12 abril 2012

Impotencia contra la nada

- ¿A ti por qué te han enchironado?
- Dicen que maté a un tio en una gasolinera. Y qué va.
- Ya, claro.
- Je. ¿Y a ti?
- Oh, por trincar 20 millones en un banco.
- Fiu. Pero no lo hiciste, claro.
- Je, je, por supuesto que no, je je. Oye, tú, el nuevo: ¿a ti por qué te han metido aquí?
- Por no hacer nada.
- ¡Jaja! Otro de los nuestros. Siempre somos inocentes, ¿eh?
- No, no, sí que lo hice. Soy culpable. De no hacer nada.

No se extrañen los funcionarios de prisiones si dentro de un tiempo sorprenden esta conversación entre algunos de sus presos. Al menos, de prosperar la reforma del Código Penal que pretende Jorge Fernández Díaz, ministro de Interior.

No lo pongamos todo en el mismo saco: hay partes de esa reforma que, si bien puede debatirse si son necesarias o ya las cubre el Código actual, son fácilmente comprensibles. Incitar a la manifestación con violencia debe ser un delito, sea la convocatoria por teléfono, por buzoneo o a través de Facebook: creo que incluso los que la generan estarían de acuerdo en eso. Lanzar objetos peligrosos, destrozar establecimientos comerciales, o amenazar a la policía tampoco es de recibo. Aunque aquí comienza el ministro a pervertir el lenguaje en su borrador: "amenazar o intimidar" no es lo mismo que "atacar", de la misma forma que robar y matar son cosas diferentes. Lo digo porque esas dos formas de increpación las quieren hacer pasar a formar parte de "las modalidades de acometimiento", y el acometimiento es el ataque violento contra un policía. A no es B, por mucho que se cambien las leyes.

Pero lo grave es, precisamente, la calificación como delito (de atentado contra la autoridad) la resistencia pasiva ante las fuerzas de seguridad. ¡Con penas de hasta 6 años de cárcel! Y es grave por dos razones: la primera y más evidente es que se criminaliza la respuesta más "blanca" que pueden dar los ciudadanos ante el descontento con sus políticos (recordemos una vez más que los políticos son de los ciudadanos y no al revés). Es decir: no hacer nada en medio de la calle es delito, especialmente si lo haces como protesta. ¡Alerta con estos delincuentes!



Por supuesto, por Martin Luther King y Ghandi pedirían poco menos que la perpetua. Vamos a necesitar una prisión más grande. Vete a saber, quizás es la intención del ministro: la fiebre del ladrillo, pero esta vez con alambradas. "Y no cierren ustedes la Modelo de Barcelona, que la van a necesitar de nuevo". Me gustará ver los planes de reinserción que se aplican a estos "criminales". O no.

Lo que denota esto es un enorme problema de inseguridad, pero no ciudadana, sino política. El ministro se siente impotente ante la respuesta no-violenta de la sociedad ante los desmanes que sufre día sí y día también-pero-dos-tazas. "La gran lacra de este país ya no es el terrorismo: son sus dirigentes y sus alternativas", eso están gritando las redes sociales, y transfiriéndose a la realidad en forma de 15-M y similares. Es fácil cargar contra los violentos, pero ¿cómo defiendo que tengo la razón contra los pacíficos? Cogemos el diccionario de historia y redefinimos a Franco, y cogemos el diccionario de la RAE, lo combinamos con el Código Penal (papá siempre te dijo que mezclar es maaaalo) y redefinimos "delito". "No future!", clama el pueblo. "Obey", responde el gobierno.

Se trata de una gran falta contra la proporcionalidad, un principio sin el cual no puede haber justicia. No estamos volviendo al franquismo: estamos volviendo más atrás del "ojo por ojo y diente por diente", y eso es un retroceso de 2772 años... Y me preocupa, porque la segunda razón por la que esto es grave, y tal vez la he leído menos en los espacios que comentaban la noticia, es que es una invitación, una carta abierta a excederse, a la violencia: "si tanto manifestarme sin violencia como con ella es un delito, y voy a ir igualmente a la cárcel, ¿por qué contenerme?".

Es posible que ese borrador no sea más que un globo sonda de la absolutista mayoría que nos gobierna. Un aviso para navegantes. O una cortina de humo. En ninguno de esos casos es menos indignante, y sólo un poco menos lesivo contra los derechos de los ciudadanos y contra las obligaciones del buen gobernante. Pasamos a Defcon 3.


- ¿Pero cómo que no hiciste nada?
- ¡Y lo volvería a hacer!

