"Los japones es la gente más
belicosa que hay por acá. Traen artillería y mucha arcabucería y
piquería.
Usan armas defensivas para el cuerpo. Lo cual todo lo tienen por industria de portugueses,..."
Usan armas defensivas para el cuerpo. Lo cual todo lo tienen por industria de portugueses,..."
Gonzalo Ronquillo, Gobernador de Filipinas (carta al Rey de España Felipe II, 16 de junio de
1582)
Por increíble que parezca, los combates de Cagayán constituyen un hecho real de la Historia de España. Se trata de un caso excepcional: el
único encuentro histórico documentado entre
Tercios españoles y
rōnin
(samurais
sin señor) japoneses. Debido a una coincidencia de fechas, se rumorea
que estos combates pudieron tener relación con la aparición de una nueva
técnica de lucha con doble
espada en Japón : el estilo
Niten Ichi Ryu de Musashi (similar al "oficio de armas dobles" español, una de las técnicas de la "verdadera destreza" de Carranza), aunque no hay verdaderos datos que confirmen con seguridad si hubo una auténtica relación entre ambos hechos.
¿Qué datos históricos son estrictamente reales en el fanfic "Un acto de honor"?
La era de leyenda:
La acción transcurre a finales
del S.XVI, la época histórica más interesante de ambos países. España
era una potencia mundial "en cuyos dominios no se ponía el sol": se
encontraba en pleno
Siglo de Oro en las artes, las letras, la política y el dominio militar.
En Japón también transcurría la época más inmortalizada por la literatura y el cine: la de los
samurai. Concretamente, la violenta transición
Azuchi-Momoyama (1568-1603) entre las incesantes guerras civiles de la era
Sengoku Jidai
(1467-1568) y la etapa de esplendor Edo Jidai (1603-1868).
Precisamente esa transición fue protagonizada por los tres famosos unificadores de Japón:
Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y
Tokugawa Ieyasu.
Los piratas wo-kou de Tay Fusa:
En el s. XVI se recrudeció la
actividad pirata china y japonesa en las costas de Filipinas, China y
Corea. Los dos líderes piratas más conocidos (Limahong y Tay Fusa)
incluso exigían vasallaje y recaudaban "impuestos" a
los aterrorizados aldeanos. Ésa fue la principal razón por la que los
filipinos, para repeler a los saqueadores, permitieron el asentamiento
de portugueses y españoles en sus tierras.
Los wo-kou (o wâko)
eran una extraña mezcla de piratas y comerciantes. Oficialmente vivían de negocios legales, como la venta de pieles de ciervo, o el intercambio de plata japonesa por oro filipino. Pero la actividad
comercial, tristemente, a menudo resultaba ser sólo una tapadera para "blanquear" el botín de su otro negocio: el pillaje, tanto asaltando a
los barcos mercantes como a aldeas a las que cobraban
por su "protección".
El almirante Juan Pablo de Carrión y el Capitán del Tercio Pero Lucas:
En 1582, la piratería se agravó tanto que el gobernador español en Manila
envió al Cagayán a cuarenta veteranos de los Tercios de Mar españoles, en siete naves:
la galera "Capitana" (equipada con tres o cuatro fuertes cañones de
base giratoria), el navío ligero "San
Yusepe" (también equipado con dos o tres cañones más) y cinco
embarcaciones mucho menores para tareas auxiliares. Les capitaneaba el
hidalgo Juan Pablo de Carrión: éste había sido un excelente soldado y
navegante y, a sus 69 años, además se había convertido
en un gran estratega, que aún se adentraba en el combate para dirigirlo
desde las primeras líneas.
La muerte del veterano capitán
Pero Lucas sucedió realmente durante el abordaje al gran junco pirata (y
no fue la única baja española):
este dato ilustra la ferocidad de los
wo-kou.
Las hostilidades comenzaron cuando la "Capitana“ sorprendió un gran
junco pirata saqueando la costa, al que desarboló y ahuyentó a cañonazos. Pocos días después, como
represalia, los piratas atacaron ferozmente varias aldeas de nativos
tagalos. La "Capitana" esta vez no les dejó escapar: cañoneó el gran
junco, lo embistió con su espolón y se inició el abordaje.
Los soldados del Tercio estaban acostumbrados a vencer con facilidad, pero esta vez se enfrentaron a
samurai sin señor (rōnin),
duros guerreros que además eran superiores en número. El Tercio, por
primera vez desde que pisó Asia, hubo
de retroceder. Los hombres de la "Capitana" tuvieron que bloquear al
enemigo formando en cubierta como un tercio de Flandes, y derribando la
verga mayor como parapeto, hasta que llegó el "San Yusepe" y les auxilió
con su artillería.
