23 abril 2015

MdT: Tiempo de paz (y V)

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Lisboa, 1668
    Era una broma del destino, o quizás el tiempo que le reprochaba haber tratado de jugar con él. Otra vez Lisboa, otra vez un Entrerríos en peligro. Alonso había conseguido salvar la vida de su hijo, y ahora apuntaba a su propio bisnieto con un arma de 2015, mientras éste amenazaba a un noble inglés con un artefacto de ilusionismo de 1938. Era una locura.
    Y era una injusticia. ¿Tenía que disparar contra su descendiente para salvar la vida a Edward Montagu, que según los datos de la misión moriría igualmente cuatro años después, sin haber hecho nada más digno de mención? ¿Era el precio por haber salvado a su hijo de hundirse con el "San Juan"?
    Podía dejar que el joven Alonso matara al conde de Sandwich. Aquello también estaba pasando por la mente de Amelia: su hijo entonces le sucedería apenas un poco antes de lo previsto, tal vez embarcándose en su lugar en la guerra contra los holandeses. Muy posiblemente, eso le llevaría a dejar de engendrar a su primogénito, y a morir como debía su padre en la batalla naval de Solebay. Sin más descendientes, Inglaterra empezaría a cambiar gravemente a partir de ahí:
   - Si muere Montagu -le susurró Amelia-, cambiará toda la historia de Europa.
   Alonso tenía pensamientos similares pero más inmediatos: la muerte del inglés en Lisboa justo ahora podía abrir un conflicto inmediato entre ingleses y portugueses, o españoles, si llegaban a saber quién era el asesino.
   No, no podía permitir eso. Su deber no le dejaba permitir eso. Pero, ¡disparar a su bisnieto...!
    - Alonso -se oyó decir, casi sin pensarlo. La voz resonó un poco por las cocinas-, ¿tienes hijos?
    El muchacho, sin aflojar la presa, le miró nervioso.
    - No he tenido tiempo.
    - Pero te gustaría tenerlos, algún día.
    - Cuando puedan tener un padre del que sentirse orgullosos.
    - Bien. Tendrás que enseñarles a soportar el dolor. Tendrás que enseñarles a ser justos.
    - No es vuestra...
    Alonso de Entrerríos no se dejó interrumpir:
    - ...tendrás que enseñarles a asumir que en la guerra los hombres se matan por su patria, no porque se odien. Que vengarse contra una guerra no tiene sentido.
    - Dile eso a mi padre.
   Julián se había dado la vuelta y estaba consultando algo en el teléfono móvil. Amelia intervino, recordando lo que habían leído de la misión original de 1938:
    - Tu padre... Rafael Entrerríos. Se casó con una portuguesa: tu madre es portuguesa -por eso la misiva que había originado todo se la enviaba en ese idioma-. Hemos estado en guerra contra los portugueses, y no por eso has considerado enemiga a tu madre. Ahora hay paz: ¡vete en paz!
    - Mi padre murió por su culpa. ¡Él ordenó el ataque! ¡Lo merece, merece morir! -la ira y la confusión le brillaban en los ojos. 
   El inglés seguía pugnando por hablar, pero la presa se lo impedía, y de su garganta sólo salía un gorgoteo ahogado. Alonso el bisnieto estaba decidido a disparar la caja lanzaagujas directamente contra la sien del conde de Sandwich. Alonso el bisabuelo estaba decidido a disparar a su descendiente para impedirlo: trataría de darle en un brazo, en el hombro o en una pierna. Apartarlo sin matarlo.
    - Sé justo -dijo entonces Julián, dándose la vuelta y volviendo a mirarles-. Deja que hable.
    - No tengo nada que escuchar.
    - No sé si has notado que cada vez que mencionas el ataque al barco en el que iba tu padre, intenta decir algo. Escúchalo; luego haz lo que quieras.
    Alonso el bisnieto dudaba: su bisabuelo se daba cuenta de que no estaba acostumbrado a matar a alguien a sangre fría, que había estado 10 años madurando su venganza pero no tenía en su naturaleza matar. Le movía la venganza, y su calor abrasador podía relajarse cuando las dudas de su piedad trataban de abrirse camino. Sin soltarlo, aflojó un poco la presa sobre el cuello del inglés, que empezó a tragar aire con ansiedad, boqueando como un pez. Jadeó un rato, antes de decir:
    - Yo no ordené el ataque a la bahía de Cádiz.
    - Mientes -dijo Alonso el bisnieto, y se lo repitió gritando al oído-. ¡Mientes! ¡Tú eres el almirante de la flota! ¡Claro que lo ordenaste, bellaco!
    - Sí, soy almirante de la armada inglesa, como Blake, y sí, buscábamos a la flota de Indias. Podría haber sido responsable de la muerte de tu padre. Pero no estuve al mando en aquel momento. En 1656, la comandaba Richard Stayner.
    - Eso es mentira -dijo el joven Alonso con menos convicción que antes.
    - Es cierto, Montagu estaba tratando asuntos con el rey de Portugal cuando atacaron a la flota en Cádiz -dijo Julián-. Mira, entiendo muy bien lo que es perder a alguien que quieres, y necesitar hacer algo para que tenga algún sentido. Encontrar al culpable y castigarlo. Puedes matar a este hombre y te sentirías bien, te sentirías muy bien...
    - ¡Julián! -se escandalizó Amelia.
    - ...pero si lo que quieres es vengar la muerte de tu padre, con eso no habrías logrado nada. Habrías matado a un hombre más para nada, que es para lo que son las guerras. Y en este caso, ni siquiera al hombre adecuado. Stayner ordenó el ataque a Cádiz, Montagu es inocente. Estaba aquí, en Lisboa.
   Alonso el joven se tensó, sacudiendo a Edward Montagu. Le clavó aún más si cabía la caja de rape en la sien. Alonso el mayor reafirmó su posición, listo para disparar. El joven jadeaba casi tanto como su presa. Volvió a sacudirlo, lo soltó y comenzó a sollozar espasmódicamente, sin que las lágrimas consiguieran salir de sus ojos. Al Alonso del Ministerio empezó a temblarle el arma en las manos, consciente de lo que había estado listo para hacer.
    - Tampoco hubiera podido -alcanzó a decir-. Así, no. En un duelo, tal vez. Eso me enseñó mi padre: dos hombres, dos armas y que se hiciera justicia.
    - Una justicia un tanto bárbara -mumuró Amelia.
    - Lo bárbaro -dijo Julián, recogiendo la cajita de rape del suelo- es usar hombres como arma para que otros se batan en duelo.

* * * * * * * * * *

Madrid, 2015
   Ernesto les esperaba a su retorno por la puerta del tiempo. De camino a la gran escalera, por los pasillos, le informaron a grandes rasgos de lo que había ocurrido; omitieron, por supuesto, el nombre del que había atacado a Montagu, como hubieran omitido antes el del hijo de Entrerríos.
   - No creo que el inglés dé problemas -dijo Julián cuando salieron del pasillo lleno de puertas y alcanzaron el descansillo de la escalera de caracol.
   Amelia prosiguió:
   - Ha entendido que era un tema personal, y no lo convertirá en un asunto de Estado.
   - Además -completó Alonso-: le amenazó un español y le salvaron otros tres españoles. Todo en paz.
   De repente, se oyó una explosión sorda que venía del piso de arriba. Enseguida otra, de más abajo, y otra, y otra más, ésta en el mismo pasillo que acababan de atravesar. Todos se volvieron para ver como, en desastrosa sucesión, varias puertas estallaban con violencia, lanzando astillas de madera pero dejando tras de sí una pared de piedra lisa. Ernesto avanzó algunos pasos hacia ellas, antes de darse cuenta de que las luces del pasillo se apagaban progresivamente, mientras las detonaciones seguían sucediéndose por todo el Ministerio.
   Se giró hacia la atónita Patrulla:
   - No hay tiempo -dijo, antes de que la decisión reemplazara a la congoja-. Es la única posibilidad.
   Cargó contra ellos tres con todas sus fuerzas, pillándoles desprevenidos y arrojando a Alonso, Amelia y Julián por encima de la barandilla hacia el abismo sin fondo que se abría en el hueco de la escalera de caracol del Ministerio. La Patrulla cayó, cayó y cayó, mientras a su alrededor muchas puertas de los pasillos seguían explotando y las luces se iban extinguiendo. Les engulló la oscuridad...

   ...y de repente era de día y estaban cayendo hacia arriba. Salieron despedidos por encima de un muro de roca natural y empezaron a rodar ladera abajo por una pendiente abrupta y llena de guijarros marrones, incapaces de frenar su bajada hasta que lo hicieron unos arbustos por ellos. Amelia sentía un dolor tremendo por todo el cuerpo, magulladuras, golpes y cortes. Escucho un ruido muy extraño, y vio como la cabeza de un enorme dragón entraba en su campo visual. La bestia inclinó su largo cuello hacia ella y uno de aquellos inmensos ojos, grande como un reloj de sol, la estudió con curiosidad.
   Entonces, Amelia Folch perdió el conocimiento.

