EL MAESTRO Y LA SERPIENTE
Jesús era el principal Hijo de Dios por muchos motivos, pero como él mismo decía, no era el único. Entre los demás había uno, díscolo aunque bienintencionado, llamado Crawly. Pero no es que pudiera compararse con Jesús, ni en poder ni en santidad. De hecho, Crawly era un demonio... pero el menos maligno que se puede imaginar. Si se alejó del Cielo, sólo fue por no querer vivir encerrado dentro de la rígida estructura de normas celestiales. Eso no tiene nada que ver con el concepto de maldad. Sólo era independencia, y capacidad de desarrollar inteligencia propia.
Por eso Dios pensó que ambos hijos deberían conocerse. Ambos querían aprender a pensar por sí mismos. Tal vez podrían ayudarse.
Cuando Jesús terminó de estudiar todos los preceptos de la Torá, preguntó a Dios:
- ¿Qué diferencia hay entre memoria y sabiduría? Cómo puedo aprender a pensar por mí mismo?
Y Dios contestó:
- Espera aquí, en el desierto, para ser tentado por el demonio Crawly.
- ¿Un demonio? ¿No es eso un poco extremo, Madre?
- Es que se trata de un demonio raro, hijo. Te gustará.
- ¿Cómo de raro?
Dios ya no contestó, pues un viajero de cabello rojizo interrumpió la conversación:
- Debo estar muy borracho, porque me pareció oler por aquí el aura de un ángel, pero tú no eres...
- Me llamo Jesús. Y estoy ocupado. Debo hablar con alguien experto en tentaciones que...
- ¡Ah, entonces yo soy tu hombre! Mi nombre es Crawly. Pero yo no las llamo tentaciones, sino... dudas existenciales.
- ¿Y para qué sirven?
Crawly frunció el ceño pensativamente y se sentó junto a la fogata del otro, encantado de disfrutar de un poco de calor y de compañía en aquel frío anochecer:
- No sé. Algunas veces ayudan a pensar, pero otras sólo sirven para bromear. El caso es que me divierte plantear preguntas y realidades alternativas. Por ejemplo, si tuvieras poder para hacer cualquier cosa, ¿podrías crear una piedra que ni siquiera tú mismo pudieras levantar?
Su interlocutor lo miró, divertido:
- Si pudiera hacer cualquier cosa, podría crear la piedra... pero también podría alzarla. Y lo primero contradice lo segundo. Es una paradoja interesante, pero no una tentación.
- Es verdad -rió el viajero, abriendo su odre de vino-. A ver, algo más tentador: ya que no tenemos comida para acompañar esto, ¿te gustaría poder convertir las piedras en pan?
- ¿Se te ocurre algo sin piedras?
- Como quieras. Pensemos a lo grande: ¿Te gustaría ser rey del mundo?
A Jesús eso sí le pareció tentador, pero contestó:
- Este mundo ya tiene demasiados reyes. Y ya que me planteas la duda, se me ocurre que... ¿son inútiles? Tener reyes no impide que la gente sufra guerras y hambrunas. Así que no. Yo quiero hacer algo diferente, para dar a las gentes algo más útil de parte de Dios.
- ¿Y qué quiere darles Dios?
- Un mensaje: Dios quiere que se amen y se entiendan.
Crawly lo miró escandalizado:
- Pero... ¡los que mandan basan su poder en tener enfrentados a los demás!
- ¿Estás seguro?
- He visitado varios reinos. Y cada gobernante se anuncia como la mejor defensa contra los enemigos de turno. ¡Si la gente se ama, se les acaba el discurso!
- Pero sería lo más justo -decidió Jesús-. ¡Acabemos con ese discurso de odio!
- ¿¡Qué!? ¡Es gente poderosa! Si haces eso, se notará que no sirven casi para nada más, así que te intentarán silenciar. Y si insistes, te matarán.- Aun así, debo intentarlo. La casta gobernante está convirtiendo la religión en un yugo, para explotar a los pobres...
- Eso pasa en todas las religiones -se encogió de hombros Crawly.
- ...y en una herramienta política contra los competidores -continuó Jesús-. En este caso, contra los romanos.
- Que sí, que te entiendo, pero...
- Yo intento que la religión vuelva a servir para lo que sirvió antiguamente: para recordar que todos somos hermanos y podemos amarnos, sin esos yugos.
- ¡Te van a matar! -insistió Crawly, horrorizado.
Pero la bienintencionada Serpiente no consiguió hacerle desistir. Así que hizo lo único que podía hacer: compartir su odre de vino, hablarle de las maravillas de varios países lejanos y mostrárselas en bellas visiones. Para compensar lo poco que Jesús podría visitar el mundo en vida.
Porque Crawly no necesitaba ser omnisciente para saber que, de seguir ese camino, la vida de Jesús sería muy corta.
Y Jesús, muy su pesar, tampoco tenía dudas de ello. Su plan estaba cada vez más claro; pero ahora sabía cuál sería el precio.
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Los ángeles Gabriel y Azirafel escuchaban a Jesús, embelesados. Les resultaba difícil resistir la tentación de hacer preguntas (en ese sentido, Azirafel empezaba a entender a Crawly), pero lo tenían prohibido, y no dejaban que eso empañara su dicha: ¡estaban presenciando un momento histórico!
- Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados -predicaba el Mesías-. Y bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos...
- Ejem... perdón, un momento -interrumpió un joven de piel oscura y orejas felinas-. ¿Maestro, dices "hartos" en el sentido de "saciados"? ¿O en el de "hasta las narices"?
- ¿Ha dicho "narizotas"? -chilló alguien desde la zona de los niños (la más alejada: no se le podía culpar por haber oído mal).
Los presentes protestaron por las interrupciones, pero el Maestro los apaciguó:
- Dejad que esos niños se acerquen: ellos tienen tanto derecho como los mayores a oír hablar del Reino de los Cielos -después sonrió traviesamente y añadió-: "Saciados", Erick. Y ya que estás tan atento, ven y ayuda a Juan a tomar notas.
- Ese Erick no es humano -susurró Azirafel, alarmado por el aura felina-. ¿No será uno de esos diablillos que tienen siete vidas?
- Bueno, ahora Jesús y Juan lo tienen vigilado -sentenció Gabriel-. Pero no importa cuánto ayude: si es un diablillo, en el Cielo no podrá entrar.
Aunque a Azirafel no le gustó ese último comentario, se mordió la lengua y señaló entre la multitud a tres Ericks más (¿cuántos había?). Pero Tomás, los dos Simones y los gemelos Alfeo ya los estaban vigilando, así que Gabriel le reprendió con altanería:
- No seas necio: ¿qué podrían hacer? ¿Tomar demasiadas notas y hacer varios Evangelios diferentes?
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