18 mayo 2015

MdT: El jardín de los tiempos que se bifurcan (8)


   Diego llevaba tres años anclado en su propia época, desde que, por alguna razón, tras una misión en Lisboa, su puerta del tiempo dejara de funcionar. Al principio se había preocupado: ¿qué sería de su Patrulla, del Ministerio en 1938? ¿Habría terminado la guerra en el siglo XX? Le daba igual si ganaban unos u otros, pero, ¿estaría bien el subsecretario Guzmán? Con el tiempo, había aprendido a dejar correr taless cuitas: todo aquello no había pasado aún, ni pasaría en más de 800 años. Tenía cuestiones más inmediatas de las que ocuparse, menos excitantes, pero no menos necesarias para sus vecinos. Herraduras, aros para barriles, azadas, horcas, cuchillos, hoces...
   Ahora que la Puerta del Ministerio se había arreglado y que nuevos agentes le habían venido a ver, sin embargo, lo primero que preguntó fue:
   - ¿Cómo está María de Cervelló? ¿Ha tomado ya los hábitos, o aún no ha cedido a su idea?
   Fue una sorpresa para sí mismo. No se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba a su hermosa joven compañera hasta el instante en que tuvo ocasión de saber más de ella. Estimaba mucho a don Florences el mago, pero con María tenía una conexión diferente de la amistad. Más profunda, más íntima.
   Alonso, Amelia y Julián se miraron, atribulados.
   - María... -empezó a decir Entrerríos, pero sus compañeros de Patrulla abrieron mucho los ojos. No podía contarle la verdad: "Vuestra amiga acabó en el Cretácico, vivió sola durante 15 lustros, murió centenaria y se la comió un dinosaurio". Pero algo había que decirle. Y Alonso creía que Diego, como él, no toleraba las mentiras. Si querían conseguir su colaboración, necesitaban ser sinceros-. Veréis, don Diego: ha habido un tremendo problema en el Ministerio.
   - ¿Un problema? -Diego dejó el martillo y les prestó toda su atención.
   - Sí, veréis: algo ha fallado. Terriblemente. Una misión, todavía no sabemos cual, ha salido mal y la Historia ha cambiado: no sólo en el futuro, sino a lo largo de toda la Historia.
   - Recordad que nosotros somos de un Ministerio posterior al que vos conocéis -dijo Amelia, precavida. Diego lo notó-. Ahora mismo, María está... muerta -el herrero empezó a fruncir el ceño, y Amelia aceleró sus siguientes palabras-, pero creemos que, si conseguimos reparar los errores, si restablecemos la Historia como debe ser...
   Diego sonrió:
   - Ya veo. Creeis que si corregís la Historia, María estará viva. Pero mientras tanto, el Ministerio al que pertenecéis, que ya no es el vuestro, os persigue porque os considera rebeldes que queréis cambiar lo que debería ser según sus registros -Amelia estaba asombrada. Diego sonrió y se explicó-. He sido agente del Ministerio más de 10 años: puede que el siglo XII sea mi hogar, pero he viajado por España en docenas de misiones, por muchas épocas de mi futuro y algunas de mi pasado, y hace tiempo que aprendí las consecuencias que podía tener una alteración. ¿Habéis llegado aquí desde alguna puerta clandestina?
   - No, desde el mismo Ministerio -dijo Julián. Diego los miró a los tres con un cierto orgullo:
   - No os falta arrojo. Aunque tiene lógica, si habéis llegado a mi propia puerta, que hayáis atravesado la...
   - 216 -completó Alonso.
   - Correcto, esa era mi puerta. Controlaba la veracidad de vuestra historia: un agente que hubiera sobrevivido a una alteración paradójica hubiera vuelto siempre al Ministerio y por tanto para escapar de él tendría que partir desde allí. Os ayudaré: ¿vinisteis por azar o porque creeis que aquí está la clave para arreglar la Historia?
   - Un poco de las dos cosas -dijo Amelia.
   Alonso se dio cuenta entonces de que Diego la miraba con sorpresa cada vez que tomaba la palabra.
   - Manda ella -añadió para tratar de aclararle la situación. Diego enarcó una ceja, Alonso respondió con un gesto de resignación irónica. Amelia resopló con algo de cansancio:
   - Si los señores han terminado: creemos que una parte de la alteración histórica es que Galicia se ha convertido en un reino independiente en el futuro y que eso puede empezar este año, en 1111.
