29 septiembre 2015

Análisis de "The Witch's Familiar"

Te doy la bienvenida a un nuevo acercamiento a algunas claves y temas que se desarrollan durante el último episodio de Doctor Who. En esta ocasión, las referencias a la serie clásica siguen siendo uno de los platos fuertes del análisis.

Cuando nos referíamos hace una semana al arranque de "The Magician's Apprentice", señalábamos que desde sus primeros planos estaba remitiéndonos al serial clásico "Genesis of the Daleks" (1976), algo que iríamos descubriendo posteriormente con la identificación de Davros y luego con la pugna filosófica entre él y el Doctor. Esta semana ocurre algo parecido: dejando colgado el cliffhanger del episodio anterior, nos encontramos a Clara colgada de un árbol, viva, junto a una Missy que le explica una vieja historia del Doctor. "Un clásico", nos dice metareferencialmente a los espectadores, indicándonos que se remonta a la etapa clásica de la serie. En un elegante blanco y negro, vemos por un instante al Cuarto Doctor (!) y al Primero (!!) antes de convenir que el Doctor es el Doctor, y que Capaldi nos puede servir lo mismo que cualquier otro para lo que a la anécdota atañe: lo que Missy nos está diciendo, lo que nos viene diciendo desde el capítulo anterior, es que hay elementos que definen al Doctor lleve la cara que lleve. Algo que la serie estuvo pugnando por definir durante toda la pasada temporada (trabajosamente a veces, como en "Deep Breath"), aquí se resume en unas pocas secuencias.

Pero a lo que íbamos: en ese flashback, de por sí una mini-historia con acción, suspense, humor, genialidad, heroísmo, un monstruo nuevo e incluso su propio cliffhanger, el Doctor salva la vida gracias a una casi milagrosa sincronicidad, captando la energía de los múltiples rayos que le acaban de disparar y aprovechándolos para recargar su teleportador robado y escaparse. Parecería algo que se mueve dentro de unos parámetros propios, que tiene valor por sí mismo. Y lo tiene: su función dentro del episodio es volver a dejarnos claro uno de los aspectos clave del Doctor, además de su genialidad: su optimismo. Pero no es el único: cuando el episodio vaya avanzando y encontremos a nuestro héroe en graves apuros, se encenderá la chispa de la conexión con otro episodio en el que una milagrosa sincronicidad acabó felizmente y en el que alguien trató de absorber la energía de todas las regeneraciones que le quedaban: "Mawdryn Undead" (1983), el capítulo más timey wimey de toda la temporada de celebración del 20º aniversario de la serie. Allí, Mawdryn quiere las regeneraciones del Doctor para que él y su equipo, ladrones de tecnología gallifreyana, dejen de renovarse eterna, dolorosa e incompletamente y puedan morir, y aquí Davros simula estar muriéndose para robar el secreto gallifreyano de la regeneración y renovarse a sí mismo y a sus criaturas.


No obstante, entre unas cosas y otras nos hemos ido del principio al final, y queda mucho más que decir sobre "The Witch's Familiar" (¿o debería ser "The Bitch's Familiar", como Missy dice que el Dalek Supremo la conoció en un enfrentamiento pasado?). Vayamos al título: por una parte, tenemos el paralelismo con el capítulo anterior: si allí convenimos que el aprendiz de brujo eran tanto Davros como el Doctor (e incluso ahí teníamos una pista sobre el plan de uno y sus consecuencias con la intervención del otro: recordemos la multiplicación sin fin de escobas), ¿quién es aquí la bruja y quién el familiar? Ya explicábamos ayer que los familiares de las brujas eran espíritus en forma animal con los que estaban en comunión, sus gatos, ratas y sapos, que utilizaban para llevar sus maleficios y espiar a sus vecinos. Así era en los cuentos antiguos y lo recuperan hoy juegos de rol como Dungeons and Dragons o Pathfinder (véanse las clases de Wizard y Witch) e incluso de superhéroes como DC Heroes (con su poder "Eye of the Cat"). Y en ese sentido el familiar de la bruja es Clara, utilizada como mascota para permitir a Missy entrar al centro de mando de los Daleks. En un submundo de Skaro al que ya habíamos bajado en el pasado, sobre todo en Genesis of the Daleks"; pero recordemos que este es un nuevo Skaro, el Séptimo Doctor hizo que Davros volara el planeta original en "Remembrance of the Daleks" (1989), aunque la novela War of the Daleks dijo que aquello había sido un planeta señuelo. Es posible que Skaro no fuese destruído entonces y sí lo fuera más tarde, quizás durante la Guerra del Tiempo. Afortunadamente, en cualquier caso, esta vez no tenemos Ostras Gigantes de Porexpán ^_^U pero sí proto-daleks que parecen salidos de la película de Mario Bros (1993).

Pero también encontramos una referencia de pasada a que Missy (puede que cuando aún era el Amo, o tal vez incluso antes) tuvo una hija, un dato absolutamente novedoso que nos vuelve a retrotraer a ese momento anterior al primer episodio de la serie, esa terra incognita en la que casi nadie ha querido bucear en televisión y de la que incluso en el universo expandido de novelas, audiodramas y cómics han tratado de puntillas. Sabemos algunas cosas de la infancia del Doctor ("The Time Monster", 1975; "The Movie", 1996; "Listen", 2014, y novelas como The Eight Doctors, 1997 o Unnatural History, 1999), y algunas pocas más sobre su juventud ("The Deadly Assassin", 1976; "The Invasion of Time", 1978; novelas como Cold Fusion, 1996; Lungbarrow, 1997 o Divided Loyalties, 1999), pero casi nadie se había adentrado en ese tramo del Doctor y el Amo adultos antes de abandonar Gallifrey, y estas semanas estamos recibiendo algunos datos inéditos. Y dado el mote de Missy en su enfrentamiento con el Dalek Supremo, ella sería literalmente "the Bitch's familiar".


