22 junio 2013

El Hombre de Acero

Hace 7 años, un mes después del nacimiento de mi primer hijo, asistí con gran ilusión al preestreno de Superman Returns. Me pareció una película extraña, por su mezcla de elementos repetidos y otros nuevos, una continuación-remake-reboot con grandes momentos, grandes fracasos, pero eso sí, cargada de ilusión, cargada del superhéroe.

Ahora se ha estrenado El Hombre de Acero, con la intención de redefinir la visión cinematográfica sobre el personaje. De convertirse a la vez en su Batman Begins y su Iron Man. La apuesta no es pequeña: quiere ser una gran película por derecho propio, una gran película de superhéroes, el inicio de una nueva "franquicia" y la semilla de un nuevo universo cinematográfico. Casi nada.

He de decir que cubre casi todas esas bases sin problemas: no es mala película (aunque tiene un par de grandes agujeros, tanto argumentales como cinematográficos; luego hablaremos de ellos) y por momentos se vuelve épica, es más película de superhéroes que muchas de las de Márvel, que son estupendas pero aparcan el detalle heróico para entrar más en el drama personal o en la trama de espías y acción; y abre el camino a un universo propio y compartido donde aparezcan nuevos héroes y villanos.

Otra cosa importante es que El Hombre de Acero es respetuosa con el material original: cambia todo lo que le da la gana, a veces de forma muy atrevida, pero al mismo tiempo declara un saber de la mitología supermaniana fantástico. Lo que se ha cambiado no es por azar ni desconocimiento. Gravedad, profesor Hamilton, Steve Lombard, Faora, Kelex y Kelor, ese Krypton que reúne todos los que en los cómics se han visto (y le da un toque de Gallifrey, digámoslo todo), sus colonias, sus artefactos, ese Smallville que es como si conociéramos de siempre, Pete Ross, el viaje de Clark, la esfera del Planet dentro del edificio, esa ambigüedad con Lana...

Hay personajes mucho mejor dibujados que en otras ocasiones: Lara, por ejemplo, que sigue quedando demasiado en segundo plano, tiene algo más de profundidad que la Susannah York de Superman (1978), aunque menos que la de Superman and the Mole Men (1951) o Superman: The Animated Series (1996). Lois, Jor-El y Zod también refuerzan sus personajes con objetivos y motivaciones más intensas que en otras versiones. Perry comienza demasiado prototípico, pero en su escena con la becaria consigue dibujárseme como el Perry más auténtico que he visto nunca (seguido por el de Smallville).

Pero hay otros aspectos que están muy mal representados. Para empezar, después de la primera hora, le falta ilusión. En las escenas de mayor calado épico de la película, los ciudadanos desaparecen. La ciudad son sólo sus edificios, y los trabajadores del Daily Planet. Los escasísimos planos que nos muestran a los ciudadanos de Metropolis no tienen alma, no ofrecen reacciones. Superman está luchando por... ¿la arquitectura? Nueva York en Los Vengadores (¡no digamos ya en Spider-man y especialmente Spider-man 2!) están vivas, son creíbles, puedes conectar con ellas y con el peligro que puedan correr ellas o cualquiera de sus habitantes. La Metropolis de Donner e incluso la Gotham de Burton (con su teatralidad) están más vivas que esta ciudad-fantasma.

Superman sólo vuela a altas velocidades o se queda flotando inmóvil. Aunque esto puede considerarse un factor relacionado con la inexperiencia con sus poderes, crea varios problemas: uno es que se pierde perspectiva, otra es que añade confusión (y sí, Cels, también un ruido innecesario: volar no es una experiencia agradable, simplemente emocionante. Y la emoción se agota). Por supuesto, ayuda a caracterizar lo inhumano de sus capacidades, pero a nivel narrativo no aporta ventajas. Por otra parte, daña la creación de un universo compartido en relación a otros héroes: ¿qué valor puede tener para una futura Liga incorporar a Flash, si Superman ya se mueve siempre lo más rápido que podemos seguir los espectadores?

El resto de consideraciones, en el próximo artículo con spoilers.

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