FIN

21 abril 2015

MdT: Tiempo de paz (IV)

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   María dormía mientras Diego permanecía de guardia, rondando los pasillos en uno de sus habituales arranques de energía. Tenía 33 años, se recordó don José Florences, la mitad que él: ¡ah, la juventud perdida! Se recogió en la estancia que le habían reservado los monjes y, a la luz de un candil, volvió a repasar la documentación del Ministerio: era escasa. Tanto que se resumía en una sola carta: la misiva, escrita en portugués, había sido encontrada en un anticuario de Cádiz junto a muchas otras, en varios idiomas. Los autores eran distintos en todos los casos, y trataban cuestiones personales, comerciales o legales entre personajes anónimos que iban desde el siglo XV a mediados del XIX. A su manera, eran una suerte de pequeño "Ministerio del Tiempo", pero no de los grandes asuntos sino de las gentes normales, con sus cuitas que a nadie le parecería nunca que alteraban el devenir de la Historia. El subsecretario don Javier Guzmán nunca les enviaría a 1530 para curarle el resfriado a doña Juanita, la vecina del carnicero, o a ayudar al letrado Peláez a dirimir el asunto de las tierras de los Herrera en 1804, y quién debía quedarse con el huerto del tío Eufrasio.
   Todas, menos una: en esta carta, su autor anónimo (que firmaba sólo como "A.") se refería a cosas algo más elevadas. En términos vagos, afirmaba que "la causa de nuestra desgracia" (del autor o autora y a quien fuera dirigida), estaría pronto "acorralada en un claustro de Lisboa". Que se había asegurado de no faltar a su "fatídico encuentro". Y lo más preocupante, que "aunque ellos buscaran la paz", el autor y su destinatario sólo podían aspirar a "obtener venganza: sangre por sangre". Aquella carta había sido fechada en la capital lusa dos semanas antes de la reunión para la firma del Tratado. No se conservaba el sobre ni señas del destinatario, que hubieran ayudado mucho a saber de quién escribía. Junto a todas las otras cartas de la curiosa colección, sin embargo, aquella había sido encontrada por el anticuario en la propia Cádiz, en diversas subastas: muy probablemente, llevaba en la ciudad desde siempre.
   Lo más desconcertante era que, si el destinatario era español, y había que sospechar entonces de la escasísima delegación de Gaspar de Haro y Guzmán, ¿por qué entonces la carta estaba escrita en portugués? Y si se trataba de lusos con alguna cuenta pendiente con de Haro, ¿a quién escribía en Cádiz? El misterio comenzaba a llamarle la atención, y cuando se centraba en algo no lo abandonaba hasta resolverlo. Así había sido como descubrio el Ministerio dos años atrás...
   Don José Florences guardó la carta, sopló la vela y se tapó con la manta: desde luego, ya no tenía la vitalidad de Diego para aguantar en pie tanto tiempo.

   Lo despertaron de madrugada, cuando apenas llevaba algunas horas en brazos de Morfeo. O eso le parecía: un campanario llamaba tenuemente a maitines. Las 4 y media debían ser, entonces. La vela andaba de nuevo encendida: Diego Rodríguez estaba sentado a su lado, era él quien le habia zarandeado hasta despertarlo.
   - ¿Qué... qué ocurre?
   - Seguís durmiendo a pierna suelta sin echar el trancón -susurró el hijo del Cid-. Cualquiera puede entrar en vuestro cuarto...
   - ¿Para eso me has...?
   - Es ella. Otro sueño.
   Se apartó un poco para que pudiera ver la forma recortada de María, en camisón, el pelo desordenado, su cuerpo juvenil proyectando sugerentes sombras bajo la tela, el rostro empapado en sudor, los labios, temblorosos.
   - La madre del Señor, la virgen se me ha vuelto a aparecer. Son los sirvientes, los tres que nos trajeron el refrigerio: la doncella me habló en catalán, pero todos ellos eran castellanos.
   - Hay muchos españoles en Lisboa, María: Portugal ha sido parte de España durante un par de generaciones, es normal...
   - Esconden algo -insistió ella-. Estoy segura de que esconden algo.
   - Iba a acompañarla de vuelta a su habitación -dijo Diego-, pero me he dado una vuelta por las habitaciones del servicio... y no hay nadie. Ni los tres que dice ella, ni los dos portugueses que estuvieron atendiendo también en la cena. Están vacías.
   - Habrán empezado a trabajar pronto...
   - Tenemos que comprobarlo y vigilar a la vez las habitaciones de todos los firmantes del Tratado. Son muchos, pero están repartidos en dos pasillos. Vestíos, don José. En cuanto a vos, María...
   - Estaré lista en un momento.
   - No hace falta que...
   - Vendré con vosotros. Si alguien resulta herido, sé cómo ayudarle...
   Diego no podía perder más tiempo discutiendo:
   - Está bien -se levantó y apoyó la mano en el pomo de la espada-. Estaré guardando el pasillo: no tardéis.

   La Patrulla se relevó para vigilar los dormitorios de los insignes invitados de San Eloy. El frío sol de febrero les recibió sin que hubiera novedades en la situación, y poco a poco las cámaras fueron despertando. Un almuerzo ligero, unas despedidades esencialmente cordiales, y la tensión se desvaneció en el aire: el Marqués del Carpio y su séquito llegado de 1938 dejaron atrás Lisboa con la sensación de haber hecho lo que debían, pero quizás no todo lo que se esperaba de ellos.
   La mayoría de nobles portugueses se resistían a dejar temprano el lugar: se sentían exultantes, por haber sido artífices de la recuperación de la independencia nacional en lo que consideraban unas condiciones muy beneficiosas. Nuno Alvares estaba especialmente relajado, tras muchos meses de tensiones constantes: casi podía decir que hoy el hombro herido le dolía menos que de costumbre. Conversaba con los da Silva, da Gama y por supuesto con el general de Meneses por los salones, releían el tratado, y recordaban, a ratos, la magnífica sesión de magia que les había ofrecido la noche anterior el conde de Valladolid. La guerra, hoy sí podían decirlo, había acabado, y la habían ganado.
   Sin embargo, si alguno de ellos se hubiera acercado a las cocinas, se hubiera encontrado una situación muy diferente. Allí se habían ido a encontrar cinco personas, y una de ellas estaba muy cerca de sufrir daños graves.
   - Suelta al conde, muchacho -dijo por segunda vez Alonso de Entrerríos, apuntando con la pistola al sirviente que la noche anterior se había retirado traspuesto. Se había apoderado de la cajita de rape lanzaagujas de Florences, y tras hacer una demostración de sus capacidades la apretaba contra la sien de Edward Montagu, que se debatía inutilmente en sus brazos con el rostro encarnado.
   - Aún podemos resolver esto -aportó Julián, sin demasiada esperanza. El chico aún no había cumplido los 30, pero tenía fuego en la mirada. El color que ayer le había abandonado, hoy brillaba en sus mejillas, encendidas de rabia a duras penas contenida.
   - No quieres hacerlo -añadió Amelia. E hizo mal.
   - ¿Querer? ¡Oh, sí! Quiero hacerlo. Quiero hacerle pagar a este malnacido, pero desearía que estuviera mi madre también, para que le pudiera escupir en la cara.
   - Pero si es un conde inglés. Qué tiene... -apeló Julián.
   - Y almirante de la flota inglesa. Os conozco muy bien, señor Montagu, a vos y a ese pirata de Blake. Sus barcos saquearon la flota española de Francisco de Esquivel hace diez años, cuando regresaba de las Indias -la presa del muchacho le apretaba fuertemente el cuello con el brazo, le dificultaba respirar y desde luego le impedía hablar, aunque lo intentaba-. Capturaron un galeón entero, los muy ladrones: dos millones de pesos, que ya se sabe que el inglés, de la plata es la polilla. Pero eso no les bastó, no: además hundieron la "Almiranta de San Francisco Javier". Murieron muchos buenos hombres, 117 iban a bordo y casi 100 de pasaje, y el mejor de todos, ¿sabes, basura apolillada? -le pegó una patada por detrás de las piernas, sin soltarlo-, el mejor de todos era mi padre, Rafael.
   Mientras el chico hablaba, Julián le echó una mirada a Amelia: ella tampoco veía clara la situación. No podían ayudar a Montagu a liberarse sin que el muchacho le hiciera un estropicio. Habían visto a qué velocidad salían las agujas disparadas de aquel trasto: a bocajarro podían atravesarle el cráneo al conde. Lo peor es que la diatriba del ofendido muchacho estaba haciendo mella en Alonso: aquel malnacido inglés era el causante de la muerte de tantos hombres en el mar. ¿Y tenía que pegarle un tiro al muchacho que sólo quería vengar a su padre?
   - ¿Era marino tu padre? -preguntó de repente Alonso.
   - No lo era: Del tercio de arcabuceros, como su abuelo. Pero 33 reales al mes no pagaban su entrega y su arrojo, os lo aseguro.
   - Alonso... -le apremió Julián, pero la mirada le cambió al muchacho. El veterano tuvo una corazonada.
   - ¿Cómo os llamáis?
   - Ya lo sabéis.
   - Que cómo os llamáis.
   - ¡Ya lo sabéis! No os conozco, pero parece que vosotros sí -volvió a centrar la atención en su presa, y apretó aún más si cabe la caja lanzaagujas contra la sien del inglés-. Me llamo como mi abuelo y como mi bisabuelo, magancés. Pues has de saber que es Alonso Entrerríos quien te va a ajusticiar.
(CONTINUARÁ... Y TERMINARÁ)
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Edward Montagu hacia 1666

20 abril 2015

MdT: Tiempo de paz (III)

CAP. I | CAP. II | CAP. III | CAP. IV | CAP. V

Artículo de paz entre el muy alto y serenísimo príncipe D. Carlos II, Rey Católico, sus sucesores y sus reinos, y el muy alto y serenísimo príncipe don Alonso Sexto, rey de Portugal, sus sucesores y sus reinos, por mediación del muy alto y serenísimo príncipe Carlos II, rey de la Gran Bretaña, hermano del uno, y aliado muy antiguo de ambos...

