15 mayo 2015

MdT: El jardín de los tiempos que se bifurcan (7)

Madrid, 2015
   Alonso, Amelia y Julián atravesaron la puerta del tiempo con los sentidos alerta. No tardaron en darse cuenta de que habían hecho bien: se oía ruido, los pasillos del Ministerio volvían a estar transitados por agentes y el número de la puerta ya no estaba en cifras romanas. Sin embargo, trataron de mantener un perfil bajo, los rostros en sombras y no cruzar las miradas con quien se encontraran: Amelia sospechaba que seguían en una versión alternativa de la Historia, y la última vez que pisaron el Ministerio, Armando Leiva lo gobernaba y ellos eran fugitivos reconocidos de la organización.
   - Es posible que sigan detrás nuestro. De hecho, cuanto más restauremos la línea temporal para que sea como debe, más huella dejaremos, más se dará cuenta el Ministerio de que estamos siempre en momentos clave de la Historia, y más nos perseguirá.
   Y empezaron a buscar la puerta 24, que según Amelia debía llevarles hasta principios del siglo XII: era cierto que el par de agentes con los que coincidieron por el pasillo y por la escalera les echaron miradas curiosas a Amelia y a Julián. Pero ninguno parecía prestar especial atención a Alonso.
   - Es por el bigote, probablemente no me reconocen sin él.
   - Te cambia la cara, pero no tanto. No es eso, hay algo más -dedujo Amelia.
   En un apartado por un pasillo sin tránsito, hicieron un cambio. Julián se puso la armadura de centurión de Entrerríos, aprovechando el casco para disimular algo más sus rasgos. Amelia aprovechó una pieza aparte de su túnica de vestal para cubrirse el pelo; hacía ver que tosía con frecuencia, con lo que resultaba convincente que se tapara la boca y el mentón con la mano izquierda. Y desde entonces, Alonso circuló delante.
   La mala salud parecía un tanto extendida por los agentes de aquel Ministerio: abundaban las quemaduras, las toses bronquíticas y las ojeras marcadas, y un cierto aire como de malnutrición que Julián asociaba a las fotos de la postguerra española.
   La puerta 24 no aparecía.
   - Mirad, la 216 -dijo Alonso-. ¿No habías comentado que ésta también nos servía?
   - Nos va incluso mejor: nos dejaría en Galicia en el año y mes que nos interesa, septiembre de 1111. Pero según el Listín, esa puerta está en bucle, como la que usamos para salvar al rabino. Aquí dice que en 1941 hubo un pequeño seismo en Madrid, apenas perceptible en la calle, pero la puerta se desconectó brevemente del pasado y, cuando volvió, se había quedado clavada. Hay que suponer que el mismo seismo ocurrió en todas las versiones de la Historia.
   - Resolver el asunto de la independencia de Galicia en un sólo día, me da que nos viene un poco grande.
   - Exacto. Y una vez pasado ese día... el 20 de septiembre de 1111, el otro lado la puerta dejaría de ser una puerta del tiempo y nos quedaríamos atrapados en el siglo XII.
   - Bueno, pues entonces sigamos buscando antes de que nos encuentren.
   Julián vio algo entonces que le hizo sonreír:
   - Hablando de puertas en bucle -dijo, parándose frente a una entrada que le era familiar.
   - ¿Qué pasa? -dijo Alonso-. Esa no es la que buscamos.
   - No -confirmó Julián-: puerta 58, me acordaré toda la vida. Ésta lleva al servicio de caballeros de Galerías Preciados el 25 de mayo de 1996, sábado. Y también está en bucle.
   - Bueno, pues sigamos.
   - Espera, espera. ¿No tienes curiosidad por ver cómo es el mundo de fuera?
   - No podemos subir, Julián -le reconvino Amelia-. Por si no lo recuerdas, nos buscan.
   - Sí, claro, pero en 1996 no nos busca nadie. Cruzamos, echamos un vistazo y volvemos. Incluso nos podemos documentar en la sección de librería, como hicieron los franceses. Hay que pensar como los malos: ahora somos nosotros lo que queremos cambiar la Historia.
   - A ver, rectificarla -precisó Alonso, a quien lo de estar de parte del diablo no le parecía nada atractivo.
   - No vamos vestidos como para aparecer por el siglo XX, Julián..
   - Yo aún tengo mi ropa de 2015 -respondió sonriente.
   Amelia tuvo que ceder:
   - Un vistazo corto, para hacernos una idea de lo que ha estado ocurriendo. No nos irá mal estar informados. Pero no intentes comprar nada: no tenemos dinero que puedan aceptar, y dudo que acepten el oro que nos dio Teodosio.
   - Te sorprendería lo mucho que se compra oro en esta ciudad.

