21 abril 2020

MdT2: TIC-TAC 13: Vargas (y II)

TIC-TAC 13 (Un virus de otro tiempo)
VARGAS (y II)

   La judería ardía. A lo lejos se oían gritos y lamentos, el paso de los invasores y el rastro de sangre y lágrimas que dejaban a su paso. En aquel punto concreto, sin embargo, las voces que oía el Doctor Vargas no expresaban tanto peligro como prisa. Era admirable la compostura de aquella gente.
   "¿Está usted seguro de querer irse al siglo XII? Claaaaaro, siempre he querido conocer a Maimónides. ¡Pero qué bocaza tienes, Vargas! Si es que ya lo dicen: es mejor que no conozcas a tus ídolos..."
   Los almohades habían caído como un mazazo súbito: situada fuera de las murallas de Córdoba, la judería había sido un blanco fácil con el que los invasores del califato no tuvieron reparos: conversión o muerte.
   - Han sido años inciertos -proclamó Maimón ben Yosseff, rodeado de los suyos, con todos los bártulos encima, listos para marcharse juntos o separados, según decidiera el patriarca-. Hemos sufrido aceifas otras veces, pero me parece que esta vez hemos perdido definitivamente el favor del rey Fernando.
   - Los almohades son feroces -confirmó el doctor Vargas, cuya prioridad en estos momentos era asegurar la vida de Maimónides, aún niño, para que llegara a ser el hombre que debía-, pero aún podéis fiaros de Fernando.
   - ¿Crees que deberíamos intentar llegar a Toledo?
   - No -respondió Vargas tras reflexionar, repasando todo lo que recordaba de estos años. La historia decía que la familia de Maimónides dejó la península y huyó a Fez, pero en estos momentos eso era meterse en la boca del lobo. Hmmm, lobo...-. Almería. Creo que ir a Almería sería lo más seguro: está más o menos protegida por el rey Fernando desde que la conquistó el año pasado con las huestes del Rey Lobo.
   - ¿El Rey Lobo? -preguntó el pequeño Moisés ben Maimón atraído por semejante nombre, lleno de posibilidades.
   - Es un apodo -intervino su padre-, no dejes que la poesía enturbie la verdad. Ibn Mardanís… He oído hablar de él. Es el emir de Murcia.
   - Y de origen mozárabe -esperaba que alguien de la cultura de Ben Yoseff entendiera el término, que en aquellos años solo utilizaban los cristianos leoneses.
   Posiblemente reconoció la palabra, porque tras pensar un poco más, dio la orden:
   - Nos vamos a Almariyya. Aseguraros que está todo el mundo, y salimos ya.
   Les esperaba un viaje difícil y unos cuantos años más de incertidumbre. Almería solo estaría 10 años bajo la protección de Fernando, antes de caer también ante el embate del califato almohade. Luego huirían a Fez, donde crecería bajo la intolerancia de los mismos almohades hasta tener que escapar también de allí, ya un hombre con su propia familia, a Acre, a Jerusalén, a Alejandría, y finalmente a El Cairo. Una vida huyendo, de un lado para otro, sin ser de ninguna parte, y aún así convirtiéndose en una de las mentes más preclaras de sus días. El pequeño Moshé sería tras una vida de fugas el gran Maimónides, doctor en medicina y en leyes, experto en venenos y enfermedades, comentarista inigualable de los textos sagrados.
   ¿Qué iba a ser del Doctor Vargas, ahora que también estaba a la fuga, aunque fuera con la connivencia de Ernesto? No podía utilizar abiertamente sus conocimientos de medicina del siglo XXI, aunque sí ayudara aquí y allí a quienes lo necesitaran: se arriesgaba a eclipsar la figura de Maimónides y otros sabios de la época, a cambiar por completo la historia de la medicina. ¿Tan malo sería si los hombres aprendían a curarse mejor antes? Sí, no se engañaba: muchos descubrimientos importantes dejarían de hacerse si no se hacían en el momento adecuado. La genealogía de 30 generaciones podía cambiar por completo. Sin duda el Ministerio investigaría.
   No podía ser un gran hombre. Para empezar, debía renunciar definitivamente a su nombre: el Doctor Vargas ya no existía. Lo había dejado atrás casi 40 días antes de presentarse en el siglo XII, al principio de aquella terrible infección que había provocado la insensata e indocumentada nueva subsecretaria... Ya lo escribiría dentro de algunos años Maimónides, cuando fuera el sabio que debía ser: "el que sabe nadar, puede sacar perlas de las profundidades. El que no, se ahogaría". Susana Torres había sacado lo peor de él, le había llevado a rebajarse al nivel de los ruines, a hacer negocio con la salud, a sacar tajada, ya que era lo que parecía mover a todos. Pero a Ernesto no. A Ernesto lo movía hacer lo que debía hacerse. Como él, había pasado muchos años sacrificándose por el Ministerio, por el deber. Ya no iba a hacerlo más, ya no creía en el Ministerio. Sin embargo, sí creía en Ernesto. En su rectitud.
   Vargas podía intentar llegar a Toledo, volver a los reinos cristianos. Pero Vargas había muerto. Su identidad falsa, la que había tomado en homenaje a su compañero fallecido, la primera víctima de aquella gripe española transtemporal, aquella sería desde ahora la auténtica: debía vivir con el nombre de un muerto, y vivir por él los años que le fueron arrebatados. Era por tanto Ramón de la Vega el que habló al patriarca:
   - ¿Os incomoda si voy con vosotros?
   - ¿Os incomoda a vos?
   - Nada me complacería más que compartir vuestra suerte, sea la que sea.
   Ben Yoseff le dio un abrazo:
   - Fuimos afortunados porque el Altísimo os trajera hasta nosotros en nuestro momento de mayor necesidad. Sí, lo era: nuestro hijo se moría. Hoy hemos perdido las casas, las posesiones: eso duele, pero no es la vida. Eso es lo necesario. Iremos donde podamos vivir.
   - Hay que acompañar a los amigos cuando nos fallan las fuerzas.
   Y esa fue la misión que se encomendó desde entonces "Ramón de la Vega", subsecretario del Ministerio de sí mismo: acompañar a aquellos a los que les fallaban las fuerzas. Y vivir.

1 comentario:

Eriel Ramos dijo...

"ya no creía en el Ministerio. Sin embargo, sí creía en Ernesto. En su rectitud."

Potente motivación.