   La situación de la Patrulla era legal por poco: técnicamente su jurisdicción sólo alcanzaba los territorios que estuvieran bajo dominio español en el tiempo que visitaban, o bajo el control de uno de los reinos que lo componían en el siglo XX, para las misiones anteriores a la unión de Isabel y Fernando. La firma del Tratado iba a marcar, precisamente, la separación de Portugal y España, pero pasarían algunos días hasta que los monarcas respectivos firmaran lo que sus ministros plenipotenciarios habían estado acordando y redactando en San Eloy. Sólo mientras tanto tenían capacidad de acción en Lisboa.
   El documento estaba listo. Diego notaba que la delegación portuguesa se movía particularmente a gusto por el convento. Don José le explicó que, a lo que parecía, el lugar llevaba 120 años bajo protección real, y que la nobleza lo utilizaba a menudo para sus reuniones.
   - Entonces, ¿ha sido una falsa alarma? -les preguntó María.
   - Eso parece.
   - Yo no bajaría la guardia -dijo Diego.
   - Podemos irnos a casa -declaró don José-. El tratado ya ha sido firmado y nadie ha tratado de impedirlo.
   - Todavía no. Ya hay un acuerdo, pero la delegación española y la portuguesa no se separarán hasta mañana. En una noche, muchas cosas pueden torcerse.
   - ¿Creéis necesario que asistamos a la cena que ofrece la familia da Silva?
   - Imprescindible.
   Florences tenía muchas ganas de volver a 1938 cuanto antes, pero desde luego tenían que esperar a marcharse con la comitiva de don Gaspar de Haro para llegar a la Puerta del Tiempo, que les esperaba en el Madrid de esta época. Empezaba a aburrirse un poco, en esta misión: él esperaba algo de intriga, algo de emoción; misterio. Pero todo habían sido parloteos, política y... nada más.
   - Si crees que puede haber algo... que alguien pueda realmente estar tramando algo, como sugerían los documentos... El momento para intentarlo sería esta noche: bien durante la cena o tras ella. No, seguramente durante la cena, para que puedan echarse las culpas entre ellos.
   - ¿Un intento de asesinato? -se alarmó María.
   - Es una posibilidad. Un veneno, un cuchillo por la espalda. O una pelea, forzada por alguien... Podemos vigilar lo primero y dificultar lo segundo.
   - ¿Cómo? -preguntó Diego, aunque conociendo el talante de su compañero de Patrulla, ya se imaginaba la respuesta.
   - Misdirection -respondió don José, con sagacidad calculada-: vosotros dos vigilaréis, mientras yo les distraigo con un espectáculo digno de la distinguida audiencia.

   Durante la cena, se repartieron los papeles: Diego y José vigilaban que nadie llevase armas ocultas. Los ojos de ambos estaban acostumbrados a reconocer los sutiles detalles que podían delatar un pliegue oculto en la capa, la bota o incluso el sombrero, relleno de un filo mortal o un botecito de ponzoña. María se ocupaba de las labores sociales, reconduciendo posibles tensiones en la conversación hacia terrenos inofensivos. Menos control tenían sobre las viandas y la bebida que servían los mismos sirvientes de la tarde junto a otros dos que no habían visto antes, pero puesto que escanciaban desde las mismas jarras para todos, y cada uno elegía los cortes que le parecía de las grandes bandejas comunes, de haber venido algo de ello envenenado desde la cocina hubiera afectado por igual a portugueses, españoles y al inglés.
   Cuando la cena estaba avanzada, el marqués del Carpio tomó la palabra según le había pedido Florences, y se dirigió a todos:
   - Según me ha contado nuestro querido conde de Valladolid, hace algunos años recaló en su ciudad una tropa de actores y saltimbanquis de lo más espectaculares. De entre todos ellos, destacaba un florentino llamado Jonás Pinetti que ofrecía prodigiosos entretenimientos que parecían imposibles. Aunque aparentaba estar instruído por el mismísimo diablo, el conde Florences le obligó a confesarle sus secretos, y resultaron de lo más mundanos, aunque tremendamente astutos.
   - ¿Tuvo usted que torturarlo mucho...? -preguntó uno de los da Silva que estaba sentado junto a Don José, girándose hacia él. Pero la silla estaba vacía. Su voz le hizo girarse en dirección contraria, hacia la cabecera de la mesa.
   - No crean todo lo que oigan -dijo el "conde de Valladolid", con expresión comprensiva. Si, sabía lo que estaban pensando. Lo que todos pensaban cada vez que le miraban, desde hacía tantos años, aunque por educación nadie lo dijera: "viste bien, ¡pero qué feo!". Bajó una poco la cabeza, acentuando un tanto más las sombras que le daban volumen a su prominente nariz. Extendió una mano vacía hacia el lado, le dio la vuelta, mostrando el dorso, y volvió a girarla hacia ellos... sosteniendo una bala de cañón de dos libras. La dejó sobre la mesa, pero en su otra mano, hasta entonces igualmente vacía, había aparecido otra bala del mismo calibre. Y en la derecha otra, y en la izquierda otra. Parecían salir del mismísimo aire, giraba una mano vacía, la volvía hacia ellos, y aparecía otra bala de cañón. En un momento, sobre la mesa había seis balas-. Pero tampoco confíen en todo lo que vean.
   Durante los siguientes minutos, fue haciendo aparecer y desaparecer monedas, vasos e incluso bandejas. Una carta troceada reaparecía minutos después sobre el regazo de alguien en el otro extremo de la mesa. Pequeños artilugios de su invención de aspecto inofensivo fueron entrando en juego, como una vela que parecían arder espontáneamente en sus manos, o una cajita de rapé que lanzaban pequeñas agujas a tanta velocidad que parecían aparecer por sí solas en un alfiletero situado a varios metros. No podía hacer sus habituales juegos con cigarros, ya que faltaban casi veinte años para que se inventaran los primeros en Sevilla, pero salió del paso con unas cuantas pipas de arcilla que no había tenido problema en agenciarse en el puerto de un comerciante holandés. Se materializaban encendidas o apagadas en sus manos, dentro de tarros e incluso detrás de un cuadro.
   Mientras el gran Florences encandilaba a su audiencia, María y Diego acabaron de asegurarse de que nadie pensaba poner en peligro a nadie. No tendrían que haberse preocupado: había una sensación generalizada de maravilla. Don José tenía el tacto necesario para que todos supieran que había un truco escondido tras cada juego de manos pero sin poder comprender cómo lo había hecho, que no se trataba de brujería sino de una ilusión muy bien ideada.

