¡Nos vamos de boda! Ayer comenzaron las proyecciones whovian en FNAC Barcelona con El Día del Padre (2005), de Christopher Eccleston. Aunque la programación la eligen ellos, les propuse ese episodio por diversas razones: la primera, que a diferencia de Una Jugada Larga, Lobo Malo, El Niño Vacío, Explosión en la ciudad o incluso Dalek, es una historia del Noveno Doctor representativa de su época pero que puede verse independientemente. Incluso si no has visto nada más de la serie. Es verdad que al que la vea durante cinco o diez minutos puede no parecerle una serie de ciencia-ficción en absoluto, sino un drama o un culebrón: esa es la impronta de Russell T Davies, desde luego. Pero no hay duda que en el episodio hay tanta o más ciencia-ficción como en, pongamos, el mucho más colorido El Fin del Mundo.
Aunque durante buena parte de El Día del Padre el único extraterrestre sea el Doctor (hasta que Rose mete la zarpa y llegan los Reapers), y hasta la TARDIS deje de serlo durante un rato, esta es una verdadera historia de ciencia-ficción. Un clásico, una variante sobre la famosa paradoja "¿y si voy al pasado y mato a mi abuelo?"; en este caso, "¿y si voy al pasado y salvo a mi padre?". Y cómo Phillip K. Dick ya nos demostró en El Hombre Variable, las consecuencias son colosales.
Porque Doctor Who tiene muchos viajes en el tiempo, pero pocas veces antes se había atrevido a jugar con las posibilidades paradójicas que eso implica y que son un lugar común en la narrativa escrita del género. Apenas un puñado de historias lo habían hecho: las tres reuniones multi-doctor clásicas (The Three Doctors, 1973; The Five Doctors, 1983; y The Two Doctors, 1985), The Space Museum (1965), The Time Meddler (1965), y Mawdryn Undead (1983), quizás el referente más directo de El Día del Padre.
La actitud o el descuido de Rose provocan dos veces el fin del mundo, lo cuál debe batir algún tipo de récord. Especialmente si le sumamos que ella es causa directa de la muerte del Doctor, sin regeneración que valga, lo cual luego se repetirá (Giro a la Izquierda, El Astronauta Imposible) pero que en su contexto consigue uno de los mayores momentos WTF! de la serie. No es una cuestión baladí: uno de los puntales de la serie, de esta historia en concreto pero en general de la serie, es que los humanos son dueños de su propio destino, que deben decidir y asumir responsabilidades y forjarse su historia, sin depender de deus ex machina alienígenas.
Y este episodio lo expresa perfectamente: cuando la pareja de novios le pregunta al Doctor si puede salvarlos y él aprecia su simple existencia y los valora -en un puente narrativo que nos lleva directamente hasta la hoja de Clara. Incluso, fijaos, los bancos de la iglesia en El Día del Padre tienen hojas en el costado- y dice que sí intentará salvarlos. Lo que nos conduce a su fracaso y al mayor momento poderoso de este episodio, en mi opinión el primero de la nueva serie: cuando Pete ata cabos, se deshace de sus temores, se convierte en el padre que Rose siempre creyó tener, acepta su destino en una escena que, incluso con un Murray Gold aún dubitativo en la banda sonora, pone los pelos de punta... y empuja además a su hija a hacer lo que no se atrevió al principio del episodio, estar junto a su padre cuando muere. Porque no merece menos.
El Doctor suele hacer mejores a todos los que toca, pero en este caso es Rose la que mejora, sin saberlo, a Pete, que a su vez la hace crecer a ella. Humanos mejorándose entre ellos. Asumir responsabilidades, asumir la pérdida y asumir la muerte, uno de los GRANDES mensajes de toda la historia de Doctor Who
3 comentarios:
Muy buen apunte sobre El día del Padre, y de hecho en lo que dices de la pareja también me recordó a los padres de Clara.
Por cierto, los malos son Reapers.
Jaja, tienes toda la razón, Sofía. Tenía "Firefly" en la cabeza :D
Una de las cosas que me gustan de este capitulo es que la solucion la aporta otro, no el Doctor.
El Doctor me gusta mucho... pero de vez en cuando tiene que salvar el mundo alguien mas, lo contrario seria repetitivo!
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