Lo que nos lleva a hablar de Davros. A mitad del episodio tenemos una divertida persecución que no lleva a ninguna parte (alguna vez tendremos que discutir los campos de fuerza que dejan pasar a la gente, este capítulo tiene varios y no es la primera vez), algo muy típico del segundo o tercer capítulo de los seriales clásicos, pero que en este caso nos deja el icónico momento del Doctor en la silla de Davros ("admitámoslo: todos habéis tenido justo esta pesadilla"). Después de eso empieza la trampa del creador de los Daleks, dándole al Doctor lo que cree que éste quiere, dejándole ser quién es, bajando sus defensas: Davros se nos ablanda, se nos vuelve cercano, digno de compasión, implora al Doctor que no deje de buscar a los suyos. E incluso cuando luego descubrimos que todo ha sido una trampa para conseguir su energía regenerativa, nos queda la duda de saber cuánto de todo aquello era cierto. Porque realmente Davros estaba conectado con todos los daleks del planeta, así que es probable que, de verdad, se estuviera muriendo. Por cierto, una conexión, esa de Davros y los Daleks, que recuerda a la primera aventura de estos, "The Daleks" (1963-4), cuando no podían dejar de tocar el suelo porque les transmitían la energía para moverse por contacto con él.

Y Davros da a entender que quizás el Doctor huyó de Gallifrey por haber tenido algo que ver en la creación de una raza híbrida entre las dos especies. No encaja con lo que sabemos: ese tipo de experimento parece más relacionado con lo que haría la Rani, y el Doctor pareció descubrir a los Daleks por primera vez en 1963. Aunque el Doctor miente, ya lo sabemos. Pero, por otro lado, algo de esto sí que hemos visto: un híbrido de dalek, humano y señor del tiempo apareció en "Evolution of the Daleks" (2007), y ahí sí tuvo que ver, y mucho, el Doctor.

¿Cuánto da de sí la energía regenerativa robada al Doctor repartida entre tantos seres? ¿Qué significará eso para los encuentros futuros de nuestro protagonista con sus archienemigos? ¿Y qué precio le ha costado: apenas una pierna o unos cuantos centímetros en el futuro, o se ha reducido su ciclo? ¿De cuántas regeneraciones era esta vez, de todas formas? Enigmas sin respuesta, pero que plantean un marco futuro emocionante y abierto. Los enigmas sin respuesta que amplían el número de historias a contar siempre son interesantes.


Y eso nos lleva a un final hacia el que tengo que expresar unas cuantas reticencias: Clara Oswald de nuevo metida en un dalek (como su versión alternativa Oswin en "Asylum of the Daleks", 2012 o ella misma en "Into the dalek", 2014) es una situación que podría haberle servido al personaje para establecer puentes con su pasado, pero no se hace, se deja si acaso en manos del espectados. Quejarnos de lo que no ocurre, de todas formas, no tiene demasiado sentido: sí quiero quejarme del uso tramposo que se hace del modulador de voz del dalek, porque incluso entendiendo que no pueda comunicar su propio nombre, al carecer ellos de uno, o expresar sentimientos, hay muchas de las cosas que dice Clara que no deberían ser un problema para que un dalek las comunique: cosas como "soy yo", "estoy aquí dentro", "me ha metido ella"... El objetivo es llegar a "piedad" (cf. "The Big Bang", 2010, sweeties), pero el camino está torpemente trazado.

La segunda reticencia es que ahora parece que la TARDIS tiene dos sistemas de defensa llamados  HADS: conocíamos uno que desplazaba la nave a una localización segura cuando se encuentra bajo ataque ("The Krotons", 1968; "Cold War", 2013), pero el de este episodio, activado el anterior, lo que hace es dispersar la TARDIS (o al menos su caparazón exterior, ya que su campo de fuerza se mantiene) alrededor de la zona del impacto. Un HADS es Hostile Action Displacement System y el otro Hostile Action Dispersal System, pero parece un poco confuso y especialmente "lohizounmaguesco".

Para acabar, tenemos las "gafas sónicas". Me alegré cuando el episodio anterior el Doctor decidió deshacerse de su destornillador, al menos por un tiempo, porque sin varita mágica los guionistas están obligados a centrarse más en la historia sin soluciones de última hora en las que no han tenido que pensar (el súmmum de esta clase de anticlímax es en "The Power of Three", 2012). Unas gafas sónicas parece que vuelva a llevarnos al mismo punto de partida: admito que a nivel estético puden dar juego al Doctor rockero con el que tan a gusto parece estar a veces Capaldi, pero no creo que tengan un aire lo suficientemente distinguible para evitar que, pronto o tarde, vuelva nuestro destornillador.


Eso es todo por hoy. La semana que viene, agua y fantasmas. Y algo me dice que tendremos que hablar de cierta historia victoriana del Séptimo Doctor... Hasta entonces, ¡sed buenos y no desintegréis Skaro!

28 septiembre 2015

MdT: Un Acto de Venganza (I)

UN ACTO DE VENGANZA



  Por Mari Nieves Gálvez y Falco X

(Océano Atlántico, 300 millas al Suroeste de las Islas Azores. 
Febrero de 1589)

   El veterano funcionario Gil Pérez lo sabía. Tarde o temprano, tenía que suceder. Después de tantos años cruzando el océano por las rutas de los galeones cargados de oro de las Indias, había llegado el día más temido de su vida.

    -¿Estáis seguro, capitán Ordóñez? -preguntó con resignación.

  -Eso me temo, excelencia -contestó el interpelado-. Un velero inglés de gran tonelaje y varios cañones por banda. ¡Corsarios, sin duda!

  -El inglés es al oro como la polilla.

  -Pero ¡nosotros no llevamos oro! -intervino el contramaestre, extrañado-. Sólo pasajeros y documentos…

  -…importantes, sí -le atajó Gil Pérez con serenidad. Había sido soldado; la vejez había menguado sus fuerzas, pero no su temple-. Podemos valer un buen rescate. Y conociendo la red de espionaje y traición de esa gente, tened por seguro que lo saben. En fin, tendremos que emplearnos a fondo.