11 abril 2012

Viejo amigo (II)

 
   - Son curiosos los recuerdos, ¿verdad?
   Le había visto antes. Llevaba todo el día intentando recordar dónde o cuándo, pero Kory creía haber visto antes a este hombre, a éste "Doctor". Estaba bastante segura de no haberlo conocido en persona, pero ¿quizás en algún artículo de prensa, o en la televisión? Claramente era un experto de algún tipo en emergencias, puede que miembro del MI5, o de alguna organización  incluso más secreta... Cada vez que intentaba precisar el recuerdo, éste se desvanecía.
   El Doctor dejó de mirar distraídamente por la ventanilla y clavó sus ojos en ella:
   - Muy curiosos. Una nube eléctrica moldeable y fácilmente subvertible a la que confíamos toda nuestra existencia. Aunque yo nunca me alejo demasiado del instinto; más aburrido, pero útil, a la larga.
   - Yo te he visto antes, ¿verdad?
   - Voy y vengo -dijo sin darle demasiada importancia. Pero una parte más de la atención de aquel Doctor se había apuntalado claramente detrás de su mirada: esto le interesaba. Kory notó también una fracción de orgullo cuando preguntó-. Suelen olvidarme, pero puede que alguna vez se haya escapado alguna foto.
   - ¡Lo sabía!
   - Pero hace mucho. Olvidáis muy rápido, los humanos.
   "Los humanos". Cierto, el Doctor le había dicho que aunque lo parecía él no lo era; le había dejado escuchar sus dos corazones para demostrárselo. ¡Dos corazones!

   Una voz anunció que no habría paradas en las siguientes tres estaciones.
   - Nos bajamos aquí -susurró el Doctor al oído de Kory cuando se levantó de su asiento.
   - Ha dicho que no para hasta Clovington -respondió ella.
   - Nos bajamos aquí -repitió él yendo hacia el siguiente vagón. Kory le siguió: vio que volvía a sacar, discretamente, su aparato chillón, aquel "destornillador sónico", y  lo aplicaba por un momento sobre la puerta de un compartimento reservado a la tripulación. Aquello era poco más que un armario sobredimensionado.
   - ¿Vamos a bajarnos en marcha?
   - No exactamente. ¿Recuerdas lo que te he dicho sobre los recuerdos? -mientras hablaba, iba manipulando diminutos controles en el mango de su destornillador-. La materia es tan subvertible como la memoria; o casi. ¡Entre los átomos es todo hueco! Sólo hay que encontrar el punto ideal... hacerlo vibrar en la longitud de onda correcta... y por supuesto desviar el exceso de velocidad relativa hacia el suelo, probablemente en forma de calor, sí.
   - ¿Cómo?
   El Doctor se abrazó a ella, activó su destornillador y una nube de papeles llenó el compartimento. Pero ellos ya no estaban allí.
   - El... el tren ha...
   - Nos ha atravesado, sí. ¿Estás bien? Sí, estás bien. Así que no hay nada por lo que preocuparse.
   - Pero, ¿cómo...?
   - Nos he anclado a una microgrieta, ni siquiera es un agujero, es más como un surco en el continuo espaciotemporal, pero alejado una pequeña fracción de la densidad material que nos rodeaba.
   - ¿Por qué?
   - Ya te lo dije.
   - No, no me lo has dicho.
   - Oh. Bueno, es que no suelo dar explicaciones. Tengo que ver a un viejo amigo, y necesito un transporte.
   Kory miró a su alrededor:
   - ¿Aquí? ¿En el túnel?
   - ¡No escuchas, niña! -el Doctor se había enfadado. Intentó que se le pasara rápido-. El surco: tengo que forzarlo, romperlo, rasgarlo. Hay algo en otro lugar distinto, en otra... realidad, que está conectada con lo que ocurrió anoche. Puedo ver lo que podría pasar y lo que no debería pasar, además de lo que pasa. En otras circunstancias esta línea de tren se clausura, y dentro de 6 meses esto se convierte en un almacén en el que guardan... mi transporte. Pero el momento vinculante pierde fuerza con cada hora que pasa, y estamos a punto de "perder el tren", por así decirlo. Así que -volvió a activar el destornillador-, abramos la puerta.

   Ésta vez el chirrido se fue haciendo más y más estridente, tremendamente penetrante, hasta que Kory tuvo que taparse los oídos. Pero incluso así seguía oyendo aquel sonido que se iba convirtiendo en un taladro. Kory cayó de rodillas mientras le empezaban a sangrar los oídos. El Doctor apretaba los dientes: soportaba mejora aquello, pero parecía que también le dolía.
   - ¡Doctor!
   - ¡Ya... viene!
   Y en efecto: el aire oscuro del túnel comenzó a rielar, a moverse con un brillo oscilante que fue tomando forma y cuerpo, y de repente, algo había aparecido de la nada. El Doctor apagó el destornillador.
   - Es una...
   - ...cabina telefónica de la policía británica. Hace tiempo que no se ven de estas por aquí, ¿eh? -entonces añadió con una sonrisa encantadora y feroz-. Y espera a ver el interior...

(CONTINUARÁ)