   Tras la función privada llegaron los elogios, los brindis y las chanzas. Los miembros de ambas comitivas se habían retirado ya a dormir, y el servicio se ocupaba de limpiar la estancia:
   - Mucho noble, mucho general, mucha alcurnia, pero ensucian como todos.
   - Un poco más -dijo su compañero, torciendo la boca y el bigote en un gesto de desaprobación-, que los que no estamos tan arriba intentamos que la comida acabe en el buche, y no en los platos. ¡Menudo desperdicio de bacalao!
   Entró de vuelta en la estancia su compañera:
   - ¿Cómo se encuentra el muchacho? -le preguntaron.
   - Algo le sentó mal. Joachim lo ha acompañado a su cuartillo.
   - Desde luego, el pobre tenía mala cara. Toda la noche estaba como lívido, ¿os fijasteis?
   - Sí, le debe haber sentado algo mal.
   - En fin -dijo la muchacha-, nos toca a los tres ocuparnos de todo esto.
   El camarero de la barba pareció relajarse y se aflojó un poco la librea, que se le pegaba incómodamente en zonas en las que no estaba acostumbrado:
   - Al menos podremos buscar con tranquilidad. ¡Menudo fenómeno, el mago éste!
   - Alardeaba un poco, ¿no creeis? Si eso lo hace en la calle, lo quema la Inquisición.
   - Debe ser Lisboa, que nos vuelve a todos un poco locos -dijo Julián, mirando algo irónicamente a sus dos compañeros.
   - Se ha arriesgado un poco, pero ha conseguido lo que quería: distraerlos -Amelia, Alonso y Julián siguieron apartando platos y vasos, mirando bajo las sillas y por las esquinas de la habitación.
   - ¿Alguno sabe qué buscamos?
   - Yo no me he fijado, lo siento -dijo Julián-. ¡Si es que no paraba de sacar cosas!
   En 2015, como siempre, el Ministerio del Tiempo se encargaba de las misiones habituales de mantenimiento de la coherencia de la Historia española. Pero también se estaba informatizando el archivo de misiones antiguas, en las etapas en que los informes se escribían sobre papel o pergamino, para acceder mejor a los datos y al cúmulo de experiencias que atesoraban. Hasta 1960, en el Ministerio se había seguido un protocolo de salida de material riguroso: todos los agentes que cruzaban una Puerta dejaban nota fiel de lo que se llevaban a la misión y lo que traían de vuelta. Cada maravedí, cada traje, cada bala disparada, incluso cada clip dejaba constancia en el registro, de manera que luego los "equipos de limpieza" pudieran encargarse de que no quedara rastro de tecnologías inapropiadas.
   No obstante, con los bombardeos que asolaban Madrid en 1938, y el caos que reinaba en el Ministerio de entonces, habían pasado 77 años hasta que alguien cayó en la cuenta de que el agente don José Florences apuntó "3x artilugios de prestidigitación" en su viaje de ida a la firma del tratado de Lisboa, pero sólo "2x artilugios de prestidigitación" a su vuelta. La Patrulla de 2015 había sido enviada a esas fechas para hacer de "equipo de limpieza", con la dificultad añadida de no poder interferir con la misión de la Patrulla anterior para que no se fuera al traste: hasta que el "artilugio" se perdiera, no podían hacer nada.
   Amelia zanjó la cuestión:
   - Mañana partirán las comitivas y tendremos que irnos. Sea lo que sea, sea como sea, hay que encontrarlo esta noche.
(CONTINUARÁ...)
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17 abril 2015

MdT: Tiempo de paz (II)

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   Me llamo Diego Rodríguez, y soy un hombre muerto. O eso creen todos los que alguna vez fueron mis amigos y mi familia: me dieron por fallecido en 1097, en la batalla de Consuegra. En realidad, un agente del Ministerio me salvó de ser alcanzado por un alfanje almorávide en plena llanura toledana cuando Pedro Ansúrez, Álvar Fañez y García Ordóñez se retiraban: nunca se me dio bien lo de retirarme. Aquel hombre me dio un nuevo propósito y una nueva aspiración de escapar a la sombra de mi padre: y cuando tu padre es Rodrígo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, creedme que proyecta una sombra muy grande.
   Desde hace 10 años, vivo una doble vida: trabajo como herrero en mi época, en un pueblo del Reino de  Galicia llamado Porriño. Y en secreto, viajo por toda la historia de los reinos de España, al servicio del Ministerio del Tiempo que dirige Don Javier Guzmán en el siglo XX. Atravieso una puerta que hay en mi caserío y ya no estoy en 1108 sino en 1938: 800 años perdidos bajo su quicio. He tenido ocasión de poner a prueba mi temple, mis nervios y mi brazo centenares de veces: nunca paras de sorprenderte, nunca dejas de aprender, nunca bajas del todo la guardia.
   Don Javier es un hombre cabal. En la década que llevo trabajando para él, me ha demostrado que antepone el deber a sus intereses personales, pero que quiere a todos sus agentes como si fueran sus hijos. Es imposible no perdonarle que sea tan ferozmente republicano... sobre todo cuando gracias a su astucia y buen hacer se han salvado tantas veces las vidas de monarcas, duques, condes y marqueses a lo largo de la historia.
   Alguna vez me he preguntado: ¿y si fallamos en nuestra misión? ¿Y si por nuestra culpa matan a Fernando VII o al Marqués de Santillana, y cambia la Historia? En ese caso, ¿volveríamos a casa para encontrarnos que nadie ha notado la diferencia, porque para ellos siempre fue así? ¿Desapareceríamos todos los que hemos sido desplazados de nuestro año y siglo? No me gusta pensar demasiado en ello: mi querida compañera María de Cervelló dice que esas cosas quedan en manos de la Providencia Divina, que nosotros somos los instrumentos de los que se vale para mantener a Satanás fuera de la Creación, que mientras obremos con Rectitud y Honradez, todo irá bien. Tengo en mucha estima a mi pura y hermosa María, pero acaba de incorporarse a la Patrulla hace menos de dos meses, y creo que a sus 25 años aún no ha aprendido cómo funciona el mundo. ¿Mantener a Satanás fuera de la Creación? ¿Y por dónde empezar, si sus garras se extienden allá donde miremos? Cada semana hay alguna emergencia, cada estación alguna catástrofe que está a punto de destruír el frágil equilibrio de los años. Hasta ahora hemos logrado capear cada tempestad, no sin perder a unos cuantos hombres buenos por el camino. De hecho, devolvedme a 10, y sólo con ellos os aseguro que mi padre no necesitará estar muerto para ganar la batalla de Valencia. Pero, ¿hasta cuando tendremos suerte? ¿Y si los bombardeos de Madrid destruyen el Ministerio? ¿Quedaremos perdidos en un tiempo que no es el nuestro?
   Desvarío, y debo mantenerme sereno: la delegación portuguesa es grande, se nota que, como dicen en el siglo XX, "juegan en casa". Es muy probable que uno de ellos sea el que pretende impedir la firma de este tratado...

* * * * * * * * * *

   Está sonriendo. ¿Por qué sonríe? Me pone nervioso cuando sé que está tenso y sonríe así, prefiero cuando se muestra circunspecto. Seguro que está pensando en partirle el cuello a alguno de los portugueses en cuanto parezca que oculta algo. Así que más vale que haga pronto mi trabajo para que nadie salga herido. Quizás esta vez lo logre.
   Hoy interpreto el papel de Su Excelencia Don José Florences, conde de Valladolid. En realidad soy José Florences Gili, pero casi nadie me llama así, ya: en la calle y en la prensa, todos dicen "El Gran Florences", el "Rey de los Prestidigitadores", e incluso el "Prestidigitador de los Reyes". Lo cierto es que he actuado para unos cuantos, incluyendo cierto número que no podría contar a nadie sin que creyera que bromeo como parte del espectáculo, mayormente porque murieron hace varios siglos.
   Don Javier dijo que había sospechas, por documentos recién encontrados en el siglo XX, de que alguien intentaría sabotear la firma del tratado de paz: alguien que muy probablemente está metido en esta larga sala. Hablo con todos los que puedo, y ninguno escapa a mi observación. Ese tal Nuno Alvares Pereira tiene el hombro destrozado. Intenta que no se le note, pero aprieta los dientes cada vez que debe girar demasiado rápido. Demasiado joven para tratarse de un problema de huesos, 30 años, seguramente fue en la guerra. Se me da bien hacer trucos de manos, con cartas, con monedas, hacer aparecer y desaparecer cosas. Se me da incluso mejor inventar mis propios trucos: esa es la verdadera esencia de un mago, claro. Si sólo repites lo que hacen los demás no vales nada. A menos que lo hagas de una forma nueva: esa es la verdadera esencia de un mago.
   Después está ese tal Vasco Luis da Gama: no puede ser el navegante, por supuesto, porque estaríamos en el siglo equivocado. Tal vez un descendiente. Parece un hombre serio y lo consulta todo con el aristócrata del que no se separa, António Luís de Meneses, marqués, conde y general ultrarcondecorado. Ese ha tenido más responsibilidad en la guerra que se acaba que ninguno de los otros que estamos aquí. Parece astuto como un zorro. Se me da bien conocer a la gente, no tanto saber lo que piensan sino saber cómo piensan: esa es la verdadera esencia de un mago.
   Y luego están los tres da Silva: Joao, Henrique de Sousa Tavares y Pedro Vieira. No me parecen demasiado listos, parecen estar aquí porque a su familia les interesaba que se notara su presencia, no porque realmente tengan nada que apelar o aportar al tratado. Espero que acabemos pronto la misión: tengo ganas de ir a Londres a conocer a Houdini. Por lo que he oído no era precisamente un caballero sobre el escenario, pero ¡era Houdini! ¡El maestro del escapismo! ¡El amo de las fugas imposibles! ¡La trampa china del agua! La verdadera esencia de un mago.
   Sin embargo, el que me preocupa de verdad de toda esta sala es el inglés; ese tal Conde de Sandwich, Edward Montagu, no me parece de fiar. No entiendo como puede mediar entre españoles y portugueses, si todo el mundo sabe que los lusos siempre han estado aliados con la pérfida Albión...