Escarmentados, los españoles no intentaron más abordajes: exterminaron a cañonazos los demás
sampanes
piratas que encontraron en el río (18 en total). El
junco y los sampanes
también contaban con cañones y fusiles, pero muy inferiores a los europeos.
Pero los problemas no habían
terminado: explorando río arriba, la flotilla de Carrión descubrió un
asentamiento pirata, defendido por unas 600 personas armadas. Los
españoles ahora eran poco más de treinta veteranos, unos
sesenta novatos y algunos tagalos leales. Para atacar hacía falta
temeridad o un alarde genial de estrategia militar. Pero los Tercios
eran famosos por su lema: "ni un paso atrás".
Consciente de que la enorme
superioridad numérica del enemigo no le permitía vencer cuerpo a cuerpo,
Carrió decidió rodear el asentamiento con
trincheras y con sus seis o siete
cañones y
culebrinas,
desembarcadas de sus naves. Dicha artillería pesada recortó bastante la
superioridad numérica japonesa, pero comenzó a agotarse la pólvora.
Entonces se iniciaron los ataques cuerpo a cuerpo. Los
fieros wo-kou eran increíblemente duros: incluso después de heridos, conseguían arrancar las
picas
de las manos de los españoles. Éstos hubieron de engrasar sus armas
para evitar perderlas y, de paso, contraatacar. Una inteligente planificación
de la pólvora restante para cañones y mosquetes, así como una
obediencia absoluta del Tercio, igualó las oportunidades. Los piqueros y
espadachines españoles hicieron huir al resto de los
wo-kou... excepto a los samurai más honorables, que se quedaron a plantar batalla en combate singular. Al igual que el Tercio, los
samurai también preferían la muerte antes que dar un paso atrás.
En los combates murió el hatamoto (principal general) de Tay Fusa y su hijo, oficiales destacados de los
wo-kou.
Tras la victoria española
disminuyó la piratería en el nordeste de Filipinas durante años. Carrión fundó una ciudad para defender la zona:
Nueva Segovia.
¿Qué datos son ficción histórica?
Obviamente, los relatos de los
historiadores no detallan todos y cada uno de los movimientos de lucha
de tantos combates. Por lo tanto, he completado las escendas de acción
combinando diversas maniobras clásicas de la época:
- Por la parte española, he intentado describir la típica organización de combate de los Tercios: La base era la formación en cuadro, dejando un brazo de espacio entre cada lancero. Junto a ellos formaban los rodeleros, llamados así por su redondo escudo o "rodela": usaban coraza de acero y una ancha espada toledana.
- Los arcabuceros y los mosqueteros avanzaban por los flancos (o incluso a veces por los espacios entre lanceros, cuando no había otra opción), en varias filas que disparaban y recargaban alternándose en rigurosos turnos, para que el fuego fuese incesante. Además, portaban espadas, ya que sus armas de fuego sólo aguantaban cinco disparos seguidos antes de recalentarse demasiado. Los arcabuceros no usaban armadura: se defendían prácticamente sólo con su agilidad, y con sus famosas técnicas de esgrima, entre ellas la combinación simultánea de espada ropera y daga vizcaína ("oficio de armas dobles" , una de las técnicas de la "verdadera destreza" del maestro Carranza): estas finas hojas punzantes defendían y atacaban indistintamente al mismo tiempo, mientras mantenían la mano resguardada mediante unas complicadas filigranas de acero ("gavilanes") que, además de bellas, eran útiles para atrapar o romper la espada del enemigo.
- Por la parte japonesa, he intentado incorporar diversos tipos de espadas samurai : la famosa katana de tamaño mediano, espadas más largas (nodachi, tachi), y cortas (wakizashi y jitte), así como varias técnicas samurai para el combate con dichas espadas. Por ejemplo, la combinación de desenvainado y corte típica del iaido (arte que en aquella época ya existía, pero no con ese nombre), algunas posiciones de partida básicas al empuñar una katana a dos manos (Jigen-ryu verticalmente junto a la mejilla, en molinete por encima de la cabeza...), y mandobles verticales especialmente poderosos, como el espectacular Ono-ha Itto-ryu asignado a la muerte del valiente Pero Lucas. Las espadas de acero no eran el arma principal en Japón en aquella época, por lo que he dedicado una mención a la espada bokken de madera (una de las favoritas del legendario Musashi), el bastón largo (rokushakubô, o simplemente bô), flechas de combate y ceremoniales, las lanzas genéricas yari y, sobre todo, las cortantes alabardas naginata: auténticos sables con largo mango de lanza, el arma realmente preferida por muchos hombres (y algunas mujeres) samurai a lo largo de la Historia de Japón.
