21 agosto 2012

Viejo amigo (y IV)

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   Kory se cubrió la cabeza con los brazos, arrodillada entre los escombros. Ya no sabía qué creer, ya no sabía a quién creer. En las cercanías, las explosiones se sucedían. Por supuesto, la batalla entre Cyberhumanos y Sontaran tenía mucho que ver con aquello: Encelado no resistiría una nueva jornada de luchas, al ritmo al que aumentaba la escalada bélica. Pero la guerra se desarrollaba a un centenar de metros. Las dos facciones habían dejado que aquellos adversarios se enfrentaran por su cuenta y con sus condiciones, sin interferencias. Posiblemente pensaban matar al superviviente.

   Aunque tenía la cabeza fírmemente hundida entre las manos, seguía dándole vueltas. ¿Qué le había hecho aquel hombre, el enemigo del Doctor? Le había tocado brevemente el centro de la frente y había sentido como todo explotaba, como las palabras y las imágenes la apabullaban. ¿Control mental? ¿Hipnosis? ¿Acaso podía confiar en sus propios sentidos, en sus propios recuerdos?

   Levantó la vista con lágrimas en los ojos. Tanto el Doctor como su némesis seguían inmóviles, apuntándose mútuamente con sus destornilladores sónicos. Inmóviles y silenciosos. Pero entre la tormenta de ideas que asediaba a Kory Parsons apareció una nueva: que no sólo esperaban encontrar un hueco en la defensa del otro, sino que parte de su lid se libraba en el plano telepático.

   - Kory -dijo el Doctor sin parpadear siquiera-. Acércate. No quiero que... el Amo te haga daño.
   - Lo haces mal -dijo el otro, igualmente concentrado-. Lo que deberías decir es "el Amo no va a hacerte daño. Me quiere a mí".
   - No vas a convencerla siendo sutil -dijo el Doctor- ni tampoco con subterfugios.
   - No -admitió el Amo-. Pero puedo convencerla con tus propios subterfugios.
   El Doctor frunció el ceño: Sólo demasiado tarde se dio cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir. Y entonces ya había perdido.

   Pero era tarde. Kory Parsons, técnica de Magpie Electronics, miró al Doctor, se levantó... y salió corriendo hacia su adversario. Lo que el Amo había dicho era lo que había estado flotando en el borde de sus recuerdos durante tanto, tanto tiempo. De repente, los retazos de aquella imagen enterrada, la de los recortes de periódico en la pared del despacho de su madre que había visitado tantas veces de joven, con los rostros de los hombres que le parecían atractivos (Kennedy, Ringo, Lancaster...), apareció desde los cuatro rincones de su maltrecha memoria, fundiéndose en el rostro que faltaba. Un hombre considerado por muchos un terrorista tan peligroso como Carlos el Chacal, un hombre de aspecto inteligente y perilla oscura, casi demoníaca, que sin ella sería igual que el Doctor, y que aunque el pie de foto llamaba con el nombre por el que fuera temido durante un corto período de tiempo durante los años 70 (el mismo nombre que dijo el Adversario hacia el que ahora corría, el nombre que la había esquivado), también era conocido por otro.
   El Doctor disparó el destornillador sónico, pero el Amo lo había activado antes y el artefacto apuntaba hacia otra parte, maltrecho.
   - Corre, Kory -dijo el Amo cuando ella llegó hasta él.
   - Victor Magister. Él es Victor Magister. Él es...
   El Amo disparó el destornillador sónico, pero el Doctor lo había activado antes y el artefacto apuntaba hacia otra parte, maltrecho...
   - ...él es...
   - Corre, Kory. Ahí detrás está la TARDIS.
   - ¡Ya no nos deja entrar!
   - Esa no. Mi TARDIS. Corre.
   El Doctor, en su Undécima vida, apretó los dientes al sentir como el arma laser del Amo le perforaba el costado. No dejó de mirar a Kory hasta que vio sus blancos cabellos desaparecer tras el montón de escombros.
   - Eres tan ruin... -dijo entonces. El Amo sonreía. Estaba enfadado pero sonreía.
   - He hecho lo mismo que tú tantas veces. Le he enseñado el universo.
   - Has intentado llenarle la mente de tecnología alienígena para la que la Tierra no está preparada. Se destruirían si eso llegara a principios del siglo XXI.
   - Sabes que no están preparados para el siglo XXI -volvían a calibrar sus posiciones, pero ahora no estaban quietos, daban vueltas alrededor de las pilas de metal calcinado que marcaban los restos de una lanzadera Sontaran abatida.
   - Eso ya es grave -continuó el Doctor-. Pero ¿por qué has tenido que sacarla de su casa tanto tiempo?
   - Era más tonta de lo que esperaba. Le costaba aprender. Creo que intentó no aprender. Y además, cada vez que tenía que borrarle la memoria porque se había acercado demaiado a la verdad perdía un tiempo precioso.
   - Treinta años. Has tenido a Kory Parsons fuera de su hogar 30 años. Le has robado su vida. Le has robado también eso. A la inteligente, inteligente Kory Parsons que una vez tras otra te descubría. Es fabulosa -dijo con orgullo.
   - Lo hubiera sido. Te la he robado.
   El Doctor tenía a tiro al Amo. Pero disparó contra la grua electromagnética que se sostenía a sus espaldas, dejando caer el electroimán. El Amo se lanzó a un lado, perdiendo el equilibrio. Cuando se levantó, el Doctor ya no estaba.
   - Quizás cometí algun error. Era un Doctor que no conocía, posiblemente posterior. Tal vez eso le dio ventaja.

   Quince segundos después, la TARDIS del Undécimo Doctor ya no estaba en Encelado. Veinte segundos después, Encelado mismo desaparecía, consumida por el generador de fusión de los Cyberhumanos.

F I N

1 comentario:

Lengleth dijo...

Me ha encantado la historia de Kory. He de decir que hasta el final he pensado que era Tennant y que entre capítulo y capítulo no le cogía mucho el hilo, pero cuando seguía leyendo, me fascinaba, la verdad es que me ha dado pena el final. Y me ha gustado que el malo fuera el AMO ;D