* * * * * * * * * *

   Salve Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo, et spes nostra, salve. Ad te clamamus exsules filii Hevae. No entiendo a los portugueses, y eso que no se me dan mal los idiomas. Hablaba latín y griego desde los 12 años, y catalán, claro; y el castellano, que en Barcelona no lo había oído prácticamente nunca, lo he aprendido  en apenas dos meses. ¡Oh! Si me oyera pensar así el querido Fray Bernat de Corbera, me diría que peco de soberbia. Pero, como dice mi amiga Eulalia Pinós, sólo teniendo claro lo que sabemos podemos descubrir lo que ignoramos.
   Me llamo María, soy hija de los barones de Cervelló. Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle. Me gustaría ayudar a don Gaspar de Haro a que esta paz llegue a buen término, pero no me parece que tengan demasiado en cuenta mis opiniones. Ya sé que soy muy joven, pero he escuchado toda la vida a mi padre resolver problemas entre facciones diversas, y con la ayuda de Dios todo se puede solucionar. Todos me parecen tremendamente amables.
   Las puertas de la sala larga del bonito convento donde nos hemos reunido las dos delegaciones se han abierto. Han entrado tres sirvientes, dos hombres y una mujer, vestidos con librea inglesa (fue idea del Conde Montagu, para que no se vistieran uniformes españoles ni portugueses), y nos traen un refrigerio. La mayoría de los hombres se aprestan alrededor de las bandejas. A mí se me acerca la mujer: es joven como yo, y me ofrece agua y algo que no acabo de entender: todos hablan muy alto, en varios idiomas. Ella se me acerca para repetirme lo que me había dicho, al oído. Pero en vez de eso, me dice otra cosa distinta: sorprendentemente en este lugar, me habla en catalán, y me dice:
   - Vigila bien a Don Florences.
   Debo abrir mucho los ojos con la sorpresa, porque ella se azora, se aparta de mí y se retira con sus compañeros de servicio, mezclándose con los representantes. Miro a mi compañero de misión: don José Florences siempre ha sido muy bueno conmigo, me trata casi como a una hija. ¿Qué ha querido decir aquella sirvienta? Se lo quería preguntar, pero uno de los portugueses ha echado enseguida a los tres camareros. Me parece que la joven sirvienta me lanza una última mirada cargada de intención cuando las puertas se cerraron.

   - Estamos de acuerdo -dijo el marqués de Meneses- en el cese de las hostilidades, la restitución de las plazas ocupadas...
   - Excepto Ceuta -recordó don Gaspar de Haro.
   - Excepto Ceuta; pero recuperamos Olivenza. La devolución también de las propiedades tomadas y la amnistía para los prisioneros.
   - Nos queda -intervino De Gama- el asunto de la libertad de comercio y circulación, y asegurar que Portugal será soberano para aliarse con quien quiera.
   Sir Edward Montagu mantenía una media sonrisa permanentemente congelada en el rostro. Seguía la conversación, pero su mirada iba repasando a todos los presentes. En Don Florences se detuvo quizás un poco más que en los demás. ¿Qué ocurría con él, se preguntaba María? ¿Tenía que asegurarse de que el mago no hiciera nada malo o de que no se lo hicieran a él? ¿Quién era aquella sirvienta? ¿Y de parte de quién estaba? De repente, la sencilla misión parecía complicarse...
(CONTINUARÁ...)
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16 abril 2015

Los archivos (del fanfic) del Ministerio: Un Acto de Honor

"Los japones es la gente más belicosa que hay por acá. Traen artillería y mucha arcabucería y piquería.
Usan armas defensivas para el cuerpo. Lo cual todo lo tienen por industria de portugueses,..."
Gonzalo Ronquillo, Gobernador de Filipinas (carta al Rey de España Felipe II, 16 de junio de 1582)

   Por increíble que parezca, los combates de Cagayán constituyen un hecho real de la Historia de España. Se trata de un caso excepcional: el único encuentro histórico documentado entre Tercios españoles y rōnin (samurais sin señor) japoneses. Debido a una coincidencia de fechas, se rumorea que estos combates pudieron tener relación con la aparición de una nueva técnica de lucha con doble espada en Japón : el estilo Niten Ichi Ryu de Musashi (similar al "oficio de armas dobles" español, una de las técnicas de la "verdadera destreza" de Carranza), aunque no hay verdaderos datos que confirmen con seguridad si hubo una auténtica relación entre ambos hechos.

   ¿Qué datos históricos son estrictamente reales en el fanfic "Un acto de honor"?

La era de leyenda:
   La acción transcurre a finales del S.XVI, la época histórica más interesante de ambos países. España era una potencia mundial "en cuyos dominios no se ponía el sol": se encontraba en pleno Siglo de Oro en las artes, las letras, la política y el dominio militar.
   En Japón también transcurría la época más inmortalizada por la literatura y el cine: la de los samurai. Concretamente, la violenta transición Azuchi-Momoyama (1568-1603) entre las incesantes guerras civiles de la era Sengoku Jidai (1467-1568) y la etapa de esplendor Edo Jidai (1603-1868). Precisamente esa transición fue protagonizada por los tres famosos unificadores de Japón: Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu.

Los piratas wo-kou de Tay Fusa:
   En el s. XVI se recrudeció la actividad pirata china y japonesa en las costas de Filipinas, China y Corea. Los dos líderes piratas más conocidos (Limahong y Tay Fusa) incluso exigían vasallaje y recaudaban "impuestos" a los aterrorizados aldeanos. Ésa fue la principal razón por la que los filipinos, para repeler a los saqueadores, permitieron el asentamiento de portugueses y españoles en sus tierras.
   Los wo-kou (o wâko) eran una extraña mezcla de piratas y comerciantes. Oficialmente vivían de negocios legales, como la venta de pieles de ciervo, o el intercambio de plata japonesa por oro filipino. Pero la actividad comercial, tristemente, a menudo resultaba ser sólo una tapadera para "blanquear" el botín de su otro negocio: el pillaje, tanto asaltando a los barcos mercantes como a aldeas a las que cobraban por su "protección".

El almirante Juan Pablo de Carrión y el Capitán del Tercio Pero Lucas:
   En 1582, la piratería se agravó tanto que el gobernador español en Manila envió al Cagayán a cuarenta veteranos de los Tercios de Mar españoles, en siete naves: la galera "Capitana" (equipada con tres o cuatro fuertes cañones de base giratoria), el navío ligero "San Yusepe" (también equipado con dos o tres cañones más) y cinco embarcaciones mucho menores para tareas auxiliares. Les capitaneaba el hidalgo Juan Pablo de Carrión: éste había sido un excelente soldado y navegante y, a sus 69 años, además se había convertido en un gran estratega, que aún se adentraba en el combate para dirigirlo desde las primeras líneas.
   La muerte del veterano capitán Pero Lucas sucedió realmente durante el abordaje al gran junco pirata (y no fue la única baja española): este dato ilustra la ferocidad de los wo-kou.

   Las hostilidades comenzaron cuando la "Capitana“ sorprendió un gran junco pirata saqueando la costa, al que desarboló y ahuyentó a cañonazos. Pocos días después, como represalia, los piratas atacaron ferozmente varias aldeas de nativos tagalos. La "Capitana" esta vez no les dejó escapar: cañoneó el gran junco, lo embistió con su espolón y se inició el abordaje. Los soldados del Tercio estaban acostumbrados a vencer con facilidad, pero esta vez se enfrentaron a samurai sin señor (rōnin), duros guerreros que además eran superiores en número. El Tercio, por primera vez desde que pisó Asia, hubo de retroceder. Los hombres de la "Capitana" tuvieron que bloquear al enemigo formando en cubierta como un tercio de Flandes, y derribando la verga mayor como parapeto, hasta que llegó el "San Yusepe" y les auxilió con su artillería.
   Escarmentados, los españoles no intentaron más abordajes: exterminaron a cañonazos los demás sampanes piratas que encontraron en el río (18 en total). El junco y los sampanes también contaban con cañones y fusiles, pero muy inferiores a los europeos.

   Pero los problemas no habían terminado: explorando río arriba, la flotilla de Carrión descubrió un asentamiento pirata, defendido por unas 600 personas armadas. Los españoles ahora eran poco más de treinta veteranos, unos sesenta novatos y algunos tagalos leales. Para atacar hacía falta temeridad o un alarde genial de estrategia militar. Pero los Tercios eran famosos por su lema: "ni un paso atrás".
   Consciente de que la enorme superioridad numérica del enemigo no le permitía vencer cuerpo a cuerpo, Carrió decidió rodear el asentamiento con trincheras y con sus seis o siete cañones y culebrinas, desembarcadas de sus naves. Dicha artillería pesada recortó bastante la superioridad numérica japonesa, pero comenzó a agotarse la pólvora. Entonces se iniciaron los ataques cuerpo a cuerpo. Los fieros wo-kou eran increíblemente duros: incluso después de heridos, conseguían arrancar las picas de las manos de los españoles. Éstos hubieron de engrasar sus armas para evitar perderlas y, de paso, contraatacar. Una inteligente planificación de la pólvora restante para cañones y mosquetes, así como una obediencia absoluta del Tercio, igualó las oportunidades. Los piqueros y espadachines españoles hicieron huir al resto de los wo-kou... excepto a los samurai más honorables, que se quedaron a plantar batalla en combate singular. Al igual que el Tercio, los samurai también preferían la muerte antes que dar un paso atrás.
   En los combates murió el hatamoto (principal general) de Tay Fusa y su hijo, oficiales destacados de los wo-kou.

