OPERACIÓN "LUNA DE SANGRE" - PRIMERA PARTE
"Cuando el Cordero abrió el sexto sello, vi un gran terremoto.
El sol se oscureció, y la luna se volvió
roja como la sangre"
Apocalipsis, 6:12
"El Sol se convertirá en tinieblas y la
Luna en sangre,
antes de que venga el día glorioso"
Joel, 2:31 y Hechos de los Apóstoles, 2:20
(Estuario del Támesis. Galeón español
capturado.
2 de Marzo de 1589, 20:00h.
Aproximadamente 3 horas antes del eclipse de
Luna)
Amelia intentó apartar de su mente el
misterioso mensaje anónimo: Fotografías. En pleno siglo XVI. En una de ellas, un navío inglés:
"Revenge". En otra, un secuaz de Leiva con un fusil moderno y una
oreja partida por una cicatriz.
¿Quién se las estaba enviando? ¿Y por qué?
Las guardó de nuevo y reanudó su trabajo:
trazar símbolos cabalísticos en el suelo del camarote de Gil Pérez, alrededor
de una gran estrella de siete puntas.
- ¿No deberían ser cinco? –observó Julián.
- Para este caso, no. Es el sello de Ameth; está relacionado con la lengua de Enoch y otras supersticiones en las que creen estos ingleses–Amelia sonrió burlonamente y añadió-: ¿Cómo va la
costura?
- Una obra de arte; me va a fichar Amancio
Ortega -gruñó el enfermero, cortando el último hilo y admirando el resultado-.
Pero vaya morro tienen los Alonsos; ya que les gusta tanto su banderita, la
podrían haber remendado ellos.
- ¿Cómo van a saber coser? Tú, al menos,
sabes suturar heridas.
- Perdona, ¿crees que ésos tienen remendonas
en alta mar? ¿O en la guerra?
Amelia enmudeció, sorprendida por la lógica
de la afirmación... hasta que la imagen mental de "Alatriste"
cosiendo le arrancó una carcajada.
- ¡Os he oído! -gruñó la inconfundible voz
del veterano Entrerríos, apareciendo en el umbral del camarote-. Y como oséis
hablarle de eso a nadie...
- Seremos una tumba, capullo -le tranquilizó
Julián, lanzándole la tela enrollada-. Toma, tu famosa bandera. ¿Contento?
- Ya me regocijaré cuando todo termine -el
"soldado viejo", aún disfrazado con el uniforme inglés, se giró hacia
Amelia para informar rápidamente-: Está hecho; podríamos rescatar este galeón
ahora mismo. Pero hay dos ingleses muertos: no tuve otro remedio. Escondí los
cuerpos.
- Que no haya ni una muerte más -sentenció
Amelia severamente, entregándole dos frascos-. Usa esto. Nos hemos infiltrado
entre los ingleses para rescatar el barco de Gil Pérez sin llamar la atención,
y eso es lo que vamos a hacer. Esperad y ceñíos todos al plan.
El enorme "soldado viejo" torció
el gesto y tomó los frascos con resignación:
- A la orden: la "encamisada" será
durante el eclipse... -una mirada al suelo del camarote le heló las palabras en
una exclamación-. ¿Qué brujería es ésta?
- ¿Te dan miedo unos garabatos, supermán?
-se burló el enfermero-. ¡Ya sois dos! Amelia también me mira raro, desde que
me drogaron y acabé hablando como Ozores.
- ¡Hiciste una profecía en la lengua de
Enoch! -protestó la joven-: "Con la luna de sangre llegará la caída del
Dragón".
- Claro, claro. ¿Y quién es el Dragón?
Entrerríos frunció el ceño y se despidió con
una reverencia marcial. Pero no sin santiguarse y dejar caer un último mensaje:
- Que Dios os oiga, o quien sea que estéis
invocando. Porque creo que lo sé.
* * * * * * * * * *
Gil Pérez subió por la pasarela de su
embarcación con una mezcla de alivio y temor. El familiar balanceo del galeón
casi le daba la engañosa impresión de haber vuelto, milagrosamente, a la
normalidad. Pero en el palo mayor ondeaba la Cruz de San Jorge: tanto él como
su nave eran prisioneros de Inglaterra. Y aquel traslado era en realidad un
ultimátum: confesión o muerte. "Game over".
- Es vuestra última oportunidad -le presionó
el astrólogo John Dee-. Todavía podéis confesar el secreto de la Puerta del
Tiempo.
Los últimos rayos del sol poniente se
reflejaron de manera extraña en el libro que portaba el inglés: el Manuscrito
Voynich.
- Señor Dee, ¿por qué os empecináis en
leyendas supersticiosas? -gruñó el anciano español.
- Porque vos y yo sabemos que son reales
-replicó el inglés, guiando al prisionero y a su escolta hacia un camarote-.
Existen espíritus que no están sujetos a las limitaciones de nuestra vida
mortal. Para ellos, el tiempo no existe...
- ¡Desvaríos! ¿Por eso habéis apresado mi
barco y mi tripulación? ¿Por eso vais a matarnos?
