Miras y remiras los capítulos, y a veces tardas en darte cuenta de la belleza implícita en algunas situaciones, demasiado bien cuadradas para ser casualidad. Y entonces es cuando entiendes que el gran esquema de las cosas y el pequeño detalle personal van muy de la mano.
Ese es el caso de Wilf Mott, el abuelo de Donna. Cuando lo conocemos por primera vez, en El Viaje de los Condenados (2007), está en su quiosco de prensa la noche de Navidad. Exactamente a quién pretende venderle el periódico la noche de Navidad, particularmente cuando es consciente de que "todo el mundo" se ha largado de los alrededores de Londres en previsión de posibles ataques alienígenas, nunca me ha quedado claro. Pero ese primer escenario de Wilf, sí.
La primera "broma" visual, evidentemente, está en el póster de los ángeles que tiene Wilf en el lateral de su cabina, y que se relaciona con los ángeles asesinos del Titanic. Sí, he dicho cabina: porque no hay duda de que ese "kiosco" es una cabina que mantiene a Wilf atrapado en la Tierra, una especie de metáfora de lo ordinario y cotidiano de su existencia comparado con sus aspiraciones de que exista una vida más allá, una suerte de anti-Tardis.
Avanzamos hasta su siguiente aparición, en La Estratagema Sontaran (2008): ¿que es casi lo primero que hace Wilf? Quedarse atrapado en la cabina de un coche, en peligro de envenenamiento justo después de conocer por fin a un alienígena, el Doctor (o cuanto menos de ser consciente de ello).
Y para acabar nos trasladamos a su último encuentro con el Doctor, en El Fin del Tiempo - Parte 2 (2010) cuando se convierte, brevemente pero de pleno derecho, en un compañero más... y acaba siendo la causa directa de la muerte de la Décima encarnación (undécimo rostro, duodécima vida) de nuestro héroe. Precisamente por quedar atrapado en una cabina en peligro de envenenamiento (por radiación, esta vez).
¿Predestinado? ¿Maldito? Más bien ecos narrativos, pequeños juegos a tres bandas entre los guionistas, el showrunner y el espectador. Momentos que pueden propiciar el "ah, ya veo lo que has hecho" y que invitan al revisionado.
Porque a veces puedes tardar mucho en apreciar la belleza implícita en algunas situaciones.
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