   Tras la victoria española disminuyó la piratería en el nordeste de Filipinas durante años. Carrión fundó una ciudad para defender la zona: Nueva Segovia.

¿Qué datos son ficción histórica?
Obviamente, los relatos de los historiadores no detallan todos y cada uno de los movimientos de lucha de tantos combates. Por lo tanto, he completado las escendas de acción combinando diversas maniobras clásicas de la época:
  • Por la parte española, he intentado describir la típica organización de combate de los Tercios: La base era la formación en cuadro, dejando un brazo de espacio entre cada lancero. Junto a ellos formaban los rodeleros, llamados así por su redondo escudo o "rodela": usaban coraza de acero y una ancha espada toledana. 
  • Los arcabuceros y los mosqueteros avanzaban por los flancos (o incluso a veces por los espacios entre lanceros, cuando no había otra opción), en varias filas que disparaban y recargaban alternándose en rigurosos turnos, para que el fuego fuese incesante. Además, portaban espadas, ya que sus armas de fuego sólo aguantaban cinco disparos seguidos antes de recalentarse demasiado. Los arcabuceros no usaban armadura: se defendían prácticamente sólo con su agilidad, y con sus famosas técnicas de esgrima, entre ellas la combinación simultánea de espada ropera y daga vizcaína ("oficio de armas dobles" , una de las técnicas de la "verdadera destreza" del maestro Carranza): estas finas hojas punzantes defendían y atacaban indistintamente al mismo tiempo, mientras mantenían la mano resguardada mediante unas complicadas filigranas de acero ("gavilanes") que, además de bellas, eran útiles para atrapar o romper la espada del enemigo. 
  • Por la parte japonesa, he intentado incorporar diversos tipos de espadas samurai : la famosa katana de tamaño mediano, espadas más largas (nodachi, tachi), y cortas (wakizashi y jitte), así como varias técnicas samurai para el combate con dichas espadas. Por ejemplo, la combinación de desenvainado y corte típica del iaido (arte que en aquella época ya existía, pero no con ese nombre), algunas posiciones de partida básicas al empuñar una katana a dos manos (Jigen-ryu verticalmente junto a la mejilla, en molinete por encima de la cabeza...), y mandobles verticales especialmente poderosos, como el espectacular Ono-ha Itto-ryu asignado a la muerte del valiente Pero Lucas. Las espadas de acero no eran el arma principal en Japón en aquella época, por lo que he dedicado una mención a la espada bokken de madera (una de las favoritas del legendario Musashi), el bastón largo (rokushakubô, o simplemente ), flechas de combate y ceremoniales, las lanzas genéricas yari y, sobre todo, las cortantes alabardas naginata: auténticos sables con largo mango de lanza, el arma realmente preferida por muchos hombres (y algunas mujeres) samurai a lo largo de la Historia de Japón. 
  • El asalto a las aldeas tagalas sólo se describe en los libros de Historia como "especialmente brutal" o "de especial dureza", por lo que he recurrido a imágenes genéricas de las crueldades de la guerra. La actuación de Julián, del capellán y de Amelia hacia los heridos y moribundos ha sido redactada a partir de testimonios de voluntarios y profesionales que auxiliaron a los heridos del 11-M. Por esta razón, y por el mes de publicación del fanfic, he dedicado ese triste capítulo no sólo a las víctimas de la reciente tragedia aérea de los Alpes, sino también a las víctimas del 11M. 
  • Para la batalla final contra la ciudadela tenemos bastantes datos históricos sobre las acciones españolas (trincheras, cañones, mosquetes, aceros, el truco de engrasar las picas); pero sólo algunos detalles sobre los japoneses, como la valiente resistencia samurai en los combates individuales del final. Para el resto de las acciones wo-kou, he tenido que consultar fuentes especializadas sobre formaciones de combate japonesas de aquella época... y combinarlos con imaginación.

¿Qué datos son ficción pura?
   La presencia de los personajes del Ministerio (Amelia, Julián, Alonso y sus jefes) es lógicamente ficticia, aunque indispensable: ellos sirven como hilo conductor para transportarnos por esta época histórica tan excepcional. Pero ellos no son el único toque de ficción en este relato. He incorporado también teorías que, aunque no sean oficiales ni estén completamente confirmadas, me han parecido interesantes o simplemente bellas.
   Para empezar, la conspiración ("Esto es la cabeza de lanza de una invasión") es en buena parte invención mía. Tay Fusa tal vez podría haber sido un corsario (es decir, trabajar para algún gobierno chino o japonés) en vez de un simple pirata, pero ese punto nunca estuvo confirmado históricamente. El gobernador nipón Oda Nobunaga no intentó seriamente expandirse fuera de su país: estaba demasiado ocupado con sus guerras civiles. Además, los cristianos aún le resultaban útiles por la información extranjera que aportaban, y eran todavía demasiado escasos para convertirse en una amenaza. Tras la muerte de Oda Nobunaga en 1582, sus sucesores Hideyoshi y Tokugawa Ieyashu resultaron mucho menos tolerantes hacia los europeos, pero cada uno de ellos mantuvo varios años más de paz antes de iniciar períodos abiertos de hostilidad o de invasión hacia las zonas españolas.

   Otro punto que he tenido que adaptar un poco para la trama del Ministerio es el de la esgrima: Es cierto que, antes de los combates de Cagayán, los samurai usaban solamente una espada a ambas manos (nunca dos a la vez como los españoles). Y que pocas décadas después de estos combates apareció el estilo "Niten Ichi Ryu" o "dos cielos" (dos espadas) de Miyamoto Musashi, publicado en su Libro de los Cinco Anillos. No está demostrado que Musashi copiase realmente el oficio de armas dobles de los españoles (pudo haberlo adoptado por otros factores: ser zurdo o ambidextro, haber visto exhibiciones de esgrima europea en sus frecuentes viajes), pero la coincidencia de fechas es lo suficientemente tentadora, así que lo he convertirdo en el tema que investiga la Patrulla del Ministerio.

   Y por último, por supuesto, el personaje con el que más libertades me he tomado es el padre de Miyamoto Musashi. Realmente se llamaba Shinmen Hirata Munisai y era un maestro con la katana larga (tachi) y el jitte. Su destino está envuelto en misterio: según su lápida, murió o desapareció (no se sabe bien) en 1580, pero la mayoría de los historiadores consideran esta fecha incorrecta, ya que algunos relatos le mencionan en 1589. Ni siquiera se sabe si llegó a vivir lo suficiente para compartir sus habilidades con su hijo, o más bien con algún otro pariente que las transmitiese a Musashi después. A causa de este misterio, y por el tipo de armas que utilizaba (compatible con la lucha a dos espadas) no he podido evitar la tentación de hacerle protagonista de la parte japonesa de mi relato, aunque en realidad es improbable que llegara nunca a visitar las Filipinas. Además, por supuesto, ha sido un verdadero placer inspirarme en él para desarrollar una relación de afectuosa rivalidad entre un auténtico samurai honorable, Amelia y Alonso.

Gracias por acompañarme en este viaje a través del arte de la guerra, la camaradería, el honor... y el Tiempo.

Los archivos (del fanfic) del Ministerio: Tempus Fugit

Con la historia "Tempus Fugit" ya completa, se me ocurrió escribir un artículo a modo de "making of", para quien quiera saber de dónde salen algunas referencias.

TEMPUS FUGIT
Empecemos por el título. "Tempus fugit" es una locución latina, probablemente acuñada por Virgilio, que significa literalmente "el tiempo huye". Utilizada luego por oradores y poetas,  apela a la naturaleza volátil del mismo. Se ha utilizado también en varios tipos de ficción, muchas veces relacionada con viajes en el tiempo: en mi caso, el ejemplo que más tenía en mente era un capítulo de la serie de televisión Lois & Clark.

Además, aquí quería inspirar un segundo significado, espúreo: "fugitivos del tiempo", que es lo que en definitiva acabarán siendo los Babélicos. En correcto latín, eso sería "Tempore Profugus".

CAPÍTULO I
"- Sigo pensando (...) que el dilema del siciliano no tiene ningún valor lógico. Es una mera cuestión de azar"
"El dilema del siciliano" es una de las pruebas que tiene que superar el Temible Pirata Roberts en "La Princesa Prometida" para hacerse con la princesa. O más concretamente, es la prueba que él le pone al siciliano Vizzini para retar su intelecto: dos copas, una de ellas envenenada, cada una delante de uno de los adversarios. Vizzini tiene que deducir, a partir de la lógica, si el Pirata sería la clase de hombre que pondría el veneno en su copa o en la de su contrincante.

"(Valencia, 1885) La señorita Folch creyó palidecer al escuchar la fecha..."
Ya que, como ella descubrió en el episodio "Cómo se reescribe el tiempo", su propia tumba fecha su muerte en ese año. El suyo es uno de los casos dentro de la historia en los que "tempus fugit" se aplica con su sentido real: el tiempo se le acaba, a Amelia. Si algún día desarrollo la historia en un formato más largo, es un tema en el que abundaré más, dentro de la trama.

