13 mayo 2015

MdT: El jardín de los tiempos que se bifurcan (6)


   Corría el año 406 de la Era Hispánica. En primavera, el Conde Teodosio y sus tropas habían llegado a Britania para reemplazar a los hombres de Jovino, tras la conspiración de los sajones y los escotos que había arrasado la mayoría de infraestructuras romanas, robado, violado y asesinado a sus ciudadanos. Los primeros meses, Teodosio se dedicó a dotarse una nueva red de individuos ya instalados, amnistiando a los desertores: no eran hombres de honor, pero sí eran hombres necesarios. Tras ello, y recuperar Londinium, comenzaron las verdaderas batallas. Antes de final de año, había vuelto a tomarse el Muro de Adriano, recuperando las fronteras y los territorios hasta devolverlos prácticamente hasta el estado anterior a la incursión.
   Los combates que habían salpicado aquel año, fueron la verdadera formación de Flavio Teodosio; tanto como el posterior castigo de las tribus bárbaras, y la alianza con los votadini del norte para defender el Muro. Se combatía en cualquier terreno y a todas horas, sorprendiendo a enemigos que se habían coordinado para acabar con los romanos, pero que en ningún modo constituían una verdadera alianza. Eran traicioneros, y podían abalanzarse contra un legionario solitario incluso estando ya en retirada, si creían que era una presa fácil. Cierta vez, un escoto al que Flavio Teodosio perseguía, se había girado de repente y le había lanzado un puñal que atravesó la correa del peto y casi le perforó el hombro izquierdo. Apretando los dientes, Teodosio siguió adelante y le destrozó la cara de un tajo al sucio enemigo.

   Aquel recuerdo había aflorado ahora, de repente, en la mente de Teodosio. No se detuvo a distinguir lo que Numerio había sacado de entre sus ropas: aquel había sido su error en Britania. Esta vez se apartó instintivamente de un salto, buscando cobertura detrás el cercano triclinio. Mientras saltaba, una parte de su mente se preguntaba qué era aquella extraña protuberancia oscura, aquel tubo metálico que empuñaba el traidor que le había cuidado toda su vida. Pero esa parte inquisitiva de su cabeza no era la que lo iba a mantener con vida.
   Sí oyó el estallido, que sobresaltó a todos: una vasija que representaba a Hércules matando a los pájaros de Estinfalia, reventó en una docena de pedazos. Y un momento después, sonó un segundo estruendo, si cabe aún más fuerte. Numerio se aferró el vientre y dejó caer el arma, que Julián se apresuró a recuperar. Numerio cayó, pero cogió a Julián de la toga:
   - No... No debe aceptar -la vida se le escapaba a cada palabra-. Debe ser Magno, no... él... El futuro...
   - El tuyo -le dijo Julián, soltándose por la fuerza-. No el mío
   - ¿Qué ha sido eso? -preguntó Magno, preocupado. Alonso sostenía su propia pistola, con la que acababa de disparar.
   - Una bala menos -murmuró Amelia en castellano-. Quedan cinco.
   - Esto -improvisó Alonso guardando el arma-, es la reliquia que habíamos ido a recuperar a Tarsis.
   - Una Varita de Júpiter -completó Amelia-, que descarga el rayo sobre quienes traicionan la confianza y los juramentos. Al parecer Numerio quería usar algo parecido para matar a su señor. Ha tenido su castigo.
   Magno torció el gesto ante aquellas brujerías paganas mientras ayudaba a su primo a levantarse: "como debe ser", pensó Folch, a juzgar por lo que sabía de su futuro. Del de ambos.

