- ¿A ti por qué te han enchironado?
- Dicen que maté a un tio en una gasolinera. Y qué va.
- Ya, claro.
- Je. ¿Y a ti?
- Oh, por trincar 20 millones en un banco.
- Fiu. Pero no lo hiciste, claro.
- Je, je, por supuesto que no, je je. Oye, tú, el nuevo: ¿a ti por qué te han metido aquí?
- Por no hacer nada.
- ¡Jaja! Otro de los nuestros. Siempre somos inocentes, ¿eh?
- No, no, sí que lo hice. Soy culpable. De no hacer nada.
No se extrañen los funcionarios de prisiones si dentro de un tiempo sorprenden esta conversación entre algunos de sus presos. Al menos, de prosperar la reforma del Código Penal que pretende Jorge Fernández Díaz, ministro de Interior.
No lo pongamos todo en el mismo saco: hay partes de esa reforma que, si bien puede debatirse si son necesarias o ya las cubre el Código actual, son fácilmente comprensibles. Incitar a la manifestación con violencia debe ser un delito, sea la convocatoria por teléfono, por buzoneo o a través de Facebook: creo que incluso los que la generan estarían de acuerdo en eso. Lanzar objetos peligrosos, destrozar establecimientos comerciales, o amenazar a la policía tampoco es de recibo. Aunque aquí comienza el ministro a pervertir el lenguaje en su borrador: "amenazar o intimidar" no es lo mismo que "atacar", de la misma forma que robar y matar son cosas diferentes. Lo digo porque esas dos formas de increpación las quieren hacer pasar a formar parte de "las modalidades de acometimiento", y el acometimiento es el ataque violento contra un policía. A no es B, por mucho que se cambien las leyes.
Pero lo grave es, precisamente, la calificación como delito (de atentado contra la autoridad) la resistencia pasiva ante las fuerzas de seguridad. ¡Con penas de hasta 6 años de cárcel! Y es grave por dos razones: la primera y más evidente es que se criminaliza la respuesta más "blanca" que pueden dar los ciudadanos ante el descontento con sus políticos (recordemos una vez más que los políticos son de los ciudadanos y no al revés). Es decir: no hacer nada en medio de la calle es delito, especialmente si lo haces como protesta. ¡Alerta con estos delincuentes!
Por supuesto, por Martin Luther King y Ghandi pedirían poco menos que la perpetua. Vamos a necesitar una prisión más grande. Vete a saber, quizás es la intención del ministro: la fiebre del ladrillo, pero esta vez con alambradas. "Y no cierren ustedes la Modelo de Barcelona, que la van a necesitar de nuevo". Me gustará ver los planes de reinserción que se aplican a estos "criminales". O no.
Lo que denota esto es un enorme problema de inseguridad, pero no ciudadana, sino política. El ministro se siente impotente ante la respuesta no-violenta de la sociedad ante los desmanes que sufre día sí y día también-pero-dos-tazas. "La gran lacra de este país ya no es el terrorismo: son sus dirigentes y sus alternativas", eso están gritando las redes sociales, y transfiriéndose a la realidad en forma de 15-M y similares. Es fácil cargar contra los violentos, pero ¿cómo defiendo que tengo la razón contra los pacíficos? Cogemos el diccionario de historia y redefinimos a Franco, y cogemos el diccionario de la RAE, lo combinamos con el Código Penal (papá siempre te dijo que mezclar es maaaalo) y redefinimos "delito". "No future!", clama el pueblo. "Obey", responde el gobierno.
Se trata de una gran falta contra la proporcionalidad, un principio sin el cual no puede haber justicia. No estamos volviendo al franquismo: estamos volviendo más atrás del "ojo por ojo y diente por diente", y eso es un retroceso de 2772 años... Y me preocupa, porque la segunda razón por la que esto es grave, y tal vez la he leído menos en los espacios que comentaban la noticia, es que es una invitación, una carta abierta a excederse, a la violencia: "si tanto manifestarme sin violencia como con ella es un delito, y voy a ir igualmente a la cárcel, ¿por qué contenerme?".
Es posible que ese borrador no sea más que un globo sonda de la absolutista mayoría que nos gobierna. Un aviso para navegantes. O una cortina de humo. En ninguno de esos casos es menos indignante, y sólo un poco menos lesivo contra los derechos de los ciudadanos y contra las obligaciones del buen gobernante. Pasamos a Defcon 3.
- ¿Pero cómo que no hiciste nada?
- ¡Y lo volvería a hacer!
1 comentario:
Madre mía como está el patio. Cada día vamos a peor.
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