14 abril 2020

MdT2: TIC-TAC 13 - Vargas (I)

TIC-TAC 13 (Un virus de otro tiempo)
VARGAS (I)

   El Doctor Vargas llevaba un mes viviendo en 1148, tras fugarse, con la ayuda de Ernesto, del Ministerio del Tiempo del siglo XXI. La puerta le había llevado a Toledo, donde tenía un viejo contacto que le había permitido construir una nueva identidad y viajar hasta la Córdoba musulmana. En estos tiempos, el apellido Vargas se asociaba con una estirpe de fieros guerreros castellanos muy implicados en la Reconquista, algo que no le interesaba en absoluto, así que decidió rendir homenaje a un compañero caído y presentarse como el licenciado Ramón de la Vega. Ramón había sido la primera víctima mortal del brote de gripe española del Ministerio en 2016, y Vargas se culpaba por no haber insistido lo suficiente a aquel muchacho de los años 80 en la importancia de respetar todos los pasos del farragoso protocolo sanitario. Le hubiera salvado la vida. Claro que, ahora, en 1148, ni siquiera había nacido... pero era imposible borrar de la memoria a los muertos.
   Llegar a Córdoba había sido más fácil de que lo que había pensado: sus ropas, sus pergaminos y pequeños libros, y sus útiles de escritura habían convencido al interrogador ocasional de que no tenía más interés que la ciencia. No era ya la urbe prodigiosa que fuera en tiempos del califato, hacía solo 150 años, cuando congregaba a 400.000 habitantes y el mismo número de volúmenes en la mayor biblioteca del mundo, y comenzaba a dejar huella el saqueo arquitectónico. Vargas sospechaba que había empezado incluso antes de que la ciudad, aún mayormente musulmana y almorávide, se hubiera puesto bajo la protección del rey de Castilla, Alfonso VII, dos años atrás. Las taifas iban cayendo frente a la dominación almohade y su integrismo, y Córdoba había mirado hacia Alfonso como la solución para escapar de un conflicto que había amenazado con partirla en pedazos.
   Los primeros días en Córdoba había preguntado extramuros, en la judería, por Moisés ben Maimón, el nombre real de Maimónides, sin suerte. Habiendo criticado ferozmente a la nueva subsecretaria del Ministerio por su desconocimiento cultural, se sentía avergonzado: tras tanto tiempo trabajando a lo largo de la Historia, conocía mucho de lo que había pasado en España, las sucesiones dinásticas, las costumbres de cada época... pero las fechas concretas siempre se le escapaban. ¿Había errado en algún detalle fundamental?
   Finalmente, un escribano le dirigió a casa de "Maimón", una de las más grandes del barrio. Resultó que su dueño era Maimón ben Yosseff HaDaya, abogado y hombre principal de la judería.
   - Disculpad la tardanza, estos días son complicados. ¿En qué puedo ayudaros, mi buen hombre? -preguntó cuando salió a recibirle al patio de su discreta mansión.
   Vargas se presentó e inventó una historia sobre la vieja gran biblioteca de Córdoba y cómo le interesaba leer algunos volúmenes antiguos sobre medicina.
   - Oh, no puedo ayudaros con eso -lamentó Maimón-. Yo frecuento la Biblioteca y puedo ayudaros a entrar en ella si queréis, pero me dedico a las leyes, y de juicios humanos y religiosos es de todo cuanto conozco. Pero...
   - Decidme -le invitó Vargas, con la intuición del médico que reconoce y distingue la preocupación que provoca un problema de salud.
   - Veréis, don Ramón, mi hijo no se encuentra bien. Tiene diez años, se llama Moshe, y... desde la pésaj no ha sido el mismo, tiene frío y fiebre, ha tenido sueños muy extraños, está hinchado... -Vargas registraba mentalmente los síntomas que Maimón padre iba citando. ¡El sabio que él conocería como Maimónides no era aún más que un niño!
   Fueron a ver al pequeño a su habitación: su madre no se alejaba de su lado. El pequeño sudaba a mares y se apretaba la barriga. Sus dedos presentaban algunas manchas sospechosas, muy poco extendidas, pero Vargas se puso alerta.
   - ¿Le duele el estómago?
   - Terriblemente -dijo la madre-, incluso si no come nada.
   - ¿Ha comido mucha cebada o avena?
   - Durante la pésaj están prohibidos los cereales -explicó el padre al gentil-, pero en cuanto terminó seguro que se fue con sus amigos a comer muffletas… Aún le trae su amigo Rahid, como son ligeras es de lo poco que se anima a comer.
   - Es el Mal del Fuego -diagnosticó el doctor, que lo conocía en el siglo XXI como ergotismo y prefirió no darles otros nombres medievales de la enfermedad como "fuego del infierno"-. Se ha intoxicado con un hongo en el grano que ha pasado a la masa, pero por suerte lo hemos cogido a tiempo. Avisen también a la familia de su amigo Rahid, porque puede que alguno esté igualmente contagiado.
   - ¡Dios mío!
   - Con dejar de consumirlo, remitirá. Hemos tenido suerte, si hubiera avanzado se podría haber gangrenado alguna extremidad -Vargas se rompió la cabeza tratando de pensar cómo conseguir una reperfusión tisular isotónica con tecnología del siglo XII para prevenir trombos en las próximas horas-. Les voy a dar una receta que deberían llevar al herbolario o farmacéutico para que les prepare a ustedes y a cualquier familiar de Rahid que tenga alguno de estos síntomas.
   - Y por eso la importancia de seguir los preceptos del kashrut -sentenció Maimón antes de entregarse a un profundo abrazo a Vargas, seguido por otro de su mujer, dando gracias a Yahvé por haber llevado a su puerta al licenciado que había salvado la vida de su queridísimo hijo.
   "Tiene narices", se dijo el doctor. "Incluso fuera del Ministerio sigo salvando la Historia".
   Pero la Historia les tenía reservado aún un golpe de lo más fiero...

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