinero de papá.

    - Y el doble si nos explicas por qué en la última vuelta vimos dos policías montados en tortugas de verdad -añadió el otro jovenzuelo.

    - Magia -bromeó la dueña del local, sirviendo las bebidas que había encargado el ganador-. ¿Esas tortugas cabalgaban sobre elefantes?

     Los demás rieron la ocurrencia, pagaron la apuesta y se instalaron en la mesa más próxima al escenario, donde otra stripper iniciaba el siguiente número. La gerente se llevó aparte a Crowley:

     - Oye, ¿es tu Bentley el que está detrás de las noticias de la M25? No puedes ser tan…

    - ¿Malo? Oh, sí lo soy, Sastra. Excepto una vez que un santurrón intentó cambiarme, ¿y para qué? ¡Al final me dejó tirado!

    - No me llamo Sastra. Oye, siento lo de ése...

    - No importa. Así ya no perderé el tiempo por nadie más -apuró su vodka y pidió otro-. ¡Lo mío es correr, beber y divertirme!

    Ella se encogió de hombros mientras le rellenaba la copa. Los desengaños no eran la alegría de la huerta, pero al menos le proporcionaban clientela.

    - Bueno, mientras no me busques problemas con la pasma… ¿Los que alucinan con tortugas son mayores de edad? No los habrás drogado para ganar, ¿verdad?

    - Sí. ¡No! A ver, vayamos por partes: sí, son mayores de edad, los muy vagos deberían haber acabado ya la Universidad. Pero no van drogados, sería aburridísimo ganarles así. Oye, ¿a ti por qué te importa lo que esnifen en el parking?

    La gerente torció el gesto, pero su joven ayudante la retuvo:

    - Gracias, jefa, pero no hace falta que…

    - Sí hace falta, Cindy. Sé lo que había tomado el que atropelló a tu familia -replicó la propietaria, mientras Crowley intentaba ahogar en vodka una molesta punzada de compasión.

    - Entonces le interesará saber que a quien hay que expulsar de aquí es a este individuo -intervino una voz de mujer desde la entrada. Con una mano sostenía una bolsita repleta de sospechosas pastillas de colores. Con la otra señalaba a un tipejo de aspecto huidizo, que intentaba librarse de las garras de un tercer intruso: un caballero maduro de aire extrañamente escalofriante.

    La dueña del local sopesó a la mujer y al caballero con ojo crítico. Había en ellos algo furtivo y autoritario al mismo tiempo.

    - ¿Policía secreta? Si me permiten invitarles a tomar algo…

    Crowley se quitó las gafas oscuras para examinar a los intrusos y maldijo al reconocer sus caras y sus auras:

    - Sí, eso es, Scotland Yard. Los conozco, yo me encargo. Pero primero… -volvió a ponerse las gafas y chasqueó los dedos: sin que los demás lo advirtieran, varias botellas volvieron a llenarse. En la mesa del escenario, los modales de los pilotos suicidas parecieron serenarse, como si alguien les hubiera quitado de las venas el alcohol que acababan de tomar: así sería menos probable que atropellaran a la familia de nadie. Le dejó la cuenta a ellos y gruñó:

    - Ni Cindy ni nadie encontraría mejor jefa que tú, Sastra. Sé bastante sobre jefes.

    Después empujó a los recién llegados hasta el exterior, siseando con furia:

    - Hastur, Shax, ¿qué significa esto? ¡Ya no trabajo para el Infierno!


Soy un bólido que avanza como Lady Godiva,
¡Vamos, vamos, ya no hay quien me pare!


 (CONTINUARÁ...)


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