28 julio 2025

Tertia Pugna-9

 


 


 TERTIA PUGNA

FanFiction de Good Omens

Por Mª Nieves Gálvez


Capítulos:   1   2   3   4   5   6   7   8   9



En capítulos anteriores: Crowley intenta olvidar a Azirafel a base de velocímetro y alcohol, hasta que Hastur y Shax le ofrecen una tentación mejor: ejecutar a criminales que abusan de niños. 
El Metatrón detecta los ataques sobrenaturales y ordena al nuevo Arcángel Supremo que destruya al culpable. Así es como Azirafel se ve forzado a buscar a Crowley, debatiéndose entre el deber y los restos de una amistad perdida...

 9.- EL PRECIO DE LA NEUTRALIDAD 

 

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    El libre albedrío tiene un precio: la soledad.

    Aun así, es tentador. Te permite hacer o decir cosas diferentes a las que dicta el grupo, incluso mejores. Y se lo puedes enseñar a otros, ya sea en el Edén con manzanas o en casa de Job salvando niños. Pero si aprenden a ser libres, un día pueden decidir algo que no te convenga. Por ejemplo, dejarte solo. Y entonces no habrá grupo que te defienda a ti.

    (Notad de su Todopoderosidad: fragmento sobre el Edén)


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    Crowley humeaba bajo la lluvia, rabioso: no le gustaba tener que reunirse con Azirafel, y menos aún rodeado de público. ¿Por qué estaban acudiendo espectadores tan peligrosos como Miguel y Shax? ¿Y por qué éstos, a pesar de servir a bandos contrarios, lo miraban con idénticas sonrisas de depredador? 

    Bueno, de eso último sí sabía la respuesta, como cualquiera que haya estado en el Infierno (o en una auditoría, que viene a ser lo mismo): "Si hay problemas y alguien sonríe, es que va a repartir culpas".

    - ¿Eres tú el responsable de esta muerte, Crowley? -reclamó Shax con inquietante amabilidad. La lluvia se evaporaba al tocar su roja indumentaria; su mano enguantada señalaba los restos de lo que había sido un vehículo deportivo.

    - ¿O de los veinte Lázaros que hemos detectado en esa librería? -agregó Miguel.

    "Ambos bandos en mi contra: soy un puto genio" se lamentó Crowley. Pero forzó una sonrisa burlona:

    - ¡Lázaros, Lázaros! ¿No sabes decir nada más? ¿Bodas cananeas, caminatas acuáticas, panes y...?

    Shax celebró la ocurrencia con una risa seca, pero Miguel bramó con furia:

    - ¡No te atrevas a frivolizar con esos temas, demonio!

    - Frivolizas tú, que has reducido a Lázaro a una unidad de medida -insistió Crowley, encantado de cambiar de tema-. ¡Lázaro era una PERSONA!

    Distraídos por la discusión, o tal vez por la lluvia y los relámpagos, no repararon en lo que estaba sucediendo al otro lado de la calle, entre los restos de un vehículo destrozado. De su interior, goteando entre las grietas del metal, salió... algo. Desde lejos casi podría parecer un líquido, pero en realidad era un reguero granuloso de insectos. Miles de ellos. El diabólico enjambre se acumuló sobre el asfalto hasta elevarse en forma humanoide pero, antes de que pudiera huir hacia el callejón más próximo, le salió al paso alguien mucho más eficiente que los demás:

    - ¡Vade retro, demonio! ¿Qué haces aquí? -Azirafel apartó al repugnante ser de un empellón, desenvainó su espada sin encenderla y la clavó entre las grietas de la destrozada portezuela. El metal crujió y se abrió, revelando lo poco que quedaba del difunto piloto-. ¡Eres tú el causante de esas muertes!

    Hastur, pues no se trataba de otro, se encogió de hombros:

    - ¿Muertes? Sólo es una, en singular -contestó con indiferencia-. ¿No sabes contar?

    - ¡Sesenta y seis muertes como ésta en pocos días! ¡No te hagas el inocente!

    La expresión de Hastur pasó de la indiferencia al asombro, hasta estallar en asmáticas carcajadas:

    - ¿"Inocente"? ¡Nunca me habían llamado eso!

    Un súbito resplandor lo hizo retroceder: la espada del Arcángel Supremo se envolvió en fuego sagrado (con alguna nubecilla de vapor, allá donde la tocaba alguna gota de lluvia). Hastur se encogió, acobardado por los recuerdos de una Guerra más antigua que el planeta que pisaba, y tartamudeó:

    - ¡E-espera! L-La idea no fue mía... ¡sólo sigo órdenes!

    - ¿Órdenes de quién? -ladró Miguel al desenvainar su propia espada. Siete símbolos parpadearon como estrellas en la azulada hoja.

    - Ésa es la pregunta correcta, queridos -Shax, manteniendo las distancias, miró a Crowley con teatral lentitud-. ¿Qué es más culpable: el arma, o la mano que la empuña?

    Crowley la miró con tanto odio como admiración profesional: "Por eso ella y Hastur mataron a los criminales que les indiqué. ¡Para implicarme! ¡Y prácticamente se lo he confesado al Arcángel Supremo!"

    Azirafel estaba llegando a una conclusión similar, pero bajó la espada y pensó con rapidez. Tenía delante su mayor miedo: verse obligado a elegir entre su deber y la vida del que una vez fue su mejor amigo. Todavía era el único ángel que conocía la relación de Crowley con el crimen, pero cuando la oyeran los demás...

    - ¡Habla claro, demonio! -exigió Miguel, avanzando hacia la recién llegada con insólita rapidez. Los símbolos de su espada palpitaron de nuevo.

    Shax calló, intimidada por la proximidad del arma, pero Hastur señaló a Crowley y tomó aire para hablar.

    Crowley se preparó para escapar de allí cagando melodías.

    Y el Arcángel Supremo tomó una decisión.

    - ¿Para qué? ¿Para oír mentiras? - Azirafel lanzó un mandoble justo a tiempo para silenciar a Hastur. Éste, sorprendido por la rapidez del ataque, sólo acertó a protegerse instintivamente alzando un brazo. Un trueno más fuerte que los demás ahogó sus gritos.

    - Cierto, ¡los demonios mienten! -sentenció Miguel, girándose para contemplar el espectáculo; no todos los días hacia algo tan violento el blanducho de Azirafel. 

    El aire se llenó de humo y olor a azufre. Hastur aulló de dolor, mirando atónito el brazo en el que ya no tenía mano. Sus alaridos aumentaron cuando la herida ígnea se expandió centímetro a centímetro, derritiendo el resto del antebrazo como una versión a cámara lenta del agua bendita. La similitud con la muerte de Ligur lo paralizó de miedo; tardó interminables segundos en reaccionar lo bastante para desmaterializarse. La parte aún sana del enjambre abandonó los chamuscados restos y desapareció por el sumidero de una alcantarilla, siseando horribles amenazas.

    Crowley contempló la escena boquiabierto: "¿Ha usado a Hastur como chivo expiatorio? ¿Para encubrirme?"

    Azirafel se sintió sucio, a pesar del agua que le estaba cayendo encima. No por atacar a Hastur (sabía que era el principal asesino), sino por encubrir a su cómplice. Chasqueó los dedos para detener la lluvia y se asentó un incómodo silencio, roto apenas por el crepitar de las últimas gotas, hasta que lo rompió una voz humana:

    - ¿Quién ha gritado? ¿Crowley? -Nina salió de la librería como un rayo, seguida por Maggie. Pero apenas pisó la calle, la barista se paralizó de horror al ver a Miguel junto a Shax. Maggie chocó contra ella y retrocedió hacia el interior, aturdida:

    - ¡No...! ¡¡Otra vez, no!!

    - ¿Por qué lo llamas, humana? -Miguel la miró con desprecio-. ¿Qué tratos tienes con ese demonio?

    Nina se echó a temblar, pero protegió con su cuerpo a su amiga y reunió valor suficiente para decir:

    - Crowley sólo estaba ayudando a una persona herida. ¡No ha hecho nada malo!

    - No te atrevas a darme lecciones sobre el Bien y el Mal. ¡Ha hecho lo que te conviene, sólo eso!

