12 marzo 2015

Palabras, tal vez

Es imposible escribir. Encendí el ordenador para dedicar unas cuantas horas a la segunda parte de "Tempus Fugit", mi actual narración sobre El Ministerio del Tiempo, y me encontré con la noticia: Terry Pratchett ha muerto. Y todas las palabras se han desintegrado y han llovido, como si el lenguaje mismo llorara.

Terry Pratchett era un gran escritor: no sólo un grandísimo escritor de fantasía, sino un gran escritor a secas. En cualquier otro planeta le hubieran dado el premio Nobel hace mucho. Su agudeza a la hora de retratar a la sociedad humana, sus vicios, sus esperanzas, sus sistemas de creencias, sus matices, sus pesadillas y sus ensoñaciones tenían poca comparación. Sólo hay que asomarse a cualquiera de sus novelas de Mundodisco, pero especialmente a El Segador o Dioses Menores, para entender que era capaz de hacer reir y pensar en igual medida. Y reías a carcajadas... O una de mis obras favoritas, algo ajena a él y por otra parte muy suya, la serie de libros de La Ciencia del Mundodisco. O Buenos Presagios, que coescribió junto a Neil Gaiman.

Precisamente leyendo historias que contaba Gaiman, que le conoció bien, había empezado en los últimos años a descubrir algo más de la personalidad real de Pratchett: más allá de esa estética de mago, con su sombrero puntiagudo y su barba blanca, y más allá de su fantástico sentido del humor y humorístico sentido de la fantasía, Terry Pratchett era un hombre airado. Un hombre enfadado con los problemas de este mundo. Con los grandes y con los pequeños. Era un hombre que contenía la mayor parte de su furia y la transformaba en otras cosas, en conceptos, en palabras.

La pena me impide escribir lo que quería escribir. Y sin embargo, la muerte de Pratchett en parte también me ha producido ira. Furia ante la injusticia de que semejante genio de la literatura tenga que dejarnos con apenas 66 años. Indignación por los oídos sordos ante sus reclamaciones sociales. Os aseguro que tengo lágrimas a punto de aflorar, y a la vez no sé por qué y lo sé sin duda. Con esta tristeza sin sentido, por la muerte de un hombre al que nunca conocí y al que admiraba profundamente, es imposible escribir.

Pero tal vez pueda coger esa ira y transformarla en otras cosas. Tal vez en palabras.

1 comentario:

Sagha dijo...

Todavía recuerdo el primer libro que llegó a mis manos de Pratchett con una sonrisa. Tenía yo unos doce años y me encontré en la librería del corte ingles con una edición tapa dura de Martinez Roca de Mort en las manos. Evidentemente el diseño de la portada fue lo primero que me atrajo de él, pero cuando esa misma tarde lo terminé... en fin, solo decir que al día siguiente volví y me compre otros dos: Rechicero y Brujerías. Y después de esos llegaron muchos, muchos más y algún tiempo después, cuando empecé a leerlos en versión original fue como redescubrir a un viejo amigo. Hoy en día tengo la mayor parte de Mundodisco (mis favoritos en ambos idiomas) y sigo leyéndolos cuando necesito levantar el ánimo o simplemente leer algo de calidad. La noticia de su muerte no ha sido menos mazazo por ser esperada. Ahora mismo tengo delante Guards! Guards!, mi favorito, y aunque pienso que puede estar orgulloso de todo lo que nos ha ofrecido en vida, no puedo evitar lamentar lo que su muerte nos ha robado. Descanse en paz, señor Pratchett.