25 julio 2019

Uno, dos, cuatro

   Hoy hace cinco años que nos invadieron los dragones, y la verdad es que, aunque algunas cosas son decididamente distintas, en lo general la gente no ha notado demasiados cambios.
   Sí, desde luego tenemos menos mosquitos: los pequeños dracos obligatorios en todas las casas han dado buena cuenta de ellos. Resulta evidente para todos que es a través de ellos que nuestros nuevos señores nos vigilan, pero es un precio que pagamos gustosos en verano.
   La entrada de los dracos en las casas, por otra parte, provocó la huida repentina y simultánea de todos los gatos, con los que parece son absolutamente incompatibles. Todos los gatos del mundo viven actualmente en Cataluña (ahora Gataluña), único lugar que los dragones y los dracos no pueden pisar ni sobrevolar, se rumorea que por motivos relacionados con su santo patrón.

   Poco más.

   Los dragones están ahí, en la Casa Blanca, en el Kremlin (la casa de Putin es un bloque de ultrahielo desde la llegada de Karkut'sharov), en la Moncloa, pero prácticamente no les vemos.
   Sí les oímos, en cambio, por radio, en sus mensajes semanales en los que se detallan sus políticas (basadas en una combinación de su voluntad y las necesidades que los dracos espían en nuestros sueños) y se pronuncian los Nombres. Al final de cada transmisión radiada, los dragones pronuncian los nombres y apellidos de los infractores de las Normas Capitales, y los de sus padres. También pronuncian, con esa frialdad dracónica, el número de infracción, que es el 1 o el 2. O el 3. Pero entonces no se dice.
   Y si alguien oye su nombre y no hay número, ya sabe lo que le espera.

   Hemos empezado a tomar esa costumbre; es otra cosa que ha cambiado: casi nadie pronuncia el número 3. Se ha convertido en el nuevo 13 occidental, el nuevo 4 chino. No nos reunimos en grupos de tres. Solo los locos hablan de tristes tigres o ratones ciegos. El 3 ahora es el vacío.

   Aún pagamos impuestos, vamos en coche a los sitios y nos pasamos medio día en internet. Vamos más al cine, desde que se prohibió la televisión y los sitios como YouTube fueron clausurados por edicto dragón. Y está el servicio militar, claro.
   Eso es algo que no he acabado de entender. Los dragones parecen formar todos parte de la misma facción: hablan de ellos mismos en plural y se refieren a su llegada y gobierno como algo conjunto. ¿Para qué preparan un ejército mundial?
   No es, por otra parte, un servicio militar como el de antes. Los dragones se han guardado la magia para ellos, pero en el servicio la rozamos con la punta de los dedos. Y entonces los hundimos en la magia hasta el codo: porque creamos vida.

   El actual servicio militar dura 3 meses el primer año, y 1 semana cada año posterior. Todos los menores de 40 años están obligados a servir desde que sepan hablar, y los mayores pueden presentarse voluntarios si pasan las pruebas. El servicio militar consiste en formar un soldado mágico que es extraído directamente de nuestra imaginación. La magia de los dragones permite el milagro, pero es nuestra propia energía mágica, más limitada en cantidad pero más versátil, la que da forma al soldado.
  
No hay dos soldados iguales, y es imposible crear algo que ya haya creado otro. La imaginación es el verdadero poder de la Humanidad, y solo con dosis completas de creatividad se llenan las filas de la armada.
  
El primer año das vida a tu criatura. Los siguientes sirven para establecer patrones, mejorar habilidades, desarrollar usos creativos de sus capacidades y reforzar vínculos. Principalmente con la realidad. Un Imaginado que no se reuna con su Creador en 18 meses, desaparece.

   A estas alturas debería haber miles de millones de soldados Imaginados. Trolls, elfos, minotauros, superhéroes, mentalistas, cyborgs y semidioses. Pero, ¿dónde viven? ¿Qué hacen? ¿Para qué los quieren los dragones? Y, ¿por qué es un crimen capital soñar con tu propio Imaginado?

1 comentario:

Sagha dijo...

Dioses, he aquí una semilla que no me importaría ver convertida en bosque 😉