   El futuro entró en la amplia habitación en forma de mensajero imperial:
   - ¿Quién de vosotros es el dux Flavio Teodosio, hijo del comes Teodosio, nacido en Cauca? -aunque nadie de aquella época podía relacionar aquellas dos detonaciones con unos disparos, el sobresalto había atraído al triclinium a todos los sirvientes de la casa, e incluso Elia, la esposa de Flavio, se había levantado del lecho.
   - Yo soy.
   El mensajero avanzó hasta él y saludó a la manera militar. Abrió un tubo de ónice, sacó de dentro un pergamino y empezó a leer:
   - Sabed todos los aquí reunidos y haceros eco: que el gran emperador Flavio Julio Valente ha muerto en batalla en la lejana Hadrianopolitanum.
   - ¡No puede ser!
   Aparentemente, Teodosio era el único a quien aquello sorprendió. Julián y Alonso lo sabían porque Amelia se lo había contado, claro: para ellos, era Historia. Pero Magno, Elen y Conan también parecían estar al corriente de la noticia. Quizás por eso se habían presentado en la villa, justo ahora.
   - Su sobrino, el Emperador César Graciano Pio Felix Augusto, os ha escrito directamente.
   "¿Dos emperadores?", había preguntado Alonso varios meses atrás, la primera vez que Amelia les explicó la situación.
   "De camino a Constantinopla, el emperador Joviano había muerto asfixiado. Allí mismo se eligió a uno de sus oficiales, un guardia del emperador llamado Valentiniano, para que lo sucediera. Al considerar que no estaba preparado para la tarea de gobernar todo un imperio, eligió a su hermano Valente para que le ayudara, repartiéndose el imperio entre ambos. A Valentiniano lo siguieron sus hijos, Valentiniano II y Graciano"
   - ¿Qué dispone de mí el césar? ¿Vengar la muerte de su tío?
   - Algo así -el mensajero siguió leyendo-. El emperador Graciano os conmina a presentaros ante él para ser entronizado como nuevo augusto de Oriente. Como tal, haréis frente al caos que han extendido los godos -el mensajero entregó el pergamino a Teodosio, retrocedió un paso, extendió el brazo izquierdo con la palma hacia abajo y exclamó-. ¡Ave, imperator!
   Todos los presentes, algunos con desgana, otros con entusiasmo, le imitaron. A sus 32 años, el joven general retirado Flavio Teodosio acababa de convertirse en emperador.

* * * * * * * * * *

   - Numerio fue enviado por el Ministerio hace 40 años, probablemente tanto para echar un ojo sobre Magno mientras crecía como para asegurarse de que Teodosio no interfería en su carrera. Seguro que fue él quien lo convenció de que abandonara la carrera cuando era Dux de Mesia, incluso puede que propiciara para ello la caída de su padre y que dejara Cauca sin matronas para que tuviera que salir y el mensajero imperial no le encontrara. Pero cuando todo salió mal, pensó en dormirnos a todos, para no despertar sospechas de Magno, y deshacerse luego de Teodosio.
   La Patrulla cabalgaba tranquilamente hacia el norte. El aire cálido de la mañana lo prometía todo.
   - ¿Y tu copa?
   - Alguien tenía que parecer culpable, y si las culpas hubieran recaído sobre la vestal, el antipaganismo de Magno se hubiera exacerbado. El que nosotros conocemos llegó a convertirse en un verdadero martillo de herejes.
   - ¿Estás segura de que no tenemos nada más que hacer aquí? -preguntó Julián.
   - Del todo. Teodosio se convierte en emperador de oriente, asumirá el poder en enero. Magno se vuelve a Bretaña, y realiza una nueva campaña acumulando influencia, recursos y hombres. Dentro de cuatro años, a la muerte del emperador de occidente, Magno se autoproclamará emperador y marchará sobre la Galia. Teodosio le apoyará, al principio, pero en el 388 se enfrentarán, el uno contra el otro, y Magno perderá. Durante un breve tiempo, Teodosio unificará el Imperio, antes de que las pugnas internas y la presión de los godos acaben con él.
   - Es una lástima que tengan que luchar los dos parientes. Parecían quererse.
   - Magno nunca fue un hombre que tolerase en el poder a los que no eran mejores que él. Pero sí que lo es. Si Numerio hubiera conseguido sus fines, Magno hubiera tomado las riendas. Un gobernador fuerte que no permitiría que el Imperio se fragmentara. Toda la Historia sería diferente.
   - ¿Dónde vamos ahora? -preguntó Julián.
   - Es verdad, aún no hemos terminado -Amelia cogió aire, tratando de aclarar las ideas-. En el mapa de Leiva, Galicia era un reino independiente en pleno siglo XXI. Pero Portugal no pertenecía a él.
   - ¿Y sabes dónde puede corregirse eso?
   - Creo que sí: en el año 1111. Debemos volver al Ministerio, ya no será el mismo de la última vez, pero todavía no será el nuestro. Incluso puede que aún estemos bajo busca y captura, así que recomiendo que nos quedemos en los pasillos: hay que encontrar la puerta número 24.
   - Hemos corregido el rumbo, es un buen comienzo. Y tenemos una segunda pistola, por si... ¿Dónde la he metido?
   - No estará, Julián.
   - ¿La habéis perdido?
   - Claro que no, la he guardado justo en...
   - Hemos corregido el rumbo de la Historia. Ya no existe el futuro del que venía ese arma, ni la propia arma.
   Al cabo de un rato de cabalgar con el ceño fruncido, Alonso volvió a hablar:
   - ¿E iremos al siglo XII vestidos de romanos?
   Amelia rió:
   - Ya se nos ocurrirá algo.
   - Al menos, Alonso -dijo Julián-, tú puedes alegrarte de una buena noticia.
   - ¿Cuál? -respondió bruscamente Entrerríos.
   - Que vas a poder dejarte bigote otra vez, ¡jaja!
(CONTINUARÁ...)

No hay comentarios: