25 noviembre 2019

El final de la cuenta atrás. II

Este es el relato de la actual partida de rol que estamos jugando por correo electrónico.
Está escrito, por tanto, junto a todos los miembros de la partida:
Alberto, Álex, Daniel, David, Nieves y Óscar. 

EL FINAL DE LA CUENTA ATRÁS
II. SÁBANAS Y CUERVOS

   No tarda todo el grupo en ser consciente de la figura que se dirige en su dirección aproximada desde el horizonte desértico: una persona montada en un curioso animal bípedo, que trota sin mucha prisa sobre la dura tierra seca.
   - ¡Hola! -saluda Determinación agitando un fornido brazo.
   Cuando el lejano jinete oye el saludo, agita a su vez una mano y dirige su montura con más precisión pero la misma parsimonia hacia el extraño grupo al pie de la montaña roja; al mover la mano, a Determinación y Leñador les parece distinguir que algo sobresale ligeramente de la silueta de su muñeca...
   - ¿Monta una bestia de dos patas? -pregunta Maza con curiosidad, entrecerrando los ojos para reducir un poco el deslumbramiento.
   El animal es el mamífero más curioso que ha visto ninguno: una especie de liebre de pelaje castaño, monstruosamente grande, tan alta como un caballo, con una larga y fuerte cola que hace las veces de pata extra, y un morro alargado rematado por un hocico negro que la aleja de los conejos para asemejarla a un burro o a un ciervo. Sus dos brazos, que descansan sobre el vientre, terminan en manos parecidas a las de una persona, aunque con uñas duras y sin pulgar oponible. Una estructura de cañas, parte silla de montar, parte cesta, sirve para que su jinete viaje cómodamente instalado a su espalda mientras la montura camina, corre o salta, si el terreno se lo permite. 
   En cuanto al jinete, es un hombre de piel muy oscura, nariz ancha, barba rala canosa y pelo rizado color ceniza: desmonta junto al arbolito seco que señalara Maza, y todos distinguen que por toda vestimenta lleva un chaleco negro, un taparrabos verdoso y una pulsera con plumas negras de pájaro cosidas. Parece estar entre la madurez y la vejez, pero no tiene un ápice de grasa sobrante, y se conserva bien para sus años, con ojos vivos bajo unas cejas pobladas y una sonrisa presta, enmarcada por sus altas mejillas. Su animal mordisquea con deleite algunas de las ramas más finas y secas, y, para sorpresa del grupo, la rama sale de su boca con un par de hojas verdes.
   - Se os saluda, viajeros -dice en la misma lengua que han estado hablando todos, sin nada más que un atisbo de acento peculiar. Se les acerca abriendo aún más la sonrisa y tendiéndoles la mano-. Habéis despertado temprano.
   Padre lo mira con recelo, y se tapa aún mejor con la sábana-túnica, apretando su libro contra su pecho. Maza, por su parte, extiende la sábana que cubría los objetos y coloca sobre ella algunas de las raciones que ha encontrado: galletas duras, avellanas y carne seca.
   - ¿Alguien tiene hambre? -dice en general, pero principalmente a su grupo. E inquiere, suspicaz, al recién llegado-. ¿Nos conoce? ¿Sabe por qué estamos aquí? Y ya puestos, ¿sabe dónde encontrar agua?
   - Primera vez que mis ojos se posan en los suyos -responde este con franqueza-. Y si no saben porqué están aquí, eso es que el Sueño les ha traído. Se cuenta que a veces el Sueño trae gente que soñó demasiado, o se adentró demasiado en las verdades del Sueño. El agua... -pasa al otro tema que le ha presentado la enana-. Puede encontrarse si se sabe buscar claro. Pero el desierto es un duro compañero. Más cerca de los bosques -señala a lo que, por la salida del sol, debe ser el oeste-, y de la costa -señala al este-, es más apacible. Dicen que encima del Ayeru hay un lago -afirma también, señalando la escarpada colina roja junto a la que se encuentran-, pero yo nunca lo he escalado. Dicen tantas cosas... Compartiré mi agua con ustedes, si me hacen el favor, y luego si quieren podemos trocar algo -de la cesta-silla de montar saca una sinuosa calabaza.
