04 marzo 2006

Historia de las mujeres que no sabían que existían

"Agua (Water)" que se estrena hoy en las pantallas españolas, pone punto final a la Trilogía Elemental de su directora (que completan "Fuego" y "Tierra"). En esta opinión me referiré únicamente a la película como entidad independiente, ya que se trata de una trilogía conceptual y no argumental.

EL PUNTO DE PARTIDA
Los textos sagrados hindúes dictan que una mujer viuda tiene tres salidas: puede incinerarse en la pira con su marido muerto, casarse con el hermano de este si su familia lo acepta o retirarse a vivir una vida de privaciones y total abnegación. La razón es que al casarse se entiende que una parte de la mujer pasa a formar parte del hombre, por lo que al morir él, ella está medio muerta también. Esto es así desde hace 2000 años y aún hoy es cierto para muchas mujeres.


EL ARGUMENTO
La película nos transporta a finales de la década de los 30. La India colonial británica se sacude convulsamente: un tal Mahatma Ghandi "amenaza" con cambiarlo todo con su política de resistencia pasiva. De fondo, la India de las tradiciones sigue ciega e implacable su curso: una niña casada con un moribundo enviuda la misma noche de bodas y es abandonada en una casa de viudas. Allí conocerá la suerte que le espera a través de las mujeres (mayores casi todas, viudas desde niñas al mayoría) que yacen tumbadas con poco o nada que hacer, más que pedir en los templos u orar a la orilla del río con los pocos que se prestan a acercarse a ellas.

En este desolador paisaje hace enemistades y amistades, entre estas últimas la de una viuda que vive separada de las demás. Todo es distinto en ella: insólitamente no le han cortado el pelo, es joven, muy hermosa... y vive una tragedia secreta que sostiene a la casa y que no ha conseguido apagar la llama de su candor y el brillo de sus ojos. El amor llega a su vida en la forma de un joven aspirante a juez de familia noble que, con la mente plagada de las enseñanzas de Ghandi, se cruza con ella. Los acontecimientos se desarrollarán como un torrente, como el agua imparable que purifica, riega, cubre... y a veces ahoga.


LAS SENSACIONES
La banda sonora de la película, la calidad de las imágenes, la abundancia del agua, los colores casi puros, con predominancia del blanco de las túnicas de las mujeres, son todo un lujo que durante el film casi llegas a considerar normal, pero que no es nada habitual. La sensación de vivir apartados de esa gran ciudad en la que todo ocurre se transmite perfectamente: el espectador vive un poco como la protagonista en el ostracismo de las viudas, de espaldas a la ciudad, de cara al río y los muelles, y el agua sagrada que llena la película. Incluso los olores y los sabores de la comida y las especias parecen traspasar la pantalla, en ocasiones. Especialmente los dulces: tristes dulces...


LOS SENTIMIENTOS
Hay imágenes muy fuertes en la película, que por otra parte evita herir sensibilidades. Hay afrentas a la sensibilidad, hay dureza. Hay muerte en directo, como la hay en la vida; hay paz y fe, dudas y amor, justicia y deshonor. Nada es épico, menos la Historia, la gran Historia que pasa de largo (¿o no?) de los que transitan por su costado, casi invisibles. Como las mujeres, en todo el mundo, en todas las épocas, que han estado apartadas, por motivos supuestamente religiosos, de la vida. Pero coincido con la película cuando dice que, realmente, estos motivos eran pura y egoístamente económicos. No hay dioses que repudien a las mujeres: sólo hombres, hombres infames y egoistas que las han aniquilado, borrado de la Historia, que desprecian impíamente a la mitad del planeta.

Esta cinta tuvo muchos problemas para ser filmada. Cuando recién acababan de empezar el rodaje en la India, integristas hindúes destrozaron los decorados. Se tuvo que empezar años después, de nuevo, en Sri Lanka y con actores distintos. Al salir del cine tuve la suerte de encontrarme con la mismísima directora, Deepa Mehta, y pude agradecerle que haya rodado una película tan sensible (para nada sensiblera) de forma tan bella.

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