- Cierre, por favor. Y tome asiento, señor Argamasilla.
El despacho de Salvador estaba impoluto, como siempre, pero Joaquín María Argamasilla había notado que algo extraño ocurría en el Ministerio casi desde que había atravesado la puerta desde 1926 para responder a la llamada del subsecretario. Todo estaba tremendamente silencioso, no se había cruzado con nadie en los pasillos, y solo Germán, el bedel, seguía inasequible al cambio en lo alto de la escalera, leyendo el mismo periódico deportivo de siempre.
- Salvador le espera -había dicho sin levantar la mirada.
La luz de la cafetería estaba apagada, igual que la mitad de las luces de las instalaciones superiores del Ministerio. Incluso los paneles fluorescentes del claustro, que solo quedaba parcialmente iluminado por la luz del sol. Ni siquiera Angustias estaba en su puesto, y eso solo ya resultaba alarmante.
- Seguimos en fase de baja actividad -dijo Salvador, y como explicación general de todo lo que se hubiera encontrado, añadió-. Hay que ahorrar. Pero no por los motivos que piensa la mayoría...
Salvador Martí sabía como intrigarle a uno:
- Antes de nada, señor Argamasilla: ¿van bien las relaciones con su patrulla?
- Sí, bueno, ahora que no tenemos misiones, un poco más apagadas, pero intentamos vernos al menos una vez al mes para reforzar lazos, como usted propuso, y Julia nos va a llevar a visitar una exposición sobre máquinas pensantes... "Nosotros, robots", creo que se llama. Me parece algo imposible, pero...
- ...pero en este Ministerio somos como Alicia y vemos tres cosas imposibles antes de desayunar. Le gustará, además, usted podrá ver como son las maquinitas por dentro. Por algo así le he llamado: por lo imposible.
- Usted dirá: me extraña que me haya llamado solo a mí.
- Esta no es una misión para su patrulla -Salvador se frotó las manos, como tratando de moldear y comprimir la idea que iba a transmitir-. Al principio solo fue usted: el hombre con rayos X. Pero el año pasado encontramos a otro ser único: un soldado inmortal.
Argamasilla abrió mucho los ojos y se inclinó hacia adelante:
- ¿Cómo inmortal?
- De los que no se mueren. Este Ministerio ha tenido que lidiar con rebeliones, intentos de asesinato jugadores de fútbol díscolos y premios de Eurovisión improcedentes. Podemos trabajar con la política, con el secreto, con la guerra y con sociedades secretas. Hasta con lo insólito. Pero no con lo imposible. Y si lo imposible forma parte de la historia, como parece que así es, debemos luchar con sus mismas armas.
- ¿Qué propone?
- Le propongo que forme usted un equipo especial, una patrulla que solo se encargará de misiones relacionadas con personajes extraordinarios. Con... poderes como los suyos. No abandonará la patrulla a la que ya pertenece: este equipo solo trabajará, bajo su liderazgo, cuando la situación lo requiera. Hemos tenido problemas con dos personas especiales en 40 años, posiblemente en 400, no va a ser algo que suceda todos los días. Pero cuando suceda, la próxima vez quiero que estemos preparados.
Argamasilla reflexionó. La propuesta implicaba un cierto peligro. Pero, por otro lado, últimamente se aburría en los años 20, sin misiones que cumplir y tras el "fiasco" de Houdini. Además, había cometido la imprudencia de leer su ficha en la Wikipedia, y sabía que dentro de dos décadas dejaría de ver a través de las cosas. Sus poderes tenían fecha de caducidad. ¿Y si eso le pasaba a otros? ¿Era la razón por la que no habían pasado a los anales de la historia?
- Acepto -dijo convencido.
- Estupendo -Salvador cerró el acuerdo con un apretón de manos-. Recibirá un aumento salarial proporcional, que por razones de discreción aparecerá en su nómina como "Plus de excepcionalidad". Ernesto le espera en el archivo: ha seleccionado una docena de posibles casos de personas de la historia de España con poderes que habría que investigar en profundidad, para formar el equipo -cuando Argamasilla estaba a punto de marcharse, el subsecretario añadió-. Ah, ¡y vaya pensando un nombre para el equipo! Y, por el amor de Dios: no los llame La Patrulla X, que luego nos corren a demandas...