   - Me temo que, si eso es lo que queréis impedir... El año pasado, el conde de Traba, don Pedro Froilaz, expulsó a las tropas invasoras de Galicia, y hace una semana, por Santa Adriana, proclamó rey de Galicia a Alfonso Raimúndez.
   - Santa Adriana... el 17 de septiembre.
   - Hemos llegado tarde -Julián lo veía perdido. Tendrían que volver a cruzar la puerta antes de que se cerrara el bucle, y arriesgarse a...
   - No creais -lo animó Alonso-: ¿cuántos años tiene el rey Alfonso?
   Diego sonrió con socarronería:
   - Peinaré yo canas antes de que a Raimúndez le empiece a crecer pelusa en la barbilla. No tiene ni diez años. No andáis desencaminado: que su tutor, el conde, lo haya proclamado rey no quiere decir que todo el mundo lo acepte. Incluso aquí están muy divididos: Froilaz y el obispo de Santiago lo apoyan, y ambos son muy importantes, mucho. Pero si quieren plantar cara de verdad a Alfonso de León, necesitarán bastante más. En Lugo, por lo que he oído, están de parte del leonés. Y esto no va a ser tan sencillo como expulsar a unos cuantos soldados aragoneses y castellanos.
   - Otro Alfonso -se quejó Julián-, ¿qué les pasa con los nombres, es que no había más?
   Amelia hizo oidos sordos:
   - No lo entiendo, entonces. Si van a perder, ¿qué es lo que ha cambiado?
   - Veamos -Diego hizo un gesto para tratar de simplificar la cuestión-, ¿qué tendría que pasar, según la Historia correcta?
  - Que Galicia no se convierta en un reino independiente de facto. Los partidarios de Alfonso Raimúndez pierden la batalla dentro de una o dos semanas, en Villadangos, tal y como vos habéis dicho, y Alfonso I recupera el control. Pero morirá sin hijos: en 1126, Raimúndez reclamará el trono de León y nueve años después llegará a ser coronado Imperator totius Hispaniae.
   - ¿Emperador de España? -Alonso estaba impresionado. Julián algo menos: pensaba que por fin se había librado del latín.
   - Yo no sé si llegará a tanto -Diego le quitó importancia al futuro del infante-, pero sí que, desde luego, con las fuerzas con las que cuentan sus partidarios ahora, es imposible que Galicia acabe el año siendo un reino.
   Amelia pensó en ello, pero insistió:
   - En el futuro he visto un mapa en el que Galicia aparecía como un reino independiente. Tiene que ser aquí. Decís que no cuenta con suficientes fuerzas: entonces debe tener algo más.
   - ¿El Ministerio utilizaría tropas para cambiar la Historia?
   - No quieren cambiarla, quieren mantenerla. Si realmente es tan seguro que Froilaz va a perder, no dependería de que un par de agentes hicieran algo. Y movilizar tropas de una época para luchar en un conflicto de otra podría tener graves consecuencias.
   - ¿Entonces?
   - Habéis dicho que la batalla se librará en Villadangos, ¿verdad? -dijo Alonso-. ¿Por qué allí?
   - No... no lo sé -admitió Amelia-. Me faltan detalles, tendría que leer algún libro especializado...
   - No hay tiempo, sólo tenemos unas cuantas horas -Diego lo miró sorprendido. Julián se lo aclaró-: la puerta no se ha reparado del todo, está en bucle. A medianoche, dejará de ser una Puerta del Tiempo otra vez.
   - Eso complica las cosas -admitió el herrero-. Bueno, hay una opción: podemos cabalgar hasta Ourense, creo que el conde Froilaz y el "rey" Alfonso Raimúndez ahora se encuentran allí. Son 20 leguas. Mínimo tardaréis siete horas en llegar, y eso reventando los caballos. En cualquier caso tendréis que cabalgar como locos de vuelta, en plena noche, para poder llegar a tiempo a la puerta antes de que se cierre.
   - Es mucho riesgo -dijo Alonso, mirando particularmente a Julián.
   - Me quedaré aquí.
   - Pero...
   - Os retrasaría inútilmente: tú y Amelia montáis de maravilla. Si alguien puede ir y volver a Orense en 14 horas sois vosotros. Tenéis al Hijo del Cid: no os hace falta Julián Martínez.
   A Amelia no le gustaba separar así la Patrulla, pero no había otra solución si querían volver a tiempo.
   - Os conseguiré ropas más adecuadas, -declaró Diego. Y añadió para Julián-: tengo la despensa llena. Servíos vos mismo: el queso es una maravilla.
   - Cuídalos -le dijo Julián cuando ya montaban en tres preciosos caballos de estampa árabe.
   - No son mi Patrulla -y volvió a sonreir-. Pero los trataré como si lo fueran.