"- El investigador Jaume Ferran ha desarrollado un tratamiento revolucionario contra la enfermedad azul...
- El cólera"

Jaume Ferran y Clua (1851-1929) es una de las figuras esenciales de la microbiología europea. Siguiendo primero los experimentos de Pasteur y luego los postulados de Koch, descubridor de las bacterias como transmisoras de enfermedades, elaboró cultivos debilitados del bacilo del cólera, consiguiendo la primera vacuna contra el mismo.

"Sabemos que Ferran encontró bastantes reticencias para inocular a la población, pero (...) Alcira se niega en redondo a probar el remedio"
Alcira, presentaba características geográficas y sociológicas que la hacían extremadamente interesante para un ensayo de esta índole (aislada por el agua, dividida en barrios con fuertes diferencias económicas). Sin embargo, como dice Salvador en el relato, el Doctor Ferran tuvo que enfrentarse a un gran rechazo de la población, por una parte supersticiosa y por otra ya muy castigada por diversos desastres.

"Cierto, usted no la conoce: no llegó a Europa hasta 1827"
Aunque los médicos del imperio Romano ya la describían, durante muchos siglos, el coléra fue una enfermedad endémica de la India, como dirá luego el Doctor Ferran, y muy desconocida fuera de sus fronteras. A principios del siglo XIX llegó a Rusia y desde allí se expandió por Europa.

"...vicesecretario del alcalde de Valencia, don Josep Maria Ruiz de Lihory".
Vicenç Soler es un personaje inventado, pero el barón Ruiz de Lihory fue brevemente alcalde de Valencia, entre 1884 y 1885. En 1890 fue elegido diputado por Alcira.

"Leí su Memoria sobre el parasitismo bacteriano del año pasado"
Esta Memoria del Doctor Ferran fundamentó sus hallazgos en Marsella que le permitieron desarrollar la vacuna.
Por cierto, que tener a un "Doctor" y una "Amelia" en el mismo grupo era un pequeño placer whovian ;)

"Enrique Gaspar y Rimbau, he sido cónsul en China, pero ya me he cansado de aquellos pagos"
Don Enrique (1842-1902) nació en Madrid, se crió en Valencia, creció como dramaturgo y novelista, y tras casarse con una aristócrata se convirtió en diplomáticó, representando los intereses españoles en Grecia, Francia, Macao y Hong Kong. Su especial obsesión fue el teatro social, género del que fue pionero en España.

CAPÍTULO II
En efecto, la catedral de Astorga estaba en obras en 1476, que habían comenzado cinco años antes y que con posteriores ampliaciones y renovaciones no acabarían hasta el siglo XVIII. En aquellos tiempos, la catedral aún tenía el crucero por el que aparecen Julián y Alonso, y que hoy día ya no existe. Igualmente es cierto que el canónigo de la catedral fuera por entonces Alvar Alfón.

"Vayan hacia León, pero no hace falta que entren, que hay mucho follón con la soldadesca"
Acabadas las principales campañas militares, el grueso de la hueste del rey Fernando se encontraba en la capital leonesa. Armaban constantes altercados en la ciudad, y eran un verdadero problema de orden público.

"Todavía no entiendo como te pudiste herir tú solo"
Autoreferencia desvergonzada a mi relato "A Destiempo" ;)

"Incluso con sus limitados conocimientos de historia sabía que en 1476 no tenía que haber vikingos en España"
Julián está en lo cierto. Aunque quizás no sabe que los vikingos sí estuvieron en España, invadiendo lugares tan distintos como Santiago de Compostela, Sevilla o Denia entre los siglos IX y XI.

"Es como Mulán, pero leonesa"
Disney se ha encargado de que conozcamos la leyenda de Fa Mulan, pero su historia se repitió en otros países y en otros tiempos, con perfiles muy parecidos: en el caso del "Caballero Oliveros", casi al pie de la letra. Ignoramos con exactitud su nombre y apellido, pero algunas fuentes sugieren que pudieran ser Juana García.

"...y un escudo con una V invertida pintada en rojo"
Esa "V invertida" es en realidad una letra lambda, en homenaja a la tierra natal de los espartanos, Lacedemonia.

CAPÍTULO III
"Estaban rodeados de campos de arroz"
A finales del siglo XIX, los campos que rodeaban Algemesí estaban dedicados principalmente al arroz y a las moreras.

"Más de 100 personas habían muerto por la epidemia, y otras tantas estaban ya gravemente enfermas"
Los datos son reales: en 1885, más de 200 personas murieron de cólera en Algemesí.

"- Necesito pacientes sanos -murmuró el Doctor"
Vale la pena recordar que su experimento era con una vacuna contra el cólera, no una medicina. Por eso necesitaba que los pacientes no hubieran contraído ya la enfermedad.

"- Que recemos a San Roque"
San Roque era uno de los santos favorecidos por los feligreses a la hora de encomendarse en situaciones de enfermedad.

"He estado en el Ayuntamiento y la stuación les desborda por completo"

Los datos que ofrece Don Enrique son reales, incluída la aportacion que hizo el gobernador tras una desolada carta que le envió el alcalde. Igualmente son reales los patrones de incidencia del cólera que destaca el Doctor Ferran. Los datos, como muchos otros de esta historia, están sacados del artículo "Aspecto social del cólera de 1885 en Alcira" de la revista Medicina e Historia, nº 26 (1973).

"- Va contra todo lo que creo.
- ¿Pero puede funcionar? (...)
A regañadientes, el médico les dio la razón"

El plan de Amelia, que se verá en el capítulo siguiente, consiste básicamente en hacer pasar al Doctor por un curandero, ya que la población rural de la época confiaba más en ellos que en los científicos. No sabemos qué método utilizó realmente Ferran para conseguir hacer su campaña experimental de vacunación pese a las reticencias enormes que se encontró, aunque la ilustración que usamos en el siguiente capítulo parece dar fe de que finalmente esta resultó bastante exitosa. En cualquier caso, las autoridades científicas de la época, incluyendo al eminente Ramón y Cajal, no dieron validez a la prueba del Doctor.

CAPÍTULO IV
"Eysteinn Skjálfarbondi"
Eysteinn es un nombre vikingo citado en el Ynglingatal, el libro del legendario clan Ynglin. Skjálfarbondi es un mote o apellido que aparece en la misma fuente. "Guthrod el Magnífico" fue del mismo modo un rey a medio camino entre el cuento y la realidad, supuesto abuelo del primer monarca de Noruega .

El gran templo de Uppsala es una de las construcciones más legendarias de los vikingos. La descripción del mismo en el siglo XI es la que aprovecho para esta historia, incluyendo el gran árbol y el arroyo al que se lanzaban sacrificios vivos que, sólo "a veces", volvían a la superficie. Sin embargo, la referencia a un gran incendio intenta sugerir que se trata de una versión anterior del mismo, al final de la época mítica a la que se refiere el Ynglingatal.

Anaxandros es un nombre común entre varios miembros de la nobleza espartana del siglo VI-VII aC.

"Recuerda lo que dijo Salvador"
Esto situa esta historia en algún momento tras el episodio 4 de la serie, "Una negociación a tiempo". El subsecretario y Ernesto ya habían hablado del efecto mariposa en el episodio 2, "Tiempo de gloria".
Ya de paso: la presencia de Irene en las secuencias del Ministerio, sugieren también que la historia es anterior al episodio 6 de la serie: así pues, todo esto transcurriría entre el 1.4 y 1.5 o entre el 1.5 y 1.6.

"Existe un Ministerio en España... en lo que será León en el futuro"
El término "España" se utilizó a lo largo de la Edad Media con significados distintos. En algunas épocas se refería al conjunto de pueblos de la Península Ibérica, en otras sólo a los reinos cristianos del Norte, y aún en otras denominó justo lo contrario, todo lo que no eran los reinos cristianos, la parte de la Península bajo control musulmán. Dinásticamente, la corona de Castilla (a la que pertenece Leon desde 1230) y la de Aragón se unen en 1479.

"Una estructura igual de ciclópea, una especie de enorme torreón cilíndrico que se alzaba majestuosamente hasta desaparecer en lo alto"
La primera vez que concebí una masiva torre subterránea de origen remoto fue en 1996, para una partida de rol de "Expediente X" que en secreto lo era de "La llamada de Chtulhu" de Chaosium. Hace dos años recuperé la idea para una sección de las Tierras del Sueño en otra partida rolera de Cthulhu, esta vez bajo sistema d20.

CAPÍTULO V
"Usa una especie de remedio de los gitanos, hierba del traidor mezclada con otras plantas raras, cogidas a la luz de luna, y... con agua bendita"
La "hierba del traidor" es otro homenaje a "Una negociación a tiempo": es la planta con la que el rabino Levi cura la herida de la joven reina Isabel.

