El Periódico, pág. 77. Anuncio más pequeño pero reconocible del montaje de Grease que inaugura la Cúpula Las Arenas. Menciona a los autores, a la directora/coreógrafa y al director musical. A ninguno de los actores ni actrices; y eso que hay algunos nombres llamativos como el de . Su página web http://www.greaseelmusical.es/ no aporta más información a respecto, pero me deja comprar las entradas.
(Nota a los webmasters: disimulad un poco los enlaces, porque leer una carpeta llamada captacion-verano no queda limpio)
El Periódico, pág. 82-83: cartelera teatral. Incluye 9 anuncios con foto de espectáculos teatrales (incluyendo el "nuevo" Hablamos de Reugenio). Sólo 5 de ellos dicen el nombre de quien lo interpreta... y 4 son de la misma obra, L'any que ve serà millor. Ni Un fantasma a casa, ni Una vella, coneguda olor, ni Llum de Guàrdia, ¡ni siquiera el Hablamos de Reugenio! En la página siguiente, un delgado pero llamativo anuncio de Els Bojos del Bisturí vuelve a mencionar a toda la compañía.
En los carteles callejeros de Bon Cop de Rock (lo nuevo de Dagoll Dagom con las canciones del rock català de los 90) y Los Miserables, ni una sóla mención a los actores. Ni a los directores.
¿Qué nos está pasando? ¿Hemos pasado de la época en que un solo actor movilizaba masas y compañías a que dé exactamente igual quien sale al escenario a defender su texto, sus canciones y sus coreografías? ¿Tanto más importantes son los productores y directores que los actores? ¿Eso nos quieren decir los publicistas? Si coincidiéramos en que sufrimos escasez de "estrellas" (que no de talento, eso lo puedo asegurar), ¿no es porque el espectador no puede relacionar fácilmente lo que le ha gustado -y lo que no- con un nombre?
No señores. Las obras de teatro no se hacen solas. Y si me apuran, un grupo de buenos artistas puede vender una gran improvisación, al público, pero ninguna cantidad de directores, escritores y compositores será capaz nunca de montar, sin actores y actrices, ni el menor espectáculo.
1 comentario:
Esta parece una triste consecuencia de que el negocio cultural se transforma en negocio de derechos de autor en el que sólo importa el nombre de la obra y quién pone la pasta.
En cine ya es escandaloso el porcentaje de remakes, reboots y demás refritos respecto a películas nuevas originales.
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