"Fue algo para lo que la mayoría no estábamos preparados", nos comentó María P. que viajaba con su niña. "Hay algunos, una secta los llamábamos, que proclamaban que esto iba a pasar un día u otro, que la Llegada era inminente. Pero, claro, a estos Llegadistas no nos los creíamos. Quién nos iba a decir que mi niña iba a asistir a algo tan milagroso". Pues milagroso ha sido el adjetivo más utilizado por los allí reunidos.
"Apunta, plumilla", nos dice un lugareño, "que ésto ha pasado en Granollers. Que la estación se llama Granollers-Canovelles, pero está en Granollers". Y el plumilla apunta. G.R.A.N.O.L.L.E.R.S. El antiguo Granularium de los romanos, un granero para el imperio, claro. Pero desde hoy, parada indefectible para todos los Llegadistas del mundo.
"La verdad es que nosotros preferimos que nos llamen Puntualistas", puntualiza Antonio L., "aunque lo de Llegadistas ha calado más". Nos contesta con mucha corrección, hasta que pasa de largo, tapándose con la gorra, otro señor, muy azorado. Entonces Antonio estalla: "¿y ahora qué, ahora qué? ¿Ahora quién se ríe, mindundi?", lanzándole al tiempo media docena de butifarras antes de recuperar la compostura. "Disculpe usted, es que ha sido mucho tiempo aguantando improperios y que se rieran de nuestra fe. Pero ahí está el milagro, ¿no? ¿Usted lo ha visto?".
Hay en la voz de Antonio L. un algo de desespero, de no poder creerse lo que ha sucedido: pero sí, ha pasado, el tren Puigcerdà-Barcelona de las 9:08 hoy ha pasado a las 9:08.
"Diez minutos, quince... hasta media hora ha tenido de retraso. Vamos, cada día", nos aclara el jefe de estación. "Yo les decía que cambiaran los horarios, pero se ve que el jefe de estación de Puigcerdà es Puntualista-Llegadista radical y se negaba. Ya podían salir hasta una hora antes de Puigcerdà que siempre pasaba algo para retrasarlos".
Encontramos a un joven que nos cuenta algo extraordinario: "una vez mi abuelo, que en paz descanse, vio llegar a ese tren puntual. Pero la maquina se estropeó justo al llegar a esta estación y no pudo arrancar. Una hora y media llevó la línea de retraso todo aquel día". Nos alejamos para no despertar a su abuelo que, en efecto, descansa apaciblemente en el banco a su lado, con la babilla cayéndole. Está a gusto. Da envidia.
"Esperamos que vuelva a suceder otra vez en los próximos años", dice Antonio L. mientras nos despedimos. "Nos gustaría, porque así seguro que viene Iker Jiménez a hacer un programa en directo y todo". Ante la pregunta de éste redactor de si cree que esto será una costumbre y ahora el tren llegará puntual cada día, Antonio L. se queda lívido, un sudor frío comienza a caer por su frente, y finalmente entiende que se trata de una broma: "eso no puede ser. ¡Se te ha secado el seso!".
1 comentario:
Jaja, lo peor es que, desde que he leído "tren", me lo he barruntado! Qué triste y qué real! Y qué divertido. Me quito el sombrero!
Publicar un comentario