03 abril 2024

El Maestro y la Serpiente - 3


EL MAESTRO Y LA SERPIENTE


FanFiction de Good Omens

Por Mª Nieves Gálvez

Capítulos:     1       2       3


3.- PASIÓN

     El domingo previo a la Pascua fue magnífico. Una muchedumbre saludaba al Mesías con ramos de palma y olivo; Azirafel distinguió entre ellos a pacíficas familias, pero también a fanáticos armados.

    - Rebeldes zelotes -sonrió Gabriel, triunfante-. Quieren expulsar a los invasores romanos. Y sería glorioso que lo consiguieran ahora: la invasión fue cruel en la ciudad, pero mucho peor en las aldeas más pobres y...

    - ¿Esos "seguidores" quieren utilizar a Jesús? -dedujo Azirafel, algo molesto-. ¿Para propaganda política y militar?

    - ¿Por qué no? -replicó Gabriel con soberbia-. Si Él obtiene más fama así...

    Aquellos sueños de gloria impidieron que ambos ángeles notaran una reacción más sutil: la de una minoría poderosa. Por eso no vieron la bolsa de dinero que alguien dio a un bienintencionado discípulo, convenciéndolo con bellas mentiras ("Sólo irá al calabozo unos días, ¡después lo soltaremos! Así se evitará una guerra en la que Él y muchos más morirían. Lo estás salvando, en realidad").

    "Idiotas" gruñó una figura de pelo rojizo, ropa femenina y aura demoníaca, que espiaba todo en silencio. "¿Es que no saben calcular las consecuencias? ¿Nunca han sufrido por intentar hacer una buena obra? Como sufrí yo. Y como sufrirá él".

    Crawly, pues no era otro el demonio en cuestión, miró a Jesús. Y lo vio llorar junto a los muros del Templo, ajeno a la alegría general. El Mesías sí sabía calcular cómo acabaría todo para él. Y también para aquella ciudad.

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    - Maestro -insistió Crawly algunas noches después, cuando Jesús oraba en soledad-. ¿No oíste los clamores de guerra, el pasado domingo? Nadie escucha tu mensaje de paz. Lo has intentado todo, nadie puede culparte. ¿No preferirías huir, para vivir tranquilo donde sí te escuchen?

    - Una última tentación, ¿verdad, Crawly? -sonrió Jesús débilmente: su estado anímico era terrible. La angustia no le permitía dormir. Era difícil adivinar qué pasaba por su cabeza cuando añadió-: Muéstramela.

    Y Crawly le presentó una bellísima visión: puso el alma en ello. Le mostró un futuro con esposa e hijos, sembrando la paz en una aldea. Nada espectacular: no daría su mensaje a mucha gente. Pero viviría, como mínimo, hasta la edad de...

    - Ah, tarde o temprano la muerte siempre llega, ¿verdad? -le interumpió Jesús, aliviado al ver resuelta una de sus dudas-: Huir no resolvería gran cosa, entonces. Además, sólo imaginas una aldea, no una ciudad. Ambos sabemos por qué, ¿verdad?

    Crawly bajó la vista. Su interlocutor había dado en el clavo: Jerusalén estaba condenada. La guerra era inminente, ahora que creían que había un Mesías para apoyarla. Porque pocos entendían que Su mensaje era de paz.

    - En verdad te digo que las tentaciones ayudan a pensar -sonrió Jesús valientemente-. Si muero ahora, la guerra se retrasará varias generaciones, y además todos sabrán que mi mensaje es de amor. Porque no hay mayor acto de amor que dar la vida por aquellos a los que amas. Y lo sabrán TODOS, no sólo una minúscula aldea imaginaria.

    - Espera, ¿¡has decidido lo contrario de lo que yo intentaba...!?

    Un ave nocturna interrumpió la frase, alzando el vuelo entre ambos. Jesús la miró y formuló una pregunta extraña:

    - Si no tuvieras nombre de reptil, si quisieras cambiar de vida, ¿qué nombre elegirías, Crawly?

    El demonio, derrotado, recordó la primera buena obra de su vida: salvar a los inocentes animales de un tal Job. Usó cuervos para ello, así que...

    - Crowley -decidió, inspirándose en las aves-. Pero no lo haré. Los demonios no podemos cambiar, aunque queramos. No se nos permite la redención.

    - Los pequeños cambios también importan. ¿Puedes cambiar de alguna otra manera? Muéstramelo.

    Crowley le mostró todas sus formas: la de serpiente, la de hombre, la de mujer y la de ángel. El plumaje de sus alas no era blanco, pero tal detalle era irrelevante en la oscuridad de la noche.

    - Quiero creer que todo el mundo puede cambiar -se animó Jesús-. No sólo tú. También los que ahora no me escuchan.

    Hubo pocos testigos, y sólo los entrevieron desde lejos. Pero fueron suficientes para recordar la escena, y así la narraron en sus escritos:

    "Y el ángel le reconfortó".

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EPÍLOGO

    La muchedumbre rebelde, que ya no podía utilizar al Maestro para su guerra, lo abandonó de la noche a la mañana. Al pie de la cruz sólo quedaron su familia, amigos y discípulos: apenas un puñado de hombres y mujeres, un ángel y un demonio. Todos intentaban contener las lágrimas.

    - ¿Qué hizo para acabar de esta manera? -se preguntó Crawly, a pesar de saber la respuesta. Le costaba demasiado aceptarla.

    - Pedir a los seres humanos que se amaran unos a otros -contestó Azirafel con tristeza.

    - Sí, eso los haría reaccionar así -asintió el demonio. Odiaba tener razón. Odiaba saber que el odio humano era inamovible. Odiaba el odio.

    Técnicamente, Jesús no estaba totalmente muerto, sino sólo... "descorporizado". Pero era igualmente doloroso: ya no tendría una vida en aquella tierra ni entre sus amadas gentes. Había vuelto al Cielo, a su otro hogar, pero ¿qué vería desde allí? ¿Que todo había sido inútil? ¿Que nadie era capaz de cambiar?

    Quiso consolarlo, pero ya no podía darle vino ni risas. Sólo se podía hacer una cosa por él.

    - Quiero cambiar: ya no soy Crawly -decidió-. A partir de ahora, me llamaré Crowley.

    El gesto era pequeño, pero los pequeños cambios también importan. No para el Cielo ni el Infierno (que a Crowley le importaban un carajo: tenía malos recuerdos de ambos). Pero sí para un amigo, injustamente castigado por intentar hacer buenas obras.

    Todo vale la pena por los amigos.

(FIN)


Imagen: "La última tentación de Cristo",
cortesía de la artista Hana'an, de Praga 


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