- Seres que visitan el pasado y el futuro
-continuó el inglés, con una mirada cómplice-. En galerías subterráneas, que
dan a miles de épocas...
Gil Pérez palideció: ¿estaba describiendo
los pasillos del Ministerio?
- N...no sé de qué delirios estáis hablando.
Pero si tanto os gustan los espíritus subterráneos, como hereje que sois ya los
veréis en el Infierno. ¿Qué prisa tenéis por verlos en vida?
- No hablo de demonios, sino de ángeles;
entrad -Dee señaló un camarote, seguro de su triunfo-. He hecho preparar un
ritual. Vos mismo hablaréis hoy con ellos.
Gil Pérez obedeció con extrañeza... y se le
aceleró el pulso al ver quién le esperaba en el habitáculo, entre velas,
incienso y símbolos cabalísticos.
Desde luego, no eran ángeles.
* * * * * * * * * *
(Operación
"Luna de Sangre".
2 de Marzo de 1589, 22:00)
- ¿Un asalto en camisa? ¿En ropa interior?
¿Es una chanza?
- Vestiremos las ropas de siempre. Pero la
camisa por encima, porque es blanca. Para distinguirnos del enemigo en la
oscuridad.
- ¡Habráse visto...!
A pesar de estas protestas de los más
novatos, allí estaban; en plena "encamisada". Los dos Alonsos de
Entrerríos, padre e hijo, se habían infiltrado durante semanas entre los
soldados ingleses, aguardando el día decisivo; y ese día acababa de llegar.
Después de tanta espera, dos centinelas enemigos habían muerto y las llaves
giraban en las cerraduras. La maltrecha tripulación de Gil Pérez estaba, por
fin, libre.
Tan libre como se podía ser cuando, en
realidad, el galeón español estaba todavía abarrotado de corsarios armados
hasta los dientes. Y también el barco inglés vecino...
- Este plan no es para novatos -gruñó
Entrerríos padre, por enésima vez -. No me gusta.
- Sabemos luchar, "Alatriste" -se
ofendió su hijo, señalando a sus jóvenes compañeros-. Pere y Antonio
combatieron conmigo y con Lope, en la Gran Armada.
- ¿Antes de que la hundieran las tormentas?
-resopló el veterano agente del Ministerio. Le molestaba pensar en la derrota
de la Armada "invencible". Y en lo que habría pasado si no hubiera
acabado así.
- No se hundió ni la mitad. Y antes de eso
supimos presentar un par de batallas.
- ¿Creéis que estaríamos vivos, si no
supiéramos? -rió por lo bajo Antonio; su tez clara y casi infantil contrastaba
curiosamente con la dureza de su voz-. Los de Drake no fueron suaves cuando
tomaron este barco.
- Y ahora lo van a pagar -susurró Pere,
puñal en mano; sus ojos oscuros, casi moriscos, cruzaron una fiera
mirada con los demás-. ¡Vamos!
Para su sorpresa, el brazo del único
"soldado viejo" del grupo se interpuso en su camino.
- Nada de sangre, mi impetuoso amigo -le
contuvo, con una sonrisa especial-. No es ése el plan.
- Entonces, ¿cómo demonios...?
- Con malas artes -el veterano Entrerríos
entregó a su hijo y a Pere los frascos de Amelia-. Alonso, confío en vos para
dirigir el asalto a proa. Pere y yo atacaremos a popa. No oláis esto: se llama
cloroformo. Tenemos muy poco; así que escuchadme bien...
* * * * * * * * * *
En la popa del barco, la Luna llena
iluminaba las siluetas de dos centinelas ingleses. No eran precisamente
silenciosos:
- I
shall no more to sea, to sea, here shall I die a-shore...[1]-canturreó el más anciano de los
dos; su voz desafinada parecía delatar una incipiente borrachera.
- Stephan,
this is a very scurvy tune; to sing at a man's funeral[2] -le acalló el otro, tan molesto
por el ruido como por el lúgubre tema de la canción.
- Well,
here's my comfort, William[3] -rió Stephan, echándose al coleto
su "consuelo": un buen trago de alcohol barato.
William protestó y se concentró en su
trabajo. No parecía un hombre de mar: su porte refinado contrastaba con los
modales de su compañero. Stephan le ignoró y elevó la botella, alzando el
rostro para apurar el resto de la bebida... hasta que vio algo que casi le hizo
atragantarse. ¿No había Luna llena unos minutos antes? De pronto, faltaba más de
la mitad, ¡como si la hubieran devorado unas fauces monstruosas! Se frotó los
ojos, enfocó la vista largamente y advirtió algo más espeluznante aún: el negro
"mordisco" crecía a ojos vista. ¡La Luna estaba desapareciendo por
completo!
- Evil
spirits![4] -farfulló, casi sobrio por el
horror.
William miró al cielo sin inquietarse. Era
un hombre culto; le exasperaban las leyendas de los marinos. Sabía de antemano
que habría un eclipse lunar aquella noche, pero también que sólo era un
fenómeno natural.
- Simple
superstitions![5] -sentenció con desdén.