"Primum Non Nocere"
Esta frase en latín que cita don Enrique es una de las máximas de la medicina: "lo principal es no hacer daño". En éste caso lo que quiere decir es que más vale un engaño que permitir que el cólera avance. La frase fue tradicionalmente atribuída del griego Hipócrates, pero los estudios más modernos consideran que la originó, en realidad, un médico inglés del siglo XVII, Thomas Sydenham.

"¿Dónde está lo que le dio el profesor Mélida en Madrid?"
José Ramón Mélida (1856-1933) es uno de los padres de la arqueología española, descubrió el Teatro Romano de Mérida y dirigió desde 1916 el Museo Arqueológico Nacional.

"Si asciendes los sesenta veces sesenta peldaños de la torre..."
Para hacernos una idea del tamaño de esta torre de 3600 escalones, la Torre Eiffel sólo tiene 1665.

"-¡Es un terremoto! (...) ¡Eso es el Fujiyama, en Japón y esto es un maldito terremoto!"
Concretamente es el demoledor terremoto de 1707, de fuerza 8.5 en la escala Richter, que dejó más de 5000 muertos, alteró la geografía de las islas japonesas y provocó, 49 días después, la última erupción conocida del monte Fuji.

"- Boku o shinjite! -exclamó Entrerríos-. Haitte!"
O lo que es lo mismo "¡Cruza la puerta! ¡Confía en mí!".

Por las conversaciones que habíamos tenido, sabía que o Mari Nieves o yo ibamos a escribir en algún momento una historia de la Patrulla relacionada con Japón (finalmente fue ella, en su serial "Un acto de honor"), así que introduje aquí ya la conexión japonesa de Alonso.

CAPÍTULO VI
"Julián había visto algo parecido en una película. ¿Era de Tarantino o de Robert Rodríguez?"
Nuestro hombre no va desencaminado: la imagen de varias personas apuntándose entre ellas (no con espadas sino con pistolas) viene de Reservoir Dogs, ópera prima de Quentin Tarantino.

El personaje de Don Aurelio Pimentel no me lo he inventado yo: es el CM que firma los artículos y noticias sobre la serie en la web de RTVE y quien atiende el Twitter oficial

"¿Todo bien por "Gatebook"?"
Esta versión ministérica de Facebook coge su nombre de una traducción literal al inglés del titulo del Libro de las Puertas (Gate Book)que origina el ministerio.

"¿Ishtar? Había una puerta legendaria con ese nombre que había sido considerada una de las maravillas de la Humanidad"
Ishtar es la diosa babilónica de la guerra y del amor (curioso que luego los griegos unieran a Ares y Afrodita, ¿verdad?). La Puerta de Ishtar, una de las 8 inmensas puertas de la muralla interior de Babilonia, daba acceso al Templo de Marduk, relacionado con el paso del tiempo ya que era dónde se celebraba la fiesta de Año Nuevo. La hizo construir Nabucodonosor II en el 575 aC. Estuvo en la lista de las 7 Maravillas del Mundo unos 300 años, hasta que la sustituyó el Faro de Alejandría.

Reconstrucción parcial en el Museo de Berlín
Dado que en esta historia, Julián, Alonso y Oliveros se encuentran en la Babilonia del 1400 aC, hace 131 años que la ciudad de Babilonia ha sido destruída por los hititas de Mursili I, que sin embargo no la ocuparon al estar demasiado lejos de sus territorios principales. Es otro pueblo, el casita, quien entra en Babilonia y comienza a reconstruirla y a establecer un periodo de paz: Agum II recupera la estatua de Marduk, robada por los hititas. En 1400 aC, quien gobierna en Babilonia es probablemente Kurigalzú I, en plena campaña contra los nómadas suteos y estrechando lazos con Egipto. No obstante, es la época peor documentada de la historia babilónica, y no en vano se conoce como "la edad oscura"...

"- ¿Pretende usted -le preguntó al cabo el diplomático- que con esas puertas puede el hombre retrogradar en el tiempo, saliendo hoy de Valencia, después de comer en Alcira para llegar ayer al monasterio de Yuste y tomar chocolate con el emperador Carlos V?"

La frase es una cita casi literal de un fragmento de El Anacronópete (1887), novela pionera sobre viajes en el tiempo (anterior a la de H.G. Wells) que Don Enrique Gaspar y Rimbau escribiría dos años después de esta aventura.

CAPÍTULO VII
Al "señor de Javier" al que se refiere Alonso en su relato de la primera expedición española a Japón hoy lo conocemos con San Francisco Javier. Los tres religiosos iban acompañados de un traductor llamado Anjiro.

"- ¡Saber inútil! (...) Que no he podido borrar de mi cabeza y que sólo me ha servido una vez, hará cuatro años, para instruir a un camarada de los Tercios de Mar, cuando marchaba hacia Cebú con el Almirante López de Legazpi."
El camarada en cuestión no es otro que Pero Lucas, un soldado de los Tercios de Mar que existió de verdad y que será uno de los personajes principales del relato "Un acto de honor" de Mari Nieves Gálvez.
López de Legazpi marchó para Filipinas en 1564 desde México (Alonso fue dado por muerto en 1569).

"Y la última (...) encontrada por el profesor Don Jose Ramón Mélida en 1879 en su excavación en Karnak."
En la época de Mélida, los arqueólogos españoles se formaban casi exclusivamente en los museos. Aunque él fue uno de los primeros en contagiar a sus colegas la necesidad de salir a los yacimientos para excavar y tener contacto de primera mano con la Antigüedad. En 1880, Mélida publicó una "novela arqueológica", El sortilegio de Karnak, y en 1884 dio una conferencia sobre religión egipcia, que demuestran su conocimiento, ya durante su juventud, de las culturas antiguas. Por eso me he tomado la libertad de inventarme una expedición física de Mélida a Egipto el año anterior a su libro, donde habría encontrado la tablilla de Ishtar, aunque probablemente lo más "aventurero" que hizo el Mélida real en aquella época fue un viaje a París en 1883 para conocer los museos franceses.

Aunque la narración no lo explica, mi idea es que Mélida encontró la Llave en las ruinas del Recinto de Mut, el Isheru. Mut, diosa madre, era en algunos aspectos similar a la Ishtar babilónica (que por lo demás, se parecía más a Bastet). En 1879-1880, el arqueólogo francés Gaston Maspero se encuentra en el área. Semillas para otra historia...

"...me la entregó para que se la llevara al profesor Federico Renyé en Lérida."
Federico Renyé y Viladot (1849-1903), fue abogado, colombófilo, historiador y alcalde de Lérida. Además, cultivó el conocimiento sobre antigüedades y tenía un cierto dominio del idioma hebreo.

"- ¿Mocho? -preguntó Don Enrique.
- Típico invento español: un palo clavado en algo."

La idea actual que tenemos de la fregona y del cubo para escurrirla la inventó en 1964 el español Manuel Jalón (y en El Ministerio del Tiempo, Leiva se encargó de asegurar que conservaba la patente, como vimos en "Tiempo de venganza"), inspirado en lo que el ejército americano usaba para limpiar los hangares. Sin embargo, cosas parecidas ya habían surgido antes en España (por ejemplo, la patente de Julia Montousse Fargues y Julia Rodríguez-Maribona de 1953) y en otros países (1496, Inglaterra; 1837 y 1893, EEUU).

"- Un ejército a través de la Historia, reunido en el pasado -Salvador empezaba a estar realmente preocupado."
Si la teoría de Amelia es correcta, la puerta que ellos abren desde 2015 conduce al 861 aC. En esa época, Babilonia está siendo gobernada por Nabú-appla-idina, en plena rivalidad con los asirios. Entre el 888 aC y el 855 aC, este rey hizo construir la "Tablilla de Shamash", un icono religioso dedicado a una deidad solar, en el que Nabú-appla-idina se convierte en el primer rey que reclama, por primera vez en 2 siglos, un título militar: "guerrero heróico con un asombroso arco, vencedor de Sutû, el Enemigo Oscuro". Inspirador...

"...se hicieron entender al samurai (Tsunetomo),"
Tal vez se trate de Yamamoto Tsunetomo, una de las figuras principales del bushido, que contaba 48 años cuando se produjo el terremoto de 1707. En aquella época, se había retirado como ermitaño, y no volvería a contactar con la civilización hasta 1709. ¿Quién sabe dónde pasó su tiempo de solitud e introspección?

"-(...)Incluso se cuenta aquello de "mujer hay en la hueste" -ella sonrió"
La anécdota de cómo el Caballero Oliveros fue revelada como mujer mientras combatía cambia según la versión, pero la mayoría coincide en que se le rompió la armadura y la ropa en un lance del combate, dejando un pecho a la vista sorprendida de sus compañeros de armas, uno de los cuales pronunció la famosa frase.

"- (...)Pero pocos saben vuestro nombre real.
- Me llamo Juana García."
En El Anacronópete, Rimbau se inventa una sustancia especial que evita que cambie la edad de los pasajeros de su máquina mientras van al pasado: "fluído García", se llama. Según este relato, el nombre sería en homenaje a Oliveros.
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Y eso es todo por ahora. Espero que os haya resultado interesante. Pronto volveremos a viajar en el tiempo: cada día aparecen nuevas puertas...