Se removió, intranquilo, en su palacio de brumas. Alguien había roto las Reglas (¿qué reglas? ¿Las suyas o las de Ella?) así que pronto podría volver a Obrar. No sólo para los Creyentes, no sólo para los Antiguos, no sólo en el Este. Como en el principio.
- Apresúrate, Artemi –soñó que decía–. Debo llegar cuando sea el momento.
El Capitán Artemi no le oyó... Pero soñó que le oía, y despertó. Sopesó sus opciones y ordenó las maniobras oportunas para acelerar el barco: en una hora ganaron cinco nudos más. El viento sopló favorable y los cinco se convirtieron en diez antes del alba.
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