Sin embargo, al bajar la vista hacia su
beodo compañero, William también se sobresaltó: ¡De pronto, ya no había nadie!
- Stephan?
William se puso en guardia: las
luces que salpicaban el galeón español se apagaron repentinamente, mientras el
eclipse terminaba de oscurecer la Luna, tornándola roja como la sangre. Una
densa oscuridad envolvió al inglés, que echó mano instintivamente a su espada.
Al otro extremo del barco, un sonoro "Shit!"
y varios ruidos sospechosos le indicaron que sus otros compañeros, los vigías
de proa, también estaban en apuros.
- Stephan!!!
Repentinamente, dos sombras blancas
surgieron de la oscuridad, cortándole el paso. William retrocedió, tropezó con
un cuerpo caído (el de Stephan, comprendió demasiado tarde) y quiso dar la voz
de alarma...pero una de las fantasmales sombras, despidiendo un extraño olor
alquímico, le atenazó violentamente el rostro y ya no supo nada más.
La borrosa figura blanquecina dejó caer el
cuerpo del inglés sobre la cubierta de popa.
- Recordad, Pere: nada de muertes -le
advirtió otra "sombra", con voz suave pero cortante.
- Es sólo un perro inglés,
"Alatriste" -contestó el joven Pere, en dirección a la mancha blanca
que era su compañero-. Sólo le hice oler vuestro mejunje. Vivirá.
- No lo parecía, a juzgar por vuestra
fiereza -observó el veterano -. No me extraña que estéis en el ejército. ¿Sois
pendenciero?
- Al contrario: me alisté buscando paz
-había un fondo de amargura en la extraña respuesta-. Aquí sólo tengo que estar
en guardia contra el enemigo, no contra mi gente.
- ¿Vuestra gente? -se alarmó el veterano
Entrerríos, recordando los rasgos casi árabes de Pere-. Aguardad, ¿sois
cristiano viejo?
El muchacho no contestó; ya se estaba
alejando hacia el siguiente objetivo. Alonso (padre) frunció el ceño con
sospecha; aquel joven ni siquiera parecía totalmente español... ¿Quién era
realmente? ¿Podía confiar en él?
* * * * * * * * * *
En el suelo del camarote de popa, los
símbolos cabalísticos parecían ondular con vida propia, a la parpadeante luz de
las velas. ¿O era un efecto del humo del incienso?
- Mi hermano ha tomado el bebedizo antes de
vuestra llegada -mintió Amelia, mientras Julián fingía estar en trance-. Es la
hora del eclipse. El ritual está a punto.
- Así que dos brujos renegados de España
-gruñó Gil Pérez, con fingido recelo.
- Fue España quien renegó de ellos
-intervino John Dee-. La Inquisición les obligó a refugiarse aquí.
El astrólogo inglés abrió la Puerta del
Tiempo de Gil Pérez; pero una vez más, sólo descubrió un vulgar armario de
madera.
- Hoy la haremos funcionar, cueste lo que
cueste -anunció, abriendo el manuscrito Voynich y leyendo un fragmento-:
"Nûn ar Edraïth ammen!"
Los agentes del Ministerio contuvieron una
exclamación: ¿la puerta estaba reaccionando a aquellas palabras? El marco,
aparentemente de madera común, se llenó repentinamente de arañazos... no, eran
marcas finamente cinceladas. Parecían letras cuneiformes, inscritas a lo largo
de todo el quicio. ¿Cómo no las habían visto antes?
- Un conjuro camuflaba la escritura -explicó Dee, señalando
el manuscrito Voynich-. Llevo un mes estudiándola, pero no coincide con el alfabeto de
este libro, ni con el hebreo, ni el griego, ni el rúnico. Necesitamos invocar al espíritu
Uriel para descifrarlo: maese Julián, vuestro turno.
El enfermero examinó el espejo de obsidiana
negra con aire teatral y musitó algo ininteligible. Su "hermana" se
inclinó hacia él, intentando disimular una mirada furtiva hacia la ventana
exterior:
- ...ifor exo nomeg 'stan lashto rihas...
- Los espíritus le dicen que esa escritura
es de Babilonia -inventó Amelia, intentando ganar tiempo.
- Did
you notice...?[6] -interrumpió uno de los
guardaespaldas de Dee, señalando hacia la salida del camarote.
- Era la antigua escritura de Babel -la
inteligente joven hablaba sin parar, intentando distraer la atención de aquella
ventana-. Fue la última vez que la Humanidad habló la Primera Lengua: la de los
ángeles, la de Adán y Eva, la de Enoch...
El mago y científico inglés intentaba
prestarle atención; pero una parte de su mente notaba algo inquietante, igual que el centinela. Poco a poco, al fin comprendió lo que Amelia estaba
tratando de ocultarle:
- ¿No hay demasiado silencio ahí fuera?
2 comentarios:
El martes 31 a las 17.00, estará disponible la siguiente parte: el capítulo VI. Para bien o para mal, fin de la operación de rescate del barco de Gil Pérez. ¡Abandonaremos Londres!
^^ Me alegra mucho. Gracias y enhorabuena. :)
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