   Leñador sacude la cabeza:
   - No he entendido nada de lo que ha dicho del Sueño. ¿Estamos soñando?
   - No, no -contesta con total seriedad el extraño-. Esto es la Vigilia: lo verdaderamente real pasa en el Sueño.
   - ¿Hay ciudades o pueblos cerca, o cualquier clase de construcción? -inquiere Venganza mientras acepta la calabaza y huele tentativamente su contenido. No distingue nada inusual, salvo un ligerísimo toque de madera-. Algún lugar donde saber más de ese... Sueño.
   - En el desierto manda el Sueño, ¿saben? -contesta el jinete negro-. De manera que si allí hay poblaciones o deja de haberlas, es difícil asegurarlo. Probablemente las dos cosas a la vez. En el bosque viven tribus, a veces hago trueque con ellos, y hay chamanes que saben mucho del Sueño... tanto como pueda saberse algo con certeza de él. En cuanto a la cosa... sí, hay poblados, pero ellos son los que más se han alejado de la Verdad del Sueño. Aunque, si de verdad quieren saber más del Sueño -añade con aire casi conspirador mientras señala el suelo-, este es el sitio preciso. Dicen, pero el Sueño sabe más, que dentro del Ayeru hay una caverna donde duerme la hija de la Serpiente Arcoíris, Monaro Coen, Trueno del Altiplano. Si se la despierta, dice la leyenda que enfurecerá terriblemente, pero que si cualquiera consigue matarla, bebe su sangre y lleva su huevo a lo alto del Ayeru para que nazca la siguiente Monaro Coen, le será revelada la Verdad del Sueño.
   Se hace el silencio, roto solo por el crujido de una galleta dura como una piedra partida con satisfacción por los dientes de Maza, que probablemente serían capaces de masticar basalto.
   - Entonces ¿nos aconseja ir a las cuevas? -pregunta la enana, y añade, encogiéndose de hombros- Ese terreno me gusta, pero no tengo nada contra la pobre Monaro Coen. Y sobre el trueque... no tenemos más que estas galletas, si le interesan.
   - Si no muere -reflexiona el jinete-, no creo que pueda tener descendencia; pero entiendo vuestra postura. Las cuevas son tan fascinantes como peligrosas: yo no entraría en ellas ya a mie dad, pero un grupo de jóvenes fuertes tal vez encuentre más recompensas en los desafíos. El agua, si me lo permitís, va a mi cuenta -Venganza da un primer trago a la calabaza-: tampoco es que os pueda dar mucha más. Cargar mucha agua es mal negocio para avanzar deprisa, y mi Johanna sabe llevarme donde se puede beber -Su sonrisa perlada, con un par de agujeros, se expande de nuevo-. Pero ¿estaríais interesados en trocar alguno de esos lienzos? Parecen de buena factura...
   - ¿Las sábanas? -contestan varios a la vez.
   - La mía está un poco rasgada -dice la enana- pero, si le interesa... ¿Qué tiene para trocar?
   - Yo me refería a ese mantel, no pensaba dejarles sin vestiduras. Aunque si les interesa podemos... Oh, pero si vamos a hacer negocios, debo presentarme como es debido: pueden llamarme Fir Cuervo, que es como me llaman todos fuera de mi tribu. Por las plumas -agita las pulseras emplumadas mientras se acerca a su montura, que está mordisqueando distraídamente algunas de las hojas que ha encontrado en la antes desnuda rama. Cuervo comienza a revolver el cesto y acaba sacando varios fardos y saquitos-. Si no voy errado, y reconozco esas cosas a simple vista, diría que es algodón. Por el mantel podría daros... un saco de azafrán, o dos sacos de cacao, o cuatro pieles de foca. Si preferís objetos más elaborados... 6 bolsas de cuero con asa, un cuchillo, 10 flechas, yesca, pedernal y tres antorchas... o tres conjuntos de ropa más adecuada para cruzar el desierto... o un bote de sales estimulantes. Tengo algunas otras cosas, pero no creo que os sean muy útiles aquí fuera...
