01 mayo 2020

MdT3: Crisis en Españas infinitas (II)

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Madrid, 2019
   - ¿Don Salvador? Ha llegado Pacino.
   - Hágale pasar, Angustias, aquí ya estamos de cháchara.
   Jesús Méndez (Pacino para casi todos) saludó con un gesto a la secretaria y abrió la puerta de cristal. Estos últimos tiempos el Ministerio funcionaba bajo mínimos, y la gran mayoría de puertas estaba inactiva desde el caso de Chicho Ibáñez Serrador y la agencia de viajes temporales. Incluso se había cerrado la cafetería, lo que para Pacino no encajaba con la definición de mantener los servicios esenciales... Pero un pequeño retén de agentes, además de la cúpula de la organización, seguía trabajando día a día para salvaguardar la historia. Se podían decir muchas cosas de los cargos de la Administración, pero en el ministerio, al menos, los jefes eran los primeros en arrimar el hombro.
   Salvador acompañaba hacia la puerta a su última visita, un tipo orondo de mediana edad vestido como un comerciante medieval, con una camaradería inusitada, el brazo sobre la espalda, y riendo a carcajadas:
   - ...y responde el sacerdote: "yo las lanzo al aire, lo que coja Dios, para él..."
   - "¡...y lo que caiga para mí!". Ja, ja, ja, ¡préstame! Salvador, tienes que venirte un día a la tasca en Allande, que en el XIV tenemos un jabalí y un licorcito de la familia Quiñones que es, ¡oh! Para acabar fartucu.
   - Ya, ya recuerdo como se come en Allande. Pues no te digo que no me pase un día de estos, cuando acabemos este follón... -abarcó con los brazos el despacho completo-. Pero va para largo. De nuevo, ¡muy buen trabajo, como siempre, Xandru!
   Los dos hombres, claramente camaradas desde hacía muchos años, se despidieron afectuosamente encajando un apretón, dándose una palmada en la espalda y otra en los mofletes. Para Pacino, ver a Salvador Martí de aquella guisa era extraño, casi violento, pero lo peor era aguantar la risa que le provocaba.
   Xandru se marchó entre rodando y andando, mientras Salvador recuperaba la compostura:
   - Un viejo amigo, y un gran agente del ministerio. Nos ha ayudado con una situación muy complicada en Asturias, en 1387: el duque de Lancaster iba a atacar Valderas dos días antes de lo previso, y el adelantado Pedro Suárez de Quiñones...
   - ¿Lancaster? ¿Esos no son los ingleses? ¿Ahora han invadido Asturias?
   - Bueno... no exactamente: fue un lío de matrimonios, luego invadieron León junto a Portugal, pero el pueblo no les apoyó... Pero respondiendo a su pregunta: esa parte es toda histórica, no es que hayan cambiado nada. Lo que pasaba es que se iba a adelantar una batalla y las dos fuerzas no estaban igual de preparadas. La verdad es que esas fechas se las dejo a Xandru, porque se conoce la época y Asturias al dedillo. En fin, disculpe que tenga todo esto empantanado, señor Méndez. Siéntese donde pueda, por favor.
   El despacho de Salvador era, por lo general, un espacio de orden y concierto, de maderas nobles, luces tenues, cuadros al óleo y pequeños recuerdos históricos. Ahora, buena parte lo ocupaban grandes cajas llenas de paja en los que habían empezado a guardar las primeras obras de arte. Esquivaron un par de ellas, trayecto que el subsecretario aprovechó para recuperar por completo la compostura.
   - Le he hecho venir porque, como sabe, vamos a empezar a desconectar progresivamente las puertas para empezar a trasladarlas a la nueva sede del Ministerio. Esto no va a ser algo que ocurra de un día para otro, no podemos mover todas las puertas de golpe porque sería una locura y quedaríamos con las manos atadas. Los Deímas… quiero decir, I+D y el departamento de IT han organizado la logística junto a Irene y Ernesto para que sea lo menos traumático posible, pero el caso es que vamos a tener varias puertas inutilizadas estos próximos meses, y tenemos que ir asegurándonos de que no quedan problemas urgentes que no podamos resolver.
   - Ernesto me pasó una lista de los principales problemas de seguridad que había que revisar.
   - Sí, sí, sí, ya sé lo de esa lista. Sé que está usted haciendo la ronda y que va todo según lo previsto. Anoche saltaron todas las alarmas temporales en la nochevieja de 1945, en Madrid, en la Puerta del Sol.
   - Toma Moreno.