  -Haced que los galeotes redoblen su esfuerzo a los remos -ordenó el capitán a su segundo-. Y vos, contramaestre, dad la orden de desplegar todo el velamen. 

  -¿Con este vendaval? ¡Podríamos desarbolar nuestra propia nave! Sólo a media vela aguantaríamos…

  -A media vela nos alcanzarán en una hora; y entonces sí que nos desarbolarán, pero a cañonazos -fue la seca respuesta del capitán: ¿cómo osaba aquel oficial contradecir sus órdenes?-. Nuestras galeras son superiores sólo cuando hay calma chicha, porque tenemos remos y ellos no. Pero hoy, con este viento, poco podemos hacer contra la velocidad de ese velero inglés. Hemos de jugarnos el todo por el todo. Lo contrario sería poco menos que entregar el barco. ¡Moveos!
   
  Maese Gil Pérez asintió ante la temeraria decisión y aguardó hasta que el capitán Ordóñez y sus oficiales se marcharon a ejecutarla. Después se dirigió a alguien que, a pesar de su juventud, ya era su hombre de confianza:

  -No podemos competir en velocidad. Sólo ganar algo de tiempo.

  -Lucharemos, señor -le animó el joven-. Por cada baja nuestra sufrirán ellos diez; os doy mi palabra.

  -Habláis con bravura -Gil Pérez miró con paternal condescendencia al joven oficial-. Pero os necesito para otra misión más urgente. Y vital para la Corona.

  -¿Qué debo hacer, señor? -el militar se cuadró y esperó órdenes: todo en él desprendía un aura de eficacia y honradez. 

  -Sé lo que buscan -maese Gil escribió rápidamente una misiva, la dobló y la selló con lacre, para sorpresa de su subordinado: ¿a quién podía pretender enviarla en mitad de la nada, en alta mar?

  -¿Quieren robarnos documentos confidenciales? ¿Secuestraros a vos? 

  -Algo más importante que todo eso -Gil Pérez abrió la puerta del camarote, comprobó que en el exterior no hubiese nadie lo bastante próximo para escucharle y volvió a cerrar, bajando la voz-: un secreto vital para la Corona española. Escuchadme bien, pues juré no revelar esto a nadie; pero no tengo elección.

  -Seré digno de vuestra confianza, señor.

  -No lo dudo. He de permanecer aquí montando guardia, pues soy el único que sabe cómo proteger el secreto -su hombre de confianza intentó protestar, pero el anciano le detuvo con un gesto-. Respetarán mi vida, ya que saben que sin mí no tienen nada; si están aquí, es porque lo saben. Y vos habréis de partir de inmediato, pues vuestra fuerza y valor os hacen mucho más apto para liderar la ayuda, que no mis pobres huesos viejos...

  -¿Partir? -la mirada del oficial pasó de su interlocutor al ojo de buey, a través del cual sólo se podía divisar la desolada inmensidad del océano-. ¿A dónde? Es imposible…

  -Ése es el mayor secreto de España, buen amigo -sonrió misteriosamente el funcionario, escribiendo en el exterior del legajo un nombre que mostró al militar-. Escuchadme bien: veréis maravillas que os parecerán obra del diablo, pero son de Dios y de nuestro Rey. A nadie habréis de hablar allí, sea quien sea; excepto a este hombre y a la mujer que le sirve. Y una vez estéis en su presencia, esto es lo que habréis de hacer…
   
* * * * * * * * * *

(Madrid, 1570)

  “Padre, sé cuándo llegará mi muerte. Lo he descubierto en los archivos del Ministerio”.

  El veterano miró al muchacho con gravedad. La preocupación brillaba en sus ojos.

    “¿Cómo decís?”

  “Como oís...“ El joven bajó un momento la vista, avergonzado. “No sé si hice lo que no debía al consultarlos. Pero ahora sé cuándo me llamará Dios a su lado”.

  "Ningún hombre debería tener tal conocimiento”, fue la respuesta del viejo soldado; había pesar en sus palabras. “Lamento que llevéis esa carga... mas debéis afrontarlo con valor y entereza, hijo mío”. 

  Ardía en deseos de preguntar algo más, pero dudó. Quizá sería mejor no saberlo…

  "Mi final será en el año 1603” le informó el joven, como si hubiera adivinado su muda pregunta. El padre intentó interrumpirle, pero ya era tarde. “Seré destinado a Flandes...” 

    "¡Basta, hijo!”
   
  Alonso de Entrerríos despertó sobresaltado. El corazón le latía como si estuviera en medio de un combate. Otra vez el mismo sueño. Desde hacía tres noches. Comenzaba a preocuparse.

  -Pero mi hijo no sabe nada del Ministerio -recordó con alivio-. Y difícilmente llegará a saberlo: quiere unirse al Tercio. Vamos, Alonso… ya estás viejo para hacer caso a estas tonterías. Sólo es un maldito sueño.
  
* * * * * * * * * *
   
(Oficinas del Ministerio, 2015)

  -Para haber sido padre un solo día en tu vida, quizá te preocupas demasiado -se burló Julián, subiendo la escalera helicoidal-. Ya es mayorcito y sabe defenderse.

  -Dejadme en paz, ¿queréis? -gruñó Alonso, aunque en el fondo agradecía la preocupación de su compañero. El uniforme de rayadillo le molestaba tanto como el recuerdo del pegajoso calor de Cuba; ardía en deseos de cambiarse.

  -Déjalo ya, Julián -susurró Amelia, mirando inquieta a su alrededor: por fortuna, aún estaban lejos de cualquier otro funcionario-. Alonso tiene razón: lo último que nos conviene es mover ese asunto. Especialmente, en este lugar.

  -La culpa es suya, por sacar el tema -se encogió de hombros el enfermero, acelerando el paso-. Volviendo a la misión: Carlos Climent Garcés se niega a trabajar para el Ministerio. Dice que está muy a gusto en la guerra de Cuba y ahí se va a quedar.