* * * * * * * * * *

   Resultó que el conde Froilaz no estaba en Ourense sino 5 leguas más al Este, en el castillo de Maceda. Pero gracias a la manera casi suicida con la que Alonso, Amelia y Diego guiaban a sus caballos, y a la fenomenal resistencia de estos, consiguieron cubrir las 25 leguas en las siete horas previstas. Los animales estaban tan cubiertos de sudor como sus jinetes; cuando se detuvieron a cierta distancia, la imponente altura de las murallas del castillo se les antojó inexpugnable.
   - No hace falta entrar en el castillo -consideró Alonso-. Si realmente tiene tantos soldados como para plantar cara al rey de León, habrán bajado a la villa.
   Era día de mercado, y Maceda estaba llena de campesinos y comerciantes tratando de hacer un buen negocio. La soldadesca de Froilaz también estaba presente, especialmente en las tabernas, pero aunque hacían bastante ruido, no parecían ser demasiados. Decidieron separarse en dos grupos: Alonso con Amelia por un lado y Diego por otra, para tratar de recabar información y, si era imposible, volver a Porriño.
   ¿Qué impulsó a Amelia a meterse por aquel callejón, contra las protestas de Alonso, que conducía hasta la parte de atrás de unas porquerizas? Nunca lo sabría. En el futuro se diría que, tal vez, el propio tiempo intentaba protegerse, que lanzaba destellos de inspiración para guiar a los que podían curarlo. Pero también podía haber sido la intuición, o la mera casualidad. Por la razón que fuere, avanzaron hasta el callejón, que daba a un campo verde, extenso y con una suave ondulación que acababa convirtiéndose en colina. A su derecha, en las porquerizas, escucharon a un hombre expresarse con firmeza:
   - No me gusta ese lugar.
   - Es discreto, no tiene por qué ser agradable -la que le contestaba era una mujer. Amelia miró a Alonso, que asintió levemente. Con sumo cuidado, ambos se asomaron para echar un vistazo al otro lado de la pared. De espaldas a ellos, un hombre alto, vestido con ropajes de cazador, hablaba con una campesina.
   - El matrimonio de Urraca y Alfonso está quebrándose. Tenemos que marchar hacia León, para llevar al rey con su madre y defender nuestra causa.
   - Está todo preparado.
   - ¿Preparado? -el cazador estaba furioso-. ¡Nos saldrán al paso, es evidente, y yo no veo nada preparado!
   Ella se agachó para coger algo que llevaba escondido en una bota; algo pequeño y rectangular. Lo sacó y lo blandió ante el hombre:
   - Tendréis vuestro ejército. ¿Cumpliréis vos vuestra palabra? Os pido poco...
   - Después querréis más.
   - Sólo quiero lo que os dije. Ni una moneda de oro, ninguna propiedad, ningún título.
   - Si cumplís con vuestra palabra.
   - Yo cumpliré.
   - Entonces tendréis al que guardan en las mazmorras de León. Vivo, sano y salvo. Saldremos dentro de dos días.
   Ella se giró burscamente: le había parecido oir algo, pero no vio a nadie curioseando. Se despidió del hombre, este se marchó primero, y un poco después, ella también. Alonso y Amelia ya corrían hacia el mercado.
   - Era Lola Mendieta -dijo Alonso sin dejar de correr-. En cualquier versión de la Historia, sigue metiéndonos en líos
   - Y supongo que el otro era Froilaz -Amelia estaba muy preocupada, y vio un reflejo de lo mismo en la expresión de su compañero-. ¿Viste lo que traía escondido?
   - A duras penas. Pero ya lo había visto antes.
   - Y yo también.

   Ya sabían como iba a cambiar la suerte de la batalla de Villadangos. Lola Mendieta tenía la Llave de Ishtar: debían reunirse con Diego y regresar de inmediato con Julián.
(CONTINUARÁ...)

PD: Si no lo has hecho aún, puede ser un buen momento para leer el fanfic "Tempus Fugit" 

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