TIC-TAC 4 (Una negociación a tiempo)
TRILLA
- ¿Qué te parece? -preguntó Enric, nervioso por tener una impresión de su amigo editor.
- Tiene potencial. Mucho potencial. Y el momento no podría ser mejor: desde El Chancellor en el 76 no hemos sacado nada serio de novela científica; Gaspar Editores se ha quedado con los derechos... es que mi traductor, De Burgos, se inventaba capítulos, y en Francia empezaban a estar hartos. Con El origen del hombre de Darwin, que hemos sacado ahora en castellano, se ha armado mucho revuelo, y entre eso y La dama de las camelias las miradas se vuelven a centrar en nosotros. No siempre cómo quisiéramos, el otro día amenazaron con ponernos una bomba por difundir herejías de que Adán era un mono.
- Mare de Deu senyor!
- Nada, Folch: la mayoría de exaltados religiosos mueren por la boca, como los peces. Ya no son tiempos de Torquemadas, ya no hay una Inquisición que impida plantear ideas originales que vayan a contracorriente. Si editamos la novela de tu hija, podemos recuperar mucho terreno a las editoriales de Madrid. Incluso podríamos lanzarla en México, tenemos muy buena salida allí también. Tu hija, leída por aztecas interesados en viajes en el tiempo, ¿qué te parece?
- Y, dime, Trilla, ¿no crees que por ser una mujer se vaya a encontrar...?
- No te mentiré: no lo tienen igual de fácil. Pero mira a Emily Bronte: hace 35 años tuvo que publicar con seudónimo masculino, pero hoy ya nos llegan con sus nombres. O Emilia Pardo Bazán, que ha publicado un Pascual López muy interesante en Revista de España; esa chica promete, y solo tiene 28 años.
- Ya, la cosa romántica se les perdona más fácil -"aunque en Jane Eyre hay mucho más que amores", se recordó el propio Enric Folch, que había disfrutado horrores de la novela-, pero estas cosas a lo Verne...
- Mary Shelley -dijo Trilla-. Fíjate en el Frankenstein.
- ¡Porque tú y yo lo hemos leído en inglés! Pero aquí nadie apuesta por él... ¿O tú lo publicarías?
- El caso -se salió el editor por la tangente- es que tu hija ha encontrado un hilo de Ariadna, por así decirlo. Un nuevo y resplandeciente hilo dorado. Como hizo Shelley. Viajar en el tiempo: eso... eso no se le ha ocurrido ni a Verne. Piénsalo, Enric: tu hija puede ser la próxima Julio Verne.
Enric Folch se marchó mucho más convencido de lo que había llegado del despacho de Trilla y Serra Editores en la calle Escudillers: tenía fe en su hija y, ahora veía que no era el único. Trilla, por su parte, se reclinó en la butaca y se dispuso a abrir el correo que le había traído la secretaria, y que incluía un telegrama llegado desde Madrid, con un membrete ministerial. Lo abrió, lo leyó y, de la sorpresa, se le cayó de las manos:
OLVIDE-LO-QUE-HA-ESCUCHADO-STOP-NO-LLEGARÁ-A-VER-ESA-NOVELA-STOP-PERO-SI-POR-CUALQUIER-RAZÓN-LLEGA-A-SUS-MANOS-DESTRÚYALA-STOP-REPITO-STOP-NO-PUBLIQUE-LA-NOVELA-DE-AMELIA-FOLCH-STOP-S-M-STOPSTOPSTOP
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