  -Pero ¿le explicaste lo que dijo Salvador? -Amelia se detuvo en el último rellano, alarmada-. Es capaz de borrarlo de la Historia. Su inscripción en el ejército, reconocimientos, honores, derecho a pensión… quién sabe, cualquier documento o propiedad a su nombre… ¡lo puede perder todo!

  -Sí, pero ni por ésas -Julián abrió los brazos en un gesto de impotencia-. Dice que sus compañeros son como una familia, sobre todo Eloy Gonzalo, y no los piensa dejar tirados. De ahí no se mueve. Y yo no lo voy a enrolar en el Ministerio a la fuerza: ya sé lo que es eso. Ni de coña.

  -Qué gran injusticia -rugió Alonso por lo bajo; comprendía mejor que nadie cómo una patrulla podía convertirse casi en una familia-. Después del heroísmo que ha mostrado, recogiendo heridos bajo el fuego enemigo, con riesgo de su vida…

  -Al menos no le han amenazado con encerrarlo en un manicomio -resopló Julián lúgubremente, reiniciando la marcha-. Pero sí: es una cabronada.
   
  El problema fue explicárselo a Salvador y Ernesto. Todavía estaban debatiendo el espinoso asunto cuando sonaron dos golpecitos en la puerta del despacho.
  Angustias entró con extraña brusquedad. Sin esperar a que el subsecretario la invitara a pasar, como siempre. Pero además parecía alarmada.

  -Angustias, por favor -protestó Salvador-. ¡Estoy reunido!

  -Siento interrumpir, pero hay un joven que desea hablar con usted. Dice que es muy urgente.

  -Por favor, un poco de paciencia, que parece usted nueva -su superior parecía realmente molesto-. No creo que vaya de cinco minutos…

  -Él dice que sí. Una de nuestras puertas ha caído en manos del enemigo.

  Salvador y Ernesto cruzaron una mirada de alarma. Por fin comenzaban a tomarla en serio.

  -Está bien -resopló el subsecretario-. Hágalo pasar. 

  -¿Cómo se llama ese joven? -inquirió Ernesto, con su habitual aire de sospecha.

  La mirada de Angustias pasó de Amelia a Julián, y de éste a Alonso. Parecía dudar. Salvador carraspeó, incómodo: comenzaba a impacientarse.

  -Dice llamarse… ahí está lo extraño -Angustias tragó saliva, miró a la patrulla con aire de disculpa y reunió valor para continuar-: Alonso de Entrerríos.
   
  Alonso, Amelia y Julián se miraron espantados, sin saber cómo reaccionar. Ese silencio fue lo que los salvó; al fin y al cabo, Ernesto y Salvador también habían enmudecido, abriendo unos ojos como platos. Antes de que ninguno de los presentes pudiera intervenir, el hijo de Entrerríos entró en el despacho. Miró con extrañeza a los dos hombres de la patrulla de Amelia, pero sólo hizo una pregunta: 

  -¿El subsecretario Salvador Martí?

  -Soy yo -el gesto adusto de Salvador hizo temblar a la patrulla-. ¿Qué significa todo esto?

  -Me envía maese Gil Pérez, señor. Su nave está en peligro.

  -¿Cómo sabemos que podemos confiar en usted? -le espetó tranquilamente el subsecretario-. Ni siquiera sabemos quién es realmente. ¿Conoce a estos hombres?

  El hijo de Alonso miró por un momento a su padre y a Julián. A éstos se les hizo un nudo en la garganta.

  -No, señor -contestó el joven sin dudar. Sólo su padre supo detectar algo oculto en su expresión: rigidez, disciplina. Mentía siguiendo órdenes de alguien más. 

  -Usted no está autorizado para entrar en este Ministerio -interrumpió Ernesto, mirando escrutadoramente a ambos Alonsos mientras intentaba atar cabos.

  -Según maese Gil, no hay otra opción -el joven entregó la misiva lacrada al subsecretario, cuya expresión se suavizó al abrirla y reconocer la firma de Gil Pérez-. Traigo noticias muy graves. 

  -¿Cómo de graves? -inquirió Ernesto, con tono duro y frío.

  El subsecretario Salvador leyó el mensaje y lo resumió en dos terribles palabras:

   -Francis Drake.
   
* * * * * * * * * *


(Galeón de Gil Pérez, 1589)



  -Si pensabais que os iba a resultar fácil tomar un navío español, Sir Drake, es que sois aún más necio e inculto de lo que ya me imaginaba que seríais -sonrió Gil Pérez, hablando en perfecto inglés. 

  El funcionario español se encontraba en su camarote, junto con Francis Drake. No había nadie más allí, pero fuera aguardaban dos marineros ingleses vigilando la puerta. Y ni los marinos ni Drake estaban precisamente de buen humor. 

  La batalla no les había resultado tan fácil, tan, como decía Drake “un simple paseo”. De los cien ingleses que les habían abordado, sólo quedaban treinta en pie; en cambio, de los setenta españoles que había a bordo del barco, veinte habían sobrevivido, y sólo habían sido desarmados por la intervención de un segundo navío del almirante Drake. 

  Aun así, los ingleses estaban nerviosos. No eran tantos, ni los españoles tan pocos, como para asegurarse el control del galeón. Drake temía que decidieran volver a luchar, así que había ordenado que las armas españolas fueran confiscadas o tiradas por la borda. 

  -Mantened la lengua bajo control, español, u os la cortaré –amenazó el pirata-. Y ahora me daréis lo que busco. 

  -Esta nave no pertenece a la flota de Indias, Sir Drake –respondió Gil Pérez. Se haría el tonto, y de su boca no saldría ni una sola palabra sobre puertas del Tiempo-. No transporta oro ni riquezas. 