   - Ya le digo. Antes de que nuestros ingenieros pudieran localizar el problema concreto, las alarmas se desactivaron: o lo que fuera que iba a pasar dejó de pasar, o el cambio fue rápido y se ha asentado de nuevo en la línea temporal.
   - Y si es así, ¿eso como lo podemos saber?
   - Tenemos nuestro sistema. Pero repasamos las fotografías de aquella noche y esta nos sobresaltó. -Salvador pulsó un par de teclas en su portátil, y le dio la vuelta a la pantalla para que quedara frente a Pacino. En pantalla había un rostro difuminado, una fotografía en blanco y negro, ampliada, tomada desde un balcón... pero casi podría jurar que el rostro le sonaba.
   - ¿Ese no es...?
   - Todo indica que se trata de Federico García Lorca, que como usted sabrá no debería estar vivo en 1945. Le acompañaba un hombre que queda de espaldas en las dos fotografías en las que aparece Lorca y al que no hemos podido identificar, pero con el que parece que abandonó la plaza.
    - Yo me encargo -dijo Pacino-. ¿No iré con Lola?
    - 1945 es un año complicado para Lola Mendieta, al menos para la nuestra. Recuerde que dos años antes era espía de la Resistencia, y es muy arriesgado que la puedan reconocer. En principio le acompañará en esta misión un miembro del equipo de I+D que le ayudará a determinar lo que hizo saltar las alarmas y desconectará de paso la puerta cuando terminen.
    - ¿Los Deímas? Pero si esos no hacen misiones.
    - Ya sé que no están entrenados para el trabajo de campo, pero tenemos muy pocos agentes ahora mismo, y no hay nadie más adecuado que él para la parte técnica del asunto -Salvador le entregó una pequeña carpeta con documentos y se levantó-. Le acompañaré al Departamento, antes de que se vayan a sastrería.
* * * *
   En un pasillo de los pisos superiores del Ministerio, entre la trastienda de la cafetería y la vieja y nunca usada salida de incendios, hay una puerta a la que muchos se refieren como el cuarto de las escobas. Tiene dos símbolos pegados que reproducen una letra I y un signo +. La D se cayó hace ya ni se sabe, y desde entonces el Departamento de I+D ha pasado a conocerse como "Deímas".
   - Esto me lo enseñó Angustias -dijo Salvador a Pacino-: si no llamas, no te arriesgas a que te digan que no puedes pasar. 
   El subdirector abrió la puerta directamente: el departamento era pequeño, oscuro y estaba atestado de maquinaria. Aunque solo tenía tres integrantes, parecía el camarote de los hermanos Marx. En aquel momento, Nieves Gálvez, la responsable del departamento, se despedía de su compañero Míkel con una palmada en la espalda.
   - Señor Navarro, ¿está listo?
   Míkel Navarro asintió emocionado. El agente Pacino le intimidaba un poco, y viajar a la posguerra franquista no era lo que más ilusión le hacía en el mundo, pero ni en sueños iba a dejar pasar la posibilidad de investigar in situ una alerta cronal de nivel 15.
   - Míkel te llamas, ¿verdad? Yo, Pacino. Por si acaso, mientras estemos en 1945 tú serás Miguel y yo Jesús, para que no nos trinquen. Tú ocúpate de las mediciones esas, yo me encargo de la investigación policial, y todo irá bien.
    - Asegúrense de que Lorca vuelve a su época y descubran quién más está implicado -dijo Salvador antes de despedirse-. Les dejo que vayan a cambiarse y se vayan conociendo.
   Salvador Martí se dio la vuelta dispuesto a marcharse, cuando de pronto ocurrió algo inaudito: la puerta de la salida de emergencia se abrió por sí sola, y mientras aullaba sobre ellos el timbre metálico de una vieja alarma, una mujer emergió del otro lado. Era joven, no muy alta y hermosa, exageradamente hermosa, con una cabellera rubia como el oro que le caía casi un metro por la espalda. Vestía con unos ropajes plateados sin mangas que se ceñían en las piernas y dejaban más libre el torso, y que parecían de otro mundo.
   - Joder -ahogaron a duras penas Pacino y Míkel a la vez.
   - Ah, los cálculos han sido exactos -dijo la joven mientras la puerta se cerraba a su espalda y la alarma enmudecía.
   - ¿Qué es esto? -preguntó Salvador-. ¿Quién es usted?
   - Salvador Martí, ¿verdad? -dijo ella con una voz dulce, melodiosa y un punto juguetona-. Lamento que la respuesta a la primera pregunta no le va a gustar nada, pero allá vamos: soy del futuro, del año 2187, y vengo para decirle exactamente lo que tiene que hacer.
(CONTINUARÁ...)
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