    Nina intentó retroceder, pero su cuerpo no le obedeció. Para su horror, avanzó un paso y habló con una voz que no era la suya:  

    - Ése es un debate filosófico muy antiguo, queridos -se burló la voz de Shax a través de Nina. La humana era terroríficamente consciente de todo, pero incapaz de evitarlo-: ¿Qué diferencia hay para los humanos entre el Bien y lo Conveniente?

    Maggie tomó la mano de Nina y la llamó, intentando inútilmente hacerla reaccionar. Miguel se tensó con indignación y miró a su espalda, al lugar que sólo un momento antes ocupaba Shax. ¡Estaba vacío! ¿Cómo había cometido un error tan torpe?

    - Me diste la espalda, ingenuo angelito -se burló la voz de Shax desde del cuerpo de Nina-. Me gusta, es un gesto de confianza. Pero prefiero estar aquí, más lejos de tu pinchito de lucecitas.

    Miguel caminó hacia a la posesión diabólica con su arma en alto y el rostro contraído de furia: 

    - ¡Esta espada fue la que derrotó a Satán en la Gran...! 

    - ¡Así no, Miguel! ¡Matarías a la humana también! -intervino Azirafel. Su voz se endureció al ordenar a Shax-: ¡Abandona ese cuerpo, demonio!

    - ¿Qué importa? ¡El alma humana es inmortal! -Miguel describió con su espada un ágil arco hacia Nina/Shax-. ¡Sé mejor que tú cómo combatir contra demonios!

    Un relámpago y un estruendo metálico detuvieron el golpe: era el arma del Arcángel Supremo, desviando la hoja azul con un ímpetu que nadie esperaría de un exlibrero. La espada azul se apartó y atacó de nuevo, sólo para ser desviada por repetidos ataques de la espada flamígera. Miguel no tuvo más remedio que defenderse y retroceder, gritando con indignación:

    - ¡Traidor!

    - No, ¡sólo te salvo de matar a un ser humano inocente! -insistió Azirafel-. ¡Lo tenemos prohibido!

    - ¡Según para qué!

    - ¡Cuánto jaleo! ¿Me invitas a entrar, querida? -se burló Shax, volviéndose hacia Maggie con un giro de cuello imposible. La rubia humana negó, preguntándose qué hacer. Aquella sonrisa repugnante en el rostro de Nina le daba náuseas. 

    A Crowley se le iluminó la mirada: ¡La barrera invisible! ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Esperó a que Azirafel y Miguel se apartaran un poco más, bajó la cabeza, tomó impulso y...

    La embestida fue prosaicamente similar a un placaje de rugby: Nina perdió el equilibrio y su cuerpo cayó hacia el interior de la librería. Sus manos todavía se aferraron al vano de la puerta, retorciéndose horriblemente durante unos segundos, hasta que Maggie y Muriel sumaron sus fuerzas para arrastrarla al interior. Crowley cayó sobre ellas, o debajo, o todo a la vez: era difícil saberlo en aquel embrollo de brazos y piernas.

    Shax se materializó fuera de la puerta, expulsada por la barrera invisible, con los ojos cómicamente desorbitados al comprender su error.

    - ¡Qué idiota has sido al quedarte ahí! -rió Crowley, desde el suelo-. ¡Justo en la barrera!

    - Brillante -asintió Azirafel-. ¡Ahora, Miguel!

    - ¡Por fin! -Miguel se abrió paso a empujones y alzó su arma sobre la cabeza de Shax-. ¡Muere, demonio!

    Pero antes de que pudiera descargar el golpe, una voz infantil interrumpió la escena:

    - ¡Ángel Shax! ¡Ángel Crowley! -una niña de no más de catorce años, con un aro en la nariz, se abrazó a la diablesa-. ¿Dónde está el ángel Hastur?

    - ¿Qué? -se escandalizó Miguel-. ¡No son ángeles!

    La niña se encaró con Miguel, tan pequeña como desafiante:

    - ¡Lo son! Me salvaron de un hombre malo. ¡No les hagas daño, demonio!

    El asombro de Miguel no tuvo límites: 

    - ¿¿QUÉ??

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Papilio Tempestae (one shot. Infancia de Warlock)

1 Natividad    2 Tentación    3 Pasión