  -No es eso lo que estoy buscando –dijo Drake, frunciendo el ceño-. Y sé que conocéis de sobra el secreto que oculta este barco. ¿Creéis que no lo sabemos? Quiero la puerta del Tiempo, y la quiero ahora. 

  -¿La qué? Me temo que no sé de lo que habláis  -Gil Pérez empezó a juguetear con sus dedos, sin perder su exquisita cortesía, fingiendo no tener ni idea. 

  Drake dio un pisotón en el suelo, avanzó con furia y agarró al viejo funcionario por la casaca:

  -Entonces, vamos a refrescarte la memoria, ¿eh? -estaba empezando a perder los estribos, a la par que los modales: comenzaba a aflorar su verdadero temperamento de rufián.

  Lo arrastró hacia el armario del rincón. Una sombra cruzó la cara de Gil Pérez: la puerta aún funcionaba, y sólo había una cosa que podía inutilizarla. Tenía que jugar con el orgullo de Drake.

  -Me temo que te apresuras demasiado. ¿Tan nervioso estás? ¿Temes algo? –dijo el anciano, pasando a tutearle con descaro y moviendo un dedo como quien reprende a un adolescente-. No me extraña: todavía no has logrado doblegarnos. Este barco no es tuyo aún.

  -Además de viejo, tonto –escupió el pirata-. ¿No te das cuenta de que os hemos vencido?

  -Sí, dices eso, pero yo no veo que haya ninguna bandera inglesa en el mástil de mi nave. La Cruz de Borgoña sigue allí, y eso significa que este galeón es español. ¿En la zona del pabellón todavía resistimos? Aún no has logrado tomar todo el barco, ¿verdad?

  Drake se paró en seco. El rostro de Gil Pérez era como una piedra, sin expresión, pero por dentro se estaba riendo de él. La cara de Drake enrojeció: el español tenía razón. Pero eso se podía arreglar de una forma muy sencilla. El corsario ordenó a los dos guardias que estaban fuera que quitasen la bandera española e izasen la Cruz de San Jorge en lo alto del mástil. Poco más tarde trajeron la enseña capturada a Drake, que la cogió y la cortó en dos con su espada. Los restos de la bandera española cayeron al suelo del camarote.

  -Ahí tienes tu pabellón, hecho pedazos; y ahora este barco pertenece a mi Reina –se ufanó Drake-. Ahora volvamos a lo que íbamos. Abre ese armario.

  -Supongo que no tengo otro remedio -aceptó Gil Pérez, dándole la espalda al almirante inglés y avanzando hacia el mueble. Tuvo que esforzarse para contener una carcajada de triunfo. 

  Las puertas sólo podían funcionar en suelo español. Si el territorio dejaba de pertenecer a la Corona española, la puerta se desactivaba inmediatamente, para impedir que sus enemigos la utilizasen. Y ahora aquel barco era inglés. 

  El anciano abrió la cerradura, y Drake lo apartó de un empujón para mirar en el interior. Se encontró con un armario normal, vacío, sin nada fuera de lo común.

  -¡¿Qué has hecho con la puerta?! –bramó el corsario, a pocos centímetros de la cara de Gil Pérez, quien se limitó a encogerse de hombros.

  -Ya te he dicho que no sé de lo que hablas, Drake. A lo mejor es que tu obsesión con España te ha trastocado el seso, ¿no?

  El pirata estaba rojo de ira, y cada vez sentía más ganas de retorcerle el cuello a aquel viejo zorro. Aquello no iba a quedar así.

* * * * * * * * * *

(Oficinas del Ministerio, 2015)

  Fuera del despacho, Angustias miró alternativamente a Amelia y al joven que decía llamarse igual que Alonso. Los demás hombres continuaban reunidos con el subsecretario.

  -¿Eso ha dicho Salvador?

  -Sí -Amelia parecía realmente angustiada; pero no por el motivo que suponía el joven que la acompañaba. A pesar de sus esfuerzos, no podía evitar alguna mirada furtiva hacia la puerta acristalada que acababa de cerrar.

  -¿Tan grave es? -insistió la secretaria. Fiel a su costumbre, se había retirado discretamente tras dar paso al desconocido, antes de llegar a escuchar el final del mensaje para Salvador.

   -Mucho -afirmó el joven Alonso.

  -Lo siento, pero lo único que puedo hacer es continuar intentándolo -suspiró Angustias, colgando el teléfono, contrariada-. Es difícil conseguir línea con Spínola estos días. Ya tiene bastante que hacer en Flandes -la funcionaria bajó la voz y miró a Amelia con complicidad-. Perdona, pero ¿quién es…?

  -Dudo que ella os pueda contestar -se sorprendió el joven-. Nunca la he visto.

  Amelia asintió, aliviada: había conocido al hijo de Alonso en Lisboa, pero en extrañas circunstancias. Raptado en un camarote, dormido, sin sentido. Él no había llegado a verla siquiera. El secreto, por ese lado, estaba a salvo. 

  Sin embargo, la joven estaba a punto de tomar una arriesgada decisión. Podía costarle muy, muy cara. Pero también podía salir bien…
   
* * * * * * * * * *

  El veterano Alonso de Entrerríos se preguntaba cómo había podido prepararle Gil Pérez una encerrona como aquélla. Preferiría que se lo hubiera tragado la tierra.

  -Piénsenlo bien -insistió el subsecretario-. Ahora que nos hemos librado de ese joven por un rato, tal vez quieran hablar más claro: ¿le conocen?

  -Lo siento, pero no -respondió Julián, agradeciendo que su compañero estuviera demasiado perplejo para tomar la palabra a tiempo. La mentira y las "medias verdades" no eran la especialidad de Entrerríos, siempre tan puntilloso con el honor y tonterías por el estilo.

  -Se llama igual que Alonso… -Ernesto comenzó a sopesar una posibilidad extraña- ¿podría ser usted de joven?

  -No, señor -contestó al fin el soldado-. Lo recordaría. Además, yo no era así.

  -¿Algún familiar suyo?