Madrid, 1946
- ...y en esto me he pasado el último año, viajando por la historia, confirmando y desmontando leyendas, y formando el equipo.
Pacino repasó con la mirada a los cuatro individuos, que junto a él y Míkel Navarro, atestaban el interior del carromato circense en el que se encontraban. El más grande, el coloso con la barba y el bigote bien cortados y la capa roja que les había salvado, era un soldado llamado Diego García de Paredes, y había sido reclutado en 1500, donde se le conocía como "el Sansón de Extremadura" y el hombre más fuerte de Europa. Una vez, asediando una ciudad turca, lo había enganchado por la armadura una máquina terrible que lanzaba a los soldados contra la muralla, y si aún respiraban los izaba para que las tropas en lo alto acabaran con ellos: Diego no solo paró el impacto contra la muralla, sino que cuando lo elevaron acabó con todos los enemigos que se le tiraron encima. Docenas. Ahora, sin embargo, tenía una presencia calmada y humilde que contrastaban con el furor que, decían, le imbuía en batalla.
- Es un honor servir a mi patria, en cualquier época.
El otro hombre del grupo también llevaba un bigote llamativo, más poblado que el de Diego, y vestía un uniforme de corte militar decimonónico.
- Yo a usted le conozco -dijo Míkel, muy sorprendido.
- ¿Estás seguro? -repuso Pacino por lo bajo.
- Usted es una leyenda -insistió Míkel-. Quiero decir, entre los míos.
- No opinan lo mismo en mi época -contestó el caballero, algo escocido por el recuerdo pero aceptando el halago.
- Pacino: te presento al teniente Isaac Peral, inventor del submarino torpedero.
- Ostras, ¿Peral? Yo pensaba que había sido Monturiol...
- ¡Siempre Monturiol! ¡Qué bien se vende! Narciso no tenía malas ideas, pero el Ictíneo solo era una curiosidad para turistas. El Submarino Peral, señor mío, es una maquina militar de 20m de eslora, con propulsión eléctrica y capacidad para lanzar torpedos. Y aunque pasó todas las pruebas, en 1890 el gobierno pensaba dejarlo pudrir en un dique...
- O sea, que tienen un pedazo submarino -resumió Pacino.
- Y más cosas -dijo Argamasilla-. El teniente Peral es un genio de la electricidad, y con los fondos del Ministerio ha inventado varios aparatos realmente interesentes.
Las miradas se posaron ahora, indefectiblemente, en la última persona de aquel grupo. Era una mujer de edad indeterminada, entre 20 y 40 años, bronceada y con arrugas por la exposición al sol, de pelo negro un tanto enmarañado y una túnica asimétrica, de un tejido poco fino, que dejaba un brazo al aire. Les miraba a todos con curiosidad, y con una expresión divertida.
- Él es superfuerte, él es superlisto -Pacino iba repasando a los miembros de aquella patrulla excepcional-. Tú eres el superespía, con lo de los ojitos, que ya nos conocemos. ¿Y ella? ¿Tú qué haces?
La mujer siguió mirando a Pacino, y tardó unos instantes en contestar. Cuando lo hizo, habló con un acento exótico que ocluía las vocales y una sintaxis de lo más extraña:
- Ella nada nunca noche. Ella sol todo mueve.
- ¿Viene de América? ¿Qué dice, que nada? ¿Nada muy rápido?
- Viene de Almería -aclaró Argamasilla-, del año 2620 antes de Cristo.
- La leche. De tu tierra venimos hoy, vaya caminito.
La muchacha tardó un poco en reaccionar, con una sonrisa de dientes mellados.
La muchacha tardó un poco en reaccionar, con una sonrisa de dientes mellados.
- Lleva un auricular que me dió Salvador, traduce todo a su idioma mientras ella aprende el nuestro. Aprende rápido. Allí solo la llamaban "ella", nosotros la llamamos Indalo: la encontramos cerca de Los Millares, no la dejaban vivir dentro de la fortificación, pero al parecer tenía sus trucos para entrar cuando quería. De día: Indalo necesita que brille el sol para que funcione su poder.
- ¿Entraba cuando quería? No me digas que atraviesa paredes.
- No. Indalo vuela.
- Y cuando vuela es precioso -apostilló Diego, maravillado.
