El Cisma de Occidente comenzó con la elección, en circunstancias tumultuosas, del papa Urbano VI en 1378. Poco después de haber sido entronizado, un grupo de cardenales molesto anuló la validez del mismo argumentando que se le había escogido obedeciendo a presiones populares y nombrando a un Antipapa que ellos consideraban legítimo, Clemente VII. Europa entera se dividió entre los favorables al Papa o al Antipapa, Urbanistas y Clementinos.
Urbano nombró y depuso en función de lo que él consideraba que era correcto. Y en ocasiones nombró y depuso a la misma persona, como fue el caso del Rey de Nápoles Carlos Durazzo. Pero Durazzo no se sometió, y en 1383 apresó al Papa Urbano VI, que trató de regir la dividida cristiandad desde su cárcel palaciega. Intentó regresar a Roma en 1389, donde murió envenenado.
Pero la verdad es que Urbano nunca más volvió a pisar Roma.
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