* * * * * * * * * *

Madrid, 1996
   Julián recordaba el lavabo de aquel centro comercial: los había usado no hacía demasiados meses para volver a asistir a su primer beso con Maite. Y desde luego, en su anterior visita no estaban panelados en madera.
   - Pues no sé qué habrá cambiado en esta versión de la Historia, pero de entrada parece que tienen más estilo.
   Alonso se acercó a una estrecha ventana que había en un extremo de los servicios de caballeros, y volvió a santiguarse, como acababa de hacer justo antes de cruzar la puerta:
   - Lo que parece es que esta versión la rige el mismísimo diablo
   Amelia y Julián se acercaron: aquello no era para nada lo que se esperaban. Carruajes en las calles, tirados por uno, dos o cuatro caballos, o por pequeños mecanismos de vapor y carbón; farolas de gas en cada esquina y suelos sin pavimentar. Grandes edificios en plena construcción. Parecía mediodía y sin embargo una densa capa de nubes y contaminación llenaba los cielos, procedentes de multitud de altas chimeneas que se alzaban por doquier. No era lo único que llamaba la atención de las alturas: desde donde estaba, Julián pudo contar hasta cinco aeronaves cilíndricas, tres de ellas flotaban perezosamente mientras las otras dos estaban ancladas en lo alto de rascacielos. Por las calles, las gentes caminaban con prisa, mirando al suelo: la mayoría vestía abrigos, pese a estar avanzada la primavera, y muchos llevaban sombreros, gorras y tocados. Y mascarillas.
   - Esto no parece finales del siglo XX -aseguró Amelia-. Más bien se asemeja a mi propia época. Excepto por esas... cosas.
   - Dirigibles -alcanzó a decir Julián-. O zepelines. Nunca he acabado se saber como se llaman. Pero sólo en las películas hay tantos.
   - En mi época intentaban construir algo así: Andrews, Dupuy, Wolfert, Baumgarten -Folch estaba maravillada-. Vuestros aviones son más rápidos, desde luego, y me parece una proeza que vuelen. Pero esto... Es familiar y a la vez hermoso.

Arte conceptual del videojuego The Order 1886
    Una sirena de gran potencia empezó a sonar entonces en alguna parte. Se parecía a la que escucharan por primera vez en Barcelona durante la Guerra Civil, cuando las bombas caían sobre su hotel de las Ramblas. La gente empezó a correr, con calma pero sin pausa, y la mayoría se metió en el primer establecimiento que encontraron; los vehículos hicieron otro tanto, y fueron entrando en la especie de cuadras o parkings que había en cada bloque. Algunos transuntes abrieron una especie de paraguas pesado, de cuya cúpula caía como una especie de redecilla metálica casi hasta el suelo, quedando así envueltos por todas partes: apenas veían por donde iban gracias a una mirilla que rodeaba el invento a la altura de los ojos. Pronto empezó a llover, y del suelo empezó a brotar espirales de un humillo macilento, desagradable, allí donde caían las gotas.
   - Es un error. Tienes razón, Alonso, tenemos que rectificar la historia.

   Apenas habían vuelto a pisar el Ministerio de 2015, cuando escucharon una voz que se aproximaba, y que reconocieron al unísono: era Leiva.
   - ¿Está seguro? ¿Usted los ha visto?
   - No, subsecretario, un compañero que venía de Numancia. Pero estaba casi seguro de que ella era Amelia Folch, la cabecilla de los terroristas.
   - Tienen narices. Hay que dar aviso de que cierren todas las puertas. Clausura inmedita y registro.
   Leiva y su agente aparecieron por el pasillo de las puertas 58 y 216. No había nadie.

* * * * * * * * * *

Porriño, 1111
   Con el corazón en un puño, la Patrulla fugitiva cruzó la puerta 216 temiendo encontrar a un vigilante al otro lado. Aparecieron en una habitación de lo que parecía una casa de aspecto rural: un par de herramientas de labranza se apoyaban en una pared, junto a barras, cadenas, aros y una especie de parrillas, todo esto de hierro, y algunos barriles. Por la ventana se veía un exterior de un verde espléndido, en contraste con el cielo plomizo. Sin embargo, pese al mal tiempo, el contraste le sugirió a Julián un entorno más seguro, más sano que la distopía que dejaba atrás.
   De alguna parte del exterior se oía un martilleo constante, de alguien que daba golpes a un trozo de metal. Y de otro lado llegaba el murmullo del agua, y un cacareo sutil de gallinas.
   - Tenemos que salir de aquí -susurró Alonso-. Pueden cruzar la puerta en cualquier momento para asegurarse.
   Julián señaló la otra puerta de la estancia, y los tres avanzaron con sigilo. Alonso echó un vistazo: no había nadie y les hizo señas para que siguieran adelante. Los tres pasaron a una estancia mayor, que parecía hacer las veces de estancia principal de la casa, salón y comedor: un gran perol colgaba sobre un hogar apagado, y a un lado había espetones. El martilleo seguía escuchándose, más cerca.
   Al sacar la cabeza por la puerta de salida, el dueño de la casa les descubrió.
   - ¡Válgame el cielo! ¡Pero si sigue funcionando! -el herrero, que tenía su taller junto a la parcela del casería dedicada a vivienda, soltó el martillo, se secó el sudor de la frente y les fue a saludar afablemente-. No sabía si esas puertas podían repararse. Pero en fin, sólo han tardado tres años -entornó un tanto la mirada, pensando en algo, mientras los otros tres trataban inútilmente de disimular-. Nos conocemos de algo, ¿verdad?
   - Es probable -dijo Julián.
   - Usted es de antes que nosotros -añadió, nerviosa, Amelia-. Pero seguro que nos hemos visto por... los pasillos.
   - Aunque no nos presentaron como se debe. Es un honor -acabó sincerándose Alonso, haciendo una reverencia al herrero de Porriño-, conocer a Don Diego Rodríguez, el hijo del Cid.
(CONTINUARÁ...)

PD: Si no lo has hecho aún, puede ser un buen momento para leer el fanfic "Tiempo de paz" 

2 comentarios:

Percontator dijo...

^^¡Cuánto suspense! Y que no pare. ¡Enhorabuena y gracias!

KalEl el Vigilante dijo...

Gracias, Percontator ;)