Todos volvieron a posar su mirada en aquella mujer pequeña y morena, que les devolvió la mirada con una risa franca en la que faltaban algunos dientes. Ser fuerte, ser listo, incluso ver a través de las cosas eran habilidades útiles o incluso increíbles, pero de algún modo parecían más íntimas, circunscritas a uno mismo. Volar era algo absolutamente imposible para el hombre. "Bueno, y parir", se dijo Pacino.
- ¿Cómo os llamáis? -preguntó Mikel con interés-. Salvador dijo que buscaras un nombre para el equipo.
- Ah, sí. Costó mucho: ninguno les gustaba.
- "Los Tres de Argamasilla" -dijo Peral, despectivo-. Esa era la clase de ideas que se le ocurrían.
- Yo propuse Círculo Justiciero -añadió Diego-, pero según Don Salvador ya estaba cogido.
- Cuando lo oyó, Ernesto nos propuso "Garra Justiciera", no sé de donde lo sacó... Pero así nos hemos quedado. En principio cada uno vive en su época, y cuando somos necesarios, acudimos. El Ministerio tiene un circo itinerante por el tiempo que nos sirve como tapadera y base de operaciones.
- ¿Y os han enviado para apoyarnos?
- No exactamente. Ya estábamos en esta época: hace una semana se detectó un vampiro en Guadalajara, y nos enviaron a cazarlo. Resultó que solo era un descerebrado que le chupaba la sangre a las señoras.
- Al menos probé con él mi nuevo rifle lanzadescargas -declaró Peral, que recibió el asentimiento cómplice de Pacino. Que la chupe y que la siga chupando el mamón.
- Nos íbamos ya a nuestras épocas cuando recibimos una alerta de Ernesto. Ha llegado alguien del futuro al Último y Principal Ministerio.
- Ya, sí. En eso estaban cuando nos fuimos.
- Parece que quiere que se cierren todas las puertas anteriores al año en que se fundó el Ministerio. Eso puede comprometer muchas misiones, pero si dice la verdad no habrá otra solución que hacerle caso. Están comprobando si tiene la autoridad que pretende.
- ¿Y entonces?
- Creo que ya lo entiendo -aventuró Míkel-. Llega alguien del futuro justo cuando se detecta una descarga temporal de la leche en el pasado. Son dos acontecimientos insólitos, casi sin precedentes.
- Y Federico García Lorca estaba en la lista de individuos que me presentó Ernesto cuando organizaba la Garra: parece que tenía sueños premonitorios.
- O sea, que puede que todo esté conectado, y no tenemos mucho tiempo para resolverlo, o la tipa esa se hará con el control del Ministerio. Vale -Pacino se levantó-. Pues manos a la obra, hay que encontrar a Lorca, y al hombre que iba con él. Me juego algo a que conoce a la rubia.
- Ella otra después viene, verdad dice no no, tú dices -expresó algo turbiamente Indalo-. ¿Algo quiere?
- Nadie monta algo tan complicado como esto si no gana algo, Indalo tiene razón -respondió Pacino-. También tenemos que saber qué ganan con cerrar las puertas anteriores al rabino. Se nos amontona el trabajo.
Salieron del carromato, a la fría noche madrileña, y Míkel añadió:
- Jo, pues yo os hubiera llamado la Patrulla X, eso fijo.
* * * * *
Babilonia, 1387 aC
El líder supremo repasó una vez más los planes. Todas las piezas estaban en su sitio. Finalmente, tenían la última Llave de Ishtar y era el momento de empezar la partida final.
- General Jafar, Guardián de la Puerta: reúne a las tropas.
- ¿Señor?
- Ha llegado el día. Hoy Babel invadirá el tiempo, y no habrá ningún Ministerio que nos lo impida.
El General Jafar (que en realidad se llamaba Agum) se llevó el puño derecho al hombro izquierdo y realizó una profunda reverencia antes de dirigirse a las escaleras que descendían hasta la base de la torre. El líder supremo sonrió satisfecho: ciertamente habían pasado muchos años, pero la venganza merecía cocerse a fuego lento.
El espejo de plata de sus aposentos le devolvía la imagen de un hombre de barba cana y calva manchada por la edad, pero aún conservaba cierto porte y gallardía. Y cualquiera que lo hubiera frecuentado de joven aún hubiera reconocido, sin dudarlo, el rostro de Julián Martínez.
(CONTINUARÁ...)
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