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Una nueva explosión sacudió el edificio. Kory no sabía si se trataba de una explosión de gas o si Al-Qaeda había vuelto a atacar Londres, como años antes en el metro. Lo que sí sabía es que quedarse a ultimar facturas a aquellas horas en plena Navidad no era, definitivamente un buena idea.
Se alejó del ordenador sin apagarlo y, tambaleándose, se dirigió hacia el ascensor. Pensando en la posibilidad de quedar atrapada durante varios días, cambió de idea y escogió las escaleras. Las primeras 15 plantas fueron divertidas, le recordaba cuando de pequeña bajaba desde lo alto del colegio y, giro tras giro, el descenso parecía no tener fin. Luego vino el problema: las escaleras de la planta 4 habían desaparecido, se habían derrumbado por el hueco y no había manera de seguir bajando. Trató de abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. Forcejeó un par de veces... hasta que se produjo una nueva explosión.
Esta vez fue más fuerte, o tal vez más cercana. A Kory le pareció que el edificio empezaba a inclinarse un poco, pero quizás era cosa suya. Lo cierto es que comenzaron a caer trozos de barandilla, escalones y techo, algunos desde muy arriba. En aquel momento tenía miedo. No se atrevía a subir para probar la puerta de la planta superior.
- Socorro -murmuró apenas. No había motivo para gritar: estaba sola. Nadie iba a ayudarla.
Se apoyó contra la puerta cerrada, inquieta. Le pareció notar que del otro lado sonaba una especie de vibración extraña, aguda y temblorosa.
- ¡Socorro! -repitió, esta vez a pleno pulmón-. ¿Hay alguien ahí? ¡Estoy atrapada! ¡Por favor sáquenme de aquí! Soy Kory Parsons, de Magpie Electronics, estaba...
Con un clic, la puerta se abrió entonces. Al otro lado había un hombre de unos 35 años, de pelo negro, rostro bien afeitado, vestido con un traje oscuro. En la mano sostenía una especie de lapiz grueso de metal con una luz azul en la punta que en aquel momento se apagó.
- Ya estás a salvo, Kory Parsons -dijo el hombre con una voz profunda y carismática-. Ahora, te recomiendo que salgamos de aquí corriendo.
Algo debía haber chocado contra la parte superior del rascacielos, porque esta vez se sacudió intensamente. Quizas un avión, tal vez sí que era Al-Qaeda después de todo. Aunque, ¿lanzar un avión contra un edificio prácticamente vacío?
Kory y el extraño atravesaron corriendo las oficinas desiertas del Banco Escocés de Crédito Agrario y poco después salían a la calle. La gente gritaba y corría de un lado a otro. Coches incendiados, fuego en las casas, cristales rotos, cascotes, explosiones aquí y allá. Y un detalle en el cielo que Kory nunca olvidaría: una gran estrella que volaba por el cielo de Londres, lanzando descargas eléctricas desde sus puntas, provocando el caos y la destrucción.
- Esto no es seguro, Kory -dijo el hombre-. Será mejor que nos vayamos.
Apuntó con su extraña herramienta hacia un coche que estaba aparcado cerca. La luz se encendió brevemente, sonó aquel estraño canturreo mecánico y las puertas se abrieron.
- ¿Quién eres? -preguntó ella.
- Esa es la cuestión, ¿verdad? -dijo con una sonrisa-. Puedes llamarme... el Doctor.
(CONTINUARÁ)
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