- El asalto a las aldeas tagalas sólo se describe en los libros de Historia como "especialmente brutal" o "de especial dureza", por lo que he recurrido a imágenes genéricas de las crueldades de la guerra. La actuación de Julián, del capellán y de Amelia hacia los heridos y moribundos ha sido redactada a partir de testimonios de voluntarios y profesionales que auxiliaron a los heridos del 11-M. Por esta razón, y por el mes de publicación del fanfic, he dedicado ese triste capítulo no sólo a las víctimas de la reciente tragedia aérea de los Alpes, sino también a las víctimas del 11M.
- Para la batalla final contra la ciudadela tenemos bastantes datos históricos sobre las acciones españolas (trincheras, cañones, mosquetes, aceros, el truco de engrasar las picas); pero sólo algunos detalles sobre los japoneses, como la valiente resistencia samurai en los combates individuales del final. Para el resto de las acciones wo-kou, he tenido que consultar fuentes especializadas sobre formaciones de combate japonesas de aquella época... y combinarlos con imaginación.
¿Qué datos son ficción pura?
La presencia de los personajes del Ministerio (Amelia,
Julián, Alonso y sus jefes) es lógicamente ficticia, aunque
indispensable: ellos sirven como hilo conductor para transportarnos por
esta época histórica tan excepcional.
Pero ellos no son el único toque de ficción en este relato. He
incorporado también teorías que, aunque no sean oficiales ni estén
completamente confirmadas, me han parecido interesantes o simplemente
bellas.
Para empezar, la conspiración ("Esto es la cabeza de
lanza de una invasión") es en buena parte invención mía. Tay Fusa tal
vez podría haber sido un corsario (es decir, trabajar para algún
gobierno chino o japonés) en vez
de un simple pirata, pero ese punto nunca estuvo confirmado
históricamente. El gobernador nipón Oda Nobunaga no intentó seriamente
expandirse fuera de su país: estaba demasiado ocupado con sus guerras
civiles. Además, los cristianos aún le resultaban útiles
por la información extranjera que aportaban, y eran todavía demasiado
escasos para convertirse en una amenaza. Tras la muerte de Oda Nobunaga
en 1582, sus sucesores Hideyoshi y Tokugawa Ieyashu resultaron mucho
menos tolerantes hacia los europeos, pero cada
uno de ellos mantuvo varios años más de paz antes de iniciar períodos
abiertos de hostilidad o de invasión hacia las zonas españolas.
Otro punto que he tenido que adaptar un poco para la
trama del Ministerio es el de la esgrima: Es cierto que, antes de los
combates de Cagayán, los
samurai usaban solamente una espada a ambas manos (nunca dos a la
vez como los españoles). Y que pocas décadas después de estos combates
apareció el estilo "Niten Ichi Ryu" o "dos cielos"
(dos espadas) de Miyamoto Musashi, publicado en su Libro de los Cinco Anillos.
No está demostrado que Musashi copiase
realmente el oficio de armas dobles de los españoles (pudo haberlo adoptado por otros
factores: ser zurdo o ambidextro, haber visto exhibiciones de esgrima
europea en sus frecuentes viajes), pero la coincidencia de fechas es lo
suficientemente tentadora, así que lo he convertirdo
en el tema que investiga la Patrulla del Ministerio.
Y por último, por supuesto, el personaje con el que más
libertades me he tomado es el padre de Miyamoto Musashi. Realmente se
llamaba
Shinmen Hirata Munisai y era un maestro con la
katana larga (tachi) y el jitte. Su destino está
envuelto en misterio: según su lápida, murió o desapareció (no se sabe
bien) en 1580, pero la mayoría de los historiadores consideran esta
fecha incorrecta, ya que algunos relatos le mencionan en 1589. Ni siquiera se sabe si llegó a
vivir lo suficiente para compartir sus habilidades con su hijo, o más
bien con algún otro pariente que las transmitiese a Musashi después. A
causa de este misterio, y por el tipo de armas que utilizaba (compatible
con la lucha a dos espadas) no he podido evitar
la tentación de hacerle protagonista de la parte japonesa de mi relato,
aunque en realidad es improbable que llegara nunca a visitar las
Filipinas. Además, por supuesto, ha sido un verdadero placer inspirarme
en él para desarrollar una relación de afectuosa
rivalidad entre un auténtico samurai honorable, Amelia y Alonso.
Gracias por acompañarme en este viaje a través del arte de la guerra, la camaradería, el honor... y el Tiempo.
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