   Leñador se rasca la mejilla y apostilla, cargado de pragmatismo:
   - No puedo hablar por los demás, porque el mantel no me pertenece. Pero ¿estaría interesado en la sábana que cubre mi cuerpo? A mí al menos me interesa llevar ropa cómoda... Y no le haría ascos a eso otro que ha dicho...
   - Opino igual -dice la enana, que ya estaba pensando en hacer un petate con el mantel y a la que la idea de un buen petate de cuero le parece ideal-. Si mi túnica rasgada te sirve, también te la cambio.
   - Si queréis deshaceros de las... -Fir Cuervo cuenta- cinco, seis piezas enteras y la rasgada, podemos hacer un trato más importante.
   Maza tiene de repente un destello de intuición y mete la cabeza dentro del rasgón de su túnica.
   - Creo que voy a poder mejorar el trato, Cuervo, seguid, seguid...  - y el resto comienza a hablar de lo que el buhonero está dispuesto a cambiar por todas las piezas de algodón. Varios cuchillos, flechas, ropas para todos (incluyendo "pantalones", que según Fir Cuervo usan en la costa), ungüentos, tinta, cuerdas, una red de pesca, trozos de tiza y de jabón, tazas de latón...
   Determinación es el primero en verbalizar las sospechas de algunos:
   - ¿Nos va a dar todo eso por una sábana? No queremos abusar de tu bondad. Sin duda unos pedazos de trapo, probablemente traídos del Sueño, no pueden valer todo eso -"¿Y si necesitamos estas sábanas más adelante?", es lo que se pregunta y no dice.    - No siento magia en el mantel -interviene Padre, con los ojos repentinamente llenos de un fulgor azul-, solo un residuo de los objetos que estaban debajo. Nada en las demás.    - Es algodón -responde Cuervo, recalculando su estimación-. Ya tejido, y tupido. Eso, para empezar, va buscado en la costa. Cada lienzo mide... 10 por 7 palmos, más o menos. Cualquier tribu decente os daría seis bueyes por vuestros seis lienzos.    - Que sean siete -dice Maza, quitándose la sábana y tapándose pudorosamente con ella. Pasa una mano regordeta por el rasgón que hizo antes, y milagrosamente los hilos vuelven a entretejerse a la vista de todos, hasta quedar tan perfecta como cuando despertaron.
   - ¡Que me aspen y me rebocen! Ese sí que es buen truco -exclama Fir Cuervo mientras todos se van vistiendo, pudorosamente, con las ropas que han conseguido trocar por las sábanas.

   Acabados todos los tratos, Fir Cuervo monta en su extraña criatura "Johanna" y se despide rodeando la montaña roja. El grupo debate entonces entre los diferentes cursos de acción que se les ha presentado: el desierto, la costa, la montaña... Por no hablar de la criatura monstruosa que parece ser que duerme bajo ella. Finalmente coinciden en que lo mejor será ir a buscar a las tribus de los bosques para intentar saber más del Sueño y de las circunstancias que les han traído aquí... y quizás de quiénes son. Leñador abre la marcha por el desierto en dirección al oeste.
   - Oye Maza -pregunta al cabo de un rato Venganza-, ¿cómo has logrado que la sábana se arreglara sola?
   - Oh, le he rezado al dios de los enanos.
   - Le has... rezado a tu dios.
   - Sí.
   - Y él... te ha reparado la sábana.
   - Torag es muy mañoso...
(CONTINUARÁ...)