27 enero 2009

Alumbrar

Se alumbran los hijos. También las ideas y las historias. Quizás por eso a veces los que escribimos nos consideramos un poco (mucho) padres de lo que contamos. Es curioso cómo se puede dar esa pequeña paradoja de estar deseando enseñar tu obra al resto del mundo, o a una pequeña y selecta comunidad de la que más o menos conoces los gustos, y cuyos comentarios a favor y en contra puedes interpretar con buen tino, incluso antes de que esté acabada, para tener ese "punto de vista externo" que al embebido por su mundo le falta; y al mismo tiempo, cómo puede molestarse uno por ciertas sugerencias y comentarios. A veces porque contradicen tanto (aunque no lo parezca) la mecánica intrínseca de tu historia que "cambiar eso" la haría "menos tuya". Otras porque te chincha que se le haya ocurrido una solución tan buena al otro, o que haya visto tan claramente los hilos de tu marioneta, o un agujero en la trama del tamaño del tunel del Cadí.

Alumbrar es dar a luz. Pero antes de dar a luz hay que darle a la luz, hay que ver con muchos ojos, hay que imaginar con muchos sueños. Nos seguiremos molestando por minucias (¡o por relevancias!) pero hace falta aprovechar la luz no sólo del rayo que atravesó tu mente para dejarte ver, por un instante, lo que se ocultaba entre sus pliegues, sino de toda la tormenta de ideas que ilumina desde muchos ángulos hasta los recovecos que menos esperabas encontrar en tu hijo. Perdón, tu historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Thanks It was very sweet to know i hope read more from you.