  -Demasiado joven para que él lo sepa, ¿no? -se adelantó nuevamente el enfermero, eligiendo cuidadosamente sus palabras-. Si viene de la época de Gil Pérez… ¿cuándo fue eso? La Invencible. Unos dieciocho años después de que desaparecieras de tu tiempo, ¿no, Alonso?

  -Se lo he preguntado a él, no a usted -cortó Ernesto secamente. No confiaba en Julián: durante la misión del Lazarillo en Salamanca ya había comprobado con qué aplomo era capaz de mentir. Su expresión se convirtió en la de un inquisidor-. ¿Ha vuelto a contactar con su familia desde que fue reclutado por nosotros?

  -Nunca supieron que continúo con vida -contestó Entrerríos, con tanta sinceridad como tristeza-. Estoy muerto para todos, sin excepción. Di mi palabra.

  Salvador cotejó la respuesta con los datos de la carta de maese Gil. Por más que lo intentaba, no estaba consiguiendo atraparles en ninguna contradicción.

  -Gil Pérez afirma que detectó al joven en la lista del galeón "San Juan", a causa de la coincidencia de nombres -leyó al fin-. Le puso a prueba y resultó ser digno de confianza. Pero lo que dice aquí tampoco puede confirmar ninguna relación entre ustedes. El muchacho afirma que su padre murió en combate, no ahorcado. 

  Julián se encogió de hombros, tan aliviado como su compañero de patrulla:

  -Entonces, todo aclarado, ¿no? 

  El subsecretario comprobó la edad que figuraba en la misiva. Por las fechas… 
  El corazón le dio un vuelco. Comenzaba a comprender la gravedad de lo que el Ministerio había hecho con Alonso. Con los dos Alonsos.

  -Eh… sí, Julián. Todo en orden -Salvador intentó ignorar las miradas acusadoras de Ernesto y Entrerríos-. Eso es. No parece haber ninguna relación.
   
  El sonido de unos nudillos en la puerta les interrumpió. El joven Alonso les abordó sin más ceremonias: 

  -Os recuerdo que hay problemas muy graves. Los ingleses están abordando un barco con una puerta del Tiempo y Spínola no contesta. ¿Han tomado ya vuesas mercedes alguna decisión? Con refuerzos o sin ellos, debo partir ya. No puedo esperar más.
   
  -Tenemos una patrulla disponible, si deciden aceptar la misión -replicó Salvador enigmáticamente-. Por cierto, la persona que debe tomar esa decisión ha estado todo el tiempo con usted.

  El hombre de confianza de Gil Pérez se volvió, siguiendo la mirada del subsecretario. Se quedó de piedra cuando vio, a su espalda, quién estaba al mando. ¿Una mujer...?

  -No me lo perdería por nada del mundo -sonrió temerariamente Amelia-. ¿En marcha, chicos?

  Julián y Alonso padre se levantaron como un solo hombre, encantados de volver a la normalidad. Les parecía un milagro no estar encaminándose al penal de Huesca.

   -¡A la orden!
(CONTINUARÁ...)





    

27 septiembre 2015

Opinión sobre "The Witch's Familiar" [spoilers]


Se pueden opinar muchas cosas sobre el capítulo de Doctor Who de esta semana, que completaba el precedente, "The Magician's Apprentice" (1 y 2); mi opinión, por ejemplo, es que es menos brillante. Pero lo que está claro es que cierra de manera lógica la historia que se presentaba, ofrece respuestas coherentes a cada uno de los enigmas que se planteaban (¿cómo podían haber sobrevivido Clara y Missy? ¿Y la TARDIS? ¿Qué ocurría con el Doctor?) y exprime sus 45 minutos para darnos de todo. Creo que ha quedado claro que el capítulo doble permite respirar a las historias (a las historias adecuadas) mucho más que el sencillo, desarrollando a los personajes y a las situaciones, y dejando que los actores exploren y jueguen, lo que no da sino más riqueza.

El núcleo de la historia sigue siendo el mismo que se planteó la semana pasada: la confrontación entre el Doctor y Davros. Una confrontación filosófica, pero también física e intelectual, un duelo de voluntades en el que cada uno ofrece sus defectos y se aprovecha de los del otro y el bando que representa, un enfrentamiento "definitivo"... aunque, por mucho que diga Moffat, dudo mucho que sea la última vez que veamos a Davros. Está claro que hubiera sido bonito que Davros se hubiera redimido al final, que su muerte frente a la salida del sol hubiera sido una victoria tremenda para el Doctor... Pero el Doctor no es un gran triunfador en este tipo de guerras: o pierde o, más a menudo, consigue victorias pírricas y por los pelos, en el último momento del tiempo de descuento y con una eterna segunda ronda a la vuelta de la esquina. El final real de la historia es menos bonito, pero es mucho más sincero con quién es su satánica majestad Davros, con quién es el Doctor y con quiénes son los Daleks.

Por otra parte tenemos a Missy y Clara en una aventura particular de supervivencia, en la que Missy hace un poco las veces de Doctor, aunque realmente ella sea la "bruja" del título y trate a Clara como su "familiar", aquel animal espiritualmente ligado a las hechiceras que usan como herramienta para llegar donde ellas no pueden y para que sean su voz y sus ojos. Prosigue por tanto con la  idea del episodio anterior de que Missy ve a los compañeros del Doctor y en general a los humanos como simples animales.

En el próximo artículo trataremos más en profundidad las referencias del episodio (desde "Mawdryn Undead", 1983, a "Asylum of the Daleks", 2012), sus errores y las dudas que plantea, pero quiero quedarme con dos momentos destacados que amplían la mitología de la serie. Uno es el dato, soltado casualmente por Missy, de que tiene o tenía una hija. El otro es menos relevante, pero es la maravillosa escena inicial, el cuento "clásico" (wink, wink) que le explica Missy a Clara y en el que aparecen, fugazmente, el Cuarto y el Primer Doctor, antes de convenir que, visualmente, sea "el de las cejas" (Capaldi). Una pequeña delicia en sí misma.

The Witch's Familiar completa una nueva incursión en territorio Dalek que deja un sabor de boca similar al de "Genesis of the Daleks" y "The Evil of the Daleks" combinados, pero que sobre todo sirven como muy buen arranque para la serie: Clara ya no es la ultraprotagonista de la temporada anterior, y la serie vuelve a recuperar la titularidad del Doctor. La acción y las sorpresas van de la mano al recuerdo del pasado de la serie, de manera relevante. Hay lugar para el humor y para la esperanza junto a las aventuras del loco que viaja en su cabina azul. Y todo un universo por explorar...

Las frases:
"Llevo 42 minutos en el corazón de vuestro imperio y ya es mío. Y ni siquiera he tenido que levantarme de la silla".

"- ¿Qué estás haciendo?
- Matar a un dalek. Soy una Señora del Tiempo: es nuestro golf."

"Los Cybermen suprimen las emociones. Los Daleks la canaizan... a través de un arma. Por eso no paran de chillar "¡Exterminar!", es como recargan".

"- Entonces, sólo hemos establecido un punto.
- ¿Cuál?
- Que no eres un buen Doctor".

El momento:
El Doctor en el vehículo de Davros. Breve y no lleva a ninguna parte (típica huida del capítulo 3 de la serie clásica), pero incónico y muy divertido.

23 septiembre 2015

Análisis de "The Magician's Apprentice"

Mi crítica inicial de Doctor Who: "The Magician's Apprentice" se centraba en la reacción emocional al capítulo. Pero como ya avanzaba ayer, hay mucho escondido en su estructura narrativa y en los elementos con los que juega, así que vamos a recorrer algunos de esos senderos que nos propone.

Empecemos, por ejemplo, por el título. A falta de ver quién es la bruja y quién su "familiar" del siguiente capítulo ("The witch's familiar", con el que este forma una pareja), podemos deducir que "el aprendiz de mago" de este episodio son tanto Davros como el Doctor. La historia original del "aprendiz de brujo" o "aprendiz de hechicero" viene de una balada de Goethe de 1757 sobre un mago que hechiza una escoba para que limpie por él el estudio de su maestro. Probablemente conocéis la historia por el poema sinfónico que compuso Paul Dukas en 1896 y que Disney convirtió en el centro de su película Fantasía en 1940: este episodio nos muestra a un Doctor que, sin saberlo, entrega tecnología y una serie de principios mal entendidos al joven Davros, que como el aprendiz del poema utilizará sin controlar plenamente con catastróficos resultados. Por lo tanto, lo más fácil es identificar a Davros con el aprendiz; pero resulta que, igual que le ocurre al aprendiz cuando intenta eliminar a su escoba, cada vez que la destruye no hace sino aumentar su número, lo que define perfectamente la situación del Doctor con los Daleks. 

Por cierto, que si el episodio no eligió el más convencional título de "The Sorcerer's Apprentice" es porque "magician" es como el Doctor admitió la temporada pasada que parecía en "Time Heist". Además, ya hay una historia de Doctor Who que se llama así: una novela del Primer Doctor escrita por Christopher Bulis y publicada en 1995 en la colección Virgin Missing Adventures.


Continuemos por el arranque del episodio, ese descenso de la cámara hacia un campo de batalla a pleno sol. Viene directamente del final del prólogo "The Doctor's Meditation" que estrenó la BBC hace algunos días tras las proyecciones cinematográficas de "Dark Water"/"Death in Heaven". Pero también nos enlaza desde el primer momento con el arranque de "Genesis of the Daleks" (1976), con su campo de batalla anacrónicamente disperso, su niebla, su muerte por doquier, y dónde el Doctor también será arrastrado contra su voluntad. Es la primera pista que nos situa en Skaro, pero hay otra, cuando el Davros niño (del que aún ignoramos la identidad) responde al Doctor que no entiende qué quiere decir cuando le pregunta en qué planeta están: y es que en "Genesis of the Daleks" estaba instaurado que la creencia en el planeta, a esas alturas de la guerra al menos, era que no había vida extraterrestre.

Las "minas mano", un nuevo añadido a la colección de pesadillas de la serie, enlazan muy sutilmente con el tema místico del título: nacido en Mesopotamia y habitual hoy en Oriente Medio y el norte de África, el símbolo de la mano con un ojo se conoce como Hamsa o Mano de María, y es un amuleto habitualmente empleado contra las maldiciones. 

Para cuando acaba esta escena pre-créditos (que en el contexto de "The Doctor's Meditation" es un flashback del Doctor explicándole a Bors por qué se esconde), la mitología de la serie ha dado un vuelco tremendo: si ya se nos había dado la noción de que el Doctor permitió la existencia de los Daleks (cuando no los mató en "Genesis") y que en su lucha constante contra ellos los había impulsado a buscar nuevas formas de perfeccionamiento, ahora directamente se nos dice que la existencia de Davros, su inspiración y quizás cierta ayuda técnica insospechada vino de parte del propio Doctor.


Tras los créditos iniciales se nos presenta a Colony Sarff ("sarff" es "serpiente" en galés), un temido sirviente de Davros que busca al Doctor por toda la galaxia. Le vemos en el Maldovarium del finado Dorium Maldovar, un bar con cierto aire a Mos Eisley donde, entre otras criaturas, hay un Ood, un Hath y un Sycorax. También en la Proclamación de las Sombras, desaparecida desde "The Stolen Earth" (2008), con el retorno de la Shadow Architect, y en Karn, planeta aparecido primero en "The Brain of Morbius" (1976), recuperado en el minisodio "Night of the Doctor" (2013), visitado por Capaldi en el primer prólogo de la temporada (donde entrega a la Madre Ohila el testamento que recibirá luego Missy) y donde, vemos, aún se esconde. 

En una breve escena de normalidad, tenemos a Clara dando clase y pronto movilizándose con UNIT. Es una Clara mucho más segura de sí misma, sin los problemas para compatibilizar sus dos mundos que sufría la temporada pasada, y que ha pasado a integrarlos directamente. En sus escenas con UNIT, se muestra como la más competente del equipo, especialmente ante una Kate Stewart que aparece quizás en su momento menos brillante hasta la fecha. Se situan sobre un mapa muchas de las aventuras del Doctor por el mundo, con especial significado de la mención de "tres posibles localizaciones de la Atlántida", en referencia al trío de incompatibles destrucciones del lugar en "The Underwater Menace" (1967), "The Daemons" (1971) y "The Time Monster" (1972). Sin embargo, en el primer caso se trata de una colonia en el siglo XX, en el segundo exclusivamente se menciona la destrucción y sólo en "The Time Monster" se encuentra el Doctor en la Atlántida. Las "tres posibles localizaciones de la Atlántida" conectan además con el audiodrama "Antidote to Oblivion" (2014) y "Scavenger" (2014), donde se dice que han existido varias Atlántidas, y con la novela "Transit" (1992) que especificó concretamente que hubo tres.

Missy se muestra un poco más estable que en su anterior aparición, canalizando en ocasiones a Delgado, Ainley y Simm. Sigue siendo una psicópata peligrosa, pero capaz de trabajar con alguien si lo necesita: no parece disponer de TARDIS, y la vemos trabajando con Manipuladores de Vórtice y quejándose de que detener el flujo del tiempo es casi lo máximo que podría hacer. Como nota secundaria, cabe recordar que el Amo ya atrapó a un avión en una trampa temporal en "Time-Flight" (1982). En su relación con Clara la intenta herir varias veces y se mantiene en sus trece, citando con envidia la amistad verdadera que tiene con el Doctor y dejando a los humanos con los que viaja a la altura de un perro de compañía. Y cita varios momentos inéditos de su pasado conjunto (uno de ellos, al menos, falso: mi apuesta es por el Doctor siendo una "niña", porque si se regeneró antes de ser Hartnell, nos descuadraría la cuenta que él mismo llevaba en Trenzalore. Lo que significaría que le robó la esposa al Presidente de Gallifrey).


En la escena de la despedida rockera del Doctor tenemos varios momentos, uno de ellos metareferencial con Capaldi tocando nada menos que la música de la serie en la guitarra eléctrica. Lo de "colegas" (dudes) es un homenaje a Bill y Ted (quienes también viajaban en el tiempo en una cabina telefónica). Hay menciones de pasada a los Doctores de Matt Smith y Tom Baker, al cambio de actitud (más humorística y juguetona) del Doctor actual, que Clara no acaba de reconocer (pero que como dice Missy, es algo típico de él), y a los abrazos como método para esconder el rostro. El Doctor está asustado, muy asustado, probablemente tanto como cuando su Undécima encarnación creía que había llegado su momento en "Closing Time" (2011): teme a Davros más que a ninguna otra criatura, aunque no siempre haya sido así, posiblemente a raíz de sus últimos planes de destrucción universal y de su reciente encuentro con su versión más joven.

Missy encuentra muy extraño que el Doctor viaje sin un destornillador sónico, pero el Amo ya se ha enfrentado al Doctor en esas circunstancias: entre "The Visitation" (1982) y "The Movie" (1996), el Doctor no usó destornillador, un período en el que se encontró con el Amo en varias ocasiones.


A partir de ahí, manda el encuentro entre el Doctor y Davros, con sus larga cadena de discusiones filosóficas, su historial como archienemigos: el Amo se ofende, con razón (en el libro La bendición de la muerte fatal defendimos que el Amo es su archienemigo y Davros su némesis), pero sirve para ponerlo en su sitio, dejándole ver que sabe tan poco de su Doctor como Clara. Recuperamos momentos de sus enfrentamientos con el Cuarto ("Genesis of the Daleks"), Quinto ("Resurrection of the Daleks"), Sexto ("Revelation of the Daleks") y Séptimo Doctor ("Remembrance of the Daleks"), además del Décimo ("The Stolen Earth"). Ambos personajes llevan mucho tiempo tratando de demostrarse que los modos y maneras del otro están equivocados, pero es una frase del Cuarto Doctor sobre un niño capaz de convertirse en un dictador la que dispara los acontecimientos. En la cadena de su enfrentamiento filosófico hay que incluír la reciente "Into the dalek" (2014), donde queda claro que no es un simple caso de que el Doctor sea bueno y los Daleks y Davros, malos, sino que hay maneras distintas de canalizar el odio y el miedo. El shock del cliffhanger final, por lo tanto, estriba en ver a un Doctor-Dalek dispuesto a acabar con el joven Davros, culminando del proceso iniciado en aquel capítulo (y de nuevo un homenaje a Peter Davidson y "Resurrection of the Daleks", donde el Quinto Doctor amenaza a Davros con un arma igual).

Hay otro tema subyacente que se menciona primero como una broma pero que tiene ecos a lo largo de todo el episodio: peces encerrados en un tanque. Especies encerradas en un tanque por miedo: los Daleks... pero también Gallifrey, atrapado a la desesperada por el Doctor.


Por último, mencionar Skaro, cuya ciudad está directamente inspirada en la del serial original "The Daleks" (1963-4) tanto en la arquitectura exterior como interior. Vemos Daleks de todos los tipos, clásicos y modernos, incluyendo algunos modelos raros como el Dalek Negro, el Dalek de Operaciones Especiales y uno de los Daleks del Nuevo Paradigma, y Davros nos recuerda que él no controla a sus criaturas (como él mismo ha tenido que recordarse en varias ocasiones). Sin embargo, resulta extraño que Missy y Clara sean desintegradas por las armas de los monstruos de Skaro: aunque no sería la primera vez, por lo general ese rayo deja un cadáver detrás, lo que apunta a que ni la una ni la otra están muertas.

¿Ganas de ver "The